Cap. 22: Preparativos para el baile y el torneo

Era un nuevo día en Beacon, el sol brillaba alto sobre la academia mientras los estudiantes se dirigían a la clase de combate de Glynda Goodwitch.

Pyrrha estaba de pie al lado de sus compañeros de equipo.

—Escuché que Glynda tiene algo difícil preparado para ti hoy, Pyrrha —dijo Jaune, cruzando los brazos mientras observaba la arena.

—Me imagino que quiere aumentar el nivel de desafío —respondió Pyrrha con una sonrisa tranquila—. Estoy dispuesta a aceptarlo.

Nora saltó al lado de ellos, con su energía inagotable.

—¡Ojalá sea algo divertido! ¡Pyrrha rómpele las piernas a tus adversarios!

Pyrrha dio una sonrisa suave, pero no pudo evitar sentir una ligera inquietud.

En ese momento, Glynda Goodwitch entró en la arena. Todos los estudiantes guardaron silencio inmediatamente, atentos a sus palabras.

—Hoy —comenzó Glynda—. Debido al torneo cercano, vamos a exigir un nivel de habilidad superior en esta clase... y para eso, necesitamos a alguien que esté a la altura del desafío.

Los ojos de Glynda se dirigieron directamente a Pyrrha, quien se irguió un poco más al notar la atención.

—Pyrrha Nikos, dado tu nivel y experiencia, creo que es hora de ponerte a prueba de una manera más intensa.

Al escuchar su nombre, Pyrrha asintió sin dudar.

—Estoy lista para cualquier prueba, profesora.

Antes de que Glynda pudiera continuar, una voz interrumpió desde el otro lado de la sala.

—¡Nosotros seremos el desafío de Pyrrha! —gritó Cardin, poniéndose de pie junto a su equipo, los miembros del equipo «CRDL».

Los murmullos comenzaron a circular entre los estudiantes. Todos sabían que Cardin y Pyrrha tenían una historia en la que Cardin había sido derrotado por Pyrrha varias veces en el pasado, algo que sin duda había afectado su orgullo.

—Cardin —dijo Glynda, arqueando una ceja—. ¿Estás diciendo que tú y tu equipo desean enfrentar a Pyrrha en un combate de 4 contra 1?

Cardin asintió, cruzando los brazos con arrogancia.

—Sí, profesora. Creo que ahora es nuestra oportunidad para... corregir algunas derrotas pasadas.

Su tono estaba cargado de confianza, aunque cualquiera que lo conociera sabía que era una mezcla de arrogancia y resentimiento. En su mente, esta era su gran oportunidad de humillar a Pyrrha y recuperar su reputación.

Pyrrha, por su parte, se mantuvo tranquila, aunque una ligera tensión se apoderó de ella. Sabía que Cardin era persistente, y que probablemente había estado esperando este momento desde sus primeros enfrentamientos. Pero no se dejó intimidar.

—Si eso es lo que deseas —dijo Glynda, mirando a Pyrrha—. Entonces que así sea. El combate será entre Pyrrha Nikos y el equipo «CRDL».

Los estudiantes se emocionaron ante la expectativa de un combate 4 contra 1, sabiendo que Pyrrha era más que capaz de enfrentar a cualquier desafío, pero también conscientes de que un equipo entero contra un solo luchador podría ser complicado, incluso para ella.

—Recuerden —continuó Glynda—. Esto es un ejercicio de combate. No subestimen a su oponente, pero tampoco pierdan el control. Quiero ver estrategia, no simple fuerza bruta.

Cardin sonrió con satisfacción mientras se preparaba para el combate.

—Esta vez no perderé, Nikos —murmuró para sí mismo—. No puedes derrotarnos a todos a la vez.

—Vayan por sus armas y regresen a la arena —dijo Glynda.

Pyrrha fue por «Milo» y «Akuo», ajustó sus guanteletes y agarró con firmeza su lanza.

El equipo «CRDL» se alineó en la arena, cada uno en una posición estratégica. Glynda levantó una mano, preparada para dar inicio al combate.

—¡Comiencen!

En un instante, Cardin y su equipo se lanzaron hacia Pyrrha. Como siempre, Pyrrha se mantuvo en calma, leyendo cada movimiento. Dove, uno de los miembros del equipo «CRDL», intentó flanquearla por la derecha mientras Sky Lark venía desde el frente con su hacha, y Cardin cargaba por el otro lado.

Pero Pyrrha era rápida. Con un giro bloqueó el martillo de Sky con su escudo, luego utilizó su semblanza y, para desviar el golpe de la espada de Dove, enviándolo fuera de balance. Cardin, sin embargo, aprovechó el caos para atacar desde un ángulo más bajo, intentando derribarla con su gran espada.

Pyrrha lo vio venir. Con un salto ágil, se impulsó hacia atrás, evitando el golpe de Cardin y aterrizando suavemente unos metros más allá. Sin perder el ritmo, lanzó su lanza hacia Cardin, obligándolo a retroceder.

El equipo «CRDL» no se rindió. Aunque Pyrrha había comenzado con una ventaja clara, sabían que su mejor oportunidad era utilizar el número a su favor. En un esfuerzo por rodearla, Cardin gritó instrucciones a sus compañeros, intentando coordinar un ataque simultáneo.

—¡Ahora! —gritó Cardin, lanzándose hacia ella de nuevo.

Pero Pyrrha estaba un paso adelante. Con una precisión impresionante, bloqueó cada ataque, utilizando su semblanza para manipular las armas metálicas de sus oponentes y crear oportunidades. Los espectadores quedaron impresionados con su habilidad para manejar varios oponentes a la vez, pero los miembros del equipo «CRDL» estaban cada vez más frustrados.

Finalmente, en un movimiento rápido, Pyrrha derribó a Dove con un golpe certero, luego desarmó a Sky antes de lanzarlo fuera de la arena con un empujón calculado.

Cardin, furioso, no se percató y golpeó al último miembro de su equipo que seguía en la pelea, Russel. Con su mazo golpeó el suelo, agrietándolo, y con el «dust» lanzó fuego.

Pyrrha dio un giro en el aire y esquivó el ataque. Se acercó a Cardin para lanzar ataques rápidos.

Por su lado, Cardin no podía bloquearlos, así que recibió los ataques con su armadura, finalmente, la fuerza y la cantidad hizo que se elevara en el aire. Pyrrha dio un salto, y usando su escudo como plataforma, agarró a Cardin y dando giros en el aire, lo estrelló en el suelo.

La arena se llenó de vítores y aplausos de los demás estudiantes.

—Combate finalizado —declaró Glynda, acercándose—. Una vez más, Pyrrha ha demostrado su excelencia. Cardin, espero que hayas aprendido algo de esto.

—Fue solo suerte —respondió y se desmayó.

—Señorita Nikos, no debería tener problemas para clasificar en el torneo.

—Gracias, profesora.

—Bien —Glynda revisó su tableta—. Tenemos tiempo para un último encuentro. ¿Algún voluntario?

Nadie respondió, hasta que una mano se levantó.

—Yo lo haré.

—Mercury, ¿no es así? Vamos a buscarte un oponente.

—En realidad, quiero pelear contra él —señalando a Shirou.

—¿Yo? —preguntó con duda.

—El señor Emiya ha estado evitando las peleas por mucho tiempo, es una buena opción.

Al ver que no tenía opción, Shirou solo suspiró y bajó a la arena. Entró por la misma puerta que entró Pyrrha, así que se la encontró en el camino.

—Buena pelea, Pyrrha.

—Gracias, Shirou —dijo sonrojada—. Yo... buena suerte en tu pelea.

—Gracias —siguió su camino a la arena.

—¡Shirou! —el pelirrojo volteó—. Quería preguntarte algo.

—Claro.

—¿Señor Emiya? —llamó Glynda desde la arena.

—Creo que será después —dijo Pyrrha.

Shirou asintió y se fue a la arena. Los dos oponentes estaban listos.

—¡Comiencen!

—Desde que te vi por primera vez esperaba poder pelear contigo —dijo Mercury.

—¿Por qué?

—Llámame paranoico, pero creo que no te caigo bien.

—Me disculpo si te incomodé, no era mi intención.

—No importa —esbozó una sonrisa altanera y se colocó en posición de combate—. Tú tampoco me caes bien.

Mercury se lanzó al instante, usando su velocidad para acortar la distancia y atacar con una serie de patadas rápidas y calculadas. Shirou, sin embargo, reaccionó con precisión, esquivando y bloqueando cada ataque. A pesar de los rápidos movimientos de Mercury, Shirou parecía leer cada intención de su oponente.

—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Mercury, lanzando una patada con intención de golpear a Shirou en la cabeza.

Shirou, sin inmutarse, levantó su brazo para bloquear y, en una fracción de segundo, saltó hacia atrás, poniendo una distancia considerable entre él y Mercury.

Mercury dio un salto hacia atrás, tomó impulso y atacó con una ráfaga de patadas, balanceándose con sus piernas metálicas y aumentando la velocidad de sus golpes. Shirou respondió rápidamente, parando cada golpe con sus espadas y moviéndose de manera precisa, sin mostrar el menor signo de estar perdiendo el control. No obstante, limitó sus ataques a bloquear y desviar, sin lanzarse al ataque total.

—¿Qué pasa, Emiya? ¿No piensas atacar? — Mercury lo provocaba mientras intentaba lanzar un golpe por sorpresa, pero Shirou lo desvió con su espada de tal forma que Mercury perdió el equilibrio por un segundo.

Shirou sonrió levemente.

—Prefiero no esforzarme demasiado a menos que sea necesario.

La burla pareció irritar a Mercury, quien arremetió con furia renovada, lanzando ataques desde diferentes ángulos en un intento de superar la defensa de Shirou. Sin embargo, la calma y precisión de Shirou fueron insuperables. Cada patada era desviada con movimientos calculados y cuando Mercury intentaba acercarse para lanzar un golpe decisivo, Shirou lo descolocaba con un empuje, haciéndolo retroceder.

Finalmente, después de varios minutos, Mercury comenzó a mostrar signos de frustración. Sus movimientos, que habían sido rápidos y seguros al inicio, se tornaron erráticos y su ritmo se volvió menos constante. Shirou, notando la oportunidad, decidió realizar un contraataque rápido. Con un movimiento ágil, cruzó sus espadas y lanzó un corte en dirección a Mercury, quien apenas logró esquivarlo.

Mercury retrocedió, jadeando levemente y analizando sus opciones. Sabía que, a pesar de sus esfuerzos, Shirou apenas se veía afectado, y eso era desconcertante. Parecía que Shirou estaba midiendo cada movimiento y no estaba dispuesto a revelar más de lo necesario. Esa falta de esfuerzo aparente lo hacía lucir como si estuviera jugando con Mercury, lo cual era un golpe directo al orgullo.

Mercury apretó los dientes, consciente de que estaba perdiendo. Miró a Shirou, quien continuaba observándolo con la misma calma serena, como si nada de lo que había hecho hasta ahora lograra impresionarlo.

—No tienes nada más para mostrar, ¿verdad, Mercury? —preguntó Shirou, su voz no tenía rastro de provocación. Simplemente era la verdad, dicha sin prepotencia.

Mercury apretó los puños, sabiendo que su siguiente movimiento no cambiaría nada. Shirou, aunque no lo había demostrado del todo, era claramente más hábil de lo que Mercury había anticipado.

—Me rindo —dijo finalmente, bajando los brazos. Su voz tenía una nota de resignación y furia contenida.

—La victoria es de Shirou Emiya —declaró, mirando a ambos combatientes—. Buen juicio, Mercury, al reconocer tus límites.

Shirou se relajó, bajó a «Kanshou» y «Bakuya». No dijo nada, simplemente inclinó la cabeza en señal de respeto hacia su oponente.

Mercury se retiró de la arena, visiblemente molesto, mientras Shirou regresaba junto a su equipo, recibiendo miradas de aprobación y respeto de sus compañeros.

—Buen combate, Shirou —comentó Pyrrha al acercarse a él—. Parece que tenías la situación completamente controlada.

Una alarma, avisando el final de la clase se escuchó, los estudiantes se levantaron de sus asientos y empezaron a retirarse.

Glynda dio las últimas indicaciones.

—Recuerden que el baile es el fin de semana. Pero todos tienen su primera misión el lunes. No aceptaré ninguna excusa.

Los equipos «RWBY», «JNPR» y «SJRI» empezaron a alejarse. Sun vio que Blake se alejaba, así que se apresuró a acercarse.

—¡Hey, Blake! ¿Estás bien? —dijo al ver que la chica tenía una mirada cansada.

—Estoy bien —respondió directamente—. Si eso es todo...

—Espera, bueno... sabes que el baile es este fin de semana... suena aburrido, pero tu y yo, podríamos... no sé, ya no es tan aburrido.

—¿Qué? No tengo tiempo para un estúpido baile.

Sun, visiblemente decepcionado, bajó los hombros, viendo cómo Blake se alejaba. Mientras las miradas de preocupación de los tres equipos la seguían.

Horas después

Habitación «RWBY» – Beacon

Ruby, Yang, y Weiss se habían dado cuenta de que Blake no se encontraba en su mejor estado. Desde hace días, los contornos de sus ojos se volvían cada vez más oscuros por el cansancio, y sus respuestas parecían más ausentes. Las tres intercambiaron miradas, sabiendo que necesitaban hablar con ella.

Ruby fue la primera en romper el silencio.

—Blake —llamó suavemente mientras se acercaba a la cama de su compañera—. Sabemos que has estado despierta hasta tarde... otra vez.

Blake, que estaba sentada en el borde de la cama con la mirada fija en el suelo, levantó la vista hacia Ruby y luego hacia el resto. Su expresión era de cansancio, pero también de determinación.

—Estoy bien —dijo de manera seria.

Yang cruzó los brazos y la miró con una mezcla de preocupación y dureza.

—¿A qué te refieres con eso? Blake, llevas noches sin dormir y no has dejado de preocuparte por el «White Fang». Necesitas descansar.

—Es que no entienden —dijo, apretando los puños con frustración—. Cada momento que me detengo es tiempo que el «White Fang» aprovecha para planear quién sabe qué. No puedo darme el lujo de ser... descuidada.

Weiss, quien hasta ese momento había estado observando en silencio, dio un paso al frente.

—Pero, Blake, no puedes hacerlo todo sola. No puedes dormir, apenas comes y, a decir verdad, tus calificaciones han sufrido. Agotarte a este punto no ayudará a nadie.

—¿Creen que me preocupan las calificaciones? —dijo alterada—. La vida de las personas está en peligro.

—Lo sabemos —dijo Yang con tono apaciguador—. Y también estamos tratando de averiguar qué es lo que está planeando Torchwick.

—Gracias a ti y a Sun —dijo Ruby—. Sabemos que están operando en algún lugar fuera de Vale.

—Y los registros de la empresa Schnee indican que Vale es el objetivo principal para los robos en los últimos meses.

—Además, del equipo militar —agregó Yang.

Blake dudó, visiblemente afectada por las palabras de sus amigas. La idea de confiar en ellas, de dejarse apoyar en este tema tan delicado, era tentadora, pero había cargado tanto tiempo con la culpa y la responsabilidad de su pasado que le costaba abrirse por completo.

Ruby le puso una mano en el hombro.

—Blake, si quieres seguir luchando, debes estar en tu mejor estado. Y para eso necesitas descansar. Te prometo que vamos a estar aquí para ti, y que el «White Fang» no va a ir a ninguna parte mientras te tomas una noche de descanso.

—¡Será divertido! —dijo Weiss—. Yang y yo nos aseguraremos de eso.

—¡Yep! Tenemos todo planeado.

—¿Disculpa?

—El equipo de la misión «CFVY» tardó más de lo esperado —aclaró Weiss—. Una vez que todo acabe, seguiremos con la búsqueda. Descansadas y listas.

—¿Qué piensas? —preguntó Ruby.

Luego de meditarlo unos segundos, Blake no cambió de opinión.

—Pienso que es una total pérdida de tiempo —se levantó y se fue de la habitación molesta de que sus compañeras no vean el peligro—. Estaré en la biblioteca.

El ambiente se puso incómodo hasta que alguien tocó la puerta.

Weiss fue a ver quién era, pero cuando abrió la puerta se sorprendió, ya que, Jaune estaba parado con una guitarra.

Por su parte, Yang y Ruby estaban curiosas por la actuación del rubio.

—¡Weiss! —empezó a cantar Jaune y dio un guiño.

Sin dudar, Weiss cerró la puerta molesta. Sin embargo, Jaune volvió a tocar la puerta.

—Oh, vamos... abre la puerta... prometo no cantar más... 

Weiss, para su pesar, decidió abrir la puerta para que Jaune dejara de estar en la puerta.

—¡Mentí! —dijo Jaune volviendo a cantar—. Weiss Schnee, ¿me acompañarías al baile el domingo?

—¿Terminaste?

—¿Sí?

—No —dijo cortante y cerró la puerta—. ¡¿Qué?!

—Y por eso es que te llaman «Ice Queen» —dijo Yang.

—Toda mi vida se me han acercado chicos que solo quieren los beneficios de mi apellido. Además, ya tengo una cita en mente.

—¿Oh? Eso es interesante —dijo Yang—. ¿Quién es?

Weiss intentó desviar la atención, pero Yang no la iba a dejar escapar tan fácilmente. Ruby se inclinó también hacia Weiss, esperando su respuesta.

—Vamos, Weiss —insistió Yang con una sonrisa burlona—. No puedes simplemente dejarlo ahí. ¿Tienes a alguien en mente o no?

Weiss, visiblemente incómoda, pero sin perder su compostura, se mantuvo en silencio, mirando a ambas chicas que la observaban con creciente expectación. Finalmente, suspiró y, con una ligera sonrisa, respondió.

—Bueno... tal vez.

—¡¿Quién es?! ¡Queremos saber! —dijo Yang emocionada—. Anda, no nos dejes en suspenso. ¿Es alguien con estilo y mucho encanto?

Weiss frunció el ceño, sintiéndose acorralada, pero al ver que no iban a rendirse, se resignó.

—Está bien, si tanto insisten. Estaba pensando en invitar a... Shirou.

Yang y Ruby intercambiaron una mirada de asombro y luego miraron a Weiss con sorpresa.

—¿Shirou? —dijo Ruby, un poco sorprendida—. ¡Eso es inesperado! Pero... ahora que lo pienso, los he visto juntos muchas veces.

Yang se echó a reír.

—¡Vaya, Weiss! ¿Tienes un pequeño interés en el héroe que invocó Ruby?

Weiss rodó los ojos, aunque una pequeña sonrisa delataba lo mucho que le interesaba la idea.

—No es un simple interés, simplemente creo que sería agradable ir con alguien... que tenga clase y buen gusto.

Yang empezó a reír muy fuerte, dándole una palmadita en el hombro.

—Claro, claro. Entonces, ¿cuándo le vas a preguntar?

Weiss volvió a cruzarse de brazos, desviando la mirada.

—Lo haré... cuando llegue el momento adecuado.

Weiss sonrió con una mezcla de nerviosismo y emoción, sintiendo que, aunque no era algo que normalmente admitiría, la idea de invitar a Shirou al baile le emocionaba más de lo que había querido mostrar.

Azotea – Beacon

Jaune se encontraba con su espada en alto y su respiración era profunda. Ahora, sus movimientos eran más precisos y controlados, aunque aún no alcanzaban el nivel de habilidad de Pyrrha.

—¡Eso es, Jaune! ¡Mantén esa guardia alta! —exclamó Pyrrha mientras Jaune se lanzaba hacia ella con un ataque rápido.

Pyrrha bloqueó su golpe sin esfuerzo y retrocedió con agilidad, evaluando los movimientos de Jaune mientras él se acercaba de nuevo. A su lado, Shirou observaba cada detalle, notando los progresos de Jaune.

Jaune lanzó un golpe vertical, y Pyrrha lo esquivó moviéndose apenas hacia un lado. Sin embargo, se recuperó al instante, girando con un movimiento fluido para lanzar un golpe lateral. Esta vez, Pyrrha se vio obligada a detener el ataque con su arma.

—¡Excelente, Jaune! Te estás moviendo con mucha más precisión —dijo Pyrrha impresionada.

Jaune no pudo evitar sonreír, sintiendo el sudor correr por su frente mientras trataba de mantener la concentración. En su mente, recordó las veces en las que apenas podía sostener su espada sin que esta se sintiera un peso insoportable.

—Gracias, Pyrrha —respondió, sin dejar de observarla con atención, buscando una posible apertura en su defensa.

En cuanto avanzó hacia ella, Pyrrha giró con un movimiento rápido y le lanzó una pequeña barrida a los pies. Jaune no tuvo tiempo de reaccionar, y antes de que pudiera evitarlo, cayó al suelo con un golpe suave.

—¡Ay! Justo cuando pensaba que estaba ganando —bromeó Jaune, mientras Pyrrha le ofrecía la mano para ayudarlo a levantarse.

—Vas mejorando, créeme —le dijo ella con una sonrisa.

—¡Claro, Jaune! Tus movimientos eran mucho más seguros esta vez —añadió Shirou, acercándose también para felicitarlo—. De verdad, si sigues así, vas a sorprendernos a todos pronto.

Jaune se levantó con una sonrisa, sintiéndose animado por los comentarios de ambos. Pyrrha lo miró con una expresión pensativa, y después de una pausa dio una sugerencia.

—Creo que podríamos dar un paso más hoy. ¿Qué dices si intentamos trabajar un poco con tu «aura» y ver si logramos descubrir tu «semblanza»?

Jaune se quedó congelado, sin saber cómo responder.

—Eh... tal vez podríamos dejarlo para otro día —respondió, tratando de sonar despreocupado.

Pyrrha y Shirou intercambiaron una mirada de preocupación. Ambos sabían lo importante que era volverse fuerte para Jaune y no comprendían por qué posponía el entrenamiento. Shirou dio un paso adelante y le puso una mano en el hombro.

—¿Pasa algo, Jaune? —le preguntó, observándolo con sincera preocupación—. Si no te sientes preparado, lo entendemos. Pero ¿por qué no intentarlo?

Jaune suspiró, su expresión se tornó un poco melancólica. Finalmente, con un susurro, confesó.

—Es solo que... intenté invitar a Weiss al baile de Beacon, y... bueno, ella me rechazó. Bastante directo, en realidad.

Pyrrha y Shirou guardaron silencio por un momento, sorprendidos. Luego, Pyrrha dio un paso adelante, su rostro mostrando empatía y una ligera tristeza. Ella empatizaba lo que sentía Jaune, abrirse de esa manera on la persona que aprecias y obtener un rechazo tan directo.

—Lo siento, Jaune —dijo suavemente, tratando de reconfortarlo—. A veces las cosas no salen como esperamos, pero eso no significa que no haya una oportunidad para algo mejor. Ya sabes lo que dicen... «hay muchos peces en el océano».

Jaune esbozó una sonrisa débil, aunque claramente la decepción seguía presente en su rostro.

—Sí, supongo que tienes razón, Pyrrha. Es solo que... bueno, pensé que tal vez tenía una oportunidad.

Shirou le dio una palmadita amistosa en el hombro, sonriendo de manera tranquilizadora.

—Eres una buena persona, Jaune. Si Weiss no puede ver eso, alguien más lo verá. Y estoy seguro de que cuando llegue el momento adecuado, encontrarás a alguien que valore eso de ti.

—Es fácil para ustedes —dijo decaído—. Los dos son muy populares en Beacon. Apuesto que Pyrrha tiene a muchos chicos que quieren invitarla.

—Bueno... —dijo nerviosa y triste—. Te sorprenderías... 

Los ojos de Pyrrha se dirigieron a Shirou.

—¡Oh, por favor!

Sin esperar respuesta, Jaune se fue del lugar.

La despedida de Jaune había dejado una atmósfera un tanto extraña entre Pyrrha y Shirou, ambos parecían estar en sus propios pensamientos, con el silencio llenando el espacio. Pyrrha intentaba mantener la calma, pero su corazón latía con fuerza mientras consideraba la posibilidad de invitar a Shirou al baile.

Shirou miró alrededor, evaluando el entorno como si buscara asegurarse de que no quedaban más cosas por hacer. Parecía no notar el nerviosismo de Pyrrha, que lo observaba de reojo, luchando por armarse de valor.

Finalmente, Shirou, al percatarse de que la sesión de entrenamiento había concluido, se preparó para despedirse.

—Bueno, parece que terminamos por hoy —comentó con su habitual tono calmado, mirando a Pyrrha.

Pyrrha asintió con una sonrisa nerviosa.

—Oh, sí. Jaune... está mejorando mucho. Y en gran parte es gracias a su esfuerzo y... también al apoyo de personas como tú.

Shirou soltó una ligera risa, restándole importancia a su propio papel.

—Jaune tiene determinación, y eso es algo que siempre ayuda. Yo solo lo apoyo cuando puedo. Pero, bueno, Pyrrha, creo que es momento de regresar a mi habitación. Mi equipo debe estar preguntándose dónde estoy.

El corazón de Pyrrha dio un pequeño vuelco al ver que Shirou estaba por irse. Sentía la oportunidad escaparse de sus manos, pero el miedo la mantenía callada. Mientras Shirou se giraba para marcharse, una parte de ella quería detenerlo, invitarlo al baile, compartir un momento más. Respiró hondo, pensando en cómo podría reunir las palabras adecuadas, pero su nerviosismo se imponía.

—Shirou... —murmuró, pero tan bajo que apenas pudo escucharse a sí misma.

Él se volvió ligeramente hacia ella, con una expresión amable y tranquila.

—¿Dijiste algo, Pyrrha?

—No, nada... solo quería decir... fue un gusto entrenar contigo —respondió ella, forzando una sonrisa para no demostrar su desánimo.

—El gusto fue mío, Pyrrha. Nos vemos mañana, ¿vale? —Shirou le dedicó una sonrisa final, una de esas que, aunque sutiles, lograban iluminar su rostro. Acto seguido, comenzó a alejarse, caminando hacia la puerta de la azotea.

—Sí... nos vemos mañana —alcanzó a responder Pyrrha, sintiendo una mezcla de tristeza y resignación.

Mientras veía a Shirou alejarse, Pyrrha no pudo evitar que una leve sombra de tristeza cruzara su mirada. Había querido decir tanto, expresar lo que realmente sentía y quizás, solo quizás, invitarlo al baile de Beacon. Pero sus propias inseguridades la habían detenido una vez más. Suspiró, apoyándose contra la barandilla de la azotea mientras contemplaba el horizonte.

Quizás tendría otra oportunidad... O eso era lo que quería pensar mientras observaba cómo las luces de Beacon se encendían una a una en la oscuridad.

Edificio Este – Beacon

En una habitación oculta y apartada de las áreas principales de Beacon, Cinder Fall, ella tenía una expresión de disgusto que iba en aumento a medida que la conversación avanzaba. A su lado, Emerald permanecía en silencio, observando atentamente, mientras Mercury, con su característico aire de arrogancia, se mantenía relajado, apoyado contra la pared y aparentemente indiferente a la evidente frustración de su líder.

—¿Entonces? —demandó Cinder, mirándolo con una intensidad que cualquiera habría preferido evitar—. ¿Quieres explicarme por qué decidiste abandonar el plan?

Mercury arqueó una ceja y se encogió de hombros, su actitud despreocupada como si no tuviera idea de qué tan molesta estaba Cinder.

—¿Qué puedo decir? Escuché que Shirou era una especie de novedad en Beacon. Me dio curiosidad enfrentarme a él. No pensé que fuera un problema tan grande...

Cinder entrecerró los ojos, visiblemente irritada.

—No pensaste, exactamente. Se suponía que ibas a enfrentarte a Pyrrha. Ella era la clave para evaluar la amenaza que su equipo podría representar en nuestros planes, y ahora perdiste la oportunidad de probar sus límites en combate directo.

Mercury mantuvo su sonrisa ladeada, sin mostrar arrepentimiento alguno.

—Vamos, Cinder. Sé que Pyrrha es fuerte, pero había algo en Shirou que me llamaba la atención. Quería ver de qué era capaz, entender su estilo de combate. Eso también podría sernos útil, ¿no crees?

Emerald se mantuvo en silencio, observando la dinámica entre ambos. Sabía que Mercury disfrutaba de desafiar a la autoridad de Cinder, aunque rara vez llegaba a cruzar los límites. Por su parte, Cinder mantenía la compostura, aunque la frustración era evidente en su tono.

—Muy bien —suspiró Cinder, buscando contener su enojo—. Ya que tan interesado estás en Shirou, explícame qué descubriste.

Mercury dejó de lado su actitud despreocupada por un momento y asintió, evaluando lo que había aprendido en la pelea contra Shirou.

—Mira, Shirou es interesante. A primera vista, su estilo parece sencillo, no muy impresionante. Pero cuando te enfrentas a él... tiene una forma de pelear que desorienta. Es muy preciso, sabe cómo anticipar tus movimientos. Usaba un par de espadas que parecía usarlas como si fueran una extensión de su cuerpo.

Cinder entornó los ojos, evaluando la información. La habilidad para anticipar movimientos y manejar armas de forma tan precisa era increíble.

«No podía esperar menos de ti», pensó.

Aunque no había sido su plan original, el relato de Mercury le proporcionaba detalles que podrían ser de utilidad en el futuro.

—Así que Shirou no es un combatiente ordinario —comentó Cinder en voz baja, sus ojos brillando con un destello de interés—. ¿Es lo suficientemente bueno para preocuparse por él?

Mercury sonrió con desprecio.

—No diría que es una amenaza. Es hábil, pero en una pelea de verdad, tengo la impresión de que podría vencerlo. Si me das la oportunidad, podría encargarme de él cuando surja el momento adecuado. Nadie sospecharía.

El rostro de Cinder se endureció. Su mirada se tornó aún más fría, dejando en claro que la sugerencia de Mercury no le había agradado.

—No. No quiero que intervengas, Mercury. Shirou es un obstáculo que eliminaré cuando yo lo considere oportuno. No quiero que actúes sin mi consentimiento.

El rostro de Mercury mostró una sombra de decepción, pero su sonrisa arrogante regresó casi de inmediato.

—Como digas, Cinder. Solo pensé que podrías querer menos preocupaciones en el camino.

Cinder no respondió de inmediato. Su mente estaba trabajando rápidamente, evaluando las posibles amenazas y los próximos pasos de su plan. Shirou era su objetivo principal, después de tanto tiempo era una piedra que dejaría atrás. Una piedra que solo ella puede hacerse cargo.

—Te lo advierto, Mercury, déjalo en paz. Nadie actúa sin mi permiso. Él es mío.

Emerald, que había estado escuchando en silencio, intervino con cautela.

—Entonces, ¿qué haremos con él, Cinder? ¿Observaremos sus movimientos por ahora?

Cinder asintió lentamente, manteniendo su mirada fija en un punto distante, como si pudiera ver el futuro.

—Exactamente, Emerald. No quiero que se tomen medidas precipitadas. Quiero saber todo lo posible sobre él, sus habilidades... y sus debilidades. Shirou tiene mi interés.

Emerald asintió, reconociendo la estrategia de Cinder. Sabía que su líder rara vez actuaba sin un plan, y que, si había decidido esperar, debía tener una razón sólida para hacerlo. Sin embargo, la forma en que Cinder hablaba dejaba claro que el interés con Shirou Emiya era más que un simple interés.

Mercury, aunque visiblemente decepcionado, no insistió más. Había aprendido que desafiar a Cinder en momentos como estos no resultaba beneficioso, y aunque disfrutaba de poner a prueba los límites, sabía cuándo era prudente guardar silencio.

Cinder dio por finalizada la conversación con un último vistazo a ambos.

—Estaremos atentos a Shirou y cualquier movimiento que haga. No quiero sorpresas inesperadas.

Con esa sentencia final, Cinder se giró, dando por terminada la conversación. Emerald asintió, y Mercury, aunque decepcionado, decidió no insistir más.

Despacho de Ozpin – Beacon

La puerta se abrió de manera suave, y Glynda Goodwitch entró en la oficina. Había sido llamada por Ozpin, algo que no era del todo inusual. Sus ojos se posaron sobre el director, que estaba junto a la ventana, observando en silencio la inmensidad del campus.

—Profesor Ozpin —lo saludó Glynda con un tono respetuoso—. ¿A qué se debe esta reunión?

Ozpin se giró. Sostenía una taza de café entre las manos, y, después de un sorbo pensativo, posó su mirada en Glynda, midiendo cuidadosamente sus palabras.

—Gracias por venir, Glynda —comenzó, su voz cargada de esa calma tan particular que lo caracterizaba—. Necesitaba hablar contigo sobre uno de nuestros alumnos.

Glynda arqueó una ceja, ligeramente sorprendida. Era raro que Ozpin se interesara específicamente por el progreso de un estudiante en particular, a menos que hubiera algo especial en él.

—¿Un alumno? —repitió ella, inclinando levemente la cabeza en señal de curiosidad—. ¿Sobre quién quieres saber?

Bajó la mirada hacia la taza de café que sostenía entre las manos.

—Shirou Emiya —dijo finalmente, pronunciando el nombre con una calma aparente, aunque sus ojos reflejaban un interés profundo y casi inquietante.

Glynda frunció el ceño levemente, cruzando los brazos.

—Shirou Emiya... —asintió, recordando rápidamente los detalles—. Hasta ahora, ha mostrado un desempeño sólido en clases, especialmente en combate.

Ozpin continuó observándola en silencio, esperando que continuara.

—Es un estudiante decente —prosiguió Glynda—. Sus calificaciones son buenas y ha logrado adaptarse bien a las rutinas de Beacon. En combate, se defiende con facilidad, y su precisión y estrategia son notables. Sin embargo... parece que evita mostrar toda su fuerza, como si estuviera conteniéndose, especialmente cuando entrena con sus compañeros. No es que sea raro, exactamente, pero sí es inusual.

Ozpin asintió, sumido en sus pensamientos. Glynda percibió su silencio como un indicio de que había algo más detrás de su interés en Shirou. Decidió ir al grano, una práctica que siempre valoraba cuando trabajaba con él.

—Ozpin, sabes tan bien como yo que rara vez te interesas por el progreso de un solo estudiante. Debe haber algo especial en este chico para que te preocupe, ¿cierto?

Ozpin sonrió, un gesto leve y enigmático que apenas suavizó la intensidad de su expresión.

—Glynda —dijo, dejando su taza de café sobre el escritorio—. Hay historias y leyendas que trascienden generaciones. Cuentos de héroes y villanos, de batallas y sacrificios, de figuras que parecen superar los límites de la realidad y tocan lo sobrenatural.

Glynda lo observó con interés. Había escuchado esa clase de comentarios antes, sabía que cuando Ozpin hablaba de «cuentos de hadas», solía tener razones muy específicas detrás.

—Y recordaste uno de esos cuentos, ¿verdad? —preguntó ella.

Ozpin asintió.

—Hace mucho tiempo, me parece —comenzó—. Cuando yo... no era exactamente el Ozpin que conoces, escuché una historia de un viajero anciano, se presentó como alguien que cruzaba continentes llevando consigo relatos de héroes olvidados. Uno de esos cuentos hablaba de un guerrero con dos espadas, uno que dedicaba su vida a proteger a otros, aún cuando los métodos que empleaba eran considerados inusuales. No era el típico héroe de leyenda. No buscaba gloria ni recompensa.

Glynda escuchaba, intrigada por el tono casi melancólico en la voz de Ozpin. Aunque apreciaba las historias tanto como cualquier persona, sabía que su interés en esta leyenda en particular tenía un propósito específico.

—Ese héroe con dos espadas... ¿Es Shirou? —preguntó Glynda, cruzando los brazos con un toque de escepticismo en la mirada.

Ozpin soltó una risa baja y suave.

—No lo sé, Glynda. No puedo asegurar nada con certeza. Sin embargo, hay algo en él que me recuerda a esa historia. Es una presencia, una esencia. Podría ser simple coincidencia, pero Shirou es... diferente. Su forma de ser, la manera en la que observa y cuida a quienes lo rodean, incluso su habilidad para usar las espadas... quiero pensar que mi presentimiento es correcto.

Glynda dejó escapar un suspiro, procesando las palabras de Ozpin. Se preguntaba si el director estaba llevando demasiado lejos esta historia.

—Entonces, ¿esperas que Shirou sea algún tipo de héroe? —dijo con una nota de duda en su voz.

Ozpin negó lentamente.

—No necesariamente, Glynda. No soy tan ingenuo. Pero sí espero que su presencia aquí traiga algo positivo... si Shirou es lo que creo que es, entonces podríamos estar en la presencia de alguien que, en los momentos difíciles, será capaz de marcar una diferencia.

Glynda asintió lentamente, dejando que sus palabras se asentaran. En el fondo, no podía evitar compartir la preocupación de Ozpin, especialmente ahora que la situación en Remnant se tornaba cada vez más tensa.

—Muy bien, Ozpin —respondió finalmente, con una leve sonrisa que suavizó la seriedad de su semblante—. Entonces, mantendré un ojo en Shirou y veré si sus habilidades son tan notables como dices. Aunque pienso que podrías estar pensando demasiado en esto.

Ozpin soltó una risa suave, un eco de alivio y de comprensión.

—A veces, Glynda, leer demasiado es exactamente lo que necesitamos. Después de todo, los cuentos de hadas, los mitos, y las leyendas no siempre son producto de la imaginación.

Con una última mirada, Ozpin recogió su taza de café, tomando un sorbo mientras regresaba su vista a la ventana.

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