III. Carta

Las tres semanas siguientes hubo bastante más convivencia entre Hyunjin y Félix en conjunto con otros miembros allegados de la familia. Con el carácter humanitario y altruista que el rubio desprendía, se empezó a ganar la confianza de los empleados y de la propia Emily, con quien había tenido varias conversaciones interesantes, entre las que destacaba saber que el matrimonio Lee la había criado como otro miembro de la familia cuando la misma chica quedó huérfana a los doce años. Ella y Félix eran casi hermanos de palabra, pero jamás pudo llevarse bien con los otros dos consanguíneos.

Hyunjin comenzó también a discutir con Chris sobre todo el trabajo que implicaba la compañía de perfumes. Él no era ignorante del tema en cuanto a finanzas, pues Inyeop pronto querría heredarle su compañía de computación también, pero había mucho que aprender si deseaba ayudarle a Félix.

Por lo mismo, pasaba horas enteras a lado del azabache para preguntarle cosas sobre el manejo de la compañía.

— ¿Qué fragancia tuvo mayor preferencia según la página de ventas?

—Extracto de linalool un 76% y agua de rosas un 62%

—Siguiendo la tendencia actual, ¿cuál llegará primero al 80%?

—Ninguna. Las puede superar la esencia de gardenia, está creciendo su demanda un 3% cada dos semanas, a diferencia del promedio que son 0.5% de crecimiento

—Gracias Félix

El rubio cerró su cuaderno de apuntes para empezar a hacer varias llamadas a los socios para informarles que se enfocarían en mayor producción de perfumes a base de gardenias. Mientras hacía esto, el ojiverde simplemente miraba con fascinación lo bien que se desenvolvía como orador. Ojalá pudiera expresarse tan efusivamente como Hyunjin, parecía verdaderamente un dios mitológico de los libros de la biblioteca con esa cabellera dorada y ojos azules penetrantes.

¿Hyunjin era un dios?

Finalmente, al acabar varias llamadas, Hyunjin se estiró y observó que el otro había estado callado mucho tiempo.

—Si quieres podemos descansar antes de que Chris venga de visita, así le puedes contar lo que me dijiste sobre las gardenias

—Pero quiero saber de ti, no de los perfumes... Pero cada que me preguntas es de perfumes

Oh, un inocente comentario que conmovió el corazón del nórdico y le hizo palpitar con fuerza. ¿Acaso Félix no tenía idea de lo que provocaba en su interior?

Acarició su cabello y le dio una sonrisa cálida.

—Podemos conocernos mientras tomamos un tentempié. ¿Te gustarían unas galletas de la tienda de la esquina?

El azabache asintió contento. —Esa tienda ha estado ahí desde 1980. "¡Pasen a Zucky's señoras y señores! Las mejores galletas caseras de todo Londres. Reciban un regalo gratis en la compra de una caja. El sabor preferido es chocoavellana."

Pero Félix se calló de inmediato. ¿Y si olvidaba lo que quería preguntar? ¿Y si tartamudeaba al tratar de hablar con Hyunjin?

—Yo... No quiero que te vayas. Puede que no recuerde lo que quiero decirte

—Entonces podrías escribirme lo que te gustaría saber de mí y te lo responderé cuando regrese, lo prometo

Félix se sorprendió porque era una idea magnífica, arrugó la nariz y en seguida abrazó al mayor. 

Había comenzado con un pedazo de papel, un simple acercamiento de Félix a Hyunjin mientras éste estaba sentado revisando las cuentas y la mecánica del negocio junto con Chris, mientras él comía las galletas de Zucky's.

Aunque el azabache era todo un genio con los números, su capacidad de abstracción para saber qué decisión tomar con las acciones de la compañía estaban lejos de su entendimiento.

Pero eso no era indispensable en tanto fuera capaz de hacer predicciones matemáticas de las compañías rivales. Un simple número en medio de un conjunto de informes era todo lo que Félix tenía que decir para que Hyunjin empezara a ajustar la repartición de las inversiones.

En aquel momento, ese primer trozo de papel lo había colocado con cuidado en la libreta que guardaba Hyunjin bajo llave en el cajón del escritorio sin que el rubio se diera cuenta, mismo trozo que el nórdico notó al abrir la portada y reconocer la letra de Félix.

"Hyunjin.
No sé cómo piensas o lo que te gusta, o tu postre favorito, o tu color preferido... ¿Qué color te gusta?

Félix L."

Le apantalló la versatilidad de las palabras. Definitivamente era una manera mucho más certera de comprender las emociones del menor.

Su respuesta fue igualmente concisa como las palabras de su autor. Hyunjin respondió la misma carta y la dejó sobre la mesa preferida para leer de Félix en algún punto del día.

"Rojo y dorado. Ambos son mis favoritos por igual. ¿Qué color es tu favorito, Félix?

Hyunjin H."

Otro día, el azabache dejó su carta dentro de uno de los zapatos del rubio. Un escondite muy original, pensó Hyunjin.

"Son colores bonitos. Mi color favorito es el verde, porque me recuerda al jardín donde te vi por primera vez; estabas vestido con una camisa azul y pantalones grises, no te podías acomodar tu corbata. ¿Qué comida te gusta?"

"Me sorprende que recuerdes eso, fue hace más de quince años. Tienes una memoria increíble. Mi comida, veamos, supongo que la cerveza y la carne en general. ¿Tú tienes alguna comida favorita?"

"El chocolate. Solo chocolate."

"¿Por qué?"

"Porque cuando me regalaste la moneda de chocolate, supe que ese es el sabor de una persona a la que yo apreciaría mucho".

-o-o-o-o-

Durante todo el mes próximo, el juego de las pequeñas cartas tomó un curso necesario para su convivencia. Aunque seguían hablando regularmente para el trabajo, Hyunjin sabía que Félix estaba contento de poder expresarse mejor con letras.

Esa mañana, el azabache había pasado mucho tiempo en la biblioteca intentando escribir otro mensaje en papel, la razón de su demora es que sus palabras plasmadas tenían un tinte que iban más allá de su control, o por lo menos así lo percibía. Se declararía a Hyunjin, como un enamorado.

Al terminar de redactar, estando satisfecho con lo que había escrito, dobló el papel, dirigiéndose al estudio para poder entregarlo personalmente. Estaba sudando y con las manos temblorosas, pero reunió coraje suficiente para poder abrir, pero del otro lado solo encontró a Susan, la mucama, sacudiendo los muebles.

—Oh, joven Félix, ¿busca al señor Hwang? —preguntó amablemente la señora entrada en los cuarenta. —No tardará mucho, fue a dejar una entrega de mercancía. Quería asegurarse que llegaran a los clientes correctos porque era una botella muy valiosa, de miles de libras.

Félix sumió sus labios, arrugando contra su pecho la carta.

—Entiendo, eh... ¿Sabe si ya almorzó?

—Me parece que no, pero en cuanto regrese le daré un aperitivo

—Quis... Quisiera, yo... ¿También puedo almorzar con él? A Hyunjin le gusta la pizza y la cerveza

—Ah, entiendo —respondió Susan con una sonrisa reflexiva. —Me aseguraré de que nuestro invitado pueda consumir lo que más le apetezca

—Dígale que lo espero para comer

—Por supuesto, señorito

Félix asintió, dejando con mucho cuidado la carta dentro de la libreta del nórdico, saliendo con prisa.

En ese momento, sonó el timbre.

Félix estaba de buen humor, usualmente no se acercaba a la puerta porque tenía temor al sonido fuerte de la campana, pero la esperanza que ver a Hyunjin del otro lado, hizo reunir valentía suficiente para bajar la escalera y ser quien atendiera. Desafortunadamente sus ojos se encontraron con una imagen no muy grata para su persona: sus hermanos habían regresado a la mansión.

John y Andrew entraron triunfales, empujando a su hermano a un lado, mientras inspeccionaban el recibidor. Ningún empleado estaba cerca y eso los desconcertó.

—Uhm, si yo fuera el dueño de la mansión, castigaría a esos holgazanes por no estar para recibir a sus amos —dijo John, mirando al ojiverde. — ¿Qué hacías tu abriendo la puerta?

Félix, petrificado, pegó su espalda contra la pared. —Yo estoy esperándolo...

— ¿A quién? Ah, al tutor

—Se llama Hyunjin

—Sí, sí. Entonces no está aquí. Qué lástima, veníamos a ofrecerle un trato muy generoso para que regresara a Noruega. Quizá tú puedas darle nuestro mensaje, Félix

—Pero primero... —interrumpió Andrew. —Queremos conversar contigo sin los molestos parásitos a nuestro alrededor. Queremos, no, exigimos que nos entregues la compañía de perfumes

El azabache se sentía acorralado. ¿Darles la compañía de perfumes a sus hermanos? Pero el testamento de sus padres indicaba que era suya y que debía tener un tutor para dirigirla. No entendía, sus padres lo dejaron por escrito. ¿No era esa la verdad absoluta de su voluntad? Eso dicen los libros de leyes; que todo testamento es un reflejo de la voluntad de los difuntos.

—Los perfumes los hago yo... —comentó tímidamente, pero con seriedad. —Las fórmulas las memoricé. No puedo entregarlas. Madre y padre me lo pidieron

Ambos hermanos comenzaron a desesperarse con la actitud defensiva que caracterizaba a Félix, pero siendo mucho más irritante y rebelde.

—Félix, vamos. No es tan difícil pensar —exigió Andrew, picando con su índice sobre la cabeza del azabache. —Tienes que darnos una parte de la compañía. Es mucho trabajo dirigir un titán financiero. Admitamos que la economía no es tu fuerte

Félix negó firmemente, sin responder. Estaba nervioso y sus manos estaban sudando. ¿Qué haría Hyunjin en esas situaciones? Seguro les respondería algo inteligente y certero. Él no era más que un antisocial, no comprendía por qué sus hermanos lo trataban así; no se supone que las personas sean malas entre sí, eso no dicen los libros de moral y ética de Sócrates: "Un ser humano debe proteger la integridad de otro bajo cualquier término". Le costaba seguir el hilo de esos textos, pero Félix tenía la noción del bien y del mal. Él comprendía.

—Tengo que hacer los perfumes yo, yo solito puedo —reclamó. —Aunque me... Me cuesta saber qué aroma elegir para las mujeres o los hombres, los puedo hacer. ¡Tienen que creerme! Prepararé un perfume y verán que soy...

— ¿Qué eres el adecuado para ser jefe? No me hagas reír —calló John, tomando un aire de grandeza y ventaja. —Mírate, si no fuera por nuestros padres, no habrías sobrevivido desde los cinco años. Ahora Hyunjin tiene que cargar contigo, no seas egoísta hermanito. ¿Acaso quieres que tu amigo te cuide el resto de su vida? Ponte a pensar que él está sacrificando su tiempo libre. Hyunjin solo le gustaría que un retrasado como tú no lo siga a todas partes. Eres un inútil.

El azabache se retrajo sobre sí mismo al escuchar tantas cosas de golpe. ¿Significaba que Hyunjin no lo quería?

—Hyunjin, no. Hyunjin es, es, es importante... Para mí

— ¿Has pensando porqué Hyunjin aceptó venir aquí? —preguntó John. —Quiere el dinero, no a ti

Félix abrió los ojos de golpe y apretó sus puños, pegándose con ellos en la cabeza mientras lágrimas caían por su rostro.

— ¡No! ¡Hyunjin no quiere el dinero! ¡Me dijo que soy su compañero! —sollozó en tanto chocaba contra la pared repetidas ocasiones.

Ambos hermanos estaban jactándose de su sagacidad, pero esto demostró ser un error, pues Félix perdió la paciencia. Quería hacerlos callar como diera lugar, como fuera...

Su impulso le hizo empujar a Andrew y clavarle una buena mordida en el brazo a John.

Escuchar los gritos y quejas que siguieron era mil veces mejor que las palabras filosas y terribles que le seguían diciendo por ser... Así.

Mientras tanto, el nórdico había llegado a la mansión, pero en seguida notó que el portón estaba entreabierto y tuvo un mal presentimiento. Se apresuró para averiguar qué sucedía, abrió la puerta, y se horrorizó al encontrar la desagradable compañía y dándose cuenta en seguida del funesto diálogo que estaba llevándose a cabo.

— ¡Agh., maldito retrasado! —gritó de rabia John, sentándose en el suelo, presionando la mordida de su brazo.

Félix estaba sentado también con sangre en su boca y Andrew golpeando su cabeza, mientras él lloraba y se recostaba en posición fetal. Ante esto, Hyunjin en seguida corrió hacia Félix, tacleando fácilmente a Andrew mientras tomaba entre sus brazos al ojiverde, quien se resistía a ser abrazado.

—Félix, soy Hyunjin. Mírame, ya estoy aquí, amor, ya estoy aquí —pidió mientras tomaba sus mejillas para que el menor lo enfocara.

—Hyunjin... No me quieres, no, solo quieres el dinero

— ¿Eso te dijeron? Perdóname por irme sin avisar

Frotó sus mejillas en tanto le daba un beso en la frente para calmarlo, sintiendo las lágrimas calientes rozar la piel de su cuello cuando Félix se echó a sus brazos por completo.

John se había puesto de pie con la ayuda de su hermano, dispuestos a caminar hacia la puerta, pero antes de atravesar el umbral, se giraron hacia el par.

—Te ofrecemos un cheque por un millón de libras para que declines la tutoría de Félix —dijo Andrew, cruzado de brazos.

—Pago en una sola exhibición —secundó John, aun apretando su brazo con la mordida.

Malditos bastardos, pensó el nórdico. No tenían una pizca de compasión. Ni siquiera porque Félix estuviera presente dejaban de hablar sandeces.

—Él no entiende lo que implica manejar una compañía de este calibre, pero tú no eres un lento idiota. A diferencia de nuestro hermano, eres normal, Hyunjin. Comprendes que no perteneces a esta familia y Félix solo se ha encaprichado contigo

—Felix es perfectamente capaz de hacerlo —recriminó el rubio. —No tiene la culpa de nada; solo la desgracia de tener familiares carroñeros y abusivos llenos de mierda en la cabeza. Les juro que, si lo tocan o siquiera intentan insultarlo y hacerlo llorar de nuevo, no seré condescendiente y obtendrán más que un mordisco en el brazo: obtendrán mis puños.

—Sabes que, si nos pones un dedo encima, tu prueba de tutoría fallará

Hyunjin volteó con esa característica mirada asesina que helaba la carne a cualquiera. Sin despegarse de Felix, simplemente dijo en una voz muy lúgubre:

—No les perdonaré lo que han hecho hoy y cuando menos lo esperen, se arrepentirán de no haberse disculpado con Felix por ser unos sacos de mierda

Justo a tiempo, llegaron varios empleados alertados por el alboroto, que percatándose de lo que acaba de suceder, pidieron discreción a los amos y su retiro de la mansión. Ambos hermanos no opusieron resistencia a la petición de la prole, pues debían buscar un hospital para la herida de John.

Una vez que la puerta se cerró, Hyunjin continuó envolviendo a Felix con sus brazos para calmarlo, y aunque el azabache seguía llorando, él se quedó ahí meciéndolo en el suelo hasta que los gimoteos degeneraron a leves hipidos. El rubio acariciaba suavemente su espalda y besó su cabello en repetidas ocasiones hasta que Felix logró ponerse en pie de nuevo.

—Felix, eres importante para mí. John y Andrew mintieron

—¿Mintieron?

—Fue culpa mía dejarte solo aquí. El dinero no es mi prioridad —respondió. —Lo único que deseo es hacerte feliz, Felix. Quiero ser tu tutor porque somos amigos. No importa lo que digan tus hermanos, jamás te dejaré solo de nuevo

Hyunjin lo decía en serio. Solo podía procurar de ahora en más la seguridad y dicha del ojiverde. Su corazón se rompía al oírlo llorar, al ver esa cara angelical llena de tristeza y rencor incomprendidos; debía ser un pecado capital hacer llorar a un ser tan bello y hermoso. Por eso no lo soltó mientras estuviera en ese estado, no lo podía dejar caer; se suponía que él era su tutor y debía protegerlo y había fallado en esa simple tarea. ¿Qué clase de amigo se decía si no pudo ayudarlo?

—Felix... —lo llamó, tomando su delicado rostro entre sus manos. —Te juro por los dioses que jamás te dejaré solo. Ahora ven, te secaré las lágrimas y leeremos juntos a Charles Dickens, ¿te gusta la idea?

El azabache cerró los ojos y apretó los labios, pero asintió y por fin se puso de pie.

-o-o-o-o-

Que día.

Juraba que nunca le quitaría de encima el ojo a Felix, no mientras estuvieran el par de buitres cerca.

Afortunadamente Emily le había ayudado con acompañar a Felix a merendar mientras él ponía orden en todo el papeleo del estudio ese día, pues había retrasado firmar algunas cosas y revisar otras debido al incidente matutino. Como siempre, abrió su libreta de apuntes, de la cual cayó, como si fuera una pluma, la carta que el menor había escondido en la mañana, antes del desayuno.

Hyunjin observó el pape, contento. Lo abrió para leerlo, creyendo que se trataría de alguna otra pregunta que Felix tuviera que hacer, pero conforme descendía en la lectura, su pecho se hinchaba. La carta decía:

"Hyunjin.

Probablemente esta es la carta más difícil que he escrito en mi vida porque estoy intentado expresar mis emociones, un tema del que no tengo conocimiento. Este mes ha sido perfecto. No pude pedir mejor tutor y aunque sé que estamos en un periodo de prueba, estoy seguro que quiero estar contigo siempre. Me encantaría que sintieras lo que yo siento cada vez que te veo, cada que hablo y te miro.

Quiero que sepas que me gustas mucho, de verdad.

Sé que tengo síndrome de Savant y no entiendo del todo las cosas que tratas de explicarme, pero hago un esfuerzo porque me gusta que sonrías.

Cuando no estoy contigo, me siento triste y solo al abrazarte puedo estar feliz. Me gustas, Hyunjin... Así que, por favor, pídeme que sea tu novio. Aceptaré sin cuestionamientos."

Dioses.

¿Esto podría ser a lo que le llaman "mariposas en el estómago"?

Seguramente esto lo había escrito en el transcurso de la mañana porque lo había visto muy encerrado en biblioteca, más de lo usual.

Hyunjin se sentó en el escritorio y comenzó a redactar la respuesta a la tan sorpresiva y alentadora carta.

Al caer la noche y cuando Felix se disponía a dormir, Hyunjin lo interceptó en su camino al dormitorio, notándolo a la defensiva aun por el incidente de la mañana.

—No tienes nada que temer —dijo con una sonrisa, entregándole un pedazo de papel doblado al ojiverde. —Léelo cuando entres a tu habitación, si quieres puedes responderme mañana

Felix asintió y se metió a su habitación después de darle las buenas noches al nórdico. No pudo resistir la tentación y desdobló el papel.

La carta de Hyunjin decía una simple frase:

"Quien más me gusta en este mundo eres tu Felix. Te veré mañana a la hora del almuerzo."

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Todos los créditos a la autora original @CentauroZafiro

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