Capítulo 7 "te lo mereces"
Jo estaba decidido. Después de toda una semana de intentos fallidos para captar la atención de Marina, esa noche no iba a ser una excepción. Desde que entró al club y notó su ausencia en la mesa, una preocupación constante lo había estado carcomiendo. Tenía que encontrarla. Recorrió el club con determinación, y no le tomó mucho tiempo ubicarla. La terraza del techo era más tranquila, un lugar donde algunos iban a fumar o simplemente a disfrutar del aire fresco. Y ahí estaba ella, como siempre, rompiendo todas las normas.
Marina estaba sentada peligrosamente en el barandal del techo, balanceando sus piernas como si no hubiera ningún riesgo. Al lado de ella, un chico de cabello castaño le hablaba, inclinándose demasiado cerca para el gusto de Jo. Era evidente que había algo de coqueteo entre ellos, y el chico no se apartaba, como si estuviera buscando algo más que una simple conversación.
Jo se acercó con la misma naturalidad que siempre intentaba mostrar, aunque por dentro sentía una mezcla de nervios y frustración. Ignoró completamente al chico y se dirigió directamente a Marina.
—Marina, bájate de ahí, es peligroso —dijo, sin esperar una respuesta y tomando la iniciativa de sujetarla por la cintura, con firmeza pero sin brusquedad, para bajarla del barandal.
Marina tardó un segundo en reaccionar, claramente por el efecto de las copas que había bebido. Su rostro estaba algo enrojecido y sus ojos se veían brillantes. No era su estado habitual, lo que le preocupó un poco más.
El chico, al ver la escena, retrocedió incómodo y se disculpó.
—No sabía que estabas acompañada —dijo, claramente incómodo, antes de desaparecer entre la multitud.
Marina, molesta, se giró hacia Jo, sacudiéndose de su agarre.
—¿Por qué hiciste eso? —se quejó, arrugando el ceño—. No me estaba molestando, y ya suéltame, arruinaste mis planes.
Jo obedeció de inmediato, soltándola y dándole algo de espacio, pero no podía evitar observarla. Marina llevaba unos mallones negros ajustados como siempre, pero esta vez combinados con unas botas negras y un vestido corto. Su cabello estaba suelto, cayendo en ondas sobre sus hombros. La imagen le robó el aliento por un momento. Así fue como la había recordado del concierto, desinhibida y con una actitud despreocupada, pero esta vez estaba algo alterada por el alcohol. Su piel enrojecida y la mirada cansada solo hacían más evidente que había estado bebiendo mucho.
—No sabía que iba a pasar eso... lo siento —dijo Jo, sintiéndose un poco culpable por haberse entrometido.
—¿Y ahora qué voy a hacer? —murmuró Marina, llevándose una mano a la cara con molestia—. Para empezar, ¿qué haces aquí? —añadió, mirándolo con cierta irritación.
—Acabé aquí de casualidad... —Jo murmuró, aunque en realidad había llegado porque estaba preocupado por ella.
Marina, aún molesta, volvió a sentarse en el barandal, algo que provocó que el corazón de Jo se acelerara. No podía obligarla a bajarse de ahí, pero la idea de que pudiera caerle helaba la sangre.
—Me iré a casa —dijo Marina de repente, claramente fastidiada.
—Yo te llevo —se ofreció Jo, dando un paso hacia ella.
Pero el lenguaje corporal de Marina era evidente. Su mirada era firme y fría, indicándole que no quería que se acercara más. Antes de que pudiera decir algo, una voz alegre interrumpió la escena.
—¡Jo! —Era la chica con la que había estado toda la noche, la misma con la que se había besado antes. Se abrió paso entre la gente hasta la terraza, con una sonrisa despreocupada—. ¡Te estaba buscando!
Jo sintió cómo su cuerpo se tensaba. Por un momento, había olvidado que no había venido solo. El fastidio lo recorrió de inmediato, deseando poder desaparecer de esa situación.
Marina lo miró con los ojos entrecerrados, y luego dejó escapar una risa burlona.
—Esto es por entrometido —dijo Marina, y antes de que Jo pudiera reaccionar, lo agarró por la camisa y lo besó.
El beso lo tomó completamente por sorpresa. El mundo pareció detenerse por un segundo mientras Jo intentaba procesar lo que estaba pasando. Marina se apartó antes de que pudiera reaccionar, dejando caer un poco de su bebida al suelo de los nervios.
La chica que lo había estado buscando miró la escena con incredulidad, mientras Marina simplemente bajaba del barandal y comenzaba a caminar hacia la salida.
—¡Te lo mereces! —gritó Marina, desapareciendo entre la multitud antes de que Jo pudiera decir o hacer algo más.
Jo tardó más de lo que hubiera querido en recuperarse y soltarse de la chica que lo miraba furiosa. Intentó disculparse y salir de la situación, pero ya no le importaba nada de lo que estaba pasando a su alrededor. Solo quería seguir a Marina.
Corrió por el club, buscando entre la gente, pero no la encontraba por ninguna parte. Salió finalmente a la calle, y ahí, en la acera, la vio de pie, esperando.
—¡Marina! —la llamó, acercándose rápidamente.
Ella lo miró con una sonrisa burlona, claramente divirtiéndose con toda la situación.
—¿No tenías compañía? —le preguntó, cruzando los brazos.
—Esperas un taxi, ¿no? Yo te llevo —insistió Jo, decidido a no dejar que se le escapara de nuevo.
Marina lo miró de arriba a abajo, evaluándolo con una expresión socarrona que lo hizo sentirse incómodo por primera vez.
—¿Te refieres a llevarme a casa y quedarte ahí? —le sonrió de una manera que lo hizo dudar por un segundo.
—Sí —respondió Jo con confianza, aunque la forma en que ella lo miraba lo desconcertaba. Estaba acostumbrado a ser el seguro de sí mismo, pero con Marina, todo parecía voltearse.
Marina se cruzó de brazos, observándolo con detenimiento.
—Arruinaste mis planes, así que... déjame verte —dijo, mirándolo con un brillo pícaro en los ojos.
—¿Qué? —preguntó Jo, sin entender a qué se refería.
—Que te levantes la camisa —repitió Marina, con la misma calma con la que podría haberle pedido que le pasara la sal.
Jo, sintiéndose extrañamente vulnerable, obedeció. Levantó la camisa, inseguro, algo que nunca le había pasado antes. Marina lo observó con calma, como si estuviera evaluándolo.
—Date la vuelta —ordenó ella.
Jo, sintiéndose aún más desconcertado, giró lentamente, mientras sentía la mano de Marina tocándole la espalda, como si estuviera inspeccionándolo.
Después de unos segundos, Marina dejó caer los brazos y sonrió.
—Bien, llévame entonces.
Jo, sin decir una palabra más, bajó la camisa, aún confundido por la extraña interacción, pero sabiendo que de alguna manera había conseguido lo que quería: estar solo con ella.
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