Capítulo 50

Al llegar, la gran puerta de la sala de audiencias se encontraba rodeado de al menos una docena de hombres. Los soldados miraban cautelosamente todo lo que sucedía alrededor. Así que mi llegaba no paso desapercibida.

Uno de ellos hizo señas extrañas a uno de sus compañeros, y este hablo en lo que parecía ser un comunicador. Cuando estuve a un paso de ellos, el rey ya sabía de mi llegada.

— Su majestad el rey, pide que entre. Le está esperando, princesa.

Con una solemnidad en sus movimientos, me dieron el paso. Apreté los labios, nerviosa. El rey ya esperaba mi visita, y si no lo hacía, algo debía de planear.

Dando pasos firmes, cruce la gran puerta, comprobando mis sospechas.

Los ojos violetas del rey me miraron con una diversión sádica. A su lado, el príncipe Invi me lanzó la misma mirada que, aún siendo del mismo color que su padre, reflejaba una mayor locura, con aquella sonrisa torcida dibujada en su rostro.

Huir.

Mi instinto de supervivencia me lo indico. Pero no pude, me paralizó ver a mi padre bajo el trono, arrodillado.

— Estaba a punto de llamarte, querida — el rey me invitó a acercarme. Lo hice, pero con cautela —. Quería darte un regalo de bodas apropiado. Y lo traje para ti. Van, saluda a la nueva princesa. Has criado una buena hija, ha llegado tan lejos.

Vi los hombros de mi padre crisparse. Se giró lentamente, solo para lanzarme una mirada de desprecio. Di un paso a tras, conmocionada.
Sé que está actuando. Es una escena, pero la frialdad de sus ojos era tan profunda, que me costaba concentrarme.

— Ella no es mi hija. Nada mío podría ser tan inútil.

Su respuesta pareció satisfacer a ambos, a Invi y al rey, porque empezaron a carcajearse con sorna.

— Cierto, cierto. Pero ella logró engañarte, Van, y eso me tiene impactado — Invi bajo una grada, le indico que se levantase, al hacerlo, le miró desde arriba, con poderío.

— ¿A qué se refiere?

— Que la pequeña niña que desechaste porque no era una soñadora, resultó serlo. ¿No es así, cuñada?

Apreté mis palmas. Y con la voz más segura que pudo salir de mi interior, le contesté;

— Lo soy. Nunca lo he ocultado. Fue así que pude conocer a Lys.

— ¿Engatusaste a mi hijo con esa hartimaña barata? Pensé que habías utilizado otros atributos — el rey dirigió su vista a mi escote, deslizando su mirada por todo mi cuerpo.
Tragué saliva, nerviosa y asqueada.

— Sabía que serías una mujerzuela de lo peor. Igual que tú madre — Van me desprecio de nuevo — . Un parásito.

— ¡Sí! No podrías haberlo dicho mejor — el rey se regocijo.

Yo me estremecí en furia. ¿Tenía que quedarme aquí parada, escuchando cómo me menospreciaban?

Inhale fuerte. Tomando fuerzas para contestarle, pero las risas dejaron de oírse, Invi desenfundo su espada en un instante y la colocó en el cuello de Van.

Papá no se movió. Mantuvo su mirada firme en el príncipe.

— ¿Qué significa esto su majestad?

— Eres el mejor caballero que esté reino pudo tener. Pero demasiado emocional. Me instruiste, así que te conozco mejor que nadie. Sabías que esa mujer era una soñadora, nunca dejo de serlo, pero nos engañaste. Eso conlleva un castigo.

Ahogue un grito cuando el príncipe alzó la espada y la dejo descender hasta el cuello de papá.

Contuve el aliento y corrí en su dirección. Por alguna razón, sentía que cada uno de mis movimientos eran demasiado lentos, confusos, a pesar de estar dando lo mejor de mí para llegar a tiempo.

Papá me vio correr hacia él. Con una velocidad asombrosa, golpeó el brazo del príncipe Invi, obligándolo a soltar la espada, y entonces, papá corrió hacia mí. Sus labios se movieron mientras corría a mi. Pero seguía en shock. No conseguía entenderle.

Me abrazó y fue así que escuche su voz llamándome; — ¡Renata, reacciona! ¡Tienes que sacarnos de aquí!

Cómo si sus palabras fueran una palanca. En un parpadeo, ya no nos encontrabamos en el paraíso, ahora nos encontrabamos en una vieja cabaña.

Lo oí suspirar, aún abrazándome, fue así que recordé respirar. Mis piernas perdieron fuerzas y cai sobre mis rodillas. Papá se agachó a revisarme, con delicadeza.

Recopilé las piezas rápidamente en mi cabeza.

Hemos sido emboscados. Descubiertos por varios flancos. Sabían que era soñadora, Lysander se los dejo muy claro, pero el detalle de mi familia le pasó desapercibido a mi marido. Al final, desde el inicio, el plan maestro de Lysander iba un paso delante al fracaso.

— Estás bien — susurró, con alivio.

Claro que no estaba bien. Me siento un fracaso andante. Una perdida de tiempo. Todo esté tiempo aguantando el castillo del horror, el marido tóxico y la familia asesina, fue para nada.

Todo el sufrimiento de mi infancia, la soledad de mi juventud se fue al caño.
Toda una vida guardando el secreto, para que un imbécil la arruinara.

Claro que eso no cambia el hecho de que papá, mejor dicho, Van, me engañara toda una vida.

— ¿No era mejor decirme que no era tu hija?

Las palabras salieron amargas, bruscas. Él me miró con tristeza.

— ¿Te lo contó Lysander?

Asentí. Van negó en gesto de desaprobación.

— Es una larga historia.

— Me lo imagino — miré alrededor. La cabaña de aspecto campireño, se encontraba rodeada por miles de árboles, que desde la ventana se veían gigantes. Más al fondo, una montaña cubierta de nieve se alzaba majestuosa. En la parte del mundo donde estábamos era primera, aquí parece invierno. Literalmente, nos encontramos al otro lado del mundo. Tardarán un tiempo en encontrarnos, sea donde sea que nos traje —. Tienes tiempo suficiente para contarme.

Concordó conmigo. Me ayudó a levantarme. Entonces un dolor punzante golpeó mi abdomen. Me quejé. Van, se sorprendió y me reviso de nuevo.

— Te hirieron, tienes sangre en el vestido — exclamó alarmado.

Seguí su mirada asustada hasta la falda manchada. Maldición.

— Vino Andrés.

— ¿Quién es Andrés? — Van, frunció las cejas, optando el papel de papá celoso.

Me hubiese emocionado por la escena, sino fuese por la anafres escurriendo entre mis piernas y las enormes ganas que tenía de mandar todo a la mierda.

Normalmente era de menstruaciones irregulares por problemas se salud, y la última fue hace más de cuatro meses. Odiaba mi vida. ¿Por qué tenía que llegar ahora?

Sin ganas de explicarle a Van, qué Andrés era el que venía cada mes. Me giré en busca de una habitación donde cambiarme.

Encontré una habitación al fondo. Van, me seguía de cerca los pasos.

— Renata, te pregunté. ¿Quién es Andrés?

Me giré sobre mis tobillos. Le lancé una mala mirada.

— El que me coge cada mes — respondí, cerrando la puerta en su cara.

Una hora después, me encontraba sentada en la cocina, envuelta con una sábana café y con una toalla sanitaria de tela entre mis piernas, hecha con la tela de seda de mi vestido de "princesa".

Van, preparaba una especie de comida de guerra, con lo que se encontró en los alrededores, espero sea comestible. Mientras él cocinaba, yo le explicaba quién era Andrés y porque su visita era molesta.

Entendió. Entonces el me contó algo que me hizo hervir de envidia; los seres faéricos no mestruaban.

— Toma, come.

Me tendió un plato de algo verde, cocido, pero de aspecto dudoso. Él se sentó al frente, y empezó a comer. Supongo, que podría intentarlos. Con los dedos, tomé un pedazo y lo lleve a mi boca. No sabía nada mal.

— Bien. Comenzaré por el plan que confabulabamos tu madre y nosotros...

— No. Todo eso ya lo sé y me cansé de oírlo — lo interrumpí, sin dejar de comer —. Lo qué quiero saber es, ¿Por qué no me dijiste que no eras mi padre en lugar de seguir manteniéndome? ¿Por qué si eres homosexual tienes otra familia? Toda mi vida junto a ti fue una mentira y quiero saber que resultó se ello.

— Decirte que no eres mi hija era demasiado arriesgado. Ellos sugirieron matarte a pesar de no ser una soñadora, pero dije que eso no iba a ser necesario. Claro, cuando creían que no eras una. Les dije que eras solo una niña que olvidaría lo sucedido. Pensé que me creyeron, pero vi que no es así. Te permitieron seguir con vida para probarme.

Relacione hechos. Todo tenía sentido. El poco tiempo que estuve en el castillo me di cuenta de eso; qué nadie nada un pie con misericordia ni sin sentido en ese lugar. Nada más Lysnader y su falta de capacidad estratégica. Supongo que él es adoptado.

— ¿Y la otra familia?

— En realidad, nunca me case, fingí una matrimonio, la señora que traje a casa era una vampiro a la que pague para fingir ser mi concubina. Y la niña no es mía. Motivo por el que fingí una pareja nueva, fue para proteger a la pequeña.

Una llamarada de celos me agrio la comida. Esa pequeña siempre me daba este sentimiento de celos. Ella se quedaba con lo que me correspondía; hasta con mi papá falso.

— Ah, ¿Si? ¿Acaso otra soñadora perdida? — bromee. Él asintió con orgullo ante mí pronta relación de los hechos.

— Sí, en realidad la conoces. Y esa soñadora es...

La puerta se abrió de golpe. Oímos el estruendo y luego Van corrió a averiguar lo que se suscitaba. Lo seguí de cerca, por si era necesario escapar.

Me sorprendió ver a Gil, encarando a mi padre falso.

— ¿Quién eres tú?

Lo miró con desconfianza. Van, hizo lo mismo.

— Eso deberías responderlo tú.

Santo cielo. Parecían dos osos a punto de morderse.

— Gil...

Lo llamé, saliendo del escondite. No sabía que hacía aquí, pero me sentía feliz de verlo. Sus ojos me miraron aliviado al principio, luego desconcertado, para finalmente arder en furia.

Ese maldito gilipollas había reparado más en mi desnudes envuelta en una sábana, que en otra cosa. Segundos después, Gil y Van se encontraban en una lucha de puños.

— ¡Paren! ¡Qué paren de una jodida vez!

Grité sin que me hicieran caso. Maldición. Está vez, enseñar mis pechos no los detendría. Sería buena encontrar otra solución. Salí con una cubeta en mano, tomando agua de un pequeño río casi congelado, y al entrar, se las arroje encima.

Ambos se detuvieron, casi congelados.
Me miraron asombrados.

— Esto les enfriara un poquito los humos.

Dicho y hecho. Un instante después, papá prendía la chimenea mientras Gil lo miraba amenazadoramente.

Yo sentada en medio, cómo obstáculo para una nueva pelea.

— ¿Cómo es qué llegaste aqui? — pregunté a Gil, tocando su mejilla, fría y pálida.

— Cassandra llegó agitada al refugio. Diciendo que una masacre se desarrollaba en el castillo. Pensé en ir por ti, pero me dijo que habías huido.

— Eso no responde mi pregunta.

— Aún hay esperma mio dentro de ti — estiró su mano para acariciarme el vientre con sus dedos —. Así que solo seguí mi olor mezclado con el tuyo.

Toda la frase, alzó la voz, casi gritando. Oí como algo crujió detrás de nosotros. Pensé que había sido la madera quemándose, pero en realidad, era un padre furioso quebrando la leña.

— ¿Qué dijiste?

— ¿No escuchaste? Dije que Renata tiene mi semen en su va...

— ¡Alto! — golpeé el pecho de Gil —. No tienes porque contarle esas intimidades a mi papá.

— ¿Papá? — los ojos de Gil se aguadaron. Casi podía ver unas orejas caídas en su cabeza y una cola caída con tristeza. Lucia como un perro regañado.

— Gil, te presento a mi papá, Van. Papá, te presento a mi... Novio, Gil.

El ambiente se volvió más pesado.

Gil le tendió la mano a Van con demasiada premura y educación.

— Mucho gusto. Y perdona los malentendidos.

— Sí... No te preocupes — Van, lo fulminó. Luego se agachó a mi lado a susurrarme — .No es humano, ¿verdad?

— Él es el hermano de Jon, hijo de la pareja de íncubo que eran vuestros aliados.

— Vaya... Un íncubo, ¿Nada puede ser normal a tu alrededor?

Me sentí regañada. Pero no era mi culpa que nada cerca de mi fuera normal.

Puse a Gil y a Van al corriente de lo que sucedió a nuestro alrededor.

— Un fracaso total.

Los tres coincidimos. Cuando Gil se enteró que Van no era mi verdadero padre, todo respeto que pudo tenerle, se esfumó.

Eso me alivio. Ver a un Gil preocupado por impresionar a mi padre falso me daba escalofríos.

— Por el momento, estoy preocupado por la niña. Ella está escondida, pero sola. Necesito que me lleves hasta ella.

Me comentó Van.

— ¿Pero cómo haré para llegar? Aún no puedo controlar a dónde llegaré sí nos transportó.

— Toma — sacó un collar plateado con una piedra de jade en su centro de su pantalón, entregandomelo en mi palma —. Sigue a este collar. El te indicará el camino.

Miré la joya en mi mano. No puedo creer que también soy perro rastreador. Bueno, perra.

— Está bien. Vamos.

Con un valor que no sé de donde saque, me levanté y cerré los ojos. Sentí como los dos hombre me tomaban del hombro.

Recé y deseé estar donde esa niña. Segundos después él frío invierno se esfumó, dejando un aire cálido en el ambiente.

Al abrirlos. Una pequeña corrió a los brazos de papá falso, dándose un abrazo cálido.

Desvié la mirada, incómoda, hirviendo en celos.
Me alegraba qué estuviera bien la pequeña, pero no estaba a gusto antes esa escena.

— Mira, Rebeca, ella es Renata, de quién tanto te he hablado.

Los dos se acercaron. Sus ojos achocolatados como los míos, me miraban con gran interés. Luego sonrió y me pidió que la cargará. Gil retrocedió, quedándose en una esquina solitaria.

Levanté a Rebeca entre mis brazos, ella me abrazó. Era realmente linda. Me sentí mal por sentir celos de una cosa tan inocente.

— ¿Por qué estás envuelta en una sábana?

— Es una larga historia — le corté antes de qué hiciera más preguntas. Luego giró a ver a Van, desconcertada.

— Mmm, Van, ¿ella es mi hija?

Lo llamó por su nombre. Y ¿Yo su hija? ¿Qué diablos quiere decir con eso? Mira que chamaca tan grosera.

Espere a qué Van la regañase, pero en su lugar, lo ví dándole la razón.

— Sí, ella es.

¡Hola!

Aquí reportándome desde la muerte.

Nah, solo estoy aburrida.

Pensando en que hacer.

Hace poco se me ocurrió hacer un grupo de WhatsApp, quién se quiera unir, mandé un mensaje al privado y les pasó el enlace. La dinámica aún no es muy clara, pero la idea es divertirse.

Les mando besos y abrazos.

Depositar dudas, sugerencias, quejas y de todo en los comentarios, yo los resolveré.

Cuídense!

Meme para divertirnos. Créditos a su creador.

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