Capítulo 24

-¡Renata! ¡Van, ayúdame a buscar a Renata!

Los gritos de mi madre hacían eco bajo los escombros de madera mohosa del viejo granero. Se escuchaba desesperada, era raro escucharla así, sobre todo cuando ella siempre tenía una voz dulce.

-Rebe, debe estar escondiéndose como siempre. No te preocupes. -en definitiva esa era la voz de papá, siempre tan sereno. Pero, ¿por qué decía eso? Yo siempre fui muy tranquila, es más, los policías cada vez que me encontraban en la calle me llevaban a casa o a la delegación cuando llegaba a romper algo.

-No, ella está herida, lo presiento.

-Siendo así, hay que apresurarnos.

Escuché como ambos empezaron a correr en direcciones distintas. Papá siempre escuchaba a mamá sin refutar cada vez que decía "lo presiento" Al parecer ella nunca se equivocaba cuando decía eso.

Y creo que tenía razón, está vez, como siempre, acertó. Yo me encontraba bajo los escombros de un olvidado Granero tras la casa, que se había caído mientras trataba de esconderme de mamá para que no me bañara.

Observé mi pierna bañada en sangre, ahora si la había liado. Mi pierna derecha parecía estar en una posición muy extraña.

-¿Ya la encontraron? -Leo entró en escena, mi yo de casi cinco años salió del shock pros-traumático al escucharlo y comencé a gritar el nombre del mejor amigo de papá con desesperación.

No tardaron en dar conmigo. La primera que vi cuando me sacaron debajo de los escombros fue a mamá... Una frágil mujer de cabellos dorados, pero su rostro... No tenía rostro, yo no recordaba la cara de la mujer que me dio la vida.

-Todo está bien, Nat, tranquila, mamá está aquí a tu lado como siempre.

La miré atentamente. Mentirosa. Mentía, ella se iba a ir de mi lado...




Abrí los ojos. La luz roja del lugar me hizo saber que todo eso fue un sueño. Traté de levantarme, pero todo mi cuerpo sufrió ante esa acción.

Las imágenes del ogro golpéandome me llenaron de rabia. Observé a mi alrededor con cautela, estaba sola en una habitación diferente a la de Gil, parecía más elaborada con decoraciones algo satánicas y muebles más elegantes. La cama sobre la que estaba acostada tenía un excelente colchón y unas sábanas suaves. ¿Acaso estaba en el cielo?

-Sobrevivirá, pero los humanos son demasiado frágiles.

-Lo son, y por eso debí cuidarla más. -esa era la voz de Gil, estaba con alguien que no conocia. Y esperaba que no me lo presentará, sus amigos estaban demasiado locos.

-Confiabas en Julián, no esperabas eso de él.

Hubo un silencio neutral.

-Y la chica tiene carácter, cuando llegamos el maestro ya no tenía un ojo y su pierna estaba bastante herida. Cualquier otra se hubiera paralizado.

-Si, lo que tiene de valiente lo tiene de idiota. -comentó Gil, no sé porque tuvo que decir eso. -Voy a verla.

-Sáludala por mi. Estoy seguro que no quiere ver más amigos tuyos.

Y cuánta razón tenia. Es más, no quería ver siquiera a Gil. Escuché el chirrido irritante de la oxidada puerta al abrirse, la luz de fondo enmarcó su sombra, dándole una apariencia tenebrosa.

Me removí incómoda, causándome mucho dolor. Me queje levemente, pero el íncubo fue capaz de escuchar, y su voluminoso cuerpo cerró la puerta y corrió hacia mi.

-Renata, ¿estás bien?

Observé pasmada sus hermosos ojos.

No, no estaba bien, ¿acaso no era obvio? Fui apaleada por un ogro celoso, seguramente iba a estar bien. Pensé con ironía, más no dije nada.
Sólo me mantuve allí, observando su rostro, ese rostro embustero, esos ojos espeluznantes.

Por primera vez, desde que lo conocí, Gil me dio miedo. Me asustan sus secretos.

-Supongo que he estado mejor.

Sonrió ante mi respuesta, aliviado, y su mano rozó mi mejilla como lo haría un amante. Haciéndome suspirar.

-Lamento lo que sucedió.

Asentí. Sus cejas se fruncieron ante mi comportamiento, era obvio el recelo que inconscientemente había nacido en mi. Ladee la cabeza para alejar su mano de mi rostro, ahogue un quejido de nuevo.

-Debe dolerte mucho. Déjame curarte un poco.

Su voz angustiada llegó a mi, pero no lo miré hasta que sentí su cuerpo sobre el mío.

-¿Qué haces?

-Voy a darte un poco de mi energía vital para que sabes más rápido. ¿Recuerdas como hago eso?

Oh, si. Y la idea no me agradaba.

-Qué conveniente para ti, ¿no?

Lo dije sin pensar, pero no pareció ofenderle. Al contrario, con una mueca ladina, se acercó a mi clavícula para besarme con sus labios y acariciar mi piel con su lengua.

-En efecto. Mientras tenga la posibilidad de poseerte lo haré. Sin duda, sin arrepentimientos quiero adorarte entera, poro por poro, célula por célula

Susurró contra mi cuello, sus mimos fueron descendiendo por mis hombros.

Suspire.

Mentiroso. Maldito embustero. No era cierto.

-¿No suena bien? Tú sólo tienes que cerrar los ojos y soñar. -sus manos sobaron con cuidado mis caderas. Dejando huellas de su calor por mi cuerpo.-Soñar con nosotros y con las infinitas posibilidades que puedo hacerte.

Trató de besarme, pero ladeé el rostro. Se alejó de mi para observarme bastante desconcertado. Su cara parecía una "O" perfecta. En parte, me dio risa ver su estupefacción, supongo que para un íncubo ser rechazado era una novedad.

-¿Renata?-sin bajarse de encima mio, busco mi mirada. Me arrepentí al confrontar sus ojos voraces: dos hermosas joyas doradas que se perdían en un infinito desconcertante de emociones.

" A tu madre no le basto llevarse a Jon".

Eso es lo que había dicho Julián cuando me atacó. Y sus sentimientos no parecían falsos, no, él hablaba porque sabía algo, algo que todo este tiempo Gil me ha ocultado.

-¿Por qué?-tragué con dificultad, me costaba trabajo articular palabras- ¿Por qué no me dijiste que la mujer con la que se escapó tu hermano era mi madre?

Los ojos de Gil se abrieron mucho y su rostro tenía un gesto de incredulidad. Pasaron los minutos en silencio, sin que dijera nada, sin parpadear, sin excusas, dándole a mi imaginación la oportunidad de formular teorías, una cada vez más absurda que la otra.

-¿Cuál era el plan? ¿Te acercaste a mí creyendo que yo podría saber donde esta mi madre? Creo que ya lo sabes, y lamento decepcionarte pero, no supe nada de ella hasta ahora. O es que acaso ¿Querías tomarme de rehén? No servirá de nada, me engatusaste bastante bien, la prueba es que estoy aquí hablando contigo, pero dudo mucho que a Rebeca le importe mucho eso.-por primera vez en mi vida, referí a mi madre por su nombre.

Ahora el íncubo me lanzó unos ojos abiertos y suplicantes.

-Renata, las cosas no son así. En realidad cuando te encontre no sabia quien eras, o en realidad, yo pensaba que eras Rebeca. Tu alma, tu esencia es muy similar a la de ella.-contraje los labios, sintiendo un nudo en el pecho.

Oir eso de él fue un buen golpe, doloroso y eficaz. Odiaba que me compararan con ella; Rebeca y yo éramos diferentes, tanto en carácter como en físico, pero aun así papá lograba sacar similitudes entre ambas para odiarme más, al igual que la abuela y su desprecio hacia mi madre o inclusive Leo me miraba añorandola, haciéndome sentir como su reemplazo. Por su culpa yo sufrí el odio que ella merecía por sus desdeñosas decisiones, las consecuencias de su narcisismo y por eso la odiaba, me odiaba por ser parecida a ella.

-Entonces, si te diste cuenta que yo no era Rebeca, ¿por qué seguiste a mi lado? ¿Estabas desesperado por un poco de alimento? ¿O estabas cómodo obteniendo tu buffet personal? Joder, Gil, ¿qué es lo que querías de mí?-me sentí acechada por una infinita tristeza,enojo y dolor. Sin embargo, no me atreví a reprocharle, no, porque desde el principio él fue claro conmigo y me dijo que tenía secretos que no podía revelarme, pero ahora que conocía uno de ellos, necesitaba explicaciones, respuestas.

Por fin se levantó de mí, sólo para sentarse sobre mis caderas y pasar desesperado sus dedos entre sus cabellos.

-No lo sé, al principio fuiste tan deliciosa, tus sueños tan exquisitos. Debo admitir que eras un excelente alimento, luego te conocí y eras la chica más fuerte y pervertida que conocí en varios siglos. Y hace poco até cabos y supe que, para el colmo, eras hija de Rebeca.

-¿Para el colmo?-arquee una ceja escéptica.-Eso suena a que hay algo más detrás de nuestro "casual" encuentro.

-Lo hay, pero eso es cosa del pasado y las cosas han cambiado desde que te conocí, así que no debes de darle importancia. -confesó. Se acomodó incómodo sobre mis caderas, haciéndome gritar de dolor.

Se disculpó de inmediato. Quise maldecirlo, pero me había dejado sin aliento. Ese ogro hijo de fruta de verdad me jodio.

-¿Podemos dejar esta charla para otro día?-exclamó, entornando los ojos. Luego, con mucho cuidado de no tocarme, se volvió a posar encima de mi, apoyando su peso en sus antebrazos.-Ahora, sólo déjame curarte. Me duele verte así.

Su voz se hizo más baja y cantarína mientras descendía su boca hacia la mía.
Jadee, apretándome contra sus labios.

Otra vez, él había conseguido dejarme expuesta, bajo el cálido roce de sus dedos. Cada caricia era un rastro, que dejaba su marca ardiente en mi piel; me tomó bajo su voluntad y yo cedí ante él, ansiosa y hambrienta. Gil había conseguido tejer una tela de deseo a nuestro alrededor, entrelazando hebras de lujuria y los comienzos delicados de una emoción más profunda e impronunciable.

-Renata...

Mi nombre hizo eco en sus labios como un rezo. Mis ojos se abrieron pestañeando para mirar los suyos entrecerrados y dorados en la luz opaca que existía en el dormitorio. Algo en su rostro, incertidumbre, tal vez, miedo, pero fue remplazado por un semblante mucho mas primitivo.

-Shhh...-no quería palabras, nada que destruyera la burbuja frágil de dicha despreocupada formada a nuestro alrededor.

Sonrió en tendiendo. Mis pulmones se llenaron del olor a lluvia de su cabello de medianoche. Su mano libre siguió recorriendo mi piel como si se tratara de un lienzo, haciendo pausas para frotar un pecho o dar pinceladas a la curva de mi cadera, siguiendo la longitud de mi muslo. Me estiré para retorcer sus mechones de seda alrededor de mis dedos, y vi como su expresión cambiaba a una vez más. Tiré con ternura de un rizo, mis labios ya estaban separados esperandolo con ansias.

Me mordisqueó la quijada con suavidad y me dio lo que quería, su lengua lamia a profundidad. Se irguió hacia atrás, el oro chispeó en su ojos y mi cuerpo se sintió ligero. Ahora el dolor parecía desaparecer de mi plano, ahora ya nos encontrábamos en el sueño eterno.

-No tendré piedad.

Sonreí, sintiendo que volvía a nacer.

-No te la estaba pidiendo.

Contrajo la boca. Jadeó, sus manos capturaron las mías y me presionó contra la cama. Mis piernas se enlazaron alrededor de su cadera. Se hundió en mí y me ericé al encontrarlo, cadera contra vientre. La presión en mis muñecas se relajó, las libere para enredarlas en su cuello, engachándome en la caída sedosa de su cabello.

-Ahora.-susurré jalándolo hacia mí.-¡Ahora!

Me penetró con un grito. Me aferré a él. Sus manos fueron hacia abajo, los dedos se incrustaban en mi carne, esparciéndose. Por un momento, floté en los límites de la inconsciencia. Atrapada bajo él, mi cuerpo empezó a tensarse familiarmente.

-Renata...-mi nombre repercutió entre los dos como una plegaria y yo respondí a ella con un gemido, cayendo al precipicio otra vez. El placer me inundó, vibrando a través de la médula de mis huesos, y me pedí en él. La cama rechinaba bajo nuestro peso, la cabecera golpeó la pared con un ruido sordo mientras él se movía con velocidad. Se tensó y un gruñido seco se escapó de su pecho. Yo latía, atrapando cada segundo de temblor de su cuerpo cuando se descargó en el mío.

Adolorida e irritada, me disolví a su alrededor. Su respiración se acompasó con la mía. Con un suave suspiró, su boca rozó la mía una vez más deslizándose de mi cuerpo y rodando a un razo. Me estremecí; cada nervio bajo mi piel seguía ardiendo. Se enredó en mi cuerpo, con una mano jaló la sábana para envolvernos en ella, con la otra hacía pequeños círculos sobre mi hombro.

Recargada en su pecho me maldije, lo maldije. Por todos los demonios, yo ya era incapaz de escapar de él, de su mundo engañoso.

Yo ya era presa de sus pecados, y estaba dispuesta a arder en el infierno por él, aun si eso significaba perderme a mi misma.

¡Hola! ¿Cómo están?

Jo, jo, que emoción estar aquí después de un tiempo.

Ahora, ¿Creen que Renta hizo bien en ya no interrogar más al íncubo? Por mi parte, yo no hubiera sido capaz de enojarme con él, no, no, o al menos si, para que nos reconciliaremos en mi cama, durmiendo por su puesto. Xd

J, ja, ja, hubo un problema anoche, al parecer publique el capitulo, pero luego no aparec+ia, si querías leernos aparecía como error. Pero ya lo corregí, lamento las molestias.

Sin más, me despido, les mando besos y ¡Feliz dá de muertos! Desde México

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top