Capítulo 3: Amigos. (2/2)
Al finalizar la comida me enteré en que clase iba cada muchacho, que eran becados, y cuantos años tenían. De Lorena ya sabía que estaba en segundo grado, con diecinueve años apenas cumplidos, al igual que Ángela, que en un mes se emparejaría de edad con Lorena, aunque no estaban en la misma carrera, Ángela estaba en la sección de danza y Lorena en fotografía. De los muchachos supe que, tanto Walter como Riverita y Alejandro iban en el tercer año, siendo Riverita el mayor de los tres, con veinte años y medio, Alejandro tenia diecinueve al igual que Walter, yo era la que iba en el curso más bajo, y era la de menor edad también, con mis dieciocho años.
La plática se alargó cuando ya habíamos terminado de comer, los muchachos conversaban jubilosos sobre los cambios que habían ocurrido con los docentes de la escuela, cambios de los que yo no sabía nada, pues había ocurrido antes de mi llegada.
—Pues sí—decía Alejandro, articulando con viveza con las manos, en respuesta a una pregunta hecha por Riverita—Fue una estupidez que dejaran ir al profe Gutiérrez, fue un imbécil el que lo decidió.
—Creí que el profe te caía mal—comentó Riverita, mientras hacía sonar los hielos en el interior del vaso vacío de cristal al girarlo entre sus manos.
—Que no me caiga bien no significa que no sepa lo que hace, es una mierda, sí, pero es la clase de profes que necesitamos para ser los mejores.
Walter soltó una risita. Se encontraba con el codo sobre la mesa y sostenía con languidez su mejilla para ver a Alejandro.
—A mí sí me cae bien el profe nuevo—comentó Walter, luego de un momento, y Ángela lo apoyó con un asentamiento de cabeza.
—A ti te gustan todos los putos maestros nuevos —refunfuñó Alejandro, lanzándole una mirada de desagrado.
Y con aquella respuesta no pude evitar reír un poco yo también, ese chico tenía que usar por regla general una mala palabra en todas sus oraciones.
Mientras ellos seguían debatiendo sobre los cambios que habían sufrido luego de regresar de las vacaciones el mesero vino y preguntó si se nos ofrecía algo más, pero nadie le prestó atención, más que yo.
—¿Puede traerme café, por favor? —pregunté. Un poco de café siempre iba bien, cuando fuera y donde fuera, además los muchachos estaban tan enfrascados en la conversación, que tardarían lo suficiente como para que pudiera disfrutar de mi bebida.
Cuando mi café llegó, Riverita le dedicó una miradita.
—¿Café a ésta hora?—preguntó en un susurro, y se inclinó a mi lado.
Asentí, llevándome la taza de color azul oscuro a los labios, y le propiné un ligero sorbo.
—Sí—medio sonreí—Me gusta mucho el café.
Él me volvió a sonreír, nos quedamos mirando las caras, mientras yo seguía dándole pequeños sorbos a mi café, que estaba delicioso, casi tanto como sus ojos, e igual de cálido, en el punto exacto para no quemarme, y no tan frío para disgustarme. Mi madre decía que el café frío era un crimen y yo le creía.
Estaba a punto de decirle algo a Riverita, cualquier tontería para que dejara de mirarme como lo estaba haciendo, porque sus ojos quemaban más que cualquier cosa, cuando de pronto Walter nos distrajo.
—¡En la madre —exclamó, al tiempo que se ponía de pie —son las cinco!
—¡Mierda! La clase ya empezó. —Se levantó también Alejandro, intentando salir de donde se encontraba atrapado entre Ángela y la pared —¡Ángela, quítate! —exclamó cuando se fastidió de intentar pasar por el frente de esta, entre la mesa y sus piernas.
Ambos emprendieron la retirada entonces, apenas despidiéndose con un gesto rápido de la mano y una mueca de disculpas. Riverita me miró.
—¿Tienes clases también? —Preguntó, y luego miró a Ángela y a Lorena —¿y ustedes?
—Ay, yo sí —se quejó Ángela, poniendo una mueca de desagrado—pero no correré por eso.
Lorena sonrió.
—Pero bueno—continuó Ángela—ya me voy.
—Creo que voy contigo, —comentó Lorena poniéndose de pie con desgana.
Ambas salieron con rapidez pero no tanta como lo habían hecho Alejandro y Walter, parecía importarles llegar, no a tiempo, solo llegar.
Riverita y yo nos quedamos solos cuando ellas se fueron, pero tan solo estuvimos ahí un momento más, el necesario para tomar mi café sin prisa y luego también nos levantamos, nos dirigimos hacia el mostrador del lugar, ya que nuestro mesero no se veía por ningún lado, para pagar nuestras cuentas pero descubrimos que ya estaban pagadas.
—¿Disculpa? —pregunté a la muchacha que estaba tras el mostrador en donde se veían pasteles de crema y tartas de frutas, ella se encontraba detrás de una caja registradora, con un delantal en donde se leía el nombre del lugar.
—La cuenta de su mesa ya está pagada—repitió ella, sin mucho ánimo.
—Seguro fue Alejandro, —me dijo Riverita, sin darle importancia —vamos—y me rozó el antebrazo para que nos echáramos a andar.
Salimos del lugar y caminamos sin prisa por la banqueta, que ya no se encontraba atestada de personas apuradas y molestas, bebía ser porque todas ellas ya habían llegado a casa o ya habían comido y ahora estaban de vuelta en sus cubículos trabajando. Riverita caminaba con las manos metidas en los bolsillos delanteros del pantalón, con la cabeza alta y la mirada al frente, feliz con el mundo, aunque de vez en cuando me enviaba una que otra miradita.
—¿Alejandro es tu hermano? —pregunté entonces, justo en una de esas veces en que me miraba.
Él asintió con una sonrisa, desviando su mirada café lejos de mí.
—Sí.
Y luego ya no le pregunté nada, solo continuamos en silencio, un silencio que por alguna razón no resultaba incómodo, pues no nos apetecía decir nada, sólo callar, no aparentar algo que no éramos. Y eso me gustaba.
Al llegar a la escuela nos habíamos tardado lo suficiente como para que ya hubiese comenzado la clase siguiente, por lo que me detuve enfrente del edificio A, a donde tendría que ir.
—Tengo clase por allá —dije, me detuve y señalé con el pulgar al edificio tras de mí. —Así que me tengo que ir.
Riverita asintió, con una diminuta sonrisa, que parecía ocultar un ligero disgusto.
—Ya me voy—continué.
—Ok—aceptó él, asintió y retrocedió un paso. —Yo también tengo una clase que está por empezar.
—Bueno —dije, asintiendo, al tiempo que me encaminaba a mi clase. —Fue un gusto conocerlos a todos, a Walter, a Alejandro y a ti.
Él sintió otra vez, con lo que di por terminada nuestra conversación y me eché acorrer a mi clase, cuando de pronto Riverita me llamó.
—¡Gracias! —exclamó, desde donde se encontraba, que en realidad no era tan lejos de mí. Fruncí el entrecejo y regresé los pasos que había dado, él hizo lo mismo, parecía inquieto.
—¿Por qué? —pregunté, mientras tiraba de las cintas de mi mochila hacia el frente y la ceñía más a mi espalda.
—Por ayudarme —contestó.
El gesto de interrogación se hizo más pronunciado en mi rostro, a lo que él respondió levantando la mano. Me mostró el dorso de ella, justo el costado del dedo índice en donde podía apreciarse con claridad una larga línea de color rosa, un rosa muy encendido, del color en que se ponían las cicatrices cuando estaban sanando, justo antes de tornarse blancuzcas para siempre. Y en ese momento recordé de dónde lo conocía, sí lo había visto antes, y por eso se me hacía familiar, sólo que era tan distinto de aquella vez. Para reconocerlo hacía falta que su cabello estuviera más largo y con rastas en él, que su barba estuviera tan desarreglada con en aquella ocasión, y ponerle unas gruesas gafas de montura café, eso era todo lo que no tenía, y por ello no lo había reconocido hasta ese momento.
—¿Tú eres el de ese día? —pregunté en un susurro. —¿Diego?
—Sí—sonrió él. —hola, Ingrid.
N/A
Creo que la primera parte del capítulo no tiene lo necesario para figurar como parte única, pero si lo imaginan en conjunto con éste, la magia surge. 🌌 🌌 (Que mamona soné) Pero bueno, espero que lo hayan disfrutado, a estos seis los verán mucho en toda la novela, tendrán sus altas y sus bajas, como todos, espero que sepan perdonarlos.
Este capitulo va dedicado a mi amiga Mirsa-salazar, se le dedico porque ella escribe cosas maravillosas, cosas que me encantaría poder escribir, y porque pinta con el alma, como más adelante les mostrara Riverita.
Besos y abrazos, que es justo lo que yo necesito ahora, los votos son besos, y los comentarios abrazos. Espero que haya mucho amor por acá. 💖💖
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