Capitulo 12: "Paseo nocturno"
Marina y Jo salieron de la fiesta de cumpleaños de Andrea y comenzaron a caminar por las calles tranquilas de la ciudad. El aire fresco de la noche los envolvía, y el sonido de sus pasos resonaba suavemente sobre la acera. Las luces de la calle proyectaban sombras largas, mientras la ciudad lentamente se sumía en la calma. Había algo relajante en esa caminata, una transición natural del bullicio de la fiesta al silencio de la noche.
Jo, siempre cómodo con el silencio, disfrutaba del momento. No había prisa en sus pasos, y aunque había querido quedarse más tiempo en la fiesta, estar allí con Marina, en una conversación tranquila, parecía la mejor opción de la noche. Miró de reojo a Marina, quien caminaba a su lado con las manos en los bolsillos, como si el mundo no le importara en absoluto.
-¿Sueles salir a caminar a estas horas o solo estoy siendo una influencia muy convincente? -preguntó Jo con una sonrisa, rompiendo el silencio de manera casual.
Marina soltó una pequeña risa y lo miró de reojo.- ¿Crees que eres tan convincente?- replicó con su tono sarcástico habitual.- Si accedí a que me acompañaras, fue solo porque me dijiste que dejarías de molestarme por hoy.
Jo levantó las manos en señal de paz. - No me malinterpretes, lo considero un honor. No todos los días puedo decir que convencí a Marina para que aceptara mi compañía.
- No exageres –respondió Marina, aunque una sonrisa ligera se dibujó en su rostro.
Siguieron caminando en silencio por un momento, pasando por tiendas cerradas y cafeterías vacías. La luna brillaba débilmente entre las nubes, iluminando lo suficiente para que el camino se viera bajo una suave luz plateada. Jo no pudo evitar sentirse cómodo en esa caminata, una sensación de tranquilidad lo embargaba.
-¿Siempre te mantienes tan al margen en las fiestas?– preguntó Jo, genuinamente curioso. Sabía que Marina no era de las personas que se lanzaban al centro de la pista de baile, pero su capacidad para mantener una actitud relajada y distante en medio del caos lo intrigaba.
Marina se encogió de hombros. -No me gusta estar en el centro de atención –respondió con sinceridad. - Prefiero observar. Es más interesante ver cómo los demás se manejan cuando están siendo el centro. Siempre se puede aprender algo de cómo la gente actúa cuando creen que nadie los está observando.
-¿Así que eres de las que analiza todo?– Jo sonrió mientras hablaba. -¿Me estás analizando también?
Marina giró su cabeza para mirarlo y levantó una ceja, fingiendo pensarlo. - Si estuviera haciéndolo, no te lo diría.
Jo soltó una carcajada. -Bueno, entonces supongo que tendré que asumir que soy un libro abierto para ti.
-Es posible – respondió ella, manteniendo la calma en su tono. -O tal vez no me importa tanto como piensas.
-Eso me tranquiliza, creo –bromeó Jo, aunque no pudo evitar preguntarse qué pensaba realmente Marina de él.
Continuaron caminando, disfrutando de la brisa fresca. La conversación fluía con facilidad, aunque, como siempre, Marina mantenía su distancia emocional, envolviéndose en su ironía característica. A Jo no le molestaba; de hecho, le gustaba ese juego entre ellos, esa especie de danza verbal donde ambos tanteaban el terreno sin mostrar del todo sus cartas.
- ¿Siempre eres así de difícil de leer?– preguntó Jo en un momento, mirando a Marina con curiosidad.
Ella lo miró de vuelta con una sonrisa burlona. - ¿Siempre eres así de persistente?
Jo se encogió de hombros, con una sonrisa que no desaparecía de su rostro. - Supongo que sí. No me gusta rendirme fácilmente.
-Lo he notado –dijo Marina, sonriendo para sus adentros.
El paseo se alargó más de lo que ambos habían anticipado, pero ninguno de los dos parecía tener prisa por terminarlo. Las calles estaban desiertas y el sonido de la ciudad en la lejanía apenas llegaba a sus oídos, dejando que la noche se llenara con el eco suave de sus voces.
Finalmente, después de lo que parecieron unos minutos más de conversación tranquila, llegaron al edificio de Marina. Se detuvieron frente a la entrada, bajo una luz tenue que iluminaba la acera.
-Bueno, hasta aquí llegamos –dijo Marina, sin dejar de mirarlo.
Jo se apoyó casualmente en la pared junto a la puerta, aún sonriendo. -¿No me vas a invitar a pasar?
Marina soltó una risa baja, divertida por la pregunta. -¿De verdad crees que voy a invitarte a pasar?
-Vamos - Le pidio y sin pensarlo la tomó de la mano.
Marina lo miró, fingiendo pensarlo durante unos segundos antes de abrir la puerta.
—Sí, entra. No quiero que la gente diga que te dejé vagando por la ciudad a estas horas —respondió con una sonrisa ladeada, dejando que Jo entrara al pequeño y minimalista espacio que llamaba hogar.
El apartamento de Marina, como siempre, era simple y casi desprovisto de decoración. Solo lo esencial: algunas cajas que aún no había terminado de desempacar desde su mudanza, unos cojines en el suelo y un colchón en su habitación. Era el tipo de lugar que alguien pragmático como ella prefería, sin lujos innecesarios.
—Siéntate donde puedas —dijo Marina, quitándose los zapatos y dirigiéndose a la pequeña cocina—. Solo tengo cojines y... bueno, tú ya sabes cómo soy.
Jo sonrió, tomando asiento en uno de los grandes cojines que estaban distribuidos por el suelo de la sala. Se quitó la chaqueta y la dejó a un lado, observando cómo Marina se movía por el espacio con naturalidad, como si no le importara en absoluto la falta de muebles o decoración.
—No te preocupes, estoy bien —dijo Jo mientras se acomodaba en el cojín—. La verdad es que me gusta el estilo minimalista. Aunque —hizo una pausa, mirándola con picardía—, unos cuantos muebles no te harían daño.
Marina resopló suavemente desde la cocina mientras sacaba un vaso y una botella de agua.
—Prefiero tener solo lo necesario —respondió mientras se sentaba en un cojín frente a él y le pasaba un vaso—. Y no te hagas ilusiones, no hay vino ni nada emocionante.
Jo tomó el vaso y bebió un sorbo, sin dejar de observarla con esa mezcla de admiración y curiosidad que siempre le provocaba.
—¿Y qué es lo "necesario" para ti? —preguntó Jo, apoyando el vaso en el suelo y cruzando los brazos con interés genuino.
Marina bebió de la botella y lo dejó a un lado antes de responder, su mirada fija en él.
—Lo necesario es lo que me hace la vida más fácil. No necesito más que eso. —Su tono era claro, pero había una tranquilidad en su voz que indicaba que estaba cómoda en su propio espacio—. ¿Por qué tener cosas de más? Solo ocupan lugar.
Jo asintió, intentando desentrañar más de la mente de Marina.
—Supongo que yo soy del tipo que siempre busca tener algo más —dijo él, sonriendo—. A veces quiero más de lo que necesito.
—Vaya sorpresa —respondió Marina con ironía, pero no de manera hiriente. Jo no pudo evitar reírse.
El silencio entre ellos era cómodo, cada uno en su propio espacio mental, pero conectados de una manera que antes no había sucedido. Marina se recostó en su cojín, cruzando una pierna sobre la otra mientras lo observaba.
—Entonces, ¿qué pasa ahora? —preguntó, su tono lleno de una mezcla de curiosidad y desafío.
Jo sonrió, entendiendo el juego, pero también sintiendo que esa noche era diferente. No había prisa, no había necesidad de presionar las cosas.
—No lo sé. Supongo que lo veremos juntos —respondió, su voz segura pero tranquila.
Marina soltó una pequeña risa, llevándose un mechón de pelo tras la oreja.
—Vaya respuesta fácil —bromeó, pero sin perder ese brillo en los ojos.
Jo se acomodó más en el cojín, dejándose llevar por el momento. No tenía que ganar nada esa noche, no tenía que forzar nada. Sabía que algo había cambiado, que finalmente había entrado en el mundo de Marina, aunque solo fuera por un rato.
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