Capitulo 38
- ¿Qué haces aquí? - logré que mi voz no sonará temblorosa - ¡Vete!
Porque si te encuentran no podré salvarte.
El gruñó, su rostro se contrajó con furia. Las venas de su cuello de marcaron contra su piel con una fuerza devastadora que parecían querer salirse de su cuerpo.
Por primera vez, tuve miedo de él. Nunca lo había conteniendo tanto coraje. Ni recuerdo que puediera verse tan letal.
- Pensé que se te había olvidado enviarme invitación, y quise venir a comprobarlo, pero al parecer no fue un error.
Caminó hacia mí, mientras yo retrocedía. En un paso en falso, pise la cola de mi vestido y estuve a punto de caer de espalda, pero Gil fue más ágil y me atrapó por la cintura.
Contuve el aire. Se ablando la dureza de sus orbes doradas por un segundo, pero al ver el vestido blanco ceñido a mi figura, volvió a maldecir.
Su gran mano que se había mantenido quieta en mi cintura, fue ascendiendo, acariciando mi espalda hasta dar con el nudo del cordel.
- Tengo tantas ganas de hacer tiras este vestido.
- No te atrevas.
Lo amenacé inconscientemente, no es que este atada con este vestido de modo sentimental, sino por su precio. Este vestido podría valer fácilmente unas 100 vidas mías.
Oí como los labios de Gil eran apretados. Estaba muy airado.
Reflexiono unos segundos, luego, la malicia en sus ojos era turbulenta.
En un segundo, con la fuerza de un demonio, tiró de mi vestido hasta rasgarlo. Sorprendida, sentí como el frío del aire calaba mi piel, dándome a saber que no era un sueño ni una broma. De verdad, Gil se había atrevido a romper mi vestido.
Todo fue tan rápido, tan turbio. Mi mente no tuvo tiempo de asimilar mucho la situación.
Al segundo después de romper mi vestido, me aventó a la cama.
Me apoye en mis antebrazos para verlo a la cara.
- ¡¿Qué te pa...sa?! - iba a reclamar, pero me fue imposible. Me mordí los labios para no gritar. Gil estaba colérico.
- ¿Te vestistes así para él?
¿Qué? Seguí su mirada posada en mi ropa interior. Oh, mierda, es cierto, mi ropa interior
Las hadas de la moda, de las cuales nunca supe el nombre, me vistieron así para la noche de bodas.
Me pusieron un liguero negro a juego con un corsel y una tanga del mismo color, todos en encaje transparente. Mi piel morena, lucía sinceramente apetitosa.
Iba a negarme a qué me pusieran esto, pero ¿Cómo decirles a las hadas que el principito de plomo era gay? ¿Cómo decirle a Gil que mi esposo tiraba al otro bando?
- Como sea, ¿Cómo es que saldré así de aquí? La fiesta aún no termina.
Recriminé, pero eso no podría importarle menos. Solo quería librarme de este ambiente, que me mantenía tensa como una cuerda.
- No vas a salir de aquí querida.
Le miré sin entender. En un abrir y cerrar de ojos, yo estaba de nuevo acostada en la cama y él encima mío, con su mano en mi cuello ejerciendo presión.
- Gil...
Sujeté su muñeca, queriendo alejar su mano de mi cuello para poder respirar bien, pero fue en vano.vsus dedos se cernieron más en mi piel.
-O eres mía o no eres de nadie. - masculló entre dientes.
Con los ojos entrecerrados capté su mirada, imposible de ignorar.
Enterré mis uñas en su mano, en un intento de contener mi irá.
Gil era un demonio, ¿Qué más esperaba de él? Ni siquiera me cuestionó, ni me permitió hablar. Él actuaba según sus instintos, sus creencias.
¿Arrepentirme de conocerlo? Lo puedo pensar, pero nunca lo haré. Porque Gil fue la persona que me permitió salir del pozo, conocer el mundo, un mundo que desea desaparecerme, pero que sigue aquí latente. Y por eso y más, yo dudo que alguien que vive en mi corazón sea capaz de matarme.
Solté su mano y abrí los ojos, enfocándolo.
- Tú decides - conseguí a articular, sentí el temblor de sus dedos vibrar en mi piel - Si seré tuya o de nadie. Tómalo o déjalo.
Dí una bocanada de aire profunda, mis pulmones se estaban quedando sin aire, fue en ese momento, que su mano se deslizó fuera de mi garganta hasta sujetar mi nuca y devorar mis labios con los suyos.
De inmediato, me aferré a él. Dejando que me manejará como un origami. Haciendo y deshaciendo de mí a su antojo.
Sus dedos se deslizaron por mi muslo, su voz ronca murmuraba promesas y su lengua de deslizó por mi boca. Me extendí debajo de él con una lujuria desesperada, colmada por la ansia de la carne. Yo me perdía en las pulsaciones doradas de sus ojos mientras el empujaba en mi interior, revolviendo mis emociones como un violento tornado.
- Renata... - mi pulso se aceleró por la deliciosa forma en que mi nombre de desenrolló de su lengua.
El deseo colmaba mi vientre, eléctrico y Vico. Tibio, tan tibio, tan caliente. Jadeé. Gruñó, mordisqueando mi labio antes de alejarse un poco. Su boca rozó mi mejilla, su mano se deslizó por mi nuca.
Tomó mis labios, mi boca, de modo que me robó el aliento, desahogando en enajenante deseo que habíamos reprimido.
Él me saqueaba. Sin restricción. Y yo lo consentía.
Por primera vez en mi vida, me descubrí rehén de mis sentidos.
Cada contacto era una promesa. Una delicia. Una cálida sensación.
Las palabras, las razones y la lógica no importaban.
Atrapada bajo su peso, di un ligero gemido mientras él desabrochaba el cordel. Ansiosa de más, él tomó mi pecho entre su palma, luego frotó mi pezón hinchado. Aguante la respiración y le enterré las uñas en la espalda.
En jugaba conmigo, me ponía a prueba, atormentando mis sentidos.
Cansado de sólo tocar, se arrimó más a mí, atrapando la carne anhelante en su boca y chupó.
Gemí roncamente, aumentando su autoridad sobre mí.
Mi cabeza daba vueltas mientras su boca húmeda y caliente, su lengua áspera, suscitaban ardorosas sensaciones que se concentraban en mi ingle, dónde me sentía caliente y húmeda. Él pareció saberlo, sus dedos largos, elegantes y expertos se deslizaron entre mis muslos y me acariciaron, haciéndome temblar.
Grité, echando la cabeza hacia atrás, al tiempo que sus dedos de resbalaran por la húmeda hendidura de mi entrepierna y lenta e inexorablemente, penetraban mi cuerpo.
Gil hundió sus dedos dentro de mí y los agitó. Los retiró para acariciarme de nuevo, palparme de nuevo para luego penetrarme.
Una y otra vez, Gil me llevó al límite, y en cada ocasión, la intensidad del deseo aumentaba y me desolaba la conciencia, la voluntad.
Obligando a abrir los ojos, entreví a Gil chupandome el seno mientras movió sus dedos dentro de mí.
Embelesada por su expresión insaciable, tomé su rostro para volver a besarlo.
Dejó de besarme para recorrer mi cuerpo con sus labios. Su lengua hurgó en mi ombligo, Gemí.
Bajó todavía más, obligándome a abrir las piernas para acomodarse entre ellas. Ardorosos besos con mordiscos y me retorcí, presa del doloroso placer. Con un ágil movimiento quitó mi tanga y desapareció su ropa de su turgente cuerpo.
Los labios de Gil resbalaron hacía el pliegue del muslo y la ingle, provocando que suspirara.
Lo qué hizo a continuación me obligó a sofocar un chillido; al sentir el roce de sus labios con mi vello púbico. Temblé de regocijo, entonces el posó sus labios sobre mi vulva. Su lengua lamió, mientras sus labios acariciaban y con cada contacto el fuego ardía.
Y me hice añicos. La tensión se liberó de golpe, dejándome temblorosa pero aún sedienta.
Abrí los ojos para ver a Gil alzarse sobre mí omnipotente.
- ¿Qué me has hecho mujer? Eres mi perdición.
Gil me miró de hito a hito. Me abrió las piernas y encajo sus caderas entre mis muslos. Noté la gruesa punta de su erección buscando y encontrando mi vulva; allí se detuvo, haciéndome estremecer.
Buscó mis labios y tomó mi boca con un lento, profundo y arrebatador beso.
- Te quiero... - empujó despacio, potente y firme, hundiéndose en mí.
Notó su anclaje perfecto dentro de mí, me tanteó, luego se retiró y empujó bruscamente.
Hice una mueca de dolor. El señor nepe me había ayudado a abrir camino pero no tanto.
Apretando los dientes y frenando sus impulsos, me dió tiempo para acostumbrarme a él.
- Estoy bien - murmuré apremiante cuando el dolor desminuyo.
Entonces él se apartó y empujó de nuevo, dándome a saber que este inmensurable placer no era un sueño, era real.
Me retorcí debajo de él, a medida en que el ritmo aumentaba inevitablemente. Me aferraba a su espalda, aletandolo a seguir.
Cada movimiento, cada contacto de nuestros cuerpos, se sentía cargado de sentimientos. Soltamos riendas y ambos nos deleitamos en el placer sin restricciónes.
Levanté las piernas, envolví sus caderas y lo metí más adentro.
Con un chillido ahogado, alcance un orgasmo demoledor. Y arrastré a mi pareja conmigo.
En ese instante, sentí como si acabará de entregarle mi alma.
Hola! Un cap más para ustedes. Espero les guste. Ya hacía falta algo hot en nuestros días. Espero les haya gustado. No se les olvide votar, comentar, y seguirme.
Besos y abrazos. Hasta pronto
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