Capítulo 7: Las cosas suceden

El camino a casa fue silencioso. Nagi no quiso meterse en los asuntos de su nuevo compañero de prácticas pero notaba que algo dentro de él se había removido y no para bien precisamente. Ese tal Rin le había dicho algunas cosas demasiado duras pero él no había estado allí en ese tiempo, no podía saber si era verdad o no. Lo que sí sabía, es como Isagi vivía todo eso y no era bien precisamente. Su cerebro ahora trabajaba intentando aceptar toda esa información que le habían lanzado.

Al menos, al llegar a su apartamento, Isagi le había sacado unas toallas y le indicó donde estaba el champú y el gel para que pudiera darse la ducha que no pudo en las instalaciones del centro tras el partido. Eso lo agradecía. Durante el camino hasta allí, pese a la sudadera de Isagi, tuvo algo de frío debido al sudor.

Con el agua cayendo sobre él, pensaba en cómo debía sentirse Isagi. Frustrado, impotente y dolido, sobre todo, muy dolido, porque no era plato de buen gusto que dijesen que sólo fuiste un entretenimiento cuando él se tomó esa relación tan enserio.

Cuando Nagi salió de la ducha ya vestido, se encontró a Isagi en la cocina. No parecía tener demasiadas ganas de hablar, tan sólo movía la cuchara dentro de la olla donde preparaba la sopa de miso y se sumía en sus propios pensamientos.

‒ ¿Te ayudo con algo? – preguntó Nagi interrumpiendo así los pensamientos de su compañero.

Si tenía que ser sincero consigo mismo, no estaba muy seguro si eran amigos, compañeros o qué narices eran. Entrenaban juntos en un campo vacío de noche pero poco más. Apenas conocía nada de ese chico excepto que tenía una lesión grave que le alejaba de su pasión: el fútbol.

‒ No hace falta. Ya casi está lista – dijo Isagi.

‒ Pondré la mesa entonces.

Nagi se acercó a la cocina y tomó primero los palillos de madera de uno de los cajones, luego elevó el brazo hacia los estantes más altos para sacar los vasos. Ese último gesto, sonrojó ligeramente a Isagi al verle pasar prácticamente por encima de él para poder llegar a los vasos pero no dijo nada. Nagi era atento al menos, mejor de lo que jamás fue Rin con él.

‒ Ey, Nagi – susurró finalmente Isagi al ver que Nagi ya estaba junto a la mesa pequeña del salón colocando las cosas para la cena.

‒ ¿Sí?

‒ ¿Crees que fue adrede? – preguntó entonces Isagi – lo de mi lesión.

‒ No lo sé. Supongo que es algo que sólo Rin sabrá y no parece dispuesto a hablar del tema.

‒ Muchas veces he pensado que quizá... se distrajo. Había muchos ojeadores, estaba tenso y preocupado porque deseaba entrar en el equipo nacional de Japón, quería pensar que sólo fue eso, pero... a veces, también pensaba muy mal de todo el asunto y que quizá, lo había hecho adrede para alisar su terreno de cara al futuro, de ser el único controlador de campo al que tendrían en cuenta.

‒ Ambas opciones son bastante acertadas – comentó Nagi – no puedo saberlo y creo que tú lo conoces mejor que yo.

‒ No sé qué decir a eso. Hubo un día que creí conocerle, ahora ya no estoy tan seguro. También creía que lo nuestro iba enserio y al parecer... yo era el único que lo creía.

‒ Respecto a eso sí tengo una opinión – dijo Nagi.

‒ ¿Enserio?

‒ Sí. Mi opinión es que él no sabe lo que perdió. Eres un buen chico y estoy casi convencido que una relación contigo podría ser más o menos tranquila – sonrió Nagi – no eres de esos chicos que suelan enfadarse, más bien eres más práctico, piensas las cosas y tomas unas conclusiones basadas en hechos. Te gusta hablar las cosas, así que dudo que alguna vez te enfadases con Rin, incluso cuando te dejase tirado sin motivo aparente.

Isagi sonrió porque había acertado en ello. Nunca se enfadó con Rin pese a todos sus desplantes. Siempre pensó que debía ser por algo. Sus excusas... quería creer en ellas, parecían bastante reales y lógicas. Rin solía decir que tenía que estudiar, o entrenar, o hacer sus ejercicios... a veces que sus padres no le permitían salir más allá de cierta hora, todo era plausible así que no tenía motivos para recelar o pensar que le mentía.

‒ Sus excusas parecían tan reales.

‒ Lo imagino. Es un chico inteligente – dijo Nagi – no diría una excusa mala, seguramente tendría todo bien pensado para que tú no pudieras sospechar nada. Mientras tanto, se salía con la suya.

‒ Fui idiota.

‒ No, idiota no. Fuiste un chico enamorado que evidentemente no sospecha nada de su novio porque no tiene motivos para ello. Es algo que suele ocurrir. No es tu culpa, eso quiero dejártelo claro, tú eres genial, es culpa de la otra persona que no supo aprovechar lo que tenía. Yo no habría dejado que te escapases así sin más y desde luego, habría ido al hospital a verte, más si encima yo soy el culpable de ello. No me sentiría bien conmigo mismo sabiendo que fui yo la causa, tendría que disculparme contigo por el accidente. Así que no entiendo la actitud de Rin.

‒ Creí que se sentía tan culpable que no se atrevía a venir a verme.

‒ Y eso puedo entenderlo porque cada persona reacciona de una forma pero... lo de hoy, no, lo de hoy no era porque no supiera cómo verte, te ha vuelto a hacer daño y eso sí era queriendo. Sabía bien lo que estaba diciendo cuando lo ha dicho. Puedo perdonar y entender ciertas cosas, pero esa no es una de ellas. La próxima vez que le vea en un encuentro, le ganaré – sonrió Nagi – y haré que se trague sus propias palabras.

‒ No tenéis un controlador de campo. ¿Cómo competirás contra él? Sabe todo lo que va a pasar, te conduce sin que apenas te des cuenta hacia su propia trampa.

‒ Tendré que encontrar un controlador de campo que quiera jugar o me tocará estudiar mucho cómo hacerle frente. Pero le ganaré, sea como sea.

Isagi se quedó paralizado unos segundos. No se giró a mirar a Nagi pero la cuchara de madera con la que removía la sopa de miso, se quedó estática unos segundos. Pensaba en el fútbol, pensaba en jugar. Por un lado lo deseaba, por otro, le aterraba volver a lesionarse.

‒ ¿Crees que podría hacer las pruebas para el equipo? – susurró Isagi.

Esa frase congeló a Nagi unos segundos. Tantas veces le había repetido que él no volvería a jugar, tantas veces intentó convencerle sin éxito, y ahora salía de sí mismo.

‒ Podría hablar con el entrenador. Aunque tu base es bastante floja, tendrías que volver a ponerte al día, al menos hasta cierto punto físico para aguantar en los partidos.

‒ Lo sé.

‒ ¿Te asusta? – preguntó Nagi.

‒ Me aterra – dijo Isagi completamente sincero –. No quiero volver a lesionarme pero... no jugar también hace que mi vida sea un infierno en ciertos aspectos. Deseo tanto volver a jugar y a la vez...

‒ Lo entiendo. Te cubriré todo lo que pueda – dijo Nagi – no puedo prometerte que no te harás ningún daño pero sí puedo prometer que intentaré que no suceda nada.

¡Diferente a Rin! Fue todo lo que Isagi pudo pensar de ese chico frente a sus ojos. Él era demasiado diferente. Ni siquiera recordaba haber cenado con tranquilidad al lado de su ex, tan sólo... algún día tras los entrenamientos habían comprado algo en algún puesto de comida rápida y cenaron de camino a sus respectivas casas.

‒ Te sirvo – dijo Nagi al ver que la cena ya estaba preparada, buscando entre los armarios altos los cuencos para poder poner la sopa de miso.

Sentados a la mesa, cenaron prácticamente en silencio. No es que Isagi no tuviera algún tema de conversación para sacar, sino más bien, que aún estaba un poco en shock tras la charla con Rin. Le había dicho tantas cosas y pese a que antaño pensó que ese chico jamás podría hacerle más daño del que ya le hizo en su día cuando ni fue a visitarle al hospital, ahora se daba cuenta de que sí podía. Le había dolido sus palabras.

‒ ¿Piensas en lo que te ha dicho o es más profundo que todo eso? ¿Quizá piensas en lo que sucedió mientras aún estabas en Tokio?

‒ Pienso en muchas cosas, pero sobre todo, en que veía nuestra relación funcionar bien cuando estaba en Tokio y ahora que estoy aquí, me doy cuenta de que no iba nada bien. Apenas hacíamos nada juntos excepto... bueno...

‒ ¿El fútbol y sexo? – preguntó Nagi suponiendo la respuesta.

‒ Sí. Supongo que sí. Y cuando el fútbol desapareció, todo lo demás desapareció también. Es como si nunca hubiera existido absolutamente nada entre él y yo. Sé que tengo recuerdos buenos de algún momento estando juntos pero... ahora no puedo recordarlos.

‒ Los malos han opacado los buenos.

‒ Si, creo que sí.

Nagi aprovechó para acercarse un poco más a Isagi y tomó su mano con delicadeza, apoyando su palma contra la del chico y entonces, dobló sus dedos entre los huecos de los de Isagi para terminar de agarrar su mano. Sonrió mientras que Isagi observaba con detenimiento aquel gesto.

‒ ¿Me dejarías intentar eliminar esos malos recuerdos que tienes? – preguntó – reconozco que soy un poco vago, me gusta dormir, no me gusta hacer más esfuerzo del necesario y el fútbol no ha sido una de mis pasiones jamás, sólo se me da bien pero... reconozco que cuando entreno contigo consigues hacer que me interese este deporte, me haces menos vago – sonrió Nagi de nuevo, una sutil sonrisa.

Por alguna razón desconocida para sí mismo, Isagi también dobló sus dedos y apretó la mano de Nagi. Sus palabras sonaban tan sinceras que quería creer en ellas.

‒ Tengo miedo – dijo entonces Isagi de forma completamente honesta – miedo a volver a salir herido.

‒ Lo entiendo pero supongo que en algún momento, tendrás que arriesgarte por lo que quieres, ¿no? Quieres jugar al fútbol, te emociona, he visto tu rostro, claro que puedes lesionarte y trataremos de que no sea así pero... es un riesgo que al final, si de verdad quieres tanto volver, tendrás que sopesar tú mismo.

‒ Quiero volver – dijo Isagi – y sobre todo, quiero derrotar a Rin Itoshi en su propio terreno.

‒ Entonces tú y yo queremos lo mismo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top