** 20 **
Caliel observó cómo el rostro de Elisa iba adquiriendo una expresión de incertidumbre. Sus labios se presionaron firmemente hasta convertirse en una línea recta y el semblante que tenía le hizo preguntarse qué cosas cruzaban por su cabecita.
No tuvo que formular la pregunta en voz alta para obtener una respuesta.
—Caliel... ¿tú crees que... tú sabes...? —Suspiró frustrada sin desviar la mirada de su plato—. ¿Tú crees que Dios se ha olvidado de nosotros? —cuestionó al fin.
Aquella pregunta lo tomó desprevenido. No había esperado que formulara una cuestión tan grave, pero supuso que todo lo que había oído de los supuestos videntes le había sembrado dudas. Caliel se dijo que debía cuidadoso con sus palabras.
—No, no creo que lo haya hecho. Sé que no lo ha hecho —recalcó convencido.
Elisa lo miró con sus ojos oscuros preocupados.
—¿Y entonces por qué siento que nos ha abandonado a nuestra suerte? ¿Por qué simplemente no acaba con todo esto y ya?
Caliel abrió la boca para responder, pero no supo cómo explicarlo de manera que no se sintiera abandonada, como ella decía, por lo que optó por contar las cosas desde el inicio de todo.
—Hace miles de años, Dios creo la tierra, ¿recuerdas? Y cuando el planeta fue habitable, creó al primer hombre y la primera mujer.
—Adán y Eva.
—Así es. —Caliel sonrió levemente—. Todo iba muy bien en el paraíso, hasta que un ángel envidió a Dios, su poder, la adoración que solo él merece, y bajó, tomó la forma de una serpiente...
—Y mintió a Eva —completó Elisa. Caliel asintió con la cabeza.
—Exacto. La engañó para que comiera del fruto prohibido y ella cayó. En aquel momento lo que Lucifer hizo fue poner en tela de juicio la soberanía de Dios y su capacidad de gobernar a la humanidad. Le hizo creer a Eva que Dios le mentía, y al esta desobedecerle, fue como si creyera que ella era capaz de gobernarse, como si ella supiera más... como si no necesitara la guía de Dios. Se descarrió y Adán, pudiendo elegir, decidió irse junto con ella. —Elisa escuchaba con atención aquellas palabras, perdida en la mirada violeta clavada en su rostro—. Las reglas no son para romperse, como muchos dicen. Para algo están establecidas. Y lo que ahora pasa en este mundo porque se están pagando las consecuencias de haber roto aquellas reglas.
Esto último fue dicho como un susurro a escasos centímetros de su rostro y Elisa no pudo evitar estremecerse. No de miedo, sino algo mucho más carnal dado a la proximidad de su guardián.
—Eso es... cruel —dijo la chica desviando la mirada. El ángel sacudió su cabeza en desacuerdo y tomó la barbilla femenina entre sus dedos para que se encontrara con su mirada firme.
—Es justo, Elisa. Dios no es cruel. Él es amor, sabiduría y justicia. Es por eso que aunque mucha gente buena e inocente murió en el pasado, tienen otra oportunidad para vivir.
Sonrió con ternura al decir esto último y Elisa se soltó de su agarre. La ponía nerviosa con sus palabras y su cercanía. Se levantó de un salto del sillón y caminó hacia la cocina para servirse agua, pero sobre todo para conseguir alejarse un instante de él. Seguía pensando en las palabras que le había dicho escasos minutos atrás. Elisa nunca había dudado de las palabras de Caliel, pero por alguna razón esa vez sí lo hacía; se cuestionaba todo.
—¿Ya comiste?
La voz de su madre la sacó de sus pensamientos. Ella sonrió al verla y negó con la cabeza.
—No, no tengo hambre. —Tomó un sorbo de agua y observó a su madre pasear por la cocina. Parecía estar mejor, pero no quería confiarse. Con ella nunca se sabía qué pasaba—. ¿Tú ya comiste?
—A eso venía —dijo abriendo el refrigerador. Elisa observó la puerta abierta y encontró a Caliel que parecía estar hablando enérgicamente con alguien más—. ¿Quieres que te prepare algo?
Elisa negó educada y llevó su atención lejos de su guardián. Caliel por su parte, escuchaba con atención lo que Aniel le decía.
—Son los rumores que corren por el cielo. Que se nos dará la orden de regresar.
—Pero ¿por qué? ¿Qué pasará con nuestros protegidos? —cuestionó preocupado. Aniel se encogió de hombros y miró rápidamente a la madre de Elisa.
—No somos quiénes para pedir explicaciones. Y respecto a ellos, supongo que estarán por su cuenta. No lo sé con precisión, son rumores solamente.
Caliel pudo escuchar el pesar en las palabras del ángel mayor, pero también había ahí resignación. Podía escuchar que simplemente obedecería el mandato, seguiría las reglas como siempre. Caliel sabía que debía hacer lo mismo, se lo había dicho a Elisa pocos minutos atrás; las reglas no eran para romperse. Si se rompían, había consecuencias por pagar.
Cuando Ana salió de la habitación, Aniel fue tras ella y lo dejó a él pensando en lo que le había dicho. Solo podía esperar que se quedaran en simples rumores, aunque sabía que aquello no era muy probable.
Varias horas después, cuando la noche ya había caído, Elisa seguía sintiéndose insegura y temerosa con respecto al futuro. Las palabras del hombre que había visto en televisión seguían resonando en su cabeza junto con las de Caliel. No quería admitirlo a su ángel, pero tenía miedo. Tenía malos presentimientos y estaban haciendo estragos en su confianza.
Cuando ella cayó dormida, Caliel, cerca de ella, sintió el tan frecuente llamado celestial. Se concentró y poco tiempo después logró ponerse en contacto con el arcángel que traía noticias no tan buenas. En siete días todos los ángeles guardianes tendrían que volver a sus filas en el cielo. Aquellos que desobedecieran, como todos aquellos que alguna vez habían preferido hacer el mal, quedarían sin protección divina y se arriesgarían a morir. Prácticamente serían desterrados... y Caliel se sentía dividido.
Por un lado sabía que debía regresar, pero por el otro...
Elisa se removió sobre el colchón, suspiró y Caliel la contempló durante largos segundos. Incluso dormida desprendía tanta paz, que algo dentro de él se removió inquieto. No podía dejarla. No quería dejarla. Le había hecho promesas y tenía planeado cumplirlas, no pensaba abandonarla.
Si romper las reglas tenía consecuencias, él las pagaría gustoso.
Por Elisa, todo.
Decidió que lo mejor sería pedir un poco más de información, así que después de asegurarse que Elisa seguía durmiendo plácidamente, llamó a uno de los arcángeles más sabios que había conocido en el cielo. Si alguien sabía algo, ese sería Galizur.
—Qué alegría volver a verte —dijo al ver al guardián.
Caliel lo había encontrado junto a un grupo de ángeles que seguían estudiando para convertirse en protectores como él. Tuvo que aguardar unos instantes para que se desocupara y poder abordarlo.
—Galizur. —Inclinó la cabeza en un saludo educado.
—¿Qué te trae por acá? Me gustaría pensar que vienes porque me extrañas, pero algo me dice que esa no es la razón por la que te encuentras aquí, ¿cierto?
Caliel negó con la cabeza y miró a su alrededor mientras hablaba.
—He recibido un llamado.
Los ojos de Galizur brillaron con comprensión.
—Algo escuché. ¿Es ese el motivo de tu visita?
El guardián asintió.
—Yo... tengo dudas —aceptó. Galizur lo instó con un gesto de su mano a que entrara a la morada tras ellos y lo animó a que hiciera sus preguntas—. Tengo entendido que tendremos que abandonar a nuestros protegidos para poder subir, pero... ¿qué pasará con ellos una vez que se vean solos?
—Caliel. —El mayor lo observó con curiosidad—. Tú sabes que aunque los guardianes aconsejan a los humanos y los protegen de cierta manera, está en ellos si quieren escucharnos. No puedes obligar a un humano a obedecer y hacer el bien. Ellos deciden cómo van a actuar. Y ahora... ellos tendrán que decidir y actuar, como siempre; solo que esta vez ya no tendrán a alguien que les susurre la respuesta correcta al oído —concluyó sonriendo.
—Pero, ¿qué pasará con los humanos buenos? ¿Esos que siguen siendo inocentes?
—Si no se descarrían estarán a salvo. Tú sabes, aunque llegaran a morir, siguen teniendo otra oportunidad.
Caliel asintió con lentitud, pero siguió sin estar convencido.
—Y... ¿qué pasaría si... un ángel decidiera no hacer caso?
Ante esta pregunta, Galizur se enderezó.
—Perderían su esencia divina —destacó serio. Caliel no tuvo que preguntar más.
Cuando un ángel perdía su esencia divina, dejaba de... ser un ángel. Era como si se convirtiera en un humano, estaba destinado a vivir como uno, excepto que seguía sin poder sentir. Si él perdía su esencia, sería incapaz de proteger a Elisa.
Pero si volvía a las filas...
—De todos modos a veces hay que correr riesgos, ¿no crees?
Caliel miró con asombro a Galizur. Este se había girado para salir de su morada y antes de poder preguntarle qué quería decir con eso, él ya se había marchado.
Regresó al lado de Elisa sintiéndose cabizbajo. Era difícil tomar una decisión, pero al final había elegido una opción y sabía que esta era la correcta.
«Caliel».
La voz de Elisa sonó en su cabeza. Miró con preocupación a su amiga y se sorprendió al ver que esta parecía en paz. Normalmente, cuando ella lo llamaba era porque tenía alguna pesadilla y necesitaba ser rescatada.
«Caliel».
El llamado de Elisa volvió a resonar dentro de su mente y luego Caliel sintió cómo era absorbido dentro del sueño de la chica. Esperó ver demonios rodeándola, encontrarla en peligro suplicando su ayuda, pero lo que vio en cambio lo dejó confundido.
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