Momentos Precisos (II)

Mañana va a llover...

La lluvia disolverá en un santiamén la sangre escurrida en un cordón de Constitución, seguro producto de algún accidente, alguna masacre.

Si tan solo las lágrimas hicieran lo mismo que la lluvia...

Esa maldita costumbre de meter el auricular en la llaga y escarbar con el repeat o el volume +.

Me acostumbré a mirar el río cada vez que necesito una respuesta. Quizás sea porque el río me dice exactamente lo mismo que vos, como si fuera tu vocero oficial. Nada. Silencio. Conexión distante. Y paz.

Sonrío. Y sigo.

Ese olor a día de verano en las puertas de junio. Buenos Aires y su humedad, el sol radiante después de una furiosa tormenta, el cielo gris y celeste a partes iguales. Y ese olor a nostalgia que ingresa por mis fosas y se aloja en mis recuerdos.

Revolviéndolos. Reavivándolos. Damnificando. Castigando. Haciéndome sonreír.

Hoy, Buenos Aires no huele a humedad. Huele a guardado, a nostalgias del ayer. Como esos recuerdos que uno intenta reprimir y salen a flote. Quizás por eso huele a guardado, porque más de uno estará desempolvando viejos recuerdos mirando la copiosa lluvia. Mientras dure. Hasta que el sol la apacigüe entre sus brazos.

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