Capitulo 15
Enredé mis brazos alrededor de su cuello para no caer, mis sentidos se inundaron con su aroma; un aroma hechizante combinado con el olor de la tierra. Suspiré sintiéndolo cerca de mí.
Mis piernas estaban temblorosas por culpa de Gil y sus repentinos ataques oníricos, pero sobre todo mi mente había estado vagando en lo que me había contado.
Un mundo alterno: lleno de fantasía, seres mitológicos y magia. Me sentiría más tranquila si no le hubiera creído a la primera, pero al parecer me he vuelto muy ingenua.
—¿A dónde vamos?
Pregunte. Gil solo soltó un bufido, dándome a saber que al lugar donde íbamos no era de su agrado. Me imagino que clase de lugar era para hacerlo sonar tan hastiado.
—A la casa de un amigo, ya lo conocerás. Él vive a las afueras de la ciudad por cuestiones de trabajo. —señalo, su tono de voz me indico que no siguiera indagando, pero eso me motivaba a hacerlo.
—Trabajo, hace tiempo mencionaste que eras un mercenario. ¿Qué haces en ese trabajo? —su espalda se tensó, creí que me dejaría caer de pompas al suelo, pero siguió caminando con un aura taciturna. —Gil...
—Un asesino. Soy un asesino, me encargo de los trabajos sucios del mundo de los demonios.
Me estremecí, y no por la confesión, sino por el pesar de sus palabras. O tal vez, aunque no lo quisiera admitir, esa faceta de él me asustaba, me hacía ver lo verdaderamente oscuro que era en realidad.
Guardé silencio mientras abría camino entre un par de árboles. Un asesino...
—Mis padres fueron asesinados cuando éramos pequeños, Jon y yo sobrevivimos en los barrios bajos por cuenta propia, obviamente encontramos refugio en malas compañías. —comenzó a hablar sin pedírselo, como si tratará de justificarse por temor a ser juzgado. —El mundo de los demonios es vil, imagínate para dos huérfanos. Jon me enseñó lo que el aprendió de los mejores mercenarios. Lo superé, mataba a quien me fuera encargado y me hacía cargo de los trabajos más sucios de mi mundo, obviamente — hizo una mueca de hastió. —hasta los mejores se equivocan, me confié y las hadas me atraparon.
—¿Las hadas? —ladeé la cabeza tratando de ver su semblante, pero solo logré visualizar sus finos rasgos bañados por hilos de luz plateada.
—Ellas son la máxima autoridad. Son las encargadas de mantener el control de todos los mundos, esparcir justicia y paz. Aunque su sentido de la justicia sea toda una mierda.
Asentí, y en ese momento una duda cruzo por mi mente.
—¿Y por qué las hadas? Digo, no me quejo, pero, ¿por qué no lidera un licántropo, un vampiro o un demonio? Creo que sería más genial si un íncubo fuera el gobernante y llenara el mundo con orgasmos y fantasías sexuales cumplidas.
Termine de decir sintiéndome ridícula ante mi queja, pero era lógico que quisiera un futuro mejor para todos. Es más, tal vez me postule para presidenta y promueva esta idea.
Hubo silencio por un breve instante hasta que Gil estalló en intensas carcajadas. Sentí su cuerpo vibrar ante la fuerza de su risa. Era de esas risas tan sinceras que no tarde en contagiarme.
—¿Cómo puedes ser tan tonta? Estaba contándote algo serio de mi vida, Renata, diciéndote lo malo que soy, y tú le quitaste toda la seriedad, convirtiéndolo en lago insignificante.
—Supongo, y a lo mejor es que tú lo consideras mucho más grave de lo que es. Y es que no eres el único que ha hecho cosas malas. Yo, por ejemplo; me orinaba a propósito en la cama de mi madrastra y combinaba su shampoo con mayonesa y colorantes. ¡Cierto, también he deseado verla muerta durante toda mi vida!
—Desear matar a alguien y matarlo son cosas diferentes, Renata, muy diferentes.
—Pero tú me has enseñado que entre soñar a follar y follar de verdad no hay mucha diferencia. —señalé, acariciando la curvatura de su cuello en el que pequeñas gotas de sudor resbalaban por su piel.
—Oh, querida, claro que la hay. Yo recreo tus sueños, fantasías, que por cierto son muy placenteros, pero lejos de la realidad. La realidad es otra y en la mayoría de los encuentros sexuales el placer solo es para el sexo masculino. ¿Por qué crees que es mejor que sigas siendo virgen?
—¿Por tu ego inmaculable?
Negó con una sonrisa divertida.
—No. El sexo no es como te lo pintan, los videos porno que ves están lejos de la realidad.
—¡Yo no veo porno! —exclamé sonrojándome.
—¿Y el historial de búsqueda?
Touché.
—Es un virus... — apretó mi muslo entre sus dedos acusadoramente. —Ok, ok, veo porno y si, sé que no es real, por eso todos los que aparecen ahí son "actores porno"
—Exacto. No todo es placer y orgasmos de cascada, en realidad existen muchos tropiezos. La mujer es un ser delicado que necesita de atenciones y cuidados, y la mayoría de los hombres no buscan complacerlas. Creen que con el puro coito ellas disfrutan y no es así, ellas son arte que pocos hombres saben manejar.
Sonreí recargándome sobre su hombro. Si bien ya sabía todo eso, oírlo por él me hacía ver lo especial que este íncubo era. No por ser un adonis moja bragas, había olvidado la parte importante: el sexo es de dos.
—Hemos llegado.
Su andar se detuvo. En efecto, frente a nosotros había una cabaña de dos pisos bastante lujosa. La madera de robe y las ventanas blindadas. Era muy bonita, bastante espaciosa y elegante, pero tenía un aspecto de fatuidad, era muy sosa para llamar la atención.
Lo que más me llamo la atención fueron los gigantescos arboles rodeándola y las enredaderas sirviéndoles de nido a varios animales, aprecia ser ya parte de la fauna.
Gil me bajó, luego se acercó con mucha decisión a patear la puerta abriéndola de golpe.
—¡Eh, imbécil!
—¡¿Qué quieres troglodita?! —una voz más suave que la de Gil habló tras el mostrador, y de allí salió un hermoso hombre desnudo; sus rizos rubios aun mantenían gotas de humedad y su piel blanca como la leche parecía realmente apetitosa y su miembro... oh, Dios, ese hombre no tenía nada que envidiar a Gil; así que, en resumen, ese hombre también era un íncubo. Un hermoso demonio.
—Quisiera que fueras sol para darme todo el día, papasito.
—¡Renata! —Gil me dio una nalgada, como reprendiéndome. Obviamente estaba enojado por mi osadía.
—Joder, ¿lo dije o lo pensé?
—Lo dijiste querida, pero, aunque no soy sol, yo si te daría todo el día. —el hombre desnudo, aun de nombre desconocido, se acercó a mí con una lentitud deliciosa. Cada segunda hacia aumentar mi ritmo cardiaco, haciendo que sus músculos se moviesen al compás de sus pasos. Me deleite por unos segundos con su candencia y el movimiento de lo que había entre sus piernas, con su dulce piel y sensual rostro. Sinceramente, la oferta parecía tentadora, hasta parecía que le habían puesto un moño para mí, empacado y listo para llevar.
Comencé a imaginar cómo se vería cierta parte de su cuerpo cuando la sangre se concentrará ahí. Suculento. Pero como todo en esta vida tiene que acabar, mis fantasías se vieron interrumpidas por un enojado Gil.
—Brand, será mejor que dejes de insinuártele, esta idiota es mía. —gruñó, terminando con cualquier rastro de coquetería entre Brand y yo.
Me mantuve en mi lugar gratamente sorprendida. Acaso, esos... ¿eran celos? bien, eso era fantástico, ya era justo que, por una vez, él fuera el que sintiera celos.
—Ni soy tuya ni una idiota. —sisaneé dando un paso hacia Brand. Jo, este peligro era divertido. Eché mis cabellos castaños hacia mi espalda, Brand me lanzó una mirada cómplice. —Brand, ¿Cuándo me darás? —Gil exclamó sorprendió... —un saludo. —estiré mi mano para saludarlo formalmente, el amigo de Gil hizo lo mismo, pero antes de poder tocarnos para saludarnos, Gil jalo de mi mano y me tiró a su pecho.
—Oh, eres mía y si eres una idiota. ¿cómo se te ocurre tocar a un íncubo, así como así? Él podría absorber tus sueños y el único que puede hacer eso soy yo. —murmuró contra mi oído, volteé a ver a Brand con recelo; la cara de ángel del amigo de Gil se transformó con una sonrisa ladina. Mierda, cierto que los más guapos son los más peligrosos. Y yo estaba rodeada de dos hermosos demonios.
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