Aroma de cerezas
Para todo problema humano hay siempre una solución fácil, clara, plausible y equivocada.
Henry-Louis Mencken.
Considera las contrariedades como un ejercicio.
Séneca.
La mayor parte de los problemas del mundo se deben a la gente que quiere ser importante.
T. S. Eliot.
Clement olfateó su piel con curiosidad, había un cambio en su aroma, sabía que con este nuevo Celo tendría un olor definitivo y ahora que lo detectaba lo halló muy raro. Metido en la tina todavía, el agua enjabonada y espuma escurriendo de sus cabellos y cuerpo, quiso asegurarse de que su nariz estuviera detectando bien ese perfume Omega pegándola a largo de su brazo. Era fuego, sangre, solo que con más fuerza el de lirios frescos y la razón de su extrañeza, algo de cerezas. Sí, eran cerezas, no había duda. Muy raro. No debía tener semejante combinación, pero ahí estaba, cosa que le hizo arrugar su nariz, no era que le desagradara, pero no entendió por qué tenía ese aroma.
—¿Hijo? ¿Está todo bien? —Lady Samara tocó la puerta del baño.
—Sí, madre, solo quería estar un poco más en el agua caliente.
—De acuerdo, tu desayuno está listo, amor.
—Ya salgo.
Pegó una vez más su nariz al dorso de su mano casi aplastándola, confirmando que tenía ese toque de cerezas. También había leído que los Omegas sanos solían mostrar esa gama de olores porque era una suerte de carta de presentación como futuros portadores de vida, pues su aroma era como el legado familiar, aunque en su caso no aplicaba pues era una Semilla de Dragón. Resopló un poco, terminando de enjuagarse y envolverse en su bata para salir de una buena vez, sonriendo a su madre quien acomodaba la mesita donde tomaría su desayuno completo con todo lo que le gustaba una vez que pasaba su Celo.
—Gracias, madre, todo se ve delicioso.
—¿Bebiste el Supresor?
—Sí, pero creo que el Maestre Lordos se pasó con lo amargo.
Lady Samara rió. —No, hijo mío, es que tu paladar se ha hecho más fino para que llegado el momento, sepas distinguir las mejores comidas para tus cachorros.
—Ew.
—Anda, debes reponer energías.
—¿Ustedes ya desayunaron?
—Sí, tu padre tiene mucho trabajo, con la flota Velaryon diezmada, deben cubrir las demandas del continente y hay que mover mucha mercancía a todos lados.
—¿Ósea que tendré que cubrir más rutas? —preguntó Clement, mordisqueando un pan.
—Me temo, espero Vhagar no se incomode.
—Lo dudo... ¿Madre? ¿Huelo diferente para ti?
Ella detuvo su tarea de secar su cabello, levantando ambas cejas y luego olfateando sus mechones húmedos varias veces hasta detectar lo que su hijo le había preguntado.
—Hueles muy lindo.
—¿Nada más?
—Creo que hay algo de cerezas.
—¡Ah!
—Debe ser el aroma ancestral.
—¿Ah? ¿Qué es eso?
—Mi abuelo decía que hay un aroma que habla por tus ancestros, los dos o uno de ellos, generalmente la abuela pues fue su sangre la que alimentó a todos los descendientes.
—Qué raro.
—Es lindo, ahora ya eres formalmente un Omega en edad de cortejar.
—No quiero.
—Clement.
Este solo sacó su lengua, ganándose un beso en su mejilla de su divertida madre antes de continuar con su desayuno. Cuidar los viajes de los barcos ya era parte de su labor como guardián de la Bahía de Cangrejos. Volar de aquí para allá era bastante entretenido, ya conocía las características de cada barco dependiendo la casa a la que perteneciera, lo que ayudaba a descubrir si había un barco pirata en la distancia o usando velas falsas. Vhagar también aportaba porque su olfato era mejor, por supuesto, y volar constantemente parecía haber refrescado su memoria como su agudeza visual. Sin duda no era una dragona para quedarse en casa sin hacer nada, por algo era la Reina de los Dragones.
Luego de dar una última ronda por las rutas marítimas, Clement bajó a uno de los puertos donde estaba su padre dando órdenes a sus hombres, buscándolo para saludarlo.
—¡Papá!
—¿Cómo va todo, mi niño?
—Bien, padre... ¿te gusta como huelo?
—¿Eh? —Lord Herwell soltó una risita— ¿Qué clase de pregunta es esa?
—Dime.
—Mmm, veamos... pues es un aroma lindo, de Omega sano como debe ser.
—Pero ¿no detectas algo nuevo?
—Ah, eso, creo que es cerezas.
—¡Argh!
Su padre se sorprendió a su reacción. —¿Hay algo malo con ello y no estoy enterado?
—¿Por qué lo tengo? ¿No se puede quitar?
—Mi vida, es tu aroma particular. ¿Por qué te causa tanto conflicto si es hermoso?
—¡Porque no sé para qué tengo otro aroma! ¡Ya tenía el mío que estaba muy bien!
—Son cosas que solo los dioses entienden.
—Pues tienen ideas muy equivocadas.
—Mi niño, creo que algo más te está causando conflictos y no es tu aroma.
Clement miró a su padre y luego dejó caer su frente sobre el pecho paterno con un quejidito.
—No quiero que me cortejen.
—¿Y quién lo está haciendo?
—Nadie, pero lo harán y no quiero. No ahora, no sé si más adelante, pero no quiero.
—Bueno, eso tiene remedio, puedo devolver los cuervos.
—¡¿Ya han llegado cuervos con propuestas y no me habías dicho?!
—¿No que no deseabas cortejos?
El joven Omega abrió y cerró sus boca, luego gruñendo antes de que Lord Herwell lo abrazara entre carcajadas, besando sus cabellos para irse juntos. Lo cierto es que el Alfa ya había pensado en ello, no porque ansiara ver a su hijo siendo solicitado, todo lo contrario, con lo sucedido en Desembarco, tanto él como su esposa habían charlado varias noches sobre el asunto. No se podían fiar ya más de los Targaryen, serían capaces de obligar a su hermoso niño a desposarse con quien no deseaba, peor aún, con una pareja que podría maltratarlo, restringirlo y hacerlo muy desdichado. Todos en Poniente sabían qué clase de arreglos matrimoniales se daban para los Omegas. Lord Herwell tenía un plan en marcha, una vez que tuviera la respuesta se lo haría saber a Clement, orando a los dioses para que entendiera su actuar.
—Vamos a tener que despejar un camino, hijo, viene parte de la flota Hightower.
—Ahora todo mundo quiere nuestras rutas.
—Que haya un enorme dragón cuidándolas influyó en la selección.
—Hm. Será mejor que echemos un vistazo cerca de los Peldaños de Piedra.
—Recuerda...
—"No más allá de eso" —imitó Clement— Sí, papá, no te preocupes.
—Siempre lo haré, es mi deber como tu padre.
—¿Eso de allá son cargamentos de armas?
Lord Herwell suspiró porque ya sabía para dónde iba el asunto, empujando a su hijo, animándolo a ir donde los cargamentos.
—Escoge algo, pero solo una cosa o tu madre nos correrá a ambos del castillo.
—¡Gracias, papi!
—Inquieto niño —comentó uno de sus oficiales, riendo con él.
—Debería volverle loco los hilos y lo telares, pero henos aquí. ¿Sucede algo?
—Hay un marinero que desea hablar en privado con usted, milord.
—Llévame con él —el Alfa se giró hacia su hijo, gritándole a lo lejos— ¡Solo una cosa!
—¡Aw!
Fueron hacia uno de los muelles, un marinero esperaba ahí algo nervioso cuando el oficial lo presentó, a veces ellos debían "prestar" parte de su tripulación a otros barcos para completar todo el personal necesario, no eran intercambios muy amables en la mayoría de las ocasiones, los otros capitanes podían ser crueles con la tripulación que no conocían con todo y que se trataba de un favor. El temeroso hombre había servido con los Arryn del Valle, según escuchó, no habían tenido problemas con ellos si los informes eran correctos.
—¿Sucede algo? —preguntó Lord Herwell cuando se quedaron solos.
—Es... sobre su hijo, milord, por eso pedí hablarle así, disculpe, no quiero ser grosero.
—¿Hizo algo indebido mi hijo?
—No, no, no, Lord Celtigar, es que... —el marinero se relamió sus labios resecos jugando con su chaleco— Es algo que escuché cuando estábamos en el Puerto Gaviota, había alguien de los Arryn o así entendí, no lo vi bien porque estaba atando los nudos, pero sí que escuché bien lo que decía a uno de los oficiales. Preguntó por el señorito Clement.
Lord Herwell frunció su ceño. —¿Qué cosa querían saber?
—Preguntaba si era cierto que tenía sangre de dragón, y luego si era cierto que era... perdone milord, pero así es como lo dijo él, solo repito sus palabras... "si era un Omega fértil y bonito para encamar". Me ofendí porque hablaban de nuestro joven amo de esa manera y quise venir a decírselo, milord.
—Gracias por avisarme —tendió al marinero un morralito con monedas— Por su lealtad y discreción, no lo comentes con nadie más.
—Como ordene, Lord Celtigar, con su permiso.
Ahí estaba la razón de sus angustias, precisamente eso, los grandes lores de casas gobernantes solo mirarían a su niño como un vientre que preñar para continuar su sangre, nada más, harían a un lado sus sueños, sus deseos y sobre todo, intentarían apagar ese fuego de dragón que vivía en su corazón. Lord Herwell gruñó, habían luchado tantos años por mantenerlo a salvo de semejantes mañas como para ahora cederlo por presiones de otros Alfas de alto rango. Necesitaba proteger a Clement de esos lores antes que alguno de ellos pidiera un favor a la corona. Se lo comentó a su esposa, Lady Samara lo miró con ojos abiertos, levantándose para caminar de un lado a otro con brazos en alto.
—¡¿Encamar?! ¿Qué es mi bebé? ¿Una zorra? ¡¿Cómo se atreven?!
—Dudo que sea el único de ellos que piense así.
—Donde yo los escuche más te vale buscar ayuda porque yo los despellejo ahí mismo.
—No si antes yo les corto sus lenguas.
—Herwell, ¿qué ha pasado con ese asunto?
—La respuesta viene en camino, querida.
—Que los dioses la traigan volando ya. ¡¿Encamar?! ¡Ah!
Clement nada sabía de lo que Lord Herwell estaba planeando, no hasta que llegara el momento, no quería desanimarlo antes de tiempo si bien esperaba que su opción fuese bien recibida. El Alfa Celtigar había conocido en sus viajes con los Velaryon a diferentes capitanes y marineros, viajeros y guerreros. Tenía en mente uno que le parecía el ideal para su hijo, porque de cierta forma eran parecidos, a este Alfa joven le había contado de su problema, ofreciéndole la mano de Clement confiándole su más preciado tesoro. Si aquel amigo suyo aceptaba, quedarían comprometidos y no tendría que preocuparse más, puesto que ni el trono podría intervenir con uno de los apadrinados por el Banco de Hierro.
—Amo, Lord Bartimos está aquí.
—¿Ah? Hazlo pasar de inmediato.
Parecía que las visitas no iban a parar en esos días, Lord Bartimos llegó sonriente, saludando a la pareja y preguntando por el ausente Omega que andaba muy ocupado atendiendo las necesidades de su dragona.
—Oh, mucho mejor, necesito hablar con ambos.
—¿Sucede algo, tío?
—Bien, ayer me encontré con Vaemond Velaryon, me preguntó si Clement todavía no estaba comprometido.
—¡Allá vamos! —Lady Samara exclamó— Mi hijo no es una yegua de crianza. Solo lo quieren porque tiene un dragón y es fértil.
—Sam, calma. ¿Qué le respondiste, mi señor?
—Que no sabía, me dio a entender que más adelante vendría a verlos, quería ponerlos sobre aviso. Estas cosas se harán más comunes de lo que piensan. Samara, si de algo sirven mis palabras, yo tampoco estoy de acuerdo en que sorteen a Clement como si fuese un caballo de fina estampa que están vendiendo en una feria. Ya todos saben que los Targaryen lo tienen en buena estima, al menos la familia real, eso le ha quitado el estigma por ser Semilla de Dragón y ahora que es más que evidente cómo florece más de uno querrá arrancar sus pétalos y dudo que sea tomando en cuenta los deseos de sus padres o del propio chico.
—Bueno... —Lord Herwell intercambió una mirada con su esposa— Tenemos... un plan de respaldo.
—No van a enviarlo a Antigua para hacerlo Maestre ¿cierto? Pobrecillo.
—Eso no —rió apenas Lady Samara— Más bien se trata de un candidato.
—¿Puedo saber quién?
—Sohol Gybran.
Lord Bartimos se quedó callado al escuchar el nombre, alzando muy lentamente ambas cejas para ver a uno y otro como asegurándose de que no mentían al respecto, quedándose en el rostro contrariado de su sobrino.
—¿Él?
—¿Crees que es mala elección?
—Más bien que me sorprende que sea de los que se casan. ¿Ya te ha respondido?
—Esperamos la respuesta en cualquier día de estos.
—¿Y Clement ya lo sabe?
—Todavía no —suspiró Lady Samara— Primero queremos saber si ha aceptado, luego partiremos de ahí. Si él no acepta... no tenemos otra mejor opción, mi señor. Al menos no así de buena.
—Herwell, debe ser ya un compromiso formal si quieres que lo dejen en paz. Porque incluso pueden robártelo con tal de forzarte a aceptar.
—Lo sé.
—Sigo sorprendido de que Sohol lo considerara. O que siguiera vivo, ya no había escuchado de él.
—Es demasiado terco para morir —bromeó Lord Herwell.
—Bien, entonces haré como que Clement ya está comprometido, esperemos eso aleje a los buitres.
—Tío... ¿crees que eso también sirva en caso de que... alguien de rango más alto lo desee?
Lord Bartimos lo pensó. —Si es Sohol, ni ellos podrían oponerse, es pelear contra todos los Señores del Mar y en estos momentos tenemos suficiente con la Triarquía, tener de enemigo al Banco de Hierro es la peor estrategia. No habremos de preocuparnos más por el momento —opinó, sonriendo al fin— ¿Alguna vez pensaron que estarían en esta curiosa situación con su cachorro?
—Para nada —sonrió Lady Samara.
—Tiene su gracia —asintió Lord Herwell— ¿Te quedarás a cenar?
—Claro.
Clement estaría feliz de ver a Lord Bartimos, preguntándole sobre Aldren quien entraba ya en ese servicio donde hasta no podía beber vino, solo agua, casi como si fuese uno de esos Septos, la parte más difícil de su entrenamiento para ser caballero. La cabeza de la familia Celtigar no dejó de observar al joven Omega, entendiendo por qué estaba llamando la atención de los Alfas a su alrededor, estaba madurando como una potencial pareja como pocos Omegas lo hacían. Incluso le daba la sensación que tenían en esa mesa no a un cachorro que fuera desamparado sino a un príncipe de la corona, desafortunadamente muchos de esos Alfas creían que serviría solo para tener cachorros y cuidar del hogar, dos de las cosas que menos estaban en los planes de Clement, cuando su felicidad radicaba en ponerse una armadura y asustar mercenarios con su dragona.
—¿Así que la reina y la princesa heredera te han procurado? —Lord Bartimos sonrió, mirando a Clement— Tienes mucha suerte ¿sabes?
—Es lo que me comentó mamá.
—Los Celtigar siempre hemos servido a los Targaryen, y esa lealtad tiene sus frutos. Espero no olvides la promesa que hiciste.
—No, para nada, milord.
—Me alegra escucharlo, vienen tiempos difíciles.
—¿Por qué?
—Siempre ha existido un rey Alfa, no una reina Beta, o para el caso, una mujer. La sucesión tendrá sus problemas y la princesa requerirá nuestro apoyo cuando llegue el momento.
—Pero el rey aun sigue vivo —opinó Lady Samara.
—No por mucho, su salud empeoró recientemente. Y el mejor respaldo de la princesa heredera, Corlys Velaryon, está perdido en el Mar Angosto persiguiendo a la Triarquía. Pero esta noche no es para hablar de estos temas sino de lo lindo que es estar en familia.
La respuesta de Braavos llegó días después, afortunadamente Clement andaba volando cuando el mensajero entregó la carta a Lord Herwell, quien fue a buscar a su esposa, ambos encerrándose en su estudio al abrir el elegante contenedor de oro y plata, rompiendo su sello con el emblema del Banco de Hierro. Lady Samara abrió sus ojos, llevándose una mano a la boca cuando su esposo desplegó en la mesa el documento oficial, sellado y firmado por Sohol Gybran aceptando la mano de su cachorro bajo los términos paternos, solo debía tener sus firmas y el acuerdo estaba cerrado.
—Herwell...
Este jaló aire, contemplando bajo la luz de las velas el sello del Comandante de la flota Norte de Braavos, Sohol Gybran, Segundo Señor del Mar y más bien conocido por su sobrenombre, el Tigre de Hielo.
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