** 18 **

Esa misma noche los sueños de Elisa estuvieron asediados por aterradoras imágenes que la perturbaban y le impedían descansar. Revivía el asesinato de aquel hombre una y otra vez en su mente, pero la escena del homicidio que había presenciado, cambiaba. En vez de marcharse al terminar con su crimen, los asesinos la localizaban tratando de esconderse en el callejón y corrían tras ella mientras que Elisa intentaba huir corriendo a toda velocidad. No importaba que sus muslos y pantorrillas ardieran tratando de llegar a un lugar seguro, los hombres parecían acercarse cada vez más. Elisa sabía que era imposible huir de ellos a menos que recibiera ayuda de su ángel, pero Caliel no se hallaba a su lado. Estaba sola.

—¡Ayuda, por favor! —imploraba en voz alta. Pero las calles se mantenían desiertas y su guardián no aparecía por ninguna parte.

De repente, cuando Elisa miraba por encima de su hombro para asegurarse de estar agrandando la distancia entre aquellos hombres y ella, las figuras se evaporaban, se convertían en... humo, y reían de una manera que le erizaba la piel. No se veían por ningún lado, pero Elisa sentía que estaban en todas partes.

—Deja de huir y todo será menos doloroso —siseó una de las sombras. Se había materializado justo a su lado. No tenía boca, no había hablado. Había sido un pensamiento que resonó dentro de la cabeza de Elisa.

De alguna manera, ella sabía que esas cosas eran demonios. Detuvo bruscamente su carrera y se llevó una mano al cuello en busca de su dije.

«Es una pesadilla», pensó al no encontrarlo. «¿Qué me dijo Caliel de las pesadillas?»

Elisa recordaba vagamente que su ángel le había dicho algo respecto a invocarlo cuando sintiera el mal acechando cerca, pero no podía evocar los detalles, no con el miedo que sentía en aquellos instantes.

—¿Elisa?

Escuchó la voz de Caliel a lo lejos. Y solo él llamándola por su nombre fue suficiente para recordar.

«Si te vuelven a atacar en sueños intenta llamarme con fuerza».

Varios seres incorpóreos se reunieron a su alrededor, haciendo que tragara con dificultad. Sentía la piel cubierta por una fina película de sudor, pero aun así tenía frío.

—Ayúdame, Caliel —susurró cuando uno de los seres sonrió mostrando miles de dientes como navajas.

—Elisa...

—¡Caliel, ayúdame por favor! —imploró retrocediendo. Atravesó a una de aquellas ánimas y cientos de emociones negativas se clavaron en ella durante aquel segundo.

—Elisa, no puedo... Tienes que... ¡Es peligroso...!

La voz de su ángel fue distorsionándose, impidiéndole entender lo que trataba de transmitirle, hasta que ya no lo escuchó más. Estaba ella completamente sola.

—No puede protegerte —dijo una tenebrosa voz tras ella. La fetidez que alcanzó su nariz hizo que una arcada se abriera paso por su cuerpo—. Estás sola, humana... Al igual que todos los demás. Dios y sus hijos los han abandonado.

Una risa colectiva llenó al espacio a su alrededor y Elisa sintió como si una espina de duda se clavara en su corazón.

De cierta manera... tenían razón. Si no, ¿no hubiera hecho algo el ángel guardián del hombre del callejón para impedir que acabaran con su vida? ¿No habría hecho algo Dios ya para acabar con la maldad del mundo, con el sufrimiento de los inocentes? ¿No hubiera entrado Caliel a su sueño para salvarla como había prometido?

«Estoy sola».

—Elisa...

La voz de Caliel volvió a sonar dentro de su cabeza. En algún momento mientras pensaba en lo que decían los demonios, había bajado la vista a sus pies. Observó cómo estos comenzaban a vibrar muy despacio. Elevó su mano, movió sus dedos y se dio cuenta de que estos también vibraban.

—Despierta, Elisa...

Elevó la cabeza de golpe para observar el cielo negro sin estrellas. La voz de su ángel provenía de ahí. Un punto blanco brilló sobre su cabeza y Elisa parpadeó. Observó a su alrededor y se dio cuenta de que estaba sola.

Apretó los párpados cerrados y cubrió sus ojos con ambas manos. Estaba tan confundida...

—Sácame de aquí —sollozó, hablándole a la noche.

Cayó entonces sobre sus rodillas y solo esperó para despertar.

Caliel estaba más que asustado mientras observaba el rostro de Elisa pasar de estar lleno de miedo a estar... triste. Resignado. Pasó de moverse inquietamente bajo el cobertor, a quedarse muy quieta y tensa.

Por alguna razón que él no entendía, no podía entrar al sueño de Elisa a pesar de que la había oído llamarlo con claridad. Sabía que estaba teniendo una pesadilla, pero se sentía impotente al no poder ingresar y ayudarla.

La oyó murmurar algo entre sueños y acercó más el oído a su boca para poder entender lo que balbuceaba.

—Estoy sola...

Caliel se incorporó de golpe y apoyó una de sus manos sobre la frente de su protegida.

—Elisa... no estás sola. Me tienes a mí. —Pasó su mano una vez más por su frente y acarició su cabello. Deseaba sentir su textura con todas sus fuerzas—. Despierta, Elisa. Despierta por favor.

Bajó su frente hasta posarla sobre el hombro de la chica y sintió una emoción negativa contra él mismo. La impotencia no era una de sus sensaciones favoritas. Estaba enojado consigo mismo por no poder hacer más para sacar a Elisa de aquel mal sueño. Estaba molesto porque sentía que le había fallado, que la había decepcionado. Estaba enfadado porque... si le pasaba algo, si se atrevían a dañarla... sería su culpa.

No pasó mucho tiempo hasta que oyó a Elisa suspirar y sintió su cuerpo relajarse. Su corazón latía con normalidad y su pecho se elevaba y caía con cada profunda respiración. La pesadilla había pasado.

Caliel cerró los ojos y sonrió cuando Elisa emitió una risa entre sueños. Elevó el rostro y clavó su mirada en la plácida expresión de la chica. Al ángel le parecía una criatura tan hermosa, tan cautivante, y nada en los cientos de libros que había leído antes de convertirse en guardián lo había preparado para sentirse así.

Se lo había dicho antes, era amor. Caliel la amaba. Claro que sí. Era su primera protegida. Era una chica increíble. Elisa era una persona maravillosa, y era por eso que estaba tan dispuesto a protegerlo, aun así tuviera que romper una que otra regla.

Elisa se removió en el colchón y Caliel tuvo que moverse para dejarla acomodarse a su gusto. No podía dejar de sonreír y contemplarla mientras velaba su sueño. Le gustaba ver las pecas y los lunares que adornaban su rostro. Le gustaba pasarle un dedo por las mejillas, párpados y cejas aunque no pudiera sentirle. Le gustaba pasar los dedos por su brazo y ver cómo se le erizaban los vellos. Le gustaba... ella.

La escuchó suspirar una vez más mientras se ovillaba y acurrucaba a su lado, y entonces susurró su nombre.

—Caliel...

Y él se preguntó qué era lo que estaba soñando. Si acaso era con él... y si era así, qué tipo de sueño sería.

***

Al abrir los ojos Elisa se encontró con Caliel sentado a su lado, observándola. El ángel le sonrió al ver que despertaba.

—Buenos días.

La chica estuvo tentada a quejarse y cubrirse completamente con el edredón. La noche anterior había tenido una pesadilla que la había hecho dudar, y justo después había soñado con Caliel. Sabía que solo había sido un sueño y no él colándose en sus sueños, porque entonces él no habría estado tan sonriente, sino algo más... perturbado.

—Hola —murmuró con la boca tapada por el cobertor. Caliel volvió a sonreír.

—¿Cómo amaneciste?

—Ummm, bien.

Sintió las mejillas calentarse y desvió la mirada al suelo. Quería ir a la cocina a desayunar algo, pero más por alejarse de su ángel que por hambre. Tenía miedo de que pudiera leer todo en sus ojos y no estaba dispuesta a correr el riesgo, así que descubriéndose las piernas bajó del colchón y se apresuró a salir de su habitación.

—¿Segura? Anoche parecía que...

Elisa giró en redondo observándolo asustada y Caliel frunció el ceño.

—¿Parecía qué? —lo instó ella a continuar.

—Que tenías una pesadilla.

—Oh. —Sus hombros se relajaron un poco y giró para seguir con su camino—. Sí. Supongo que un mal sueño.

—Lamento no haber podido entrar —se disculpó él siguiéndola.

—Está bien.

—No quiero que pienses que quise dejarte sola o desprotegida —continuó.

—No importa, Caliel.

—En verdad traté de...

Elisa frenó de golpe y lo miró algo irritada.

—Dije que no importa. Déjalo ya, ¿sí? Ya pasó. Estoy bien. —Caliel la observó entrar a la cocina pareciendo tensa y él la imitó en silencio—. ¿Sabes si mamá sigue durmiendo? —cuestionó Elisa sacando un plato de la alacena.

—Me pareció escucharla salir más temprano.

La chica miró a su guardián frunciendo las cejas y él se encogió de hombros.

—Es... raro, ¿no crees?

Él no contestó. La observó servirse cereal y comenzar a comer.

—Ayer susurraste mi nombre en tu sueño —dijo.

Elisa escupió la leche sobre la mesa y empezó a toser, atragantándose con un pedazo de cereal. Caliel fue con rapidez a su lado intentando ayudarla, pero ella solo sacudió la mano para que le diera su espacio. Aire era lo único que necesitaba. Y un agujero negro que se la tragara por favor.

—¿Ah sí? —preguntó una vez que se recuperó. Él asintió serio—. Bueno... es que soñé contigo —admitió.

A Caliel le brillaron los ojos.

—¿Qué soñaste? —quiso saber.

Elisa miró su plato de cereal como si fuera lo más interesante del mundo y comenzó a revolverlo, debatiéndose entre decirle o no.

—Soñé que eras humano —dijo después de algunos segundos. Miró a su ángel y este ladeó la cabeza queriendo saber más—. Después de la pesadilla vi una luz en el cielo. Esta descendió hasta tocar la tierra frente a mí, fue apagándose poco a poco y... eras tú. No tenías alas y cuando me tomaste la mano... ambos pudimos sentirlo.

Caliel parpadeó lentamente.

—¿Qué más? —preguntó en voz baja. Ella sacudió la cabeza.

—Nada, solo... hicimos... Ya sabes, cosas de humanos.

—¿Comer y esas cosas?

Elisa sonrió.

—Sí. Comer y esas cosas.

No pensaba contarle que en su sueño, Caliel la había acariciado, besado y hecho perder la cabeza. No le iba a decir lo mucho que había deseado que aquel sueño no fuera solo eso, sino una realidad en donde él pudiera amarla como los humanos amaban, de una manera profunda y romántica, y no solo como su protegida.

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