11. La pulsera de jade

De regreso en el palacio, era hora de almorzar y Naruto estaba dispuesto a demostrarle a su invitado que se quedara con él. A Gaara no le faltaría nada estando allí, él se encargaría de que vista los mejores trajes y comiera toda las exquisiteces que le permitiera su estómago; aunque quizá excederse con eso lo aturdiría, mejor comenzaría con regalos más sencillos. Si algo supo por boca de Shikamaru es que Gaara parecía tener un problema en las piernas, desconocía si el haber naufragado fue la causa de su malestar; pero confiaba en que trayendo al mejor médico del reino hallaría una solución.

En ocasiones Gaara perdía un poco el equilibrio, mas parecía hacer el esfuerzo por evitar eso. Naruto pretendía impedir que él cayera al suelo, así que le ofreció su brazo para que se sostenga de este. Incluso para él era extraño tener ese gesto con alguien más, pero consideraba esa una mejor opción que llevarlo en brazos todo el tiempo.

No es necesario —ahí estaba de nuevo esa linda voz que le hacía sentir extraño.

No quiero que te caigas, solo toma mi brazo.

Ambos se habían detenido y Shikamaru detrás de ellos mantenía una expresión de incredulidad. De no ser porque su amigo traía puesta la pulsera de jade, sospecharía que era presa de algún hechizo; aunque quizá estaba viendo cosas donde no las hay, ya que la atención de Naruto la acaparaba aquel extraño y no él.

Al final Gaara cedió y se sostuvo del brazo de Naruto, aquel gesto no lo hacían las sirenas y desconocía lo que implicaba. Gaara podía desconocer todas las costumbres humanas, mas pudo jurar que al entrar a una habitación varias personas lo vieron con curiosidad. Además hicieron una reverencia, la cual supuso iba dirgida hacia el príncipe que lo acompañaba. Ese trato tan respetuoso nunca lo recibió en Marelia, mas sí contempló la manera especial en la que se dirigían a sus hermanos.

Cuando aquellas personas le quitaron la vista de encima pudo suspirar, no estaba acostumbrado a estar rodeado de demasiadas personas. Su contacto con otras sirenas siempre fue muy reducido, y pasar a estar expuesto ante los ojos de tantas personas lo agobiaba.

¿Vamos a sentarnos? —Naruto llamó su atención con una sonrisa que lo reconfortó.

Gaara prefirió asentir, hablar más de la cuenta le costaba por el dolor de sus pies. Aunque el alivio llegó cuando se sentó, ya que así no debía apoyar todo su peso sobre sus pies. A su lado derecho se había sentado Naruto, mientras que Shikamaru quedó enfrente suyo.

El sireno se mantuvo tranquilo hasta que vio llegar la comida y observó a los humanos tomar esas cosas plateadas para comer. Ayer para comer recibió ayuda de la sirvienta, ella le dio de comer en la boca; sin embargo, parecía que usualmente los humanos comían por su cuenta y no como él lo hizo anoche.

Dio un vistazo dimisulado hacia el plato de Naruto y tomó las dos cosas esas tal como lo hizo él. No podía ser tan difícil. Así que intentó usar las cosas para cortar la carne del pescado en su plato, nunca antes se dio el lujo de comer uno y quería probarlo, puesto que tenía un olor agradable y también estaba hambriento.

Al comienzo aplicó muy poca fuerza con la cosa que corta, ya que la carne seguía intacta; entonces se decidió a aplicarle un poco más de fuerza y nada. Tal vez estaba aplicando muy poca fuerza. En otro intento aplicó mucha más fuerza y por fin pudo cortar la carne.

Primero comenzó a cortar todo el resto del pescado y luego recién empezó a pinchar, con la otra cosa, los trozos para llevárselos a la boca. Sabía mucho mejor que las algas.

Naruto estaba observando a su invitado con una sonrisa, parecía nunca antes haber probado un pescado porque con gusto y algo de moderación se llevaba cada trozo a la boca.

Era muy lindo, incluso cuando comía. Ahora pensándolo bien eso sonaba extraño, pero lo que sentía lo hacía pensar de esa manera.

¿De dónde eres? ¿Quién eres?... ¿Responderías a mis dudas si te lo pregunto?

A los ojos de Naruto, Gaara tenía cierto porte elegante. Habiendo crecido con profesores de etiqueta y rodeado de protocolos, podía encontrar en él ese comportamiento más moderado que los nobles solían tener; quizá por eso podía notar el disimulado gusto con que Gaara comía. Su expresión era similar a la de siempre con unas leves diferencias: sus ojos se habían abierto un poco más y las puntas de sus labios se habían elevado un poco denotando una sútil alegría.

Si observabas sus manos eran delicadas, no parecían indicar que alguna vez tuvo que hacer trabajo de campo y su piel era tan blanca que dudaba que pasara horas expuesto al sol. Gaara como mínimo debía venir de una familia acomodada, o eso indicaba su apariencia bien cuidada.

¿Podemos hablar a solas un momento? —le pidió Shikamaru, quien ya había terminado de comer.

Está bien —le contestó el rubio y voltó a ver Gaara.— Vuelvo en un momento.

El de cabellos rojos asintió y con sus ojos turquesa observó a ambos hombres levantarse de la mesa para salir de la habitación. En un comienzo Shikamaru le cayó bien, pero desde que este lo vio interactuar con Naruto, pudo notar el recelo que le tenía. Lo comprendía y por lo mismo respetaba que tuviera esa actitud para con él.

Gaara no tenía previsto quedarse un mes, pero consideraba que tomando más de aquella medicina que le dieron en la casa de Shikamaru, él podría soportar el constante dolor durante todo el mes. Sin embargo, existía otro problema mayor, si Naruto iniciaba a preguntar por su vida ¿qué le respondería? Podía decirle la verdad a medias y evadir ciertas preguntas, con eso debía vastar.

Fuera del comedor ambos amigos discutían. Uno apelando al raciocinio y el otro, a sus emociones; uno usando el cerebro y el otro, el corazón. No era una discusión escandalosa, puesto que mantenían la debida moderación y calma; no obstante, el desacuerdo entre ambo era obvio.

No tienes idea de lo que dices, estás cegado por su encanto —soltó exasperado el de ojos oscuros.

Es la persona que salvó mi vida, lo menos que puedo hacer es confiar en él —replicó el príncipe.— Además, si pretendiera hacerme daño, pudo hacerlo en aquella ocasión.

—¿Estás seguro que es solo por eso que no desconfías en él? —Shikamaru lo cuestionó y recibió como respuesta un prolongado silencio.

El joven Nara dio en el clavo, su amigo tenía otras razones para no sentir desconfianza del extraño, y estaba casi seguro de que no eran razonables.

¿Podrías alguna vez confiar en mi criterio? —le contestó el príncipe viéndolo a los ojos, ya que segundos antes tuvo la mirada en el suelo y había bajado un poco su cabeza.

Naruto no veía en Gaara a una persona de dobles intenciones, sino que por el contrario sentía que podía confiar en él. Tenía esa corazonada que le indicaba que Gaara era de fiar. Confiaría en las enseñanzas de su padre y no dudaría de su presentimiento.

Y en caso algo sucediera; asumiré las consecuencias de mis errores.

Naruto no se sentía en condiciones de seguir con aquella conversación, así que al terminar la oración se dio la media vuelta para abrir la puerta del comedor y entrar en este.

Debía irse, al menos esperar hasta mañana para volver a reunirse cuando ambos estén más tranquilos.

Shikamaru se sentía culpable, nunca quiso dar a entender que su amigo era incapaz de tomar buenas decisiones por su cuenta. Ahora lo había ofendido y causado un malentendido. Su verdadera intención era y siempre fue protegerlo. Desde que se encariñó con el príncipe ese pasó a ser su objetivo, cuidarlo como no pudo hacerlo antes con su primo.

Recordaba esos días de su inocente infancia, aquellos donde salía a jugar con su primo e ignoraba que desde las sombras alguien los acechaba. Aquel encantamiento que pasó desapercibido por todos, le había arrebatado a aquel que consideraba su hermano pequeño.

Era demasiado joven e ingenuo, no supo percatarse de las pequeñas señales y hasta que descubrió todo, la tragedia ya se había desatado. Se suponía que solo irían a la frontera con el bosque a practicar con sus arcos.

Yoshio, tienes una muy mala puntería —Shikamaru lo fastidió un poco porque en vez de darle al tronco del árbol, la flecha voló pasando por sobre un arbusto al lado de este.

Aquel arbusto era grande, al menos lo suficiente para ocultar de ma vista lo que había detrás de él.

La siguiente le atinaré con los ojos cerrados, ya verás —aseguró el niño que apenas tenía unos seis años.

Yoshio rodeó el arbusto y fue por su flecha, pero había pasado un minuto y no regresaba. Shikamaru pese a ser un niño se preocupó y dio la vuelta al arbusto, encontrándose con la flecha tirada en el suelo; pero por aquel lugar no asomaba ni la sombra de su primo. En el césped, cerca a la flecha asomaba una pulsera de color verde brillante, la cual no recordaba que fuera de su primo; sin embargo, la tomó y apretó en su mano.

¡Yoshio! —lo llamó fingiendo amargura— Ya no es gracioso; sal o le diré a tu mamá que te estás portando mal.

Nada. Ni un ruido más que el del viento meciendo las hojas; si algo le pasó a su primo este hubiera hecho algún ruido, pero recordándolo nunca antes el bosque fue tan escalofriantemente silencioso.

Asustado, Shikamaru corrió a la casa de sus tíos que no quedaba muy lejos y se encontraba cerca del bosque. Cuando estuvo cerca gritó los nombres de sus tíos olvidando todo modal, algo le había ocurrido a su primo y no sabía qué hacer. Los adultos debían saber cómo actuar ante esa situación.

Sus padres, sus tíos y algunos sirvientes asomaron. Recordaba entre lágrimas contarles que su primo no estaba y cómo sus tíos enviaron sirvientes a buscar a Yoshio. La imagen del cielo iniciar a oscurecerse y los sirvientes regresando sin nada lo asustaron más. ¿Dónde estaba Yoshio? Esa pregunta nunca encontró respuesta pese a que sus propios padres fueron a buscarlo, acompañados por los sirvientes; aunque llevaron velas consigo y buscaron en el bosque toda la noche, nunca hallaron rastro de él.

Aquella pulsera que Shikamaru encontró, resultó ser un artefacto extraño. Aquel jade era raro y extremadamente difícil de encontrar, o al menos un hechicero que lo analizó les dijo eso. Parecía ser que ese jade con propiedades mágicas solo crecía en donde alguna vez lloró un unicornio y para formarse le tomaba un siglo.

El proceso para extraer adecuadamente este jade es complejo —el hombre de cabello blanco le explicó a sus padres—, solo los hechiceros de mayor rango pueden hacerlo y este objeto no es uno que pueda conseguirse en algún mercado negro.

—Eso quiere decir que un hechicero está detrás de esto, pero si es tan valioso por qué dejarlo —indagó Shikaku.

Quizá quien se llevo al niño quería burlarse dejando esto, ya que quien use esta pulsera será inmune a todo hechizo —explicó Jiraiya.

También desde su perspectiva el niño ya estaba hechizado desde antes, por eso fue suficiente que el hechicero lo llame a través del hechizo para conseguir llevárselo. Si algo más les comentó, fue que el responsable debía ser alguien sádico, ya que prefirió esperar antes de llevarse al niño; tal vez esperando a ser descubierto o algo similar.

A Shikamaru le bastó saber eso y desde ese día desconfió totalmente de los hechiceros, ya que no perdonaba que uno estuviese detrás de la desaparición de su primo. Conservó esa pulsera para poder ser inmune a los hechiceros y proteger así al resto de las persona que le importaban; además era lo último que le quedó de su primo y la única pista del responsable de su desaparición.

Continuará...

Me ha tomado dos horas terminar esto, pero aquí lo tienen el nuevo capítulo. Puede que este hable más de Shikamaru, pero sentí necesario revelar esto para comprender mejor su actitud sobreprotectora hacia Naruto.

Espero que les haya gustado el capítulo, no olviden votar y comentar para compensar las dos horas de sueño que me he perdido.

Hasta el siguiente capítulo.

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