Capítulo 9: Vestuarios

La ducha fue revigorizante. El sudor que tanto le molestaba se alejó de su cuerpo y el olor del champú le relajaba; olía a melón. Le recordaba al olor de un chicle, de esos que comía cuando era niño y sus padres le daban unas monedas para ir a comprarlos.

Cuando salió de la ducha y caminó hacia el lado donde se encontraban las taquillas, se dio cuenta que la mayoría de los jugadores ya se habían marchado, sin embargo, había dos personas hablando. Uno de ellos era sin duda Nagi, al otro no lo conocía.

Se asomó disimuladamente entre un par de taquillas para intentar identificar al chico cuya voz no le sonaba. Era evidente que no había hablado nunca con él.

Era un chico alto y atlético, de extraño cabello morado. Le había visto en el campo. Era un buen delantero, puede que uno de los mejores del equipo por detrás de Nagi. Su visión de ese chico del que desconocía su nombre, es que era un jugador polivalente. Alegre y carismático, todos los jugadores le adoraban. Uno de los jugadores más fuertes y variables, podía hacer casi cualquier cosa y añadía lo que fuera a su estilo de juego con tal de que fuera eficaz para sus compañeros y poder ganar. Sin embargo, tenía un pequeño defecto: una obsesión por Nagi.

Le seguía a todos lados, siempre quería jugar con él, era su mejor amigo y eso no cambiaría pero... a Isagi había algo en esa forma en que le trataba que le chirriaba demasiado. Quizá lo veía demasiado obsesionado, tanto, como para considerar a Nagi algo "suyo" y no como una persona. Eso le molestaba, pero no diría nada al respecto. Él era el menos indicado para hablar, una vez también perteneció a alguien y él ni siquiera se dio cuenta de lo que ocurría hasta que fue tarde y le abandonaron.

Esperó detrás de las taquillas con la toalla enrollada en su cintura. Quería que terminasen de hablar y si hubiera podido, se habría marchado de allí pero... estaban en el pasillo donde estaba su propia taquilla. No podía irse sin su ropa. Tendría que esperar a que dieran por finalizada su entretenida conversación.

Isagi se sentó en el escalón que daba a la ducha y esperó en silencio. Les escuchaba hablar. Quizá ese chico pensaba que ya estaban a solas y no quedaba nadie allí, puede que Nagi sí supiera que él aún estaba en la ducha y por eso hablaba en un tono más bajo, aún así, se escuchaba parte de la conversación.

¡Se estaba confesando a Nagi! Al menos es lo que Isagi pensó. No es que lo dijera abiertamente, pero sus intenciones parecían claramente el querer salir con él a una cita o algo así. Por como Nagi lo estaba tomando, posiblemente pensaba en una quedada de amigos. Era muy inocente para esas cosas, eso es lo que descubría hoy si no pillaba esa indirecta de su "amigo".

Las voces se alejaron un poco. Se habían movido de sitio y entonces, Isagi supo que esa sería su única oportunidad de ir a su taquilla y poder marcharse.

Se levantó del peldaño de la ducha y salió hacia el pasillo de las taquillas. Miró por la esquina primero con cuidado para ver que ciertamente, se habían desplazado a otro pasillo. Accedió a él, llegó a su taquilla y la abrió con mucho cuidado de no hacer ruido. Se cambió lo más rápido que pudo dentro de ser lo más sigiloso posible. Cerró la taquilla con cuidado y salió del vestuario por el pasillo contiguo más alejado a las voces que escuchaba de fondo.

***

¿Vendría o no vendría? Es lo que Isagi pensó cuando la luna salió y la noche cayó sobre ese campo de fútbol vacío. Él lo había arreglado todo, los aspersores estaban apagados pero el césped hacía saltar gotas de agua cuando él movía sus botas para mantener el balón en el aire.

Un golpecito con su pie y elevaba el balón, lo veía volver a caer sobre su otro pie y volvía a elevarlo. A cada golpe, como si de una margarita a la que desflorase se tratase, se hacía la misma pregunta: ¿Vendrá? ¿No vendrá?

El pie golpeó el balón elevándolo hasta la altura de su rostro aproximadamente. Mantuvo los ojos fijos en él: ¿Vendrá?

El balón cayó sobre la otra bota y volvió a golpearlo con suavidad elevándolo de nuevo a la altura de su rostro: ¿No vendrá?

Cuando volvió a caer, esta vez, hizo una pirueta con el balón. Lo mantuvo sobre su bota y lo pasó por detrás de su otro pierna golpeando el balón con el lateral de la bota para elevarlo. Desde niño siempre jugó con una pelota, le gustaba controlar el balón aunque él no era ni la mitad de bueno que Nagi en control. Aún así, no se le daba mal del todo.

En la siguiente caída, con la otra pierna por detrás de la que levantó el balón, dejó el lateral del pie mirando a la pelota que caía y controló con el lateral para elevarlo de nuevo en otra pirueta.

‒ Vaya, nunca te había visto controlar la pelota – escuchó a Nagi al fondo, lo que provocó que Isagi perdiera la concentración y la pelota terminase en su caída en el césped mojado.

‒ No controlo tan bien como tu. Son trucos baratos que aprendí de niño.

‒ Ya veo – susurró Nagi – que humildad. Pasa la pelota, te enseñaré lo que es controlarla.

‒ Ya sé como controlas tú, no hay quien te gane. No podría superarte en aquello en lo que tienes un don – sonrió Isagi – que me lo mostrases más de cerca como controlas sólo haría que me humillases más por mi pésimo control.

Ambos mantuvieron el silencio y en apenas un instante, los dos desviaron la mirada a la pelota que ahora yacía en el césped a mitad camino entre ambos. Detenida, manchada y mojada por el césped.

‒ Supongo que es tarde para practicar – comentó Isagi viendo que ya era noche cerrada. Ni siquiera había hoy estrellas. Las nubes habían tapado el cielo. Llovería en breve – no se ve nada para entrenar. ¿Lo dejamos mejor para mañana?

‒ Nunca te ha importado demasiado el clima ni la hora cuando se trata de entrenar – dijo Nagi al ver que Isagi se agachaba para agarrar la pelota con sus manos - ¿Por qué hoy si?

‒ Quizá por que no quiero que llegues tarde a tu cita – sonrió Isagi.

Nagi sonrió. Sabía que él estaba por el vestuario cuando Reo había ido a hablar con él. Evidentemente, su amigo pensaba que estaban ellos dos solos y por mucho que intentó apartarlo de las duchas o bajar el volumen, estaba claro que Isagi escuchó parte de la conversación. Posiblemente no quería hacerlo, pero habían estado en medio de su taquilla todo el tiempo.

‒ Es una lástima, porque tenía una cita primero contigo. Habíamos quedado a entrenar, ¿no? No soy de los que cambian de planes.

‒ Ese chico... le gustas – dijo Isagi.

‒ No seas tonto, no le gusto, sólo... quiere que le ayude a ganar el campeonato. Desea la copa más que nada, más que a nadie. Es diferente.

‒ Entonces, está obsesionado contigo y eso no es bueno. No quiero estar en medio.

‒ No quiero que lo estés pero... a mí no me gusta Reo, de hecho, prefiero estar aquí contigo.

‒ Eso podría cabrearle si se entera.

‒ Supongo, pero es un problema mío con él. Ya le he dicho que había quedado, soy completamente sincero. No tengo nada que esconder.

¡Esconder! Con Rin todo era tan diferente. Rin siempre le escondía. Nunca dijo que entrenaban juntos, siempre fue su secreto. Nagi era tan diferente, no quería esconder nada de nadie, le daba igual que todos supieran que quedaban allí para entrenar, le daba igual si sabían que le acompañaba a casa o que cenaban en algún puesto callejero de camino. Con Nagi podía ser él mismo sin miedo a tener que guardar secretos, pero... estaba Reo. Esa obsesión que tenía por él le traería problemas, estaba seguro de ello.

Isagi suspiró.

‒ ¿Reo sabe que venías aquí a entrenar?

‒ Sí.

‒ ¿Conmigo?

‒ Sí. Le dije que necesitabas un poco de ayuda. Estas en baja forma y acabas de entrar al equipo.

‒ ¿Y cómo se lo ha tomado?

‒ No se lo ha tomado mal si es lo que quieres saber. De hecho me ha dicho que si quieres y no te importa, podría venir él mañana con nosotros a entrenar. Te ayudaría también.

¡Decir que no era lo que más deseaba! No quería verse envuelto con Reo y menos aún porque era el capitán del equipo, pero... decir que no le habría traído includo más problemas, quizá pensaría que no quería ayuda en realidad con el fútbol y su base, sino que intentaba quedarse a solas con Nagi, era un juego peligroso con alguien como Reo, así que... no tenía más que una salida.

‒ Claro, no me importa. Cuanta más ayuda mejor. Tengo que alcanzar al equipo cuanto antes. Necesito ponerme al día.

Nagi se acercó donde estaba Isagi y tomó la pelota de entre sus manos.

‒ Entrenemos entonces antes de que llueva. Luego te acompañaré a casa.

‒ Ya... no hace falta que me acompañes todos los días. Puedo ir solo.

‒ Lo sé, pero así me invitas a cenar en ese puesto de Takoyakis de la esquina de tu apartamento. Son los mejores Takoyakis de la ciudad.

‒ Tienes mucha cara. Encima quieres que te invite.

‒ Yo te ayudo a entrenar. Creo que es un precio justo.

‒ Supongo que sí – sonrió Isagi.

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