Capítulo 4 "Cosas de mujeres"


Después de que Marina se fue de la cafetería, dejando a Jo abatido en su silla, el ambiente en la mesa volvió a relajarse. Samuel, que había estado observando todo con una sonrisa divertida, decidió romper el silencio.

—No se preocupen por Jo —dijo, lanzando una mirada burlona a su amigo—. Después de todo, es un idiota.

Jo, que estaba tratando de recomponerse, lo miró con el ceño fruncido, pero Samuel continuó sin inmutarse.

—Vamos, todos sabemos cómo es. Después de salir con una chica, no pasa mucho tiempo antes de que ya esté detrás de la siguiente. —Luego se inclinó hacia Enice y añadió—. Si está detrás de Marina es solo porque no le hace caso. Es como un niño que no puede tener el juguete que quiere.

Jo se enderezó en su asiento, sintiéndose atacado.

—Eso no es cierto. No es como tú lo haces ver.

—¿Ah, no? —respondió Samuel, sin dejar de sonreír—. Entonces dime, ¿realmente quieres que Marina sea tu novia o algo? —Lo miró directamente, desafiándolo a responder.

Jo abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salieron. No había pensado en eso, y en el fondo, sabía que Samuel tenía razón. Al no recibir una respuesta, Samuel sonrió victorioso y se volvió hacia Enice.

—Sinceramente, deberían aconsejar a su amiga que se aleje de este grandulón idiota. —Señaló a Jo con la cabeza—. Solo va a lastimarla.

Enice, que conocía demasiado bien a su amiga y a Jo, simplemente se encogió de hombros con desinterés.

—Marina es un adulto, Samuel. Puede cuidarse sola. Además, si realmente quisiera, ya lo habría apartado de su vida. Marina no es de las que dejan que alguien se le acerque si no quiere.

Alexa, que había estado escuchando atentamente, decidió unirse a la conversación.

—Exactamente. Y, en primer lugar, si Jo no es del tipo de Marina, no importa lo que haga. Ni siquiera le seguirá hablando. Lo más a lo que puede aspirar es que ella se siente cerca de él y hable del clima o algo así.

Todos se rieron suavemente, menos Jo, que comenzó a sentirse un poco irritado.

—No se burlen de mí —dijo, frunciendo el ceño—. Estoy seguro de que Marina me prestará atención tarde o temprano. ¡Ya me besó una vez! —exclamó, tratando de recuperar su confianza.

Andrea, que había estado observando todo en silencio hasta ese momento, no pudo contener su disgusto y lo miró con seriedad.

—Eso fue una burla, Jo. —Su tono era firme—. No la conoces bien, ¿verdad? Marina no es un juguete. Si solo estás molestándola para ver si cede, mejor déjala en paz.

Jo, sorprendido por la dureza de sus palabras, intentó interrumpir, pero Andrea continuó.

—Enice será muy despreocupada sobre la gente que se le acerca a Marina, pero yo no. Te lo advierto, Jo —dijo, cruzando los brazos—. No lo tomes a la ligera.

Diego, viendo la tensión en el ambiente, decidió suavizar las cosas con una broma.

—Ten cuidado, Jo. Andrea muerde. —Sonrió juguetonamente mientras todos en la mesa se reían, especialmente al notar cómo Andrea, con sus mejillas redondas y sus grandes ojos, parecía más adorable que amenazadora. Además, con sus uñas decoradas con pequeñas florecitas, la escena era aún más cómica.

Andrea frunció el ceño, ligeramente subestimada, pero no dijo nada. Sabía que no inspiraba mucho miedo con su apariencia, pero sus palabras habían sido serias.

Finalmente, Enice se inclinó hacia Jo con una sonrisa despreocupada.

—Mira, Jo, sé que normalmente las mujeres te han llovido, pero estoy segura de que alguna vez te han dicho que no.

Jo asintió, recordando vagamente algunas ocasiones, aunque no era algo común en su vida.

—De cualquier manera, no podemos saberlo hasta que pase la primera semana.

—¿La primera semana? —preguntó Jo, confundido.

—Sí —respondió Enice, mirando a su amiga ausente con complicidad—. Esta semana Marina tiene muchas cosas que hacer. Pero espérate a que llegue a "esa fase".

Alexa estalló en una risa cómplice, mientras Andrea miraba a Enice con los ojos entrecerrados.

—Definitivamente no dejaré que se le acerque en esa fase —dijo Andrea, cruzando los brazos de manera protectora.

Jo frunció el ceño, aún más confundido.

—¿De qué demonios están hablando?

Andrea le lanzó una mirada severa mientras Alexa y Enice se reían juntas.

—Son cosas de mujeres, Jo —le dijo Andrea, manteniendo la seriedad en su voz—. No te incumbe.

Jo se sintió completamente fuera de lugar, pero antes de poder decir algo más, Samuel, que hasta ese momento había estado observando todo con una sonrisa divertida, se inclinó hacia él.

—Te lo dije, amigo. Estás jugando en un terreno peligroso.

Jo se dejó caer en la silla, frustrado y aún más confundido que antes.

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