7. Adiós Marelia

Naruto estaba espantado, el agua le llegaba hasta el cuello y probablemente de no ser detenido por Shikamaru hubiera muerto ahogado. No recordaba cómo llegó hasta la playa, simplemente mientras esperaba por su desayuno se sintió cansado; el cuerpo le pesaba tanto que le era imposible moverse por su cuenta. Luego de eso creyó caer dormido, al menos eso pensó hasta que sintió como alguien lo jalaba desde la cintura; recién despertaron sus sentidos y el frío lo invadió, casi de inmediato comprendió que se debía a que estaba casi sumergido por completo en el agua.

—¿Qué demonios te pasa? —Shikamaru en esos momentos olvidó toda regla o protocolo; su amigo le dio un verdadero susto.

—Achu —estornudó el futuro rey sin voltear a ver al pelinegro, el cual estaba aferrado de su cintura impidiéndole apartarse.

El mejor amigo de Naruto estaba perplejo, su mayor miedo parecía haber estado a punto de hacerse realidad; si no hubiera llegado más temprano al palacio, quizá en ese día soleado y aparentemente tranquilo, su amigo estaría muerto. Ya no podía perder a alguien más de esa misma manera, ahora sí tomaría cartas en el asunto y evitaría otra tragedia.

—Vamos devuelta al palacio —dictaminó el de ojos marrones.

Cuando ambos salieron del mar empapados fue de la mano, el agarre era fuerte y aunque no llegaba a ser muy doloroso, Naruto comprendía la preocupación de su amigo. Además él también estaba sin palabras, necesitaba procesar muchas cosas; estuvo tan cerca de él mismo poner fin a su vida y dejar a su reino en peligro.

Algunos de los mechones rubios de Naruto habían sido alcanzados por el agua y estaban pegados a la frente del príncipe, sumándole a eso su ropa de dormir que dejaba tras de sí un rastro de gotas de agua;  que la gente los viera en ese estado daría lugar a rumores, así que con más prisa anduvieron ambos hasta encontrarse finalmente frente al portón del castillo. Incluso el guardia estaba sorprendido de ver a ambos jóvenes en esas pintas, también se le hizo inusual que ambos estuvieran tomados de la mano; por ahí se decía que el príncipe demoraba mucho en buscar pareja porque no gustaba de las mujeres.

Apenas estuvieron en el cuarto del futuro monarca, el heredero se dejó caer al suelo dejándose abatir por el dolor en su abdomen; sintió aquel ser sellado en su interior tratando de salir, debió percibir que estaba débil y quiso aprovechar la oportunidad. Hacía no mucho estuvo expuesto a la muerte y eso debilitó temporalmente la resistencia del sello, ahora nuevamente estuvo cerca de eso y con el sello en proceso de recuperación su cuerpo tuvo que perder más fuerzas para fortalecerlo.

—¡Naruto! —gritó Shikamaru y se agachó para cargar a su amigo, el cual había comenzado a temblar; mientras gritaba por ayuda puso a su amigo en su cama.

Por el grito llegó una mucama y entró al cuarto sin siquiera tocar, apenas vio al heredero de los Uzumaki su angustia aumentó.

 —Señor, quítele la ropa o solo hará que empeore su estado —la mujer estaba dando una orden a alguien importante, pero eso situación lo exigía.

El de cabellera negra no cuestionó nada y solo se limitó a acatar lo dicho por la mujer; cuando ella regresó le tendió la ropa a él porque ella no podía ver desnudo a su majestad. Con la cercanía que tenían ambos amigos, para Shikamaru no hubo problema en hacer esto; tampoco es que antes no hubiera visto el cuerpo de su amigo.

Pasados unos minutos la mucama había retornado al cuarto con unas toallas y un recipiente con agua, debía bajarle la fiebre al rubio; ella antes había tenido que cuidar a su madre enferma, así que sabía qué hacer. De todos modos, el pelinegro salió en busca del médico por si las dudas; su amigo no podía debilitarse tanto o el sello trataría de protegerse drenándole las pocas fuerzas que tenía. Mientras iba de camino al doctor montando en un caballo negro, un pensamiento se repetía en su cabeza; él estaba furioso y dispuesto a encontrar al hechicero que pretendió matar a su amigo.

—Cuando lo tenga en frente me aseguraré de matarlo —esto era algo personal para Shikamaru, no estaba pensando como el consejero de Naruto; sino como aquel que perdió mucho a manos de un hechicero.

En el mismo momento que deje al doctor con su amigo, sin esperar un segundo más iría en búsqueda de alguien de confianza; él solo no podría cazar a aquel que al parecer tiene bajo un hechizo a su amigo. Lo que esa mañana vio confirmó su temor; recordaba haberlo observado correr en pijama, eso era raro, sin embargo lo fue mucho más que parecía no escuchar sus llamados. Esa escena de su pequeño primo le vino a la mente, eran tan similares que supo reconocer lo que estaba suscitándose frente a sus ojos.

En el bosque de Konoha alguien estaba inquieto, hace unas horas reconoció un llamado que le generó impotencia. Era él, su pequeño rogando por ayuda; pudo haber perdido muchas de sus habilidades, pero algo que ninguna magia eliminaba era esa conexión. Lo sentía a la perfección, ese algo que algunos humanos definían como: la sangre llama.

—Gaara —dijo en voz alta sintiendo ese vacío doloroso en su pecho; llevaba tanto tiempo sin verlo y presentía que desde su partida las cosas empeoraron para él.

Unas horas atrás en el arrecife realmente la situación fue mala para el pelirrojo. Antes su hermano había llegado dispuesto a llevárselo por las buenas; no obstante él no quería volver al encierro para seguir sufriendo, estaba harto y por primera vez quería poder hacer algo pensando en su propia felicidad.

—¿Quieres que vuelva a esa prisión? —los ojos turquesa de Gaara se posaron directo en los de su hermano.

—¿Sí?

—No quiero; si padre vuelve a usar su tridente en mí creo que me volveré espuma —el menor tomó una pausa antes de continuar—. Hubo veces en las que realmente deseé que eso sucediera, pero también quería vivir y salir como las demás sirenas; intenté aguantar hasta que Temari sea reina... es solo que ya no puedo estar un día más en esa prisión.

Kankuro quería llevarlo consigo, decirle que Temari en algún momento ocuparía el trono y por fin tendría una vida normal; sin embargo, no tenía idea de qué tantos años más deberían pasar para eso. La idea de que su hermanito esté solo en el mar, sin siquiera saber defenderse lo preocupaba demasiado; aunque con su padre furioso por su escape regresar quizá era una muerte segura, él estaba furioso y no solía controlarse con Gaara, si lo mataba nunca se lo perdonaría.

—Un último abrazos por lo menos —pidió el mayor. La sonrisa en el rostro de Gaara al saber que no lo obligaría a volver era notable; era tan poco usual verlo con alegría en su rostro, siempre estaba con la mirada baja y sin emoción alguna en su rostro.

Ambos hermanos se despidieron, no sin antes prometerse que el día en que Temari sea reina los tres se reunirían; seguramente aquel sería uno de los mejores días de su vida.

—Dile a Temari que no se preocupe, me quedaré con alguien que conocí la vez que me perdí —el menor no planeaba contarle que eran exiliados, ya a duras penas su hermano lo estaba dejando partir.

La calma en la vida del sireno de cola amaranto era algo imposible al parecer, ya que en su ataque apareció un hombre pulpo y que arremetió contra su hermano. Presa del terror más puro se quedó quieto, su mente estaba bloqueada y su cuerpo no reaccionaba. Sabía que debía ayudar a Kankuro, mas en contra le jugaban los recuerdos que le llegaban uno tras otro aturdiéndolo más; no tenía encima al hombre pulpo, no obstante le parecía estar sintiendo como sus tentáculos aprisionaban su cola.

El mayor de los hermanos forcejeando tomó el arma que traía atada a su cintura; si la enterraba en la garganta de su agresor lo mataría de inmediato. Kankuro estaba en total desventaja, su cola estaba inmovilizada completamente por dos tentáculos mientras que otros dos estaban rodeando sus brazos; finalmente el hombre pulpo le quitó el arma con uno de sus tentáculos y le arrebató el arma.

De la nada apareció una sirena que Gaara ya conocía, apenas el hombre pulpo miró a Sasuke a los ojos vio su tono carmín; cuando logró reconocer su error ya estaba metido dentro de una ilusión, de la cual solo podría salir dentro de unas horas. Sin darle tiempo de agradecer, el pelirrojo fue jalado del brazo hasta detrás de unas rocas; Sakura era quien lo trajo hasta ahí.

—¿Estás bien? —la de cabellos rosados buscaba alguna herida visible.

—Sí, solo un poco aturdido —por fin Gaara estaba recuperando el control de sus sentidos.

Por un momento creyó que ese sería su fin.

—Ya se te pasará, ahora debo hechizar a tu hermano para que se vaya a Marelia; dudo que le agrade saber que te fuiste con un Uchiha y una arrulladora —Sakura luego de eso comenzó a cantar.

El segundo hijo de Rasa no vio quien había llegado en su auxilio, tampoco le importaba porque quería asegurarse de que su hermano estuviera bien; aunque esa melodiosa voz le hizo olvidar eso, incluso a las palabras que su hermana le decía a través de su marca.

—Kankuro, ¿qué pasó? Sentí el miedo de ambos —Temari estaba comunicándose exclusivamente con él, pero no recibía respuesta; luego lo trató con Gaara y pudo calmarse un poco.

—Temari, Kankuro ya va de regreso —fue lo último que dijo el sireno de ojos turquesa.

También el canto de Sakura comenzaba a afectarlo, pese a que el hechizo no iba dirigido a él; de repente el sueño le llegó y comenzó a volverse una tarea difícil el mantenerse despierto. De manera inevitable acabó dormido.

Eso había ocurrido antes. Hacía muy poco Gaara despertó, lo habían dejado en la casa de la bruja del mar; por fin al estar ahí se sintió a salvo de su padre. Luego de unos minutos esperando que apareciera alguien, decidió por su cuenta explorar el lugar; las voces que provenían de afuera lo llenaron de ganas por poder salir.

De salir a hablar con esas sirenas sentiría vergüenza, estaba tan poco acostumbrado a tratar con otras personas que temía hacer algo mal.

Por ahora, el pelirrojo se conformaba con observar a través de la ventana atentamente; lucían tan felices y hablaban tanto entre ellos que le costaba imaginarse actuando igual. Necesitaría tiempo para acostumbrarse a dirigir más de tres palabras a personas desconocidas; sin importar que una parte de sí, añoraba salir y convivir con los demás, la otra le decía que eso no era lo mejor.

—¿Quieres salir a nadar? —preguntó Tsunade, quien bajaba del lugar donde prepara sus pociones.

—¿Van a haber otras sirenas? —quiso saber el de cola amaranto.

—Sí. A esta hora suelen estar nadando por todas partes.

—Entonces prefiero no salir; al menos no por ahora —Gaara no dejaba de pensar si lo tratarían como en Marelia; allá la gente apenas lo veían se alejaban y murmuraban sobre el demonio en su interior.

Tsunade no dijo nada y prefirió no insistir. Estaba tratando con un joven que fue forzado a estar completamente  aislado, y sin importar su anhelo por ser libre, en el fondo lo ocurrido en toda su vida lo marcó. Todo eso a tal punto que aunque moría por salir, temía volver a sufrir el mismo desprecio; no obstante una vez más le pidió que le preparara una poción para ser humano.

Ella sabía que para el sireno, la superficie era un escape para huir de su realidad: Marelia, el lugar donde sufrió por tantos años y que ahora dejó.

—Me temo que se encariñe demasiado con su escape —pensó la bruja al ver como el chico con frasco en mano se iba; así hasta que se perdió de vista. No se preocuparía porque encuentre el camino al lugar, ya que le dio una concha encantada que lo guiaría devuelta ahí; sin embargo Sasuke y Sakura lo acompañaron hasta cerca de la playa.

En la orilla alguien estaba oculto tras una roca; llevaba horas esperando ver algo fuera de lo normal.

Continuará...

Logré actualizar, con algunas dificultades, pero lo hice.

Ojalá les gustara el capítulo, si fue así voten y comenten.

Posdata: Perdón por las faltas ortográficas, he terminado de escribirlo justo ahora. Tuve que reescribir el capítulo desde cero.

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