Capitulo 16 "barra libre"


Jo se despertó de golpe en su habitación de hotel, sobresaltado por el ruido de la puerta abriéndose de golpe. En medio de la penumbra, vio una figura tambaleándose hacia la cama de al lado. Era Samuel, completamente ebrio, quien entraba sin decir palabra y se dejaba caer con un suspiro pesado.

—¿Qué pasó? —preguntó Jo, aún medio adormilado y confundido.

—Nos fuimos de fiesta. Vine por ti, pero estabas dormido —murmuró Samuel, comenzando a desvestirse torpemente, lanzando su ropa por todas partes.

Jo frunció el ceño, notando que algo no encajaba. Se levantó y miró a su alrededor: Marina no estaba en la habitación. Ni su traje de baño, ni su toalla, nada de sus cosas estaban allí. **¿Dónde demonios está?** pensó, sintiendo una creciente preocupación.

—¿Y los demás? —insistió Jo, mientras Samuel comenzaba a roncar.

—Todos estamos borrachos... ¿yo qué sé? —balbuceó Samuel, antes de dejarse caer rendido sobre la almohada.

Jo se vistió rápidamente, ignorando el desastre que Samuel había dejado en la habitación, y salió a buscar a Marina. **¿Qué estaba sucediendo?**. No había sido más que un par de horas que había dormido, pero todo parecía haber cambiado drásticamente.

Al poco tiempo, encontró a Enice, Rubén, Andrea y Diego en el pasillo del hotel. Enice y Andrea estaban borrachas y Rubén las llevaba a sus habitaciones. Andrea se reía sin parar mientras Diego la cargaba.

—¿Qué pasó? —preguntó Jo, sorprendido al ver el estado en que estaban.

—Había barra libre para las mujeres —se excusó Rubén, con una sonrisa nerviosa.

Jo sintió cómo su preocupación aumentaba.

—¿Y dónde están Marina y Alexa? —preguntó, mirando a su alrededor. **¿Cuánto se puede perder uno durmiendo un par de horas?** pensó.

—No las pudimos traer. Se negaron rotundamente y solo podíamos con una a la vez —respondió Rubén, luciendo algo angustiado mientras intentaba controlar a Enice.

—Envíenme la ubicación del bar, yo voy por ellas —dijo Jo, cada vez más preocupado—. Tengo el número de Alexa, pero no el de Marina. Envíamelo, quizá me respondan la llamada.

Rubén asintió y, junto con Diego, llevaron a las chicas borrachas a sus habitaciones. A los pocos minutos, Jo recibió la ubicación y el número de Alexa en el chat de Rubén. **No estaba tan lejos.**

No le tomó más de diez minutos llegar al bar, pero cuando llegó, lo primero que vio fue a Alexa y Marina saliendo del lugar, acompañadas por dos hombres desconocidos. Jo sintió una punzada de alarma al ver al tipo que rodeaba a Marina con un brazo por el cuello.

—¡Jo! ¡Hola, cómo estás! —dijo Alexa entre risas, tambaleándose mientras se recargaba en él.

Jo apenas le prestó atención. Mantuvo la mirada fija en Marina, que parecía algo desorientada pero no preocupada. El hombre que la acompañaba le resultaba desagradable de inmediato.

—Ya váyanse —dijo Jo, firme y sin rodeos, dirigiéndose a los hombres.

Ambos no parecieron estar contentos con la intervención, pero al ver el tamaño de Jo, alto y fornido, se marcharon de mala gana, sin discutir.

—¡Pero me agradaba! —se quejó Marina con un tono infantil—. Él tenía los boletos del resort...

—Gracias por la ayuda —dijo Diego, que había llegado tras Jo—. No sé cómo habría podido deshacerme de ellos yo solo.

—Siempre te entrometes —se quejó Marina, dándole un golpe suave en el brazo que Jo apenas sintió. Pero en el proceso, perdió el equilibrio y cayó al suelo de un sentón.

—¡Marina! —dijo Jo, alarmado. Se agachó rápidamente para levantarla del suelo y la cargó en brazos, mientras ella seguía riendo.

Diego, también cargando a Alexa, miró a Jo con una sonrisa cómplice.

—Vaya noche, ¿eh? —dijo Diego, mientras ambos empezaban a caminar de regreso al hotel.

Alexa, apoyada en Diego, hablaba sin parar sobre tiempos compartidos, mientras Marina, en brazos de Jo, no dejaba de mirar el cielo y reírse como si hubiera encontrado algo increíblemente gracioso en las estrellas.

—Duérmanse ya —les dijo Jo cuando llegaron al hotel. Diego lanzó a Alexa a una cama, quien se quedó dormida al instante. Jo trató de hacer lo mismo con Marina, pero ella se aferró a él, mirándolo con una sonrisa traviesa.

—¡Marina! —se quejó Jo cuando ella, en un gesto inexplicable, le lamió la cara.

Marina soltó una risa estruendosa, completamente divertida con su propio comportamiento.

—Me quitaste a mi amigo... —volvió a quejarse, todavía riendo.

Jo, ahora molesto, la puso en el suelo con cuidado y se limpió la cara, frunciendo el ceño.

—Estás demasiado borracha, Marina —dijo, intentando mantener la calma.

—Quiero beber agua —dijo ella, soltándolo finalmente y dirigiéndose hacia la puerta tambaleante.

—¡Marina, te vas a caer! —dijo Jo, siguiéndola rápidamente, justo a tiempo para verla tropezar con un escalón. Se apresuró a ayudarla a levantarse mientras ella seguía riendo como loca—. ¿Cuánto bebieron? —murmuró Jo, soltando un suspiro de alivio al ver que no estaba lastimada.

La ayudó a conseguir agua, y Marina bebió como si fuera una niña pequeña, balanceando los pies mientras lo hacía.

—Vamos a la arena —insistió ella de repente, señalando hacia la playa.

Jo sabía que si la dejaba sola, solo causaría más problemas, así que, resignado, la acompañó.

Una vez en la playa, Marina se dejó caer en la arena, ignorando por completo el hecho de que era de madrugada. Comenzó a hacer un castillo de arena, con una concentración absurda dada la situación. Jo, rendido, se sentó a su lado, observando cómo se movía con una mezcla de torpeza y dedicación. No podía evitar sentir algo de admiración por cómo Marina, incluso en estado de ebriedad, seguía siendo impredecible.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top