Capitulo 6 "Indiferencia"


La semana había transcurrido como una pesadilla para Jo. A pesar de sus mejores esfuerzos por acercarse a Marina, ella parecía siempre estar ocupada o completamente ajena a sus intentos. No era que lo rechazara de forma directa, pero la indiferencia de Marina era aún peor. Cada vez que intentaba hablar con ella, su mirada, escondida detrás de grandes lentes para leer o unas gafas de sol oscuras, lo barría de lado con un aire sarcástico y distante que Jo no sabía cómo romper.

Descubrió que, al parecer, Marina no tenía interés alguno en arreglarse de manera diferente para ir a la universidad. Día tras día, la veía vestida con lo mismo: mallas negras o pantalones cómodos y camisetas grandes que escondían su figura. Nada que ver con los shorts y la blusa del concierto que habían despertado su interés en un principio. Marina siempre estaba cubierta de pies a cabeza, con el cabello recogido en un moño despreocupado y, para rematar, esas gafas enormes que intercambiaba constantemente según la situación, dependiendo de si necesitaba leer o protegerse del sol. Al parecer, era sensible a la luz, así que llevaba consigo ambas gafas y las cambiaba según el momento.

Jo no entendía por qué lo ignoraba tanto. Nunca antes le había pasado algo similar. Estaba acostumbrado a que las mujeres lo notaran, lo buscaran, o al menos reaccionaran a sus intentos de acercamiento. Pero con Marina era diferente; parecía que él no existía en su mundo.

El primer intento que hizo para acercarse a ella fue el miércoles en la cafetería.

Un día, la vio caminando por la cafetería del campus, apurada como siempre, con una de sus grandes camisas flotando tras ella. Decidido a no dejar pasar la oportunidad, se acercó rápidamente y llamó su atención.

—Marina —dijo Jo, su tono firme, pero expectante.

Marina ni siquiera se detuvo. Levantó la mirada apenas por encima de sus gafas, lo observó brevemente y respondió con una sonrisa sarcástica.

—Jo —replicó, imitando su tono, burlándose ligeramente, y siguió caminando como si nada.

Jo se quedó en el lugar, completamente aturdido. ¿Cómo podía responderle de esa manera y seguir como si nada? Sintió que su orgullo estaba herido, pero también algo en ella lo fascinaba aún más.

Volvió a intentarlo el Jueves, un poco más frustrado.

Un par de días después, la vio caminando por uno de los pasillos de la facultad. Estaba con unos papeles en la mano y las gafas de lectura puestas. Jo se acercó rápidamente, intentando nuevamente iniciar una conversación.

—¿Qué tal, Marina? —dijo, con un esfuerzo evidente por sonar casual.

Marina se detuvo un segundo, sin voltear completamente, y dijo sin dejar de caminar:

—Oh, perfecto, Jo, increíble —su voz era tan neutra y sarcástica que Jo no supo si lo decía en serio o si solo estaba jugando con él.

Antes de que pudiera decir algo más, Marina ya había doblado la esquina, dejándolo solo otra vez.

El tercer intento fue el peor. Jo la vio sentada en un banco cerca de la biblioteca, mirando fijamente la pantalla de su celular. Aprovechando que parecía tener un momento de calma, caminó hacia ella con una sonrisa. Pero antes de que pudiera abrir la boca, Marina levantó la vista, lo miró por encima de sus gafas y dijo con tono seco:

—Jo, si vienes a preguntarme algo, la respuesta es no. Y si no es eso, pues... también no.

—¿Qué? —respondió él, sorprendido.

—Lo que sea que quieras —Marina volvió la vista a su celular, ignorándolo por completo.

Esa semana fue un completo fracaso para Jo. No importaba cuánto intentara, parecía que Marina vivía en un mundo donde él no existía. Cada interacción con ella dejaba su confianza un poco más golpeada, y por primera vez en mucho tiempo, no sabía cómo reaccionar ante alguien que lo ignoraba tan sistemáticamente. Nunca le había pasado algo así.

El viernes por la noche, Jo estaba tan frustrado que cuando lo invitaron a salir de fiesta, aceptó sin pensarlo dos veces. Decidió que ese fin de semana se dejaría llevar, sin pensar en nada más que en disfrutar y olvidar la decepción de la semana. Se unió a Samuel y algunos amigos más, y comenzaron la noche en varios bares, bebiendo y disfrutando. Después de varias copas y algunas risas, llegaron a un club.

Jo, ya algo ebrio, se había besado con una chica de cabello negro que no conocía y que había llegado con un grupo de amigas. La noche avanzaba, y todo el grupo la estaba pasando increíblemente bien, con música a todo volumen, risas y más copas. Jo trataba de distraerse, pero algo en el fondo seguía inquietándolo.

En algún momento de la noche, Samuel se topó con Rubén, que también estaba en el club, acompañado de Enice y el grupo con el que habían ido al concierto. Estaban todos: Andrea, Diego, Alexa... pero Marina no estaba.

—¡Hey! —saludó Samuel a Rubén alegremente, ambos ya visiblemente ebrios.

—¡Hey! ¿Cómo estás? —respondió Rubén mientras se daban un abrazo de esos efusivos que solo el alcohol permite.

Jo, al darse cuenta de la presencia de Rubén, fue directo a lo que tenía en la mente.

—¿Y Marina? —preguntó, sin ocultar su inquietud.

Rubén, que hasta ese momento no había reparado en su ausencia, frunció el ceño ligeramente.

—No lo sé, estaba aquí hace un momento —respondió, mirando a su alrededor con una expresión preocupada.

El rostro de Rubén reflejaba una preocupación que Jo no podía ignorar. Algo en la forma en que Rubén reaccionó le generó una pequeña alarma. Sin esperar más, Rubén se acercó a Enice, que estaba en la mesa con el resto del grupo.

—¿Dónde está Marina? —le preguntó con un tono preocupado.

Enice, sin levantar la vista de su vaso, movió la mano despreocupadamente.

—Déjala en paz. No es una niña. Dijo que volvería en un rato.

Rubén frunció el ceño, pero conocía a Marina desde hace mucho tiempo y también conocía su capacidad para meterse en problemas.

—Bien... —respondió, algo nervioso—. Pero si tarda mucho, iré a buscarla.

Se dio la vuelta, tratando de calmarse, pero al buscar a Jo para tranquilizarlo, se dio cuenta de que él ya no estaba.

—¿Dónde está Jo? —preguntó Rubén a Samuel.

Samuel se encogió de hombros.

—Estaba aquí hace un momento. Creo que fue a buscar algo.

Rubén suspiró, dándose cuenta de lo que probablemente estaba sucediendo. Jo había ido a buscar a Marina, y ahora él no sabía si debía detenerlo o dejar que las cosas siguieran su curso.

Rubén miró a Enice, que seguía sin mostrar signos de preocupación.

—¿De verdad crees que no debemos hacer nada? —preguntó Rubén, con el ceño fruncido.

Enice levantó la vista, divertida.

—Relájate, Rubén. Jo no le va a hacer nada a Marina que ella no quiera. Además, ya sabes que Marina puede cuidarse sola. Y si alguien intenta molestarla, no dudará en hacerlo arrepentirse. Créeme.

Rubén suspiró, sabiendo que tenía razón. No le gustaba que Jo estuviera tan cerca de Marina, pero tampoco era su asunto. A fin de cuentas, Enice conocía a Marina mejor que nadie, y si decía que no había que preocuparse, lo mejor sería dejar las cosas como estaban... por ahora.

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