3. El escape del príncipe

Gaara al entrar al cuarto de su hermana la vio sentada en su cama con unas algas envolviendo su brazo izquierdo, a su lado de pie estaba Kankuro quien la miraba con preocupación. Cuando este último había cargado a Temari notó que un líquido rojo estaba saliendo de su brazo, parecía haberse cortado, podía ser una herida pequeña; mas suficiente para atraer a un tiburón contra el cual tuvieron que pelear hasta ahuyentarlo. Bajo el riesgo de que más tiburones llegaran decidieron regresar a Mareli para poner a la heredera a salvo.

—Gaara, me alegra que estés bien —la rubia se acercó nadando al de ojos turquesa y le dio un abrazo.

Ella no evitó sentirse preocupada cuando despertó, lo cual fue hacía unos breves momentos; luego de que había sido golpeada por una parte del barco quedó inconsciente y no supo nada de lo ocurrió con su hermano menor.

—Perdón por no regresar a buscarte. Padre, no me dejó hacerlo —pidió disculpas el de cabellos marrones quien traía su típica cara pintada con extracto de alga morada.

—Está bien, lo comprendo —contestó el menor. El abrazo de su hermana le dolía, pero estaba esforzándose por disimularlo; aunque para su buena suerte ella daba abrazos cortos.

—Luces cansado; luego me dices hasta donde te arrastró la corriente. Primero debes descansar —habló con firmeza la sirena.

—Sabes que no puedes negarle nada a Temari, lo mejor es que le hagas caso —aconsejó su hermano al ver que el pelirrojo estaba a punto de decir algo.

Gaara solía pasar tan poco tiempo con ellos que nunca llegaba a conocerlos del todo y desconocía cosas muy personales de ellos. Literalmente solo los veía cuando Temari le pedía a su padre que lo deje salir, puesto que ella era la única capaz de convencerlo respecto a eso y mayormente aceptaba de mala gana.

Al estar el menor de los hijos del rey frente a la puerta de coral no evitó sentirse triste y desalentado. Derrotado y solo despidiéndose de su hermana con un "adiós" ingresó a su prisión; siquiera prestó mucha atención a lo que dijo Temari a la vez que se cerraba la puerta.

—Prometo convencer a nuestro padre para que te permita salir el siguiente mes —esas fueron las palabras de la sirena de ojos verdes quien observaba con lástima como la poca alegría que sintió su hermanito se desvanecía.

Sin poder soportar más ver como él se sumía en la profunda tristeza y soledad, se marchó directo a donde su padre, quien le quitaría una vez más la llave de la prisión de coral. Tenía tantas ganas de asumir de una vez el trono, tan solo deseaba acabar con el injusto martirio de su hermano menor.

Al entrar en los aposentos de su padre este mostró cierto contento y alivio al ver bien a su hija; la diferencia es que ella no lucía del mismo modo. Simplemente extendió la palma de su mano derecha esperando que le quite la llave; mas si algo destacaba era su mirar frío que parecía juzgarte y escarbar en los rincones más profundos de tus pensamientos para saber exactamente qué decir.

—Mamá te odia por lo que le haces a Gaara, y al igual que ella yo también —soltó pausadamente la heredera al trono. No desvió su mirada ni le tembló la voz por lo que acababa de decirle a su progenitor.

Que la belleza de Temari no engañe a nadie porque ella era inteligente, calculadora y una líder de nacimiento; quizá eran estas cualidades las que la hacían la persona más idónea para asumir el trono y poseer el tridente de Poseidón.

—Supongo que sabes que tu madre murió por darlo a luz —se justificó el sireno adulto.

—Y te apuesto que en su último aliento deseó que no odiaras a Gaara por algo de lo cual no fue responsable —atacó ella sin alzar la voz, puesto que cada palabra iba cargada de seguridad porque ella no estaba poniendo nada en duda porque sus respuestas eran afirmaciones.

—Incluso que me odies es culpa de Gaara, si él va a nublar tanto tu juicio puede que todavía no merezcas ser reina —con dar a entender eso la joven sirena comprendió que debía parar.

La salvación de su hermano estaba en que lo más pronto posible su padre le cediera el trono, cada año más que gobernara su padre, involucraba otra suma a la condena del pelirrojo. De niña, Temari, no evitó enojarse por la muerte de su madre, pero era una pequeña que lo único que entendía fue que su madre le fue arrebatada. Además su padre le metió en la mente que Gaara era la razón por la que su madre no estaba; mas bastó la primera ocasión en verlo para convencerse a sí misma de que aquel no aparentaba ser el monstruo que le describían.

A sus quince años fue la primera vez que lo vió, ahí solitario en un cuarto deprimente y carente de vida estaba su hermano menor; si algo le desgarró el corazón y le carcomió la consciencia fue cuando el volteó a verla. Esos ojos turquesa estaban repletos de tristeza y confusión, era tan desgarrador ver como se consumía.

—¿Quién eres? —interrogó el sireno con timidez acercándose hacia la puerta de coral.

—Soy... —estuvo a punto de decir ella, pero, ¿Con qué derecho podía hacerse llamar su hermana?— Temari.

—Mi nombre es Gaara —se presentó el de cabellos rojos formando un sonrisita porque por fin hablaba con alguien más que no fuera Baki.

—Tu nombre es muy lindo, Gaara. ¿Puedes dejarme pasar? —preguntó ella con inocencia; sin embargo, el sireno negó cabizbajo.

—Estoy encerrado aquí y solo Baki tiene la llave, dice que está prohibido que yo salga —su tono al decir esto fue frío—; ¿Sabes por qué me tienen encerrado?

¿Cómo debía responderle? Decirle que la madre de ambos murió por darlo a luz probablemente empeoraría las cosas. De alguna manera ese día, Temari, desvió el tema de conversación y al irse al primero que buscó fue a su padre. Desde ese entonces, se le permitió sacar a Gaara de su encierro cada mes, pero otro obstáculo para ella era tener que lidiar con sus clases personales donde se le enseñaba todo lo que requería, así en un futuro sería una buena gobernante.

Luego también Temari se encargó de hacer más cercanos a Kankuro y Gaara. Desde ese entonces, habían pasado cinco años en los que por fin lograron convivir con su hermano menor; quizá no conseguían su libertad, pero al menos le daban algo de cariño y breves momentos de felicidad a su hermanito. Solo que en el fondo los dos hermanos mayores de Gaara sabían que eso no era suficiente.

En su habitación Gaara se encontraba enojado, lo cual era bastante extraño porque su frustración no iba dirigida hacia su persona; simplemente estaba harto, ya no quería seguir manteniendo esa vida sabiendo que existía alguna manera de escapar. Podía parecer egoísta, pero siendo honestos, ¿Quién bajo esas circunstancias no estaría del mismo modo?

Era tan irritante como estar días encadenado a una pared sin comer absolutamente nada y que alguien dejara a unos metros de ti un alimento. La desesperación llevaba a cometer locuras y cosas de las que uno podía arrepentirse a largo plazo; si fuera a arrepentirse lo haría luego y no ahora. ¿Qué caso tenía quedarse? Su padre lo odiaba y de no ser por Temari ya lo habría estrangulado con sus propias manos.

Se acercó a la ventana y apretó los corales que le impedían salir. Tomó aire y cerró sus ojos para despertar el poder del espíritu en su interior; la cabeza comenzó a dolerle, aunque eso no lo detuvo seguir con el proceso hasta que sintió como permitía a esa presencia manifestarse en él. No conseguía verlo, pero sabía que su ojo izquierdo debía de haber cambiado; para comprobarlo se llevó una mano a la mejilla izquierda sintiendo el cambio en su rostro.

Abrió los ojos y dirigiendo su vista a la arena que se encontraba mucho más abajo estiró su mano en dirección de esta; incluso se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar por el dolor físico que su cuerpo estaba tolerando. Si soltaba siquiera un quejido los guardias voltearían a ver qué hacía, no dejaría que su plan se estropeara; así que continuó hasta levantar una cantidad suficiente de arena la cual fue atrayendo hacia la ventana donde estaba.

—¿Crees que será tan fácil? —oyó una voz en su mente.

—Shukaku, no dejaré que me controles —le respondió en sus pensamientos.

El espíritu al despertar estaba tratando de no dejar que el sireno use su poder, por esto el pelirrojo demoró más en que disimuladamente la arena ingresara a su cuarto. Creó con la arena alguien idéntico a él en apariencia, antes de dudar permitió que el resto de la arena lo cubriera para formar parte de esta y salir de la habitación.

Por primera vez agradeció que para algo le fuera útil tener ese espíritu que con tanto esfuerzo logró dominar. Al encontrarse fuera del palacio se mantuvo en esa forma para alejarse lo suficiente, no pretendía que lo vieran huir porque aumentarían su seguridad. Una ventaja era que nadie conocía con exactitud las habilidades de Shukaku.

Apenas salió no estaba muy seguro de a dónde ir, mientras decidía eso planeaba retornar al arrecife de coral. Gracias a Kankuro oyó que cerca de este habitaba la bruja del mar, quien había sido desterrada por su abuelo bajo circunstancias que nunca salieron a la luz; mas se decía que fue por algo muy perverso que ella hizo.

Por curiosidad una vez le preguntó a Baki y este le explicó que había un rumor sobre que era una mujer pulpo, además de cosas menos relevantes como que era horrenda y que su escondite estaba hecho de cadáveres de humanos. Lo que sí sabía es que era muy poderosa porque en eso coincidían los relatos, la única manera de cumplir su sueño era yendo a buscarla; de seguro ella le daría una respuesta.

—Tu padre te matará si se entera de lo que hiciste, no seas imprudente, mocoso —fue lo último que dijo Shukaku porque el sireno se encargó de volver dormir la energía del espíritu en su interior.

—Nadie notará mi ausencia —pensó para sí mismo el joven.

El sol aún brillaba con intensidad por sobre su cabeza cuando llegó al arrecife, a partir de ahí tendría que buscar a la bruja del mar. La anterior vez recordaba haber visto a alguien en aquel sitio, solo que por su miedo no se detuvo a pensar mucho en quién era ella. Pudo tratarse de la mismísima bruja solo que no la reconoció; así que decidió ponerse a esperar alguna señal de vida por ahí cerca.

—¿Cómo puedo encontrar a la bruja del mar? —dijo el de ojos turquesa con la vista hacia arriba.

Pasaron un par de horas, lo cual dedujo porque el sol se había movido. Para su sorpresa oyó el canto de una sirena, no se oía tan lejos y armándose de valor siguió el sonido; de cierto modo era estimulante y te causaba una sensación extraña, sus sentidos parecían irse aturdiendo y solo pensaba en una cosa: seguir esa voz.

Le recordaba tanto al canto de su madre que le resultó imposible no dejarse llevar; y así sin notarlo llegó frente a una hermosa sirena de largos cabellos rosados y cola del mismo color. Sus ojos eran de un tono jade bastante agradables a la vista y ella le extiendo los brazos dispuesta a recibirlo en sus brazos.

Su sonrisa era tan cálida y sincera que te obligaba a corresponder al gesto. Lo último que recordaba antes de quedar totalmente embelesado por su voz fue que entre sus dos clavículas traía la marca de una estrella de mar invertida. Una parte de su mente le gritaba que reaccionara, pero su canto era tan hipnotizante que la razón fue callada por tan bella interpretación.

—Realmente interesante lo que trae la marea —la sirena acarició los cabellos rojos mientras observaba la marca en el hombro de su víctima.

Continuará...

La verdad es que esta historia no me está costando tanto escribirla, al menos no por ahora. Ojalá y les gustara, si fue así voten y comenten.

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