Capítulo 31

Me paralice cuando dió un paso hacia mí.

Sus ojos me atrapaban dónde me encontraba y bloqueaba mi mente. Observé su rostro mallugado. Los moratones eran visibles en su rostro hinchado como pelota, sus labios aún escurrían sangre. Fue inevitable que no me doliera verle así, aunque yo tampoco estuviera en mis mejores días.

- Renata. Vámonos.

Su voz sonó como un eco. ¿Irnos? ¿Yo con él? La desconfianza me permitió volver en mí. No.

- ¿Para qué? ¿Ahora a quien vendiste mi cabeza? - gruní.

Hizo una nueva de dolor. ¿Te duelen mis palabras? A mí me dolió más tu traición.

- No. Te llevaré a un lugar seguro.

- Seguras mis nalgas. Vete de aquí.

Mascullé entre dientes. Miré alrededor buscando una salida, pero no sé dónde me encuentro.

Un lugar donde es posible todo, ¿Este es mi sueño?

- ¿Dónde estamos? - pregunté.

- En tu corazón, el lugar de donde provienen tus sueños.

Entonces todo esto es un sueño...nada de esto está ocurriendo realmente, ¿No?. Por lo tanto, el Gil que está frente a mi tampoco es real, es solo un invento de mi cabeza porque en realidad, yo quería que viniera a salvarme, a darme una explicación...

- Acércate.

Ordené, él no tardó en acatar mi petición. Frente a mi, toque su ojo hinchado y lo soñé sanado, de inmediato la herida desapareció. Sonreí y desee que sanará, trayendo de nuevo frente a mi la vitalidad fascinante de mi íncubo.

Si, esto definitivamente era un sueño, mí sueño. Y yo era dueña de todo aquí, incluso de él.

- Dime, ¿Ésto es real?

Mordí mi lengua, lo que en realidad quería preguntar era si "él" era real.

- Todo esto es tan real como tú lo desees.

Bien. Asentí. No entiendo nada, pero me agrada, me levanté del colchón hasta quedar a su altura, sin previo aviso, mi palma se estrelló contra su rostro. Lo mismo sucedió un par de veces, él no impidió ninguna.

- ¿Por qué? ¿Por qué me hiciste esto?

Solté un puñetazo antes de que contestará. Sentí mi sangre hervir recorriendo mis venas.

- Porque eso es lo que soy. Un vil demonio.

Fruncí los labios. Yo era una pervertida y no por eso ando violando a la gente. Aunque eso no tenía nada que ver, en realidad.
Solté otro golpe.

- Confíe en ti, yo... creí en mi enemigo. ¿Cuál es tu verdadero nombre, Daniel o Gil?

Abrió los ojos sorprendido. Si, lo sé, otras de tus mentiras descubierta.

- Y, ¿Realmente luces así?

Señalé su cabello oscuro cayendo suavemente sobre sus hombros y su piel clara como la leche. Era hermoso, pero mi corazón decía que no era real.

Con los ojos reflejando dolor, el íncubo cambió su aspecto ante mí. Ahogue un gemido en mi garganta al ver su verdadero aspecto.

Su cabello era mucho más largo que antes, más oscuro, llegaba por debajo de su cintura y sus ojos se volvieron más grandes, más fieros, y dorados como los de un depredador hambriento. Un aura oscuro lo rodeaba mientras su piel se volvía más morena, un color delicioso a la vista. Un deleite.
Su cuerpo en general fue el mismo; delgado y bien trabajado, un musculoso buenorro con nalgas de Kardashian.

- Mi nombre es Gil, ellos me "bautizaron" con el nombre de Daniel cuando me obligaron a trabajar para ellos. - bramó. Sus músculos se tensaron al recordar algo, supongo no fue fácil caer en su voluntad -. Soy Gil, Renata, en eso nunca te he mentido.

- Si, nunca me has mentido; eres igual de mentiroso y vil como me habías mencionado.

- Yo...lo siento.

Su cuerpo se curvó hasta quedar a mi altura. Me di cuenta que se había acercado a mi cuando sentí su frente recargarse en la mía.

- Yo más - fui capaz de pronunciar a pesar del de dolor que se había formado en mi garganta.
Te odio, Gil...
Es lo que deseaba decirle y acabar de una vez por todas con esto, pero me era imposible.

- El trato era encontrarte y llevarte hasta ellos a cambio de asegurar la vida de Jon. Decían que te necesitaban para abrir el portal que los llevaría hasta tu madre y que no te harían daño.

Suspiró, sus dedos agarraron mi cintura con fuerza, dejando marca en mi piel.

- Es mi trabajo; cazar, matar, secuestrar... todo sin arrepentimientos, pero contigo no puedo hacerlo sin que mi corazón duela. Tú eres especial, Renata.

Negué. Las lágrimas que había estado conteniendo hasta ahora comenzaron a deslizarse por mis mejillas, una tras otra, liberando mis sentimientos.

¿Qué creía que era? ¿Una adolescente ingenua que se va con el señor que le ofrece el dulce?

Cerré el puño y golpee su pecho con despecho.

- ¿Por qué no evitaste que me llevará? Me trató como una rata. - mis labios se fruncieron con dolor al recordar los golpes y humillaciones que estaba viviendo cuando despertaba.

- Yo no soy lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a ellos. Tuve que esperar hasta que entraras a tu corazón para poder rescatarte. Sé que será difícil confiar de nuevo en mí, pero al menos déjame ponerte a salvo.

Suplicó. Por primera vez su mirada dorada reflejaba tanta tristeza. Por todos los demonios, ¿qué clase de magia había efectuado en mi ese demonio?

- Yo vendí mi cabeza a cambió de la de Tina. Te pido que la salves, haré tiempo suficiente para que la pongas a salvo.

- No - exclamó casi como un grito ahogado. - No dejaré que te expongas más. Tu amiga estará bien, tiene a su perrito faldero.

- No cambiaré de opinión. Tina tiene que estar a salvo.

Negó, acercándose más a mi.

- ¿Me vas a venir con el cuento de qué te preocupas por mí? - rugí.

- ¿Por qué estaría aquí si no?

Touché. Porque te gustaba atormentarme.

- Iré, haré tiempo y tú podrás a salvó a Tina.

-No. Tú vienes conmigo, te pongo a salvó y dejamos a ti amiga en manos de su perrito faldero.

De repente, mientras nos enfrentabamos, él agarró mi brazo y me aventó sobre el colchón. Exclamé sorprendida.
Su rostro se mostró con una extraña combinación de súplica y amenaza.
Lo miré fuertemente. Su cuerpo precionaba firmemente contra el mío dejando aparentemente sin escape.

- Renata, irás conmigo.

No objeté. Tomé entre mis dedos el cabello de su nuca baja y lo acerqué a mis labios.

Qué molesto.

Moví mis labios, presionandolo a corresponderme. Cuando terminemos con esto, le mostraré quién es el dominante.
Fuerzo mi lengua entre sus labios, sintiendo el sabor de su boca.
Presioné mi cuerpo contra su entrepierna, apreciando su dureza.

Utilizando el poder de mi sueño, fui capaz de voltear la cara de la moneda, quedando está vez yo sobre él.

- Quieto - amenacé mientras acariciaba suavemente el bulto de su entrepierna con mi mano, mientras me inclinaba para lamer su cuello. Un gemido agradable y sensual surgió de sus labios. Por alguna razón, mis sentimientos se elevaron.

- ¿Qué te gustaría que te hiciera? - susurré perversamente al oído. Agite su oreja con mi lengua. Con la única intención de derrotar al ser que había logrado obtener tanto poder sobre mi, al grado de desearlo a pesar de su traición.

- ¿Qué te gustaría hacerme? - sonrió. Esa maldita sonrisa. Mi carácter inquebrantable fue estimulado.

Rápidamente nuestra ropa quedó fue del panorama. Me erice al sentir su piel contra la mía. Sus dedos se aferraron a la piel de mi cadera cuando comencé a moverme rítmicamente contra su erección. Gimió fuertemente, movía sus caderas buscando fundirse en mi, pero yo elevaba las caderas evitandolo.

- A mi me gustaría hacerte sufrir...- es lo mínimo que se merece. Incliné mi cuerpo sobre él para lamer sus tetillas. Tembló bajo mí.

- Renata...

Mis manos aterciopelaron su pecho, remarcando cada músculo, cada llaga. Nuestras caderas seguieron en el juego de escape por varios minutos, hasta que, consiguió meter la punta haciéndome temblar. Rápidamente me alejé, pero su dureza turgente ya había encontrado el camino dentro de mi, por lo que, cuando baje la cadera de nuevo, me encontré con él.

- Te tengo. - con una mirada y sonrisa triunfante, elevó las caderas mientras bajaba las mías para profundizar nuestra unión. Me aferré a sus cuerpo, enterrando mis uñas en sus hombros con la misma potencia con la que él se fundió en mí.

- ¡Oh, joder, Gil! - rugí cuando comenzó a moverse dentro de mí. Suave y despacio, disfrutando el momento entre nosotros. Mientras él marcaba el ritmo, yo disfrutaba el calor de su cuerpo.

- Yo no podría vivir sin esto, Renata.

Su voz sonó suave y afectuosa. Asentí. Eso era obvio, él era un íncubo, vivía de mi energía sexual. Mi pecho se estrujó, yo quería más.

- ¿De verdad me aprecias, Gil? ¿O es otra más de tus mentiras? Mmm... - logré articular entre gemidos.

Sus ojos dorados se iluminaron con una luz amenazadora, y sin previo aviso se incrustó fuertemente dentro de mi, haciendo que me estremezca de placer.

- No te apreció. - gruñó, tomando mi cuerpo para colocarme bajo él. Sus acometidas dejaron de ser lentas para volverse rápidas y concisas. Con lágrimas en los ojos, me sujete a su espalda, más no sabía si lloraba de dolor por sus palabras o por el inmenso placer que se acumulaba en mi cuerpo.

- Yo te amo, mujer tonta.

Cantó mientras su cuerpo se desahogaba en el mío. Mi cuerpo se tensó como una cuerda, mi mente en blanco y un sentimiento de liberación. Ahora entendía la famosa expresión "te haré ver estrellas". Mi visión estaba borrosa, sin embargo lograba ver su sensual rostro invadido por el placer.

Aún con sus palabras resonando en mi corazón, me abandoné al momento.

Mientras mi respiración se normalizaba. Cerré los ojos, sintiendo que caía al vacío. Me asusté y me aferré a Gil.

- ¿Qué está pasando?

- Abriste un portal. Aferrate, no sé a dónde nos llevará. - asentí. Joder, ¿Por qué se tenía que abrir uno en este momento?


Hola!

Jo, Jo, escribiendo escenas así en el trabajo. Que creisy, o como de escriba.

Mi mishi no ha vuelto a escapar, pero no me deja levantarme de la cama, así que gracias a él, tenemos capítulo nuevo y todo gracias a ¡El mishi dormilón!

Les presento al mishi:

Y a su hermano el unicornio.

¡Los veo pronto! No olviden comentar, votar y seguirme! Besos y abrazos.

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