** 25 **
Elisa caminaba por delante de Caliel llevándolo de la mano y abriéndose paso entre escombros y personas que iban corriendo desesperadas de un lado al otro. Estaba asustada, no sabía para dónde ir, ni siquiera podía reconocer dónde se encontraban, todo lo que ella conocía había cambiado de un segundo al otro, de hecho todo en su vida estaba así mismo como su ciudad: destruida.
Caliel iba observando absorto ese caos que reinaba en la ciudad, la gente corría, gritaba, lloraba, había personas heridas, algunas ayudaban y otras simplemente pasaban de largo intentando salvaguardar sus propias vidas.
—¿Qué sucede? —cuestionó a Elisa deteniéndose en medio de lo que hasta hacía pocos días era una plaza.
—Hubo un terremoto, debemos buscar un refugio, Caliel. No podemos detenernos, no es seguro, pueden haber más réplicas —explicó la chica estirando un poco de la mano del joven para que volviera a caminar. Caliel la siguió sin terminar de entender pero volviendo a sentir esa especie de angustia que apretaba en su pecho.
Elisa se detuvo frente a un sitio de donde entraban y salían personas, era una escuela que según le habían dicho unos bomberos —que estaban trabajando en los escombros de un edificio hacía unas cuadras atrás—, estaba siendo utilizada como refugio temporal. Allí hallarían alimento y agua y podrían descansar.
La ciudad estaba prácticamente a oscuras y una sensación desagradable de frío se colaba hasta los huesos. Pero no se trataba del clima, puesto que estaba caluroso, se trataba de algo mucho más intenso y que Elisa no sabía explicar muy bien aunque no era la primera vez que lo sentía, pasaba siempre que tenía esas pesadillas en las que las sombras oscuras intentaban hacerle daño.
—Vamos a entrar aquí un rato —le dijo a Caliel—. Necesito pensar qué podemos hacer y me siento demasiado cansada, no puedo seguir caminando. Además... aquí podremos comer algo —explicó preguntándose si su ex guardián ahora comería como una persona normal.
Cuando ingresaron al sitio se encontraron con más desolación y desesperación, el lugar estaba lleno de mujeres intentando proteger a sus pequeños, ancianos, algunos heridos y niños pequeños que correteaban sin entender, en su inocencia, el peligro al cual estaban expuestos.
Elisa estiró a Caliel hacia una esquina que estaba más alejada de donde se concentraba la mayor cantidad de gente, una mujer que recorría el sitio repartiendo agua y pan, se acercó a ellos para darles unas mantas y algo de comer. Elisa agradeció y Caliel observó aquello con curiosidad. La muchacha extendió las mantas en el suelo y luego de sentarse le pasó a Caliel un pedazo del pan y algo del agua. Caliel observó aquello sin saber qué era o qué hacer con eso.
—Come —dijo la muchacha y se llevó un trozo a la boca—. Necesitamos recuperar energías.
Caliel la imitó y luego de tragar el primer bocado sintió como si un espacio se abriera en su estómago y necesitara llenarlo con más de eso, un sonido salió de su interior. Elisa sonrió al ver su rostro asustado.
—Tienes hambre, es solo eso... come más —dijo dándole toda su ración y recordando cuando su ángel guardaba tanta curiosidad sobre los procesos biológicos de los seres humanos.
—Pero, ¿y tú? —preguntó el chico.
—No te preocupes, estoy algo nerviosa y así no puedo comer —afirmó.
Elisa se distrajo unos segundos observando a las personas del lugar mientras Caliel comía. De pronto sintió una mirada clavarse en su espalda, se volteó con disimulo para ver de dónde venía aquella sensación y vio a un anciano observándolos tras unas gruesas gafas. El hombre tenía un aparato cuadrado y pequeño muy cerca del oído, Elisa lo reconoció al instante, era una radio antigua, su padre tenía una que había pertenecido a su abuelo y que solía utilizar de vez en cuando. Ese hombre estaba oyendo noticias o algo así, pensó, y tuvo ganas de acercarse a él y preguntarle si sabía algo del mundo exterior, pues toda la tecnología moderna había colapsado en el terremoto y estaban incomunicados. Entonces sintió de nuevo la mirada del hombre sobre ella y para que dejara de verla lo miró a los ojos. Algo en aquel anciano le recordó a alguien que ya había visto alguna vez, pero, ¿quién podía ser?
Vio a la mujer de las provisiones acercarse a él y pasarle un poco de agua, el hombre la tomó y bebió del vaso que le había tendido. Elisa no dejaba de mirarlo y preguntarse de donde lo conocía. El hombre estaba vestido con ropa similar a la de un monje, traía una especie de capa de color marrón que llevaba una capucha. Al levantar la vista hacia la señora —que estaba parada esperando que le devolviera el vaso—, aquella capucha se resbaló dejando a la vista su cabeza casi pelada y con mechones de cabello blanco. Elisa supo de donde lo conocía, era viejo, muy viejo , y lo había visto en la televisión.
—Señores, señoras —Un bombero llamó su atención intentando hablar fuerte para que todos lo escucharan—. Queremos que intenten descansar un poco, que hagan algo de silencio y se tranquilicen, estamos trabajando arduo para rescatar a las víctimas y pronto recibiremos ayuda de la capital. Apenas tengamos nuevas noticias les haremos saber.
Un cuchicheo surgió entre las personas que allí estaban y el miedo se sintió de nuevo palpable entre todos. Elisa decidió que debía dormir, llevaba horas sin hacerlo y sentía que no podría seguir si no descansaba. Se recostó sobre las mantas y cerró los ojos intentando no pensar, no pensar en su madre, no pensar en Caliel, no pensar en que estaba sola y que ahora ella debía proteger a ese chico que parecía nada más que uno de esos niños inocentes, que un rato atrás jugaban en el lugar como si no sucediera nada.
—Intenta dormir, Caliel —dijo Elisa viéndolo pero él ya la había imitado, estaba acostado sobre las mantas y cerraba los ojos. Ella sonrió al verlo así y en su interior pensó que solo por él y por sacarlo adelante, por defender la vida del chico que había dado su eternidad por ella, valía la pena intentar sobrevivir.
Cuando despertó estaba rodeada de silencio, se restregó los ojos para intentar entender mejor lo que sucedía a su alrededor. Todos dormían, incluso Caliel, pero entonces sintió que había alguien más a su lado. Giró a ver y era el viejo, el mismo que hacía un rato estaba al otro lado de la habitación.
—Estaba esperando que despertaras —susurró y Elisa se tensó en su sitio.
—¿Qué sucede? ¿Quién es usted? —preguntó mirándolo a pesar de la oscuridad del sitio.
—Alguien que los estaba esperando —respondió—. Vamos... tenemos que hablar.
—¿A dónde? —preguntó Elisa sin saber muy bien qué hacer, Caliel se movió un poco en su sitio y Elisa lo miró.
—Sígueme, necesitas saber lo que debo decirte, él estará bien —dijo el viejo señalando a Caliel y se levantó. Caminaba rápido y ágil para ser tan mayor. Elisa lo pensó un momento, pero algo en su interior le dijo que lo siguiera. Vio a Caliel que aún dormía, lo cubrió con las mantas y fue tras el misterioso hombre.
Ingresaron a una capilla, era pequeña y parecía un lugar de oración más que nada, el viejo caminó hasta esconderse tras el altar y Elisa lo siguió, ahí tomó asiento en el suelo y le hizo señas para que lo imitara, entonces la miró y sonrió—. No puedo creer lo que está sucediendo —dijo finalmente.
—¿Qué? No entiendo nada, señor... y la verdad es que no tengo tiempo para jugar al misterio —zanjó Elisa algo asustada intentando mostrarse decidida.
—No, la verdad es esa, Elisa... no tienes tiempo —dijo el hombre y ella lo miró con asombro, ¿cómo demonios sabía su nombre?
—Ya no es un ángel, ¿no es así? —inquirió y Elisa solo negó con algo de temor y asombro.
—Escucha, debes atender muy bien lo que tengo que decirte —susurró acercándose mucho a ella para hablarle—. Deben huir, debes juntar toda la comida que puedas en este lugar y salir antes del amanecer. La tierra volverá a temblar y ya ningún sitio será seguro. Muy pronto los espíritus oscuros se darán cuenta de lo que está sucediendo aquí —dijo señalando alrededor— e intentarán encontrar a Caliel, poseerlo. No puedes permitir que eso suceda, Elisa, o sería el fin de la humanidad.
—¿De qué demonio está hablando? —preguntó la chica confundida, también sabía el nombre de Caliel.
—Él ya no es un ángel, pero tampoco es un ser humano normal —susurró.
—Eso ya lo sé —dijo la chica agobiada.
—Pero no ha olvidado, no como crees. En él las cosas no sucederán como se supone que sucedan, él siente, y pronto recordará todo...
—¿Cómo? ¿Por qué? Él dijo que no sería así —inquirió Elisa confundida por todo lo que estaba sucediendo y sobre todo por estar hablando tan naturalmente de algo que había ocultado toda su vida, con un desconocido.
—Shhh —dijo el hombre callando a Elisa—. Él va a recordar quién era, lo que hacía antes de renunciar a su divinidad, lo recordará cuando suceda algo que logre de alguna forma remover todo en su interior. Cuando eso suceda, los espíritus malignos que han sido liberados en la tierra intentarán hallarlo para poseerlo. Los demonios son seres espirituales que no tienen más poder que el que los seres humanos les dan cuando los poseen o cuando invaden sus mentes, pero son limitados y no pueden ante la divinidad. Nunca han podido poseer a un ángel o a un ser de luz, pero suponen que si lo hacen el poder de ellos más el del ángel, se incrementará tanto que les dará la oportunidad de poder lograr lo que siempre han querido, superar el poder de Dios y ser capaces de enfrentarlo.
—No... no lo entiendo —dijo Elisa.
—Los ángeles que no obedecen al cielo son considerados ángeles caídos, demonios —siguió el viejo—, pero eso no sucedió con Caliel porque a pesar de que él desobedeció, no lo hizo por los motivos que lo hicieron los otros pocos ángeles que pasaron por eso. Tú sabrás que Lucifer fue expulsado del paraíso por su ambición y sus ganas de superar a Dios o de ser como Él —Elisa asintió estupefacta—, sin embargo Caliel renunció al cielo por un sentimiento que Dios no castiga: el amor... Él lo hizo por ti, pensó que no podía abandonarte, que no podía dejarte sola, por eso no se convirtió en ángel caído, sino en un simple hombre sin derechos divinos ni humanos, una especie de ente sin sentimientos, ¿lo entiendes? —Elisa asintió asombrada—. Pero el amor es un sentimiento poderoso, es lo único capaz de liberar a la humanidad del caos en el que está sumido en este momento y de salvarnos de todo lo que se viene. Algo hará que Caliel recuerde todo, por encima de lo que se supone que debería suceder... y entonces se convertirá en un hombre que guarda los recuerdos del cielo, un hombre especial con una luz divina en su interior. Eso lo percibirán los demonios e intentarán poseerlo pensando que así se harán más poderosos.
—Pero... ¿cómo nos esconderemos de ellos? —preguntó Elisa asustada—. ¿Cómo usted sabe todo esto?
—Escucha, Elisa... Eso ahora no importa, lo que debes saber es que hay profecías, una está de nuestro lado y la otra del lado contrario. La buena, da esperanzas a la humanidad, pero la mala, habla de que los demonios tomarán a los elegidos y acabarán con la última gota de amor que existe en la tierra, así el mundo sucumbirá por fin a sus redes y Dios no podrá ya hacer nada por los seres humanos, pues ellos mismos en su libre albedrío, elegirán abandonarlo. No dejen que eso suceda, no dejes que los demonios tomen a Caliel –susurró.
—Pero... no sé cómo hacer eso... soy solo una chica...
—Encárgate de que él recupere sus recuerdos para que pueda ayudarte, pero para recuerda que debes estar lejos de la ciudad cuando lo haga... por eso deben huir, lo antes posible, para que cuando él recuerde estén en el campo o en las montañas... Allí hay menos demonios sueltos ya que ellos andan por las ciudades intentando atrapar nuevas almas, llenarlas de sensaciones oscuras para así poder aumentar su ejército. Eso les dará tiempo hasta que Caliel entienda todo lo que está sucediendo y puedan planear algo juntos. No decaigas, Elisa... sé que crees que ya no hay nada por lo que luchar, pero es recién ahora cuando empieza tu lucha.
—Me está asustando —dijo Elisa sintiendo su interior temblar.
—Tienes dos horas para que despierten todos, debes ingresar a la sala que está a la derecha del sitio donde están las personas durmiendo, allí guardan las comidas. Guarda todo lo que puedas en esto —dijo sacando una bolsa de tela de un bolsillo de su ropa—, lleva lo que creas que pueden necesitar para el camino... y escapen. No te detengas hasta salir de la ciudad, tienes unas horas antes de que todo vuelva a temblar.
—Pero... yo no puedo —insistió la joven asustada.
—Puedes, por eso estás aquí, por eso está él aquí —dijo señalando hacia el sitio donde habían quedado todos pero obviamente refiriéndose a Caliel—, por eso lo puedes ver desde que eres niña, por eso él te ha salvado y ahora debes salvarlo tú.
El viejo se levantó dejándola allí y salió de la habitación. Elisa se incorporó y caminó temblorosa hasta donde estaba Caliel, él estaba despierto y se preguntaba dónde había ido la chica mientras que experimentaba diversas sensaciones que eran tan intensas que no era capaz de concentrarse. Sentía frío y calor, sentía como si sus venas transportaran lava, sentía energía. Cuando Elisa se sentó a su lado, él la observó sintiendo que pasara lo que pasara no debía alejarse de esa chica que había prometido protegerlo, pues ella tenía las respuestas a ese vacío que existía en su mente.
Elisa lo miró lista para decirle que ya no podría seguir, pensaba que jamás podría hacer todo lo que el viejo había dicho, ni siquiera sabía cómo saldrían de la ciudad. Pero cuando sus miradas se juntaron, una chispa de recuerdos se encendió en el corazón de la chica y toda su vida al lado de Caliel vino a su mente en ese instante, el chico le sonrió y en silencio tomó una de sus manos y la colocó sobre su pecho. Elisa no entendió qué es lo que deseaba pero entonces Caliel habló.
—No sé quién soy ni qué hago aquí, no sé quién eres, no sé qué está sucediendo, no sé nada... pero por alguna razón siento que tú eres todas mis respuestas...
Elisa sintió el latido de su corazón bajo su mano, su piel tibia y sus labios sonriendo al decirle aquello. Y a pesar del miedo, de la incertidumbre, de sentirse incapaz de hacer todo lo que dijo el viejo, sintió que no debía rendirse. Él era todo lo que le quedaba y había sido todo para ella siempre.
Valía la pena. Él había dejado todo por ella y ella haría lo mismo, aunque eso le llevara a luchar cara a cara con las mismísimas sombras de las cuales él la había salvado ya un montón de veces.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top