Capítulo 42
Quinto día de casada, siendo una maravillosa princesa de las hadas.
¿¡Alguien me puede sacar de aquí?!
No soportó más el ir y venir. El llevar y traer. Nadie me dijo que tenía que tomar clases de política, matemáticas avanzadas e historia. Tampoco que tenía que revisar, firmar, aprobar y rechazar documentos. Menos vestida cómo cuento de hadas.
¡El maldito corsel no me deja respirar!
Me recosté en el escritorio de mi oficina que me designaron. Era extremadamente grande y elegante, pero también se encontraba lleno de documentos y documentos interminables.
¿Quién quería ser una princesita de joven? Pues que venga aquí y se ahogue entre documentos.
Aunque estaba segura que en sí, está no era mi función, al parecer a Lys de le había ocurrido la grandiosa idea de instruirme en su cultura. Y se le ocurrió la grandiosa idea de hacerlo trabajando.
Porque me había dicho claramente; "Una princesa es la imagen pública de un reino, la conducta perfecta, aunque claro, no pienso pedirte imposibles, tranquila".
En pocas palabras, me ocultó en una oficina.
Bufé, terminando de firmar la última carta de consentimiento para la construcción de un aeropuerto. ¿Es enserio? ¿Tienen hadas y quieren usar un avión? Estuve a punto de negarme, pero Lys me dejó muy claro que todo lo que había aquí estaba aprobado por él y debía ser así. Una parte de mí, me decía que no firmara, pero la verdad es que la vida de las hadas me vale un comino. Y si quería gastar millones en un aeropuerto cuando podían volar: qué lo haga.
— ¿Tengo clase está tarde?
Pregunté a mi ayudante personal. Ella asintió para mí pesar.
— Tiene clase de historia, su majestad.
Maldecí en voz baja. Estoy de vacaciones pero aún así tengo clases.
Por cierto, la universidad retornaba sus actividades en menos de un mes. Si estoy no se resuelve antes, estaré en serios problemas.
Me levanté, golpeando con las manos la mesa.
— Iré a estirar las piernas. No es necesario que me sigas.
La frené cuando la ví tras de mí. Casi pase desapercibido como frunció los labios. Entre cerré los ojos; seguramente Lys le había ordenado que me siguiera y eso no me gustaba. Quería tener un poco de libertad.
— Con cuidado, Su majestad.
Hizo una reverencia y me fui. ¿Cuánto tiempo tardaría en irme a delatar?
Mientras caminaba entre los pasillos, recordaba la jerarquía de mi familia política; por encima de todos estaba el Emperador Jeremy Couburg, quién gobernaba técnicamente todo el mundo.
Era un gobernador justo y sabio. Un padre amoroso e imparcial que adoraba a sus hijos y a su pueblo por igual. ¡Ah! ¿Se creyeron eso? Obviamente eso es mentira.
Mi papá suegrito era un tirano gobernante de pacotilla, al igual que mi suegra (la cuál no era la verdadera madre de Lys y su hermano Invi)
Ellos dos, en realidad, habían puesto a pelear al par de hermanos por el trono. Sin importar, que alguno de los muriese, ya que tenían la absurda idea de quién ganará el trono era el merecedor absoluto de todo. Pero había un problema; la lucha no era equitativa, ambos gobernantes estaban a favor del primogénito debido a que esté continuaba con sus ideas de gobernar todo por absoluto.
Lo cuál era lo contrario a lo que deseaba Lysander. Él quería libertad para todas las distintas especies. Romper con esta jerarquía absurda. Durante varios días me carcomí la mente, pensando el porque un hada querría eso, la respuesta fue tan obvia que me recriminé; la pareja de Lysander, a parte de ser de su mismo sexo, era de una especie totalmente distinta y de jerarquía baja.
Lys quería romper las clases sociales para estar con su amorcito. Esto parecía novela romántica homosexual. Lo único que no quiso confesarme era el nombre del susodicho.
— Esto es demasiado para mí cabeza — cerré los ojos sin dejar de caminar. Había recorrido tantas veces el mismo pasillo en tan poco tiempo, que ya me lo sabía de memoria.
Eso sí, Lys me indicó que no abriera ninguna puerta sin autorización previa. Ya que podría encontrar cosas que no me agradarán.
No es como si fuera a encontrar al hermano de Gil allí. ¡Ese es otro problema! Había conseguido que dejarán en paz a los hermanos íncubo, pero aún no encontrábamos a Jon y a Rebeca.
Y yo cada vez estaba más adentro de la boca asesina de las Tinkerbell.
— ¡Lo siento! ¡Ahhh! ¡N.n.no quería hacerlo! ¡Perdóneme!
Gritos de desesperación provenientes de una habitación más al frente me detuvieron. La agonía y desesperación de esa persona me erizaron los vellos.
— ¡Nooo! ¡Ahhh!
Más gritos. Risas malevolas y ambiente cruel. Dubitativamente di un paso hacia aquel lugar.
En cuanto más me acercaba, más fuertes se hacían los lamentos y las carcajadas llenas de desprecio. Me preguntaba ¿Quién era capaz de reír ante tremendos lamentos?
Las palabras de Lys sobre no asomarme en ninguna habitación sin su permiso me ponían en alerta, pero mi lado curioso estaba ganando.
Con la mano temblorosa abrí suavemente la puerta, cuidando no hacer ruido. Lo cuál fue un error.
Cuando miré por la rendija, mis piernas perdieron fuerza, cayendo al suelo poco a poco, poniendo las manos en la boca para contener las náuseas ante brutal escena.
— ¡No, no! ¡NOOO!
Mi corazón golpeaba violentamente mi pecho a la par de mis escalofríos.
Frente a mí, Leo cortaba extremidad por extremidad de lo que parecía ser un ser un licántropo. Dejando caer la sangre como una lluvia de crueldad.
Primero ví como el filo de su espada tajar uno por uno sus dedos. Luego abrir su piel, tan finamente, que solamente dejaba a la vista sus músculos palpitantes, hasta llegar a su parte íntima y cortarla.
— Eso te pasa por traicionarme. A mi lado no me sirve gente cobarde y mediocre. Pero... — una segunda persona entró a mi panorama, acercándose al herido y pidiendo la espada a un Leo inexpresivo que nunca antes había visto — Por haberme servido tantos años, tendrás el honor de morir en mis manos.
Dicho esto, la cabeza del sujeto cayó al piso en un horroroso golpe seco. La sangre se desparramó en el suelo como un recuerdo de que aquel saco de carne alguna vez estuvo vivo.
Leo hizo una reverencia, mirando de reojo hacia donde estaba yo. Ahogue un grito; se había dado cuenta de presencia.
— Su majestad Invi , traeré alguien para que limpie.
— Si... — suspiró, al parecer con la adrenalina golpeando sus venas — llévate a esta escoria de mi vista.
Tiró la espada al suelo. El ruido mecánico hizo eso en mi mente. Ese sonido nunca lo olvidaré, al igual que la primera vez que conocí a un ser tan despiadado.
Cuando Leo vino hacia la puerta, cómo pude obligue a mis piernas a correr dirección a mí cuarto. ¿Ese es el Leo sobreprotector que conocí? ¿Y ese es mi enemigo?
Vaya que estaba en serios problemas.
¡Hola!
Capítulo 2 del maratón
Lo iba a subir desde hace rato pero me quedé dormida. Lo siento.
Espero les guste, lo hice con mucho amor para ustedes.
No olviden votar, comentar y seguirme.
También si pueden recomendarme, gracias!
Besos y abrazos. 💕
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