Capítulo: 9 "Planes, Quejas y Risas"
Era una tarde soleada y tranquila, el tipo de día perfecto para reunirse y hacer planes. Las chicas estaban sentadas alrededor de la mesa en la casa de Enice, rodeadas de bocadillos y papeles garabateados con ideas para la fiesta de cumpleaños de Andrea, que se celebraría el siguiente fin de semana. El ambiente estaba lleno de entusiasmo, especialmente porque a Andrea le encantaba celebrar su cumpleaños y siempre lo hacía a lo grande.
—Ok, entonces, ¿decidido? ¿Decoración con temática vintage? —preguntó Enice, con una sonrisa brillante mientras mordía un pedazo de su pastelillo.
Andrea, sentada frente a ella con su típica expresión alegre, asintió emocionada.
—¡Sí! Pero que no se pase de cursi, eh. Algo elegante y divertido. ¿Y qué les parece una mesa de postres retro? ¡Con esos dulces de cuando éramos niñas!
—Me encanta la idea —dijo Alexa, sacando su celular para anotar la lista de cosas por hacer—. ¿Y la música? ¿Deberíamos hacer una playlist especial o contratamos a alguien?
—¡Playlist! —respondió Marina con entusiasmo, aunque su rostro permanecía inexpresivo como siempre—. Nadie toca mejor música que nosotras. Si contratamos a alguien, seguro terminan poniendo reguetón de los malos.
—Definitivamente —dijo Andrea con una risa—. No quiero perrear en mi cumpleaños. Al menos no toda la noche.
—Y el pastel lo encargaré yo —agregó Enice—. Tengo una amiga que hace pasteles increíbles. Lo decorará todo con flores comestibles y brillantina. ¡Vas a amarlo, Andrea!
—¡Perfecto! —exclamó Andrea, claramente encantada por cómo todo estaba tomando forma.
Después de un rato más de discutir detalles sobre la comida, los tragos y la lista de invitados, todas terminaron de comer, satisfechas con los avances de la planeación.
—Va a ser increíble —dijo Alexa, sonriendo mientras dejaba a un lado su plato vacío—. Aunque no puedo decir lo mismo de mi cita de anoche... —agregó de repente, con un tono dramático.
Enice la miró interesada, mientras Marina la observaba con el ceño fruncido, adivinando que venía una historia interesante.
—¿Qué pasó? —preguntó Andrea, curiosa.
—Pues, el tipo parecía simpático al principio —empezó Alexa, suspirando—, pero luego no paró de hablar de sí mismo durante horas. ¡Horas! Que si sus músculos, que si su dieta, que si hace triatlones. Dios mío, en un momento me dieron ganas de levantarme y salir corriendo.
—¿Te dejó pagar la cuenta? —preguntó Enice, con los ojos abiertos de par en par.
—Peor —respondió Alexa, fingiendo un horror extremo—. ¡Me dejó la propina! Ni siquiera tenía cambio, me hizo pasar la tarjeta.
Las chicas estallaron en risas, cada una imaginando la escena. Alexa siempre tenía las peores citas, y aunque eso era frustrante para ella, siempre terminaba siendo motivo de diversión entre el grupo.
—Bueno, al menos no tuviste a un Jo interrumpiendo tu noche como lo hice yo —intervino Marina con un tono sarcástico, aún irritada por el recuerdo—. Estaba con un chico guapo en la terraza, charlando tranquilos... Y llega Jo, como si fuera mi salvador, me baja del barandal y espanta al tipo.
Enice y Alexa se rieron, mientras Andrea sacudía la cabeza, anticipando el desenlace.
—¿Y qué pasó después? —preguntó Andrea.
—¡Me dejó sola para ir a comprar pizza! —exclamó Marina, visiblemente molesta—. ¿Te imaginas? Me quedé en el suelo de mi sala, esperando una hora, y cuando vuelve, yo ya estaba casi dormida. Si me conociera mejor, sabría que me muero de sueño si no como a tiempo.
Enice se tapó la boca, tratando de contener la risa.
—Bueno, al menos era conocido —dijo Enice entre risas—. No llevaste a un completo extraño a casa.
Eso fue suficiente para hacer que todas estallaran en carcajadas. Hasta Marina, que normalmente no se dejaba llevar, soltó una risa sarcástica.
—No sé qué es peor, sinceramente —dijo Marina—, un tipo extraño o Jo creyendo que puede salvarme de algo.
—No lo puedo creer —dijo Andrea, divertida pero también algo escandalizada—. ¡Llevan desconocidos a sus casas como si nada! ¿Y si les pasa algo? —Andrea siempre era la más cautelosa del grupo—. No puedes dejar entrar a cualquier chico que conoces en un club. ¡Es peligroso!
Marina se encogió de hombros mientras bebía un sorbo de agua.
—Tampoco es que le abrí la puerta a un asesino. Solo era Jo. Además, me la paso mejor cuando no hay testigos —añadió, con una sonrisa socarrona.
—¡Ah! Jo —repitió Alexa con un suspiro exagerado—. Bueno, no sé qué es peor: un tipo que habla todo el tiempo de sus músculos o un chico que te deja plantada para ir a comprar pizza.
—Oye, ¡la pizza es importante! —se burló Enice, defendiendo a Jo en broma.
—Sí, bueno, mientras no sea la única cosa caliente que trae a la mesa... —murmuró Marina, lo suficientemente fuerte como para que todas la escucharan.
Eso fue suficiente para que todas estallaran en carcajadas nuevamente.
—¡Basta! —dijo Andrea entre risas, fingiéndose ofendida mientras se secaba las lágrimas de risa—. Me están matando. Pero en serio, Marina, ten más cuidado. Jo o no Jo, no deberías dejar que la gente te arruine la noche así.
Marina asintió con una sonrisa mientras las chicas seguían riéndose y bromeando sobre sus vidas románticas, o la falta de ellas.
—Al menos ahora sabemos cómo NO hacer las cosas en tu fiesta de cumpleaños, Andrea —dijo Enice, guiñándole un ojo.
—Exacto —agregó Alexa—. Ni tipos que hablen de sus músculos, ni chicos que se vayan a buscar pizza a mitad de la fiesta.
—Solo nosotras, buena música y mucho pastel —añadió Marina, levantando su vaso para hacer un brindis improvisado.
—¡Por el cumpleaños de Andrea! —dijeron todas al unísono, levantando sus vasos.
—Y por las malas citas que nos hacen más fuertes —bromeó Alexa, haciéndolas reír una vez más.
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