6. Gracias por todo
Gaara una vez más se encontraba dentro de su prisión. Él permanecía recostado en su cama recordando su breve periodo de libertad, se había divertido mucho; aunque para unos dar un pequeño paseo era algo totalmente normal para él no, así que la dicha experimentada en ese momento superaba por mucho la de alguien promedio.
—Naruto —susurró con la vista perdida en el techo. Ese chico de enérgica personalidad le ofreció quedarse, pero el rechazó esa oferta, pese a que en lo más profundo de su mente quería decir que aceptaba con gusto.
Cuando el humano se puso a hacer muchas preguntas, a las cuales no podía responder porque... Gaara podía decir que odiaba a su reino por darle la espalda, mas carecía de crueldad en su ser; por esta misma razón no planeaba revelar dónde se hallaba Marelia, tampoco es que quisiera poner a sus hermanos en peligro. El rubio ese aparentaba ser una buena persona; sin embargo, qué le aseguraba que realmente lo era. Una vez confió y resultó ser una vil mentira; quizá no conocía el mundo entero, mas aprendió a no fiarse de cualquiera.
El resto del día se quedó aguardando alguna visita de Temari o Kankuro, le bastaba con que llegaran a dedicarle un saludo. De repente sintió que logró conectar pensamientos con su hermano, al parecer estaba angustiado; ¿Qué estaría ocurriendo? Intentó ver por su ventana sin éxito, sentía que se acercaba a toda prisa al castillo.
—¿Un herido? —repitió en voz alta el príncipe más joven. Cuando dijo esto oyó a los dos adultos fuera la celda empezar a susurrar— Ya llegó.
Gaara estaba confundido y preocupado, su hermano mayor era un guerrero bastante fuerte y temía que algo le hubiera ocurrido. En su inquietud dejó su lecho para acercarse a la puerta de su cuarto, suponía que su hermana vendría a explicarle lo ocurrido. En el par de horas que demoró Temari en aparecer, él se la pasó intentando descifrar lo que había ocurrido.
—Perdón por demorar, Gaara —se disculpó ella. Su expresión lucía bastante serena, pareciera que no le afectara lo que acontecido.
—¿Kankuro está bien? —interrogó el de ojos turquesa con una notable preocupación en su voz.
—Físicamente sí, pero mentalmente no —contestó la heredera sin recibir respuesta, así que tomó esto como la invitación a dar explicaciones—. Kankuro y uno de sus compañeros estaban patrullando las fronteras del reino, pero fueron ataacados por... Antes de decírtelo mejor sería que tomes mi mano.
A través de las rejas de coral asomó la mano derecha de la mayor. Sin replicar el por qué de esta sugerencia lo hizo.
—Bueno... Quienes los atacaron fueron dos hombres pulpo —Temari sin quitar la vista de su hermano analizó como este empalideció un poco y le tembló un poco la mano.
—¿Cómo puedes decirlo con tanta calma? —rogó por saber el de marcas negras en el contorno de sus ojos.
—Se supone que soy la futura reina, si yo entro en pánico todos en el reino lo harán y esa será nuestra perdición —sentenció ella con firmeza y decisión; luego ablandó un poco más su expresión y con ternura trató de brindar paz a su hermanito—. No te preocupes, ellos nunca volverán a entrar a nuestro reino.
Temari odiaba tener que mostrar su lado más dulce, estaba acostumbrada a aparentar fortaleza y seguridad. Sentía que esa imagen que daba era parte de su responsabilidad como futura reina; sin importar que la situación se complique debía controlarla lo mejor posible. Quizá su padre continuaba siendo el rey, pero este ya le había permitido tomar lugar en las decisiones importantes. Dentro de poco habría una reunión de urgencia para acordar cómo se evitaría el ingreso de los hombres pulpo, los cuales probablemente ya habían ingresado al territorio de las sirenas.
—Tengo que ir a una reunión. Hasta pronto, Gaara —se despidió la de cabellos rubios, quien no esperaba una respuesta. Ella mejor que nadie comprendía lo chocante que debió ser la noticia para el pelirrojo.
Esa noche fue una inquietante para el hijo menor de Rasa, el cual daba vueltas sobre su lecho. Una vez más le pareció sentir aquellos tentáculos atrapando su cola con fuerza, sus propios gritos retumbaban en sus oídos mientras pedía auxilio y en un vano intento de huir buscaba nadar.
En Konoha, la noche había llegado trayendo consigo ese silencio sepulcral que solo era interrumpido por algún grillo o ave nocturna. Apreciando desde su balcón el encanto de la noche se encontraba un joven príncipe de ojos azules, su vista permanecía perdida en el mar; no dejaba de cuestionarse si aquel recuerdo de su experiencia cercana a la muerte fue cierto, pudo tratarse de un juego de su mente ante tan mala circunstancia.
Pero si realmente eso fue un sueño, por qué sentía que al rememorar ese recuerdo había más; por este motivo se encontraba tratando de forzar a su mente a que le revele ese algo. Incluso trató de hacer un dibujo de ese rostro que solo apreció por unos segundos, él creía que al hacerlo hallaría esas memorias que le costaba evocar.
Esa tarde había dado un paseo por la playa junto a Shikamaru, por alguna razón su amigo se empeñó ese día en llevarlo ahí. El heredero de los Uzumaki desde la muerte de sus padres se encontraba muy dolido; podía no exteriorizarlo, mas alguien tan cercano a él, como lo es Shikamaru, se percató de que esto generó un cambio en su actitud.
—Prefería cuando no eras tan serio —le confesó el Nara sentado sobre la arena.
—Antes decías que era demasiado relajado para ser el príncipe heredero y ahora que soy más serio te quejas —tomó una pausa el rubio mirando las olas tocar la orilla—; realmente no te entiendo, Shikamaru.
—La verdad sí deseaba que madures un poco, pero no que perdieras esa vitalidad que llamó mi atención el día que te conocí —confesó el de cabellos negros. De repente el que estaba sentado a su lado toció intentando ocultar sus ganas de llorar.
Sin importarle el estatus o las apariencias fue el de ojos marrones quien abrazó al príncipe, permitiéndole a este derramar todas las lágrimas que no pudo liberar el día en que murieron sus padres. El hijo de Shikaku se mantuvo acariciando la espalda del rubio; odiaba sentir la impotencia de que sus conocimientos en esa ocasión no pudieran ayudarle. Le hubiera encantado saber la fórmula o estrategia para quitarle ese dolor a Naruto; él habiendo vivido una experiencia similar en el paso no planeaba mentirle.
—La vida sigue y solo queda aprender a vivir con ese dolor; mas eso no es excusa para vivir infeliz porque mientras sigas vivo siempre podrás ser feliz.
Las palabras de su amigo y consejero le habían devuelto la fortaleza que creyó haber perdido. Naruto podía haber madurado un poco con los años y aprendido muchas cosas; sin embargo, al estar cerca de Shikamaru sentía que siempre le quedaba mucho por aprender.
—Me alegra tenerte a ti como mi amigo —recuperó su compostura el de marcas en las mejillas. Con las mangas de su camisa blanca secó las pocas lágrimas en sus mejillas; finalmente mostró esa sonrisa genuina que calmó al de cabellos negros.
Retornando al presente el futuro rey dejó el balcón para entrar a su cuarto, estando ahí fue directo a su cama donde producto del cansancio quedó dormido. En su sueño una vez más se repitieron escenas difusas, estas trajeron consigo un nombre a su mente.
—Gaara —murmuró el rubio mientras descansaba.
En su cuarto el joven sireno se hallaba despierto una vez más, había sentido que alguien lo llamó y estaba completamente seguro de que no fue ninguno de sus hermanos. En parte le alegró haber salido de esa horrible pesadilla. Gaara podía sentirse seguro al saber que los hombres pulpo atentaban con entrar a Marelia, sino es que ya lo habían hecho; aunque si de algo estaba seguro era de que no se movería del palacio, su temor a los hombres pulpo no se lo permitía.
Dos miserables días y el sireno de ojos turquesa ya se encontraba ansioso de volver al mundo humano, había experimentado la libertad solo una vez y se encariñó tanto con ella que ya la extrañaba. Además el día anterior su padre fue a verlo, cosa que se le hizo extraña y suponía que no venía precisamente a algo bueno. Su miedo en ese momento creció cuando este ordenó a los guardias que se retiraran.
—No sé cómo pretendías que nadie lo notara —fue directo al grano el rey.
—No comprendo de qué está hablando —respondió con respeto y voz vacilante el joven sireno.
—Pretender hacerte el listo conmigo no sirve de nada —la mirada amenazante de aquel que sostenía el tridente en mano intimidaba a cualquiera, especialmente al de cola amaranto quien desconocía a lo que se refería su padre.
—Yo no sé a qué se refiere —la voz del príncipe se oía fría. Ese ser en su interior buscaba salir y tomar el control.
Cuando el rey agarró de los cabellos rojos al muchacho y lo alzó haciendo que sus rostros queden a la misma altura hizo una pregunta. Lo que el monarca tenía en frente ya no era Shukaku, sino a su indefenso hijo que reflejaba en su rostro el espanto hacia su padre.
—Solo preguntaré una vez, ¿Dónde está la perla y a quién se la diste? —esas palabras terminaron de desestabilizar al de ojos turquesa.
—No lo sé —fue su respuesta automática. Lo último que deseaba es que por su culpa peligraran otros.
—Por tu bien, para mañana quiero la verdad —sentenció Rasa para salir del cuarto, no sin antes apuntar directo con el tridente a su hijo—; quizá esto refresque tu memoria.
Ese día el dolor provocado por el tridente demoró toda la noche en desaparecer. El hijo menor de Karura estaba harto de todo, no podía soportarlo más y estando cansado del sufrimiento que toleraba decidió algo. Fue una decisión precipitada, mas no deseaba quedarse para averiguar lo que su padre le haría; solo Poseidón sabía cuáles eran las sospechas de su progenitor y lo que este planeaba hacerle.
Cuando el castillo se veía distante, al punto de parecer del tamaño de su dedo más pequeño; recién en ese momento Sabaku no Gaara usó la marca que lo conectaba a sus hermanos para transmitirles un último mensaje.
—Gracias por todo, los quiero mucho Kankuro y Temari —pensó el de cola amaranto sin darles a conocer su ubicación.
El otro hijo varón de Rasa se hallaba vigilando las calles del reino y se detuvo cuando oyó la voz de su hermano menor.
—¿Gaara? ¿Qué sucede? —no hubo respuesta.
La mayor de los tres príncipes de Marelia se detuvo en medio de un pasadizo, ignorando que tenía una clase nadó inmediatamente al cuarto de su hermano menor. Al llegar ambos guardias estaban apresados hacia las paredes con arena.
—¿Dónde estás Gaara? —cuestionó Temari sin recibir respuesta alguna y quebrando en llanto. Sentía que le había fallado al pelirrojo y a sí misma.
En una furia descontrolada y segura de saber quién sabía algo al respecto fue a buscar a su padre. Sintió rabia al encontrarlo tan tranquilo; algo debió hacerle o decirle a Gaara para que se fuera.
—¿Qué le hiciste a Gaara? —la voz demandante de Temari captó la atención del rey.
—Yo soy el rey, no tengo por qué explicarte lo que hago —puso fin a la conversación el adulto.
—Por tu culpa Gaara se ha ido —dijo la sirena furiosa.
En ese momento el rey de Marelia no prestó más atención a su hija porque con rapidez envió un grupo a buscar a Gaara. Debían traerlo a la fuerza de ser necesario, si Shukaku caía en manos de los hombres pulpo eso significaría un gran problema.
—Escolten a la princesa a su habitación —ordenó Rasa a dos soldados.
—¿Ahora planeas encerrarme a mí también? ¿Qué tan bien te funcionó eso con Gaara? ¿Realmente crees que mamá estaría feliz con lo que haces? —lo dicho por Temari fue ignorado por su padre.
—Habla con Kankuro, dile que si no viene haré que lo traigan por la fuerza —expresó con furia el monarca a su hija mayor.
Continuará...
Actualizé, no sé cuándo volveré a publicar un nuevo capítulo.
Espero que les gustara, de ser así voten y comenten.
Pd: Adiós temporalmente, ni yo estoy segura de hasta cuando.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top