El Reloj Del Abuelo
Um...Hola, realmente no se con certeza si esto aplica como un relato, es más como un desahogo de cosas que han estado sucediendo últimamente. Sinceramente no sé si todo aquello realmente sucedió, confío muy poco en mis recuerdos pues según los dos psiquiatras que he visitado padezco de lagunas mentales, cosa que según Wikipedia significa que tengo episodios en donde la memoria se ve afectada de tal forma, en la que no me es posible acceder a un recuerdo predeterminado, aunque según ellos soy un caso un tanto singular, ya que algunas de esas lagunas se manifiestan como sueños...o pesadillas, depende de a que te refieras. Honestamente no planeo visitar a un psiquiatra o psicólogo en mucho tiempo por motivos personales, pero se me hace aterrador pensar qué clase de recuerdos tengo camuflados por sueños en mi mente, recientemente descubrí que un sueño que por un tiempo me aterrorizó pero después llego a gustarme mucho era en realidad un recuerdo o algo así.
Sucedió en la fiesta "pre-muerte" del tío Polo, no estaba muerto pero tampoco le quedaba mucho, por eso organizo una fiesta de despedida para toda su familia, en total eran 68 adultos y 15 niños menores de 10 años, la verdad recuerdo que era más una fiesta que una despedida, incluso habían llevado bebidas y comidas bastante ajenas a lo que se esperaría de una despedida a un próximo difunto, en esa época yo no tenía más que 4 años y era una niña muy tímida que prácticamente se la pasaba bajo las faldas de su madre, en lo personal no sabía de la existencia de aquel hombre hasta que llego la invitación a la fiesta, mama me dijo que era el hermano de mi abuela, uno de los 18 hermanos que ella tenía, no solo me sorprendió que se le celebrara una fiesta antes de la muerte sino que uno de los requisitos para estar allí era dirigirse a él como "Abuelo" mi abuelo materno no estaba muy contento, pues siempre había sentido ese desprecio de mi tío Polo hacia él y sus raíces, en especial a mis bisabuelos, todo por haber sido judíos nacidos en Italia cuyo mayor sueño era volver a Alemania donde se habían casado pero que por culpa de los nazis tuvieron que emigrar a Colombia. Aun así mí abuela insistió en que fuéramos, aunque ella no se llevara nada bien con su hermano mayor no quería negarle a ninguna de sus 4 hijas la oportunidad de una herencia lujosa, por ello acatamos aquella inusual ordenanza. Llegamos a eso de la una de la tarde, mí madre, mis dos tías, mi tío Leo y mi prima adoptiva (Kat) estábamos algo deprimidos y extrañados por esta reunión, yo estaba más enojada que extrañada, como dije, era una niña, mi cerebro no razonaba bien esa clase de cosas haciendo que mi enojo fuera lo único notable en mí, ya que mi madre le había parecido inapropiado dejarme llevar alguna clase de juguete por ende no tendría nada mas con que entretenerme, siendo la niña tímida que aun soy ya me había resignado a pasar las tres semanas más aburridas de mis cuatro años de vida.
A diferencia de lo que todos esperábamos la casa del tío Polo...o abuelo Polo durante aquellas semanas era una mansión sumamente grande y...descuidada: las ventanas parecían no haber sido limpiadas en décadas, la maleza ya casi destruía los cimientos de la mansión y el papel tapiz caía al suelo en ciertos pedazos de la casa, por eso fue una auténtica sorpresa ver a una cantidad de 20 personas recogiendo y limpiando cualquier trazo de suciedad, todos uniformados con una falda o pantalón celeste y una camisa blanca, nos saludaron cortésmente, tomaron nuestras maletas y nos dijeron que nos esperaban en el jardín, todos seguimos las indicaciones y al llegar vimos un enorme jardín cuyos límites no llegaban hasta el inicio del bosque, a diferencia de la casa este estaba algo más cuidado, todavía había rosales secos y hierba alta, pero nada que no fuera agradable a la vista. Allí habían casi veinte mesas todas ocupadas por al menos 10 personas, algunas más, otras menos. Una mujer que se presentó como "La prima Fátima" fue quien nos recibió, una de las ocho hijas del tío Polo, jamás la había visto en mi vida, pero parecía que nos conocía bien, no recuerdo bien su rostro, salvo por el detalle de usar unos lentes enormes en su rostro, además de ropa elegante y un par de tacones negros, Fátima parecía a simple vista alguien muy agradable, incluso nos presentó con los demás, con los primos: Olga, Tatiana, Santiago, Diego, Carlos, Evangelista y Emily; además de informarnos de que ya no teníamos 18 tíos abuelos, de los 18 ya solo quedaban cinco, todos ellos muertos por alguna enfermedad, dando como resultado que la mayoría de los bienes que poseían pasara al hermano o hermana siguiente, el cual era Polo, claro que la mayoría tenia a sus hijos, pero al haberlos abandonado a una edad temprana y al no haber sido registrados como herederos verídicos no había mucho que hacer.
Pero por petición del tío Polo estos fueron llamados a la reunión, la mayoría eran analfabetas o borrachos sin educación, pero estaban allí, con la esperanza de algo de dinero que pudiera compensar tan horrible vida.
Fátima tenía a una hija, Sofía, de la misma edad de Kat, diez años, la cual desde un principio se me hizo como una niña problemática, mirando al pasado es posible que ella también tenga algún trastorno mental, solo basándome en su comportamiento se podría deducir algo, lo cierto es que Sofía no era alguien que mis padres querrían como compañía para su única hija: aunque físicamente pareciera ser solo una niña rubia muy escandalosa cuando decidió que sería buena idea patear una mesa llena de comidas y vajilla de vidrio para después reírse a carcajadas cuando varios cristales rasgaron la piel de sus familiares mí madre me prohibió hablar si quiera con ella, para mí no había ningún problema, al contrario, ella me aterraba. Después de comer y pasar horas charlando y jugando con Kat finalmente se nos llevó a una habitación, se nos dio la opción de una habitación por separado o una junta para compartir, en aquel entonces Kat y yo éramos como el jing y el jang, si una respiraba la otra lo hacía, si una reía la otra igual, lamentablemente las drogas nos separaron pero hace poco retomamos el contacto, de hecho fue ella quien me confirmo que lamentablemente lo sucedido aquí no fue un sueño o una pesadilla sino un recuerdo suprimido y manifestado como una pesadilla.
Esa noche Kat y yo nos la pasamos jugando, y observando toda la habitación, era muy bonita, llena de decoraciones y pinturas, de hecho creo que la habitación era tan grande como la mitad de mí casa. Pero pronto me sentí un poco cohibida, en especial por las numerosas estatuas de mármol que colgaban de las paredes, ángeles y demonios, dioses y mortales hechos de piedra de granito, pero lo peor eran los querubines, esos malditos niños alados con sus ojos sin vida me traían pesadillas. A la mañana siguiente conocería a Felipe, un niño de ocho años con el cual no estaba genéticamente emparentada pero si por lo emocional, ya que su madre Andrea era prima en octavo grado con mi madre, aunque en línea sanguínea no eran muy cercanas eran muy buenas amigas. Felipe era de piel morena y cabello rizado, además poseedor de los únicos ojos ámbar que he conocido en mí vida, la forma en que nos conocimos no fue la mejor: Sofía lo estaba golpeando, recuerdo a Sofía sobre el aplastándole un libro en su cara, como si quisiera romperle el cráneo, Fátima solo la miraba con esos extravagantes lentes en la cara, sin emitir el mas mínimo sentido de preocupación por el comportamiento violento de su hija, cuando Sofía nos vio al instante dejo de golpear a Felipe, nos saludó como si fuéramos amigas de toda una vida y nos hizo acompañarla al gran salón en donde por fin conocí al famosísimo tío Polo; ya estaba postrado en una silla de ruedas por los años y el tiempo no había sido nada generoso con él; una calvicie terrible, ojos hundidos, rostro y cuerpo esquelético, dientes podridos y la piel prácticamente cayéndose a pedazos; habían cráteres de carne expuesta, granos a punto de explotar y heridas recientes por la cual se podía ver en el vejestorio que se estaba convirtiendo; todos lo miraban horrorizados, como si vieran a un muerto en vida, quizás sí lo era y nosotros lo ignorábamos, en esa misma sala Felipe, con lágrimas aun en los ojos y el rostro enrojecido por los golpes toco una pieza de piano que no supe apreciar y ya he sabido olvidar, el tío Polo parecía aburrido pero a la vez analizante, observándonos a todos con una grata atención, note su rostro detenerse cuando Sofía le arranco un pedazo colgante de piel; nadie respiro o emitió sonido alguno; no porque pensáramos que eso le había dolido, como dije era un pedazo de piel colgante que ya estaba a punto de caerse, sino por la osadía de la niña, el tío Polo solo la miro sin parpadear, mientras Sofía exhibía con orgullo el trozo de piel.
El resto de la semana el tío Polo no se hizo presente, la segunda semana nos citó a todos los niños menores de diez años, él estaba en medio de una enorme habitación, a su alrededor estaban nuestros respectivos padres y madres, aunque en el caso de algunos padre y padre o madre y madre, uno sentado en una silla y el otro detrás de su pareja, era obvia la tensión, ellos no nos hablaron, solo nos miraron, como si en sus ojos pudiéramos ver la respuesta a algo que no sabíamos que debíamos saber. "¡Sean bienvenidos, nietos míos!" pronuncio el con su muy atrofiada voz, era como escuchar a una lija hablar, alrededor del tío Polo habían juguetes y dulces, habían otros objetos como un reloj de bolsillo, un par de zapatos o unos libros, "¡Tomen todo lo que quieran! ¡Yo se los doy!" al instante una jauría de niños corrió para ganarse alguno de los regalos, yo tome una muñeca pero ponto note que mi padre y madre señalaban frenéticamente la misma dirección con los ojos, mire hacia allí y vi un pequeño reloj de bolsillo, lo tome y se lo puse a la muñeca, empezando a jugar con ella, no paso ni un minuto desde que empecé a jugar cuando sentí algo en mi hombro, era el tío Polo, él se carcajeo mientras sus dedos huesudos se clavaban en mí hombro. Me asuste tanto que Salí corriendo a las faldas de mí madre, en ese entonces no sabía porque ella sonreía, pero ahora lo sé.
El tío Polo murió una hora después.
Aparentemente murió de risa, literalmente la risa hizo que sus deteriorados pulmones de fumador no aguantaran más y colapsaran, haciendo que un paro respiratorio acabara con tal infeliz anciano. El funeral se llevó acabo tres días después. Yo estaba muy aburrida, no sentía tristeza o algo así, ni siquiera lo conocía, así que me daba igual. Lo que sucede a continuación es lo que me hizo catalogar esto como una pesadilla. No sé de dónde o como pero resulte con una pequeña estatuilla de un querubín, un pequeño bebé alado y con una expresión feliz: recuerdo tirarlo al suelo o quizás solo se me cayó, el punto es que esa cosa se movió, esa jodida estatua de piedra se movió, aunque sus brazos y piernas estuvieran hechas polvo en el suelo esa cosa se movió, al principio solo abrió su boca dejando salir algo similar a agua de allí, para luego girar su rostro hacia mí y guiñarme el ojo o eso recuerdo yo. Mí madre dice que ambas (Kat y yo) llegamos gritando y llorando de entre las tumbas del cementerio, cuando mamá fue a ver que sucedía vio la estatua rota cubierta de algo negro, ella no recuerda verla mover. Kat recuerda algo diferente: después de que esa estatua me guiño el ojo...empezó a negar, a mover su cabeza con frenetismo, como si rogara por piedad, según ella yo sonreí y pise al querubín hasta destruirlo, dejando más que un montón de rocas rotas llenas de un líquido negro. Y al respecto del reloj, aparentemente me gane el 40% de la herencia del tío Polo, ya que ahí dentro, entre los mecanismos las cenizas de su esposa, la tía Teresa, estaban ocultas.
Cuando le pregunte a mí madre al respecto solo desvió el tema. Cuando le pregunte a Kat sobre esto me dijo que ese día estaba marcado de por vida en su memoria, ya que según ella desde ese día iniciaron los problemas: visitas a psicólogos y terapeutas, sesiones con psiquiatras y mucha, mucha medicina.
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