** 19 **
Caliel observaba a Elisa absorta en su lectura, había pasado un buen tiempo desde la última vez que había tenido aquella pesadilla y al contrario de lo que él creyó, en vez de incrementarse, los malos sueños cesaron. Sin embargo notaba a Elisa bastante distraída, mucho más de lo que normalmente era, además tenía la extraña sensación de que en muchas ocasiones había buscado intencionalmente evadirlo. Había intentado —sin éxito— sacarle más información sobre aquella pesadilla, sin embargo la chica no llegó a decir más de lo que ya le había comentado ese día.
Lo que Caliel no sabía era que durante esas semanas Elisa había tenido más de esos sueños en las que ella y él compartían cuestiones algo más terrenales y a pesar de que disfrutaba de ellos, la chica temía que el ángel pudiera deducir lo que estaba sucediendo en su onírico mundo con solo mirarla.
Por otro lado, el mundo parecía haberse zambullido en un mar de calamidades. Ya casi no habían noticias positivas, los desastres naturales castigaban sin piedad, el mar estaba embravecido y azotaba las costas llevándose todo a su paso, la tierra temblaba, los diluvios hundían ciudades, en algunos países el frío era extremo mientras en otras partes del mundo la gente moría de calor. Las enfermedades y las pestes también se cobraban muchas vidas.
La desesperación empezaba a anidarse en el alma de las personas y las llevaba a hacer cosas horribles. Había aumentado en grandes proporciones las tasas de suicidio, así como los robos y asesinatos. Ya no era seguro andar por las calles en casi ningún lugar del planeta.
Elisa bajó el libro cuando oyó un informe especial en la televisión. Siempre tenía el aparato encendido porque todavía le parecía increíble todo lo que estaba sucediendo y sobre todo la velocidad con la que estaban pasando las cosas y, aunque le dolía la realidad, a ella le gustaba estar informada.
Alerta de tsunami en Japón, más terremotos en Chile, personas atacando y saqueando el Vaticano, atentados terroristas en Estados Unidos, muertes de niños inocentes en las guerras de Oriente, gente matando a gente por diferentes credos. Caliel la observó atento mientras ella oía las noticias y luego la vio mirar el reloj de pulsera que traía.
—No llevo ni quince minutos atendiendo las noticias y ya me estoy desesperando. ¿Es normal que suceda todo esto en tan poco tiempo? —inquirió.
Caliel pensaba qué debía responder pero entonces el hombre de la televisión empezó a hablar.
—Como todos sabrán a raíz del caos que se está viviendo de forma tan vertiginosa en todo el mundo, hemos invitados a unos cuantos videntes para que nos den su opinión de lo que está sucediendo en el mundo.
—Bueno... creo que...
—¡Shh! —. Caliel iba a responderle su pregunta pero ella la hizo callar señalándole el aparato.
—A principios de este año ya había advertido que este año la tierra se enojaría y comenzaría a temblar en varias regiones del planeta —explicaba una mujer ataviada con ropas de muchos colores y un turbante igual de llamativo que envolvía por completo su cabeza cubriendo sus cabellos.
El periodista le hizo unas cuantas preguntas a las cuales contestó y luego el hombre pasó a los dos siguientes personajes. Uno era un cacique de una tribu indígena que habló sobre las predicciones que sus antepasados habían hecho hacía muchos años atrás sobre que el mundo llegaría muy pronto a su fin, mostró unos jeroglíficos o gráficos que —según él iba narrando— explicaban lo que sucedería al final. Hablaba de guerras, hambre, pestes y muerte... El tercer personaje era un hombre que echaba las cartas y allí en cámara dijo que al mundo no le quedaban más que unos quince días y que luego un meteorito muy grande chocaría contra la tierra y todos terminaríamos como los dinosaurios. Elisa se llevó la mano a la boca en un gesto de susto.
—¡No creas esas tonterías! —dijo Caliel riendo.
—¡No son tonterías! —añadió la joven exaltada—. ¿No ves que están diciendo lo que sucederá?
—Nadie sabe a ciencia cierta lo que sucederá —respondió Caliel con calma—. Además no están diciendo nada que no sepamos ya. No sé por qué a los humanos les gusta tanto el morbo que causan estas cosas. En vez de calmar a la población solo los asusta más —añadió negando.
Elisa no le prestaba atención pues oía concentrada al entrevistador conversar con sus invitados y hacerle preguntas. Había tres invitados más que también profetizaron catástrofe y destrucción. Caliel se levantó del sitio en el cual se hallaba sentado y negó sonriendo, no convencería a Elisa para que dejara aquello así que caminó hasta la ventana y observó la calle. Era domingo por la tarde y todo estaba aparentemente tranquilo aunque en realidad no era tranquilidad sino miedo lo que mantenía las calles de la ciudad desierta, además había alerta de tormenta para esa tarde por lo que nadie se animaba a salir. Una voz suave que provenía del televisor llamó la atención de Caliel. Giró su mirada hacia el aparato y observó a un hombre muy anciano de ojos tan claros que parecían transparentes. Tenía una expresión de paz en el rostro que lo conmocionó, no cuadraba en nada con los demás invitados que parecían sacados de una fiesta de disfraces.
—¿Qué edad dijo que tenía? —preguntó Caliel a Elisa.
—Noventa y ocho —respondió la muchacha sin dejar de prestar atención.
—Podría decirse que soy un ermitaño —añadió el hombre sonriendo—. Vivo solo y en oración en un sitio bastante inhóspito —explicó.
—¿Cómo es que usted puede vivir solo a su edad? —preguntó el entrevistador bastante asombrado—. ¿Tiene familia?
—No quedan muchos de mi generación ya —rio el hombre con ironía—. Y no tengo hijos, así que estoy solo, por decirlo de alguna manera.
Apenas terminó la frase un ligero movimiento de su ojo hizo que Caliel notara algo, el hombre estaba viendo a alguien más allí. El ángel se acercó más a la pantalla y observó intentando descifrar si allí había un ángel, pero normalmente estos no se veían en las cámaras. Luego de que sus potentes luces hubieron sido reflejadas de manera inexplicable en algunas fotografías o videos y catalogadas como milagros o apariciones, los arcángeles decretaron que los guardianes debían alejarse unos pasos de sus protegidos cuando hubiera cerca uno de aquellos aparatos con los que los humanos retrataban los momentos, por tanto sería rarísimo para Caliel observar a un ángel cerca de su protegido en las pantallas de la tv. Además el sitio hacia donde el anciano observó, ya no estaba dentro del plano que estaban mostrando en el aparato en ese momento, pero algo que no supo explicar le hizo sentir al ángel, que aquel humano estaba viendo más de lo que los demás podían ver.
—Entonces, dice que alguien le dijo que usted vivirá hasta ver como la oscuridad toma la tierra y la luz parece extinguirse por completo —repitió el locutor.
—Así es, y creo que ese momento no está demasiado lejos —añadió sonriendo con amargura—, o eso espero... porque ya me siento viejo —agregó haciendo una broma que nadie entendió.
—¿Y se podría saber quién le dijo eso? —inquirió el hombre ignorando el comentario.
—Veo seres en mis sueños —explicó el hombre con paciencia y calma—. Seres de luz —añadió.
—¿Ángeles? —preguntó el hombre y el anciano se enfocó en la cámara.
—Exacto.
Elisa miró a Caliel sorprendida. ¿Alguien más en el mundo podía comunicarse con los ángeles? ¿Veía ese hombre a su guardián así como ella veía a Caliel o solo lo soñaba? ¿Podía ver a más de uno?
Caliel por su parte sintió una especie de energía traspasando el aparato de televisión cuando aquel hombre miró fijamente a la cámara, aquella sensación fue tan intensa que parecía que en ese momento él podía verlo, que podía saber de su presencia, de su existencia. Negó con la cabeza para sacarse esa idea tan irracional y concentrarse en lo que el anciano explicaba.
—Hay muchas cosas que no podemos ver y muchas otras que no podemos entender, el mundo es mucho más de lo que los humanos podemos tan siquiera imaginar. Hay muchos espíritus pululando en la tierra, algunos son buenos, otros son malos. Las batallas finales no solo se librarán en la parte de la tierra que podemos ver y palpar, no se trata solo de las guerras de Oriente o de los terroristas, las verdaderas batallas se lucharán aquí —dijo señalando su cabeza— y aquí —añadió señalando el corazón.
—¿Dice que estamos rodeados de espíritus? —inquirió el locutor.
—Siempre ha sido así. Ya sabe, el ángel Gabriel se hizo visible varias veces en la biblia, así también Rafael. Que no los podamos ver no quiere decir que no estén, cerca, muy cerca. Lo que pasa es que los espíritus buenos controlaban a los malos, estaban en la tierra justo para eso y ahora... —dijo e hizo un silencio durante el cual bajó un poco la vista—. Ahora los malos están tomando el control —añadió con pesar—. Y todo el desorden que hay en el mundo es consecuencia de ello.
—¿Dice que los terremotos y tsunamis son consecuencia de los malos espíritus? —preguntó uno de los invitados con sorna.
—No precisamente. Lo que pasa es que nosotros somos seres muy limitados y temporales, esto no es una cuestión de «ahora» nada más. El hombre lleva años destruyendo el mundo en el que vive y la naturaleza no hará más que cobrar su venganza, pero ¿qué es lo que ha llevado al hombre a llenarse de maldad y de destrucción?
»Los seres humanos nacemos todos iguales, puros, limpios, sanos, tiernos, dulces —dijo el anciano mirando de nuevo fijamente a la cámara—. Tenemos la misma capacidad de amar que de odiar, la misma capacidad de hacer el bien que de hacer el mal, tenemos la libertad de elegir lo que haremos con nuestras vidas. ¿Qué lleva entonces a un hombre a decidir matar? ¿Qué lo lleva a acabar con el medio ambiente? ¿Qué lo lleva a convertirse de un hermoso bebé a un ser despreciable? —Hizo un silencio que a todos les pareció eterno—. Hay una lucha siempre dentro de cada uno de nosotros, todos tenemos al menos una vez en la vida la oportunidad de hacer un bien y la de hacer un mal... esa lucha entre el bien y el mal que constantemente tenemos en nuestro interior es el reflejo de una guerra espiritual que viene desde antes, desde siempre... La diferencia está en que antes esos seres espirituales no podían influir en nosotros directamente, y ahora sí pueden y de formas que ni podemos imaginar. De esa manera confunden al ser humano, quien ya no es el que toma sus decisiones. Por eso cada vez hay más odio, maldad, horror.
—Y si es como usted dice y los espíritus malos nos influyen... ¿por qué no hacen lo mismo los buenos? —inquirió el presentador.
—Lo hicieron por mucho tiempo, pero no sabemos oírlos, no sabemos verlos. Nos hablan siempre —dijo con una sonrisa llena de ternura que a Caliel le llevó a pensar de que efectivamente ese anciano podía ver a alguno de los suyos allí alrededor—. Y ahora deben callar, para que sea el hombre el que decida, para que seamos nosotros los que luchemos por nuestra libertad y nuestra vida.
Bastó esto para que Caliel supiera que ese hombre sabía más de lo que debía.
—Este sí que dice cosas complicadas —dijo Elisa y aquello hizo que Caliel volviera en sí.
—Entiende bastante —murmuró.
—¿Entonces piensa usted que ya no queda nada de esperanza? —preguntó el entrevistador.
—Pienso que sucederá lo que está escrito en las nubes —añadió y Caliel frunció el ceño, había escuchado esa expresión hacía muchos, muchos años de uno de los guardianes más antiguos que se especializaba en profecías—. Quiero pensar que hay esperanzas —agregó el anciano con una sonrisa—. Estoy seguro de que si pudiéramos ver a esas criaturas tan hermosas, los ángeles, entenderíamos muchas cosas —aseveró—. Lastimosamente al hombre le es más fácil ver y sentir a los demonios que buscar a los ángeles, perderse en la oscuridad que hallar la luz. Quizás un día no muy lejano tengamos una sorpresa interesante. Los ángeles no son muy distintos a los seres humanos, solo son como otra raza de personas, una más evolucionada quizá, pero en esencia somos creaciones de un mismo Dios. Quizá no esté tan lejos el día en el que ambas razas podamos finalmente unirnos por un bien mayor, quizá no esté tan lejos el nuevo origen.
—Disculpe, con todo el respeto que merece el señor aquí, creo que está desvariando —dijo un hombre que no había hablado antes—. No existen ni los ángeles ni los demonios, eso es todo un invento de la religión que quiere simplemente acabar con el cerebro pensante de los seres humanos y guiarnos como borregos. Soy ateo y lo que me pregunto yo es cómo es que los creyentes pueden seguir creyendo después de lo que está sucediendo en el mundo. Si existiera un dios: ¿qué clase de dios dejaría que sus hijos terminaran así? ¿Y qué clase de seres angelicales permitirían que los humanos murieran como si nada en guerras y desastres naturales? Perdone pero no tiene ningún sentido —dijo negando y observando al anciano mientras a Caliel la frase «nuevo origen» seguía resonándole en el pensamiento.
—Bueno, creo que debo ir a un corte comercial —añadió el locutor de forma respetuosa. El hombre que había interrumpido al anciano asintió y el viejo en vez de notarse molesto solo sonrió.
Para Elisa, el viejo parecía estar completamente convencido de lo que decía a pesar de que con todo lo sucedido últimamente el pensamiento del ateo era bastante válido, ella misma se lo había planteado unas cuantas veces. Para Caliel sin embargo, el anciano sabía mucho más y un enorme presentimiento se le instaló en el pecho. El ángel sabía que las casualidades no existían y que las cosas siempre pasaban por y para algo, así que la presencia del hombre en el programa lleno de personajes raros fingiendo ser videntes o profetas, tenía algún propósito y no sabía por qué pero sentía que ese propósito estaba de alguna forma ligado a él o a Elisa...
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