Capitulo 4.


Un día de diciembre del 2008

12:00 AM

Hace unos días llamé a nuestro abogado, Peter Paterno; pidiéndole consejos al respecto del caso de EMI. Él me explicó con palabras poco sutiles como es que ellos ven el mundo, literalmente me dijo « son idiotas con muchos abogados que creen que ustedes se han puesto en cuatro patas y le han puesto un gran consolador de metal por el trasero. Así ven el mundo, sea correcto o no.» Sí, me lo memoricé, digamos que no son palabras muy fáciles de olvidar.

Eso significa, que hagamos lo que hagamos ellos creerán que van ganando. También me explicó que para poder lidiar con ellos era importante conocer la forma en que ellos piensan, pues estos tipos creen que Thirty Seconds to Mars simplemente les haremos otro disco y ya. Sin embargo, yo deseo ir a la corte, pero Peter me ha dicho que lo más seguro es hacer un disco con EMI pues ir a la corte es más arriesgado; lo que me tranquilizó un poco es saber, que sea cual sea la decisión que tomemos como banda, tenemos el apoyo de nuestro abogado.

Por siempre tuyo B.C.

12:30 AM

Un día, Shannon, Emma y yo, fuimos a una tienda de árboles navideños, eran todos pinos naturales y muy grandes... y también muy caros. No me tomes por tacaño, querido amigo, pero por la situación que hemos llevado estos meces, no nos podemos dar el lujo de comprar cosas muy caras. Ni siquiera estoy seguro si quiero celebrar navidad este año. Son muchas cosas acumuladas en mi mente y la mayoría son problemas que opacan mis ganas de celebrar, sin embargo, creo que Shannon tiene razón, debemos hacer esto por nuestra madre... ojalá Alice estuviese aquí, si ella me viese en este estado, diría exactamente lo mismo que mi hermano, pero ella no está porque Alice, se convirtió en uno de los tantos problemas que opacan estas fiestas en mi vida.

Me pareció muy divertido comprar un árbol de navidad estando en pleno sol, pero lo hicimos, y por lo demás supongo que es porque estamos en California del sur, aquí el clima es bastante cálido aunque estuviésemos en invierno, son muy pocas las veces que llueve y por supuesto, nunca nieva. Parece que estuviésemos viviendo en «Primavera eterna » o «Verano absoluto ».

Estuvimos mirando varios árboles y nos fuimos a los que supuestamente eran los más baratos. El vendedor que nos atendió era un tipo delgado, de camiseta gris oscura, sin mangas, una camisa de franela a cuadrille roja amarrada a la cintura (que me recordó a alguien) y un sombrero de Santa Claus, típica de la época. Nos mostró los árboles más deprimente de la tienda, muchos eran de ramas rotas y un tanto secos o desojados.

Le mostré a Shannon uno que a mi parecer, era muy chistoso, él se rió, y estuvo de acuerdo conmigo. Enseguida, vi el precio de aquel árbol... si se le puede decir así. Era la cosa más fea que había visto en mi vida, costaba $99. Sinceramente, yo no hubiese pagado ni $ 20 por él, es enserio, el pobre era muy feo, estaba quedando sin hojas, en especial en la punta donde se supone que debe ir la estrella o el angelito, pero en esta cosa, aquel adorno no duraría ni medio segundo puesto.

Continué observándolo y con una rama comencé a revisarlo con más detención, parecía enfermo. « Tiene artritis ahí» diagnostiqué apuntando con la rama que tenía en mi mano « se le está cayendo el cabello» observó Shannon « artritis reumatoide » continué « tiene complejo de enano », dijo mi hermano. De seguro encontró en él su par.

El asunto es, que sentimos pena por el pobrecito,y le preguntamos a una vendedora cuanto nos pagaría por sacarlo de la tienda. Sí... pagarnos ellos a nosotros porque no era humano tener a ese adefesio rodeado de tantos pinos grandes y con mas decencia que él, necesitaba un acto de caridad por parte de los dependientes de esa tienda. Shannon y yo intentamos persuadirlos de que nadie lo compraría, por lo que les convendría el pequeño negocio que le estábamos ofreciendo. «Lo sé, es triste » dijo la vendedora. Finalmente, no logramos que la vendedora nos pagara a nosotros, pero aceptamos pagar $19,99 por aquel rescate piadoso.

« ¿Donde quieres colocar a este chico malo?» le pregunté a Shannon al llegar a casa y sacar al pobre adefesio del maletero. Así que, Shannon sin pensarlo, simplemente lo puso en una esquina y lo observamos por un rato, llegando a la conclusión de que era una baratija y había que aceptarlo tal cual era. Con sus muchos defectos... y pocas virtudes. Supongo que con los adornos mejorará un poco, pero estoy seguro, que no se hará un milagro de navidad por él.

Siempre tuyo B.C.

Diciembre 2008 (día siguiente de la compra del árbol) 1:30 AM

« Era alta, morena, y atractiva. Con el miembro tan grande como un ñu, pero la amaba» fueron las palabras que recité entre bromas y bromas. Los chicos y yo nos encontrábamos en la sala de estar riéndonos de cada tontera que se nos ocurría, como si nada ocurriese, pero entre medio también se cuela el recuerdo constante de los 30 millones de dólares, también llega a mi mente algunos recuerdos personales con Alice, es increíble que han pasado meses desde que se fue, pero aquello era una realidad tan dolorosa, que en ese instante no estaba seguro sí reírme de la ironía o llorar como un bebé, así que simplemente opté por reír hasta las lágrimas.

Por siempre tuyo B.C.



Sábado 28 de mayo del 2016 por la noche

Aquella tarde fue de lo más extraña para Alice. No esperaba que justo el día de su cita, Jared se le apareciera por casualidad en la tienda en el que ella y Camille fuero de compras. Afortunadamente para Alice, las cosas no pasaron a mayores, así que después de eso; sólo quería disfrutar de la compañía de su... relativamente nuevo amigo.

Alice, no vivía en una casa, tampoco en un departamento. Al ser ella la cantante habitual del restorán de un hotel cinco estrellas; como parte del contrato, tuvo que irse a vivir a una suite, la cual sí bien se supone que no era la más lujosa del edificio, ésta si lo era. Pues como dijo Camille: el hotel pertenecía a su padre, lo que le otorgaba ciertos privilegios, por lo que, cuando Alice consiguió el trabajo, su amiga usó sus influencias para que Alice pudiese tener una suite presidencial para vivir ahí. El señor Reed aceptó siempre y cuando Camille se encargara de la administración de aquella empresa familiar, ya que ella sería la heredera de la industria hotelera algún día pese a que aquello no era de su interés, sin embargo aceptó ser parte de ello sólo para ver que su amiga estuviese cómoda y pudiese trabajar en perfectas condiciones, además, al ser Camille la heredera, ella se fue a vivir a la misma habitación con Alice y Rose.

La suite era casi como un departamento de lujo, tenía sala de estar, comedor y cocina. También contaba con tres dormitorios, cada uno con su baño propio; uno de los dormitorios era un tanto pequeño, pero con el tamaño suficiente para que cupiese una cama de plaza y media, un escritorio, la mesita de luz, el mueble del televisor el ropero y el baño individual. Los otros dos dormitorios eran más grandes; estaba equipado con cama de dos plazas, escritorio, mesita de luz, walk in closet, algunos muebles como estantes, muebles para el televisor, sofás, divanes y por supuesto, sus respectivos baños. Todo acompañado con una elegante pero sobria decoración de plantas y cuadros. En la sala de estar, había un ventanal grande que se dirigía a la terraza y ésta mostraba una hermosa vista panorámica hacia el mar.

A veces, las chicas se turnaban para cocinar, otras veces, cuando tenían suficiente dinero (cosa que era habitual) desayunaban, almorzaban o cenaban pidiendo servicios a la habitación o comían en el mismo restaran del hotel. Sin embargo, la mayoría de las veces ellas almorzaban o cenaban en la cocina del hotel junto con todo el personal de servicio, los cuales Alice los consideraba su segunda familia.

Stevie Aiello se detuvo frente a la puerta de Alice, bastante nervioso. Ansioso, se frotó las manos y titubeó por unos segundos antes de tocar, pues, si bien no era la primera cita, en ocasiones anteriores Alice y Stevie quedaban en juntarse en lugares específicos después del trabajo; ya sea en un café, en una plaza o en el lobby del hotel. Ese día sería la primera vez que él iba a buscar a Alice directamente desde su casa hasta la suite.


Cuando la puerta se abrió, con sorpresa vio que aparentemente nadie estaba a tras de esta

— ¿Hola? — escuchó él, la voz que le saludaba era infantil y un tanto aguda. Stevie se sintió obligado a bajar la mirada y descubrir, que quien lo atendió realmente era una pequeña niña de unos siete u ocho años, rubia, de cabello un tanto ondulado y con dos moños a los lados, que vestía un pijama de color rojo y dorado con un león estampado en la camiseta

— Hola. — respondió él sonriendo. Confundido, por un momento, creyó haberse equivocado de habitación. — ¿Quién eres? — le preguntó a la niña.

— Soy Rose. ¿Y tú?

— Stevie. — contestó él — ¿Es esta la habitación de Alice Scott?

— Hola, Stevie — dijo Alice saliendo de su dormitorio mientras se colocaba un par de aros en sus orejas, enseguida se acercó a él y lo saludó con un beso en la mejilla. — Pasa, siéntate cómodo, yo voy enseguida — dijo un tanto nerviosa mientras volvía a entrar a su cuarto, Stevie entró y se sentó en uno de los sillones de la sala de estar, la niña frente suyo, se lo quedó mirando por un momento y luego ella le sonrió.

— ¿Eres músico? — le preguntó Rose al joven hombre que recién estaba conociendo.

— Sí — respondió él sonriendo un tanto nervioso, pues él no era muy apegado a los niños.

— Oh, qué suerte tienes. Ella sólo sale con músicos— dijo la niña refiriéndose a Alice— En especial los que tocan en una banda de rock. ¿Tú tienes una banda de rock?

— Sí... algo así — respondió él.

— ¿Enserio? — La niña se le acercó con entusiasmo mirándolo con sus enormes ojos claros — ¿Es famosa? ¿Cómo se llama?

— ¡Basta, Rose! ¡No agobies al invitado! — le regañó Alice entrando a la sala principal ya estando lista para salir. Finalmente había elegido un vestido negro, sencillo pero elegante, con unos zapatos del mismo color de tacos cortos. No le gustaba verse más alta que los hombres con los que salía

— Tranquila, no me molesta. — dijo Stevie, — Sólo tiene curiosidad

— Lo siento, tiene una obsesión con las bandas de rock. — se disculpó Alice. Luego se dirigió a Rose — Pequeña, debes ir a la cama, Camille no llegará tan pronto pero vendrá a cuidarte la señora Gómez, ¿de acuerdo?

— Pero creí que veríamos Harry Potter y La piedra filosofal juntas — dijo la niña un poco desilusionada— Hasta me puse mi pijama de Gryffindor

— He de salir esta noche, nena... — le explicó Alice en un tono tierno —Te prometo que mañana la veremos juntas ¿sí?

— Bueno, está bien — aceptó resignada Rose. Luego se acercó a Stevie y se despidió con un beso en la mejilla de él — ¿Sabes? Mi padre tiene una banda de rock — le susurró en el oído

— ¿Enserio? — preguntó él algo curioso.

— Ya vete a dormir, Rose — le dijo Alice un tanto nerviosa — Llegaremos tarde al cine y tú deberías estar durmiendo.

— Adiós — dijo la niña saliendo de la sala de estar para meterse en su dormitorio.

Muy pronto, la señora Gómez llegó a la suite. Alice le dio un par de instrucciones hablando en español, y enseguida, ella y Stevie pudieron por fin irse.



Perpetuo otoño

La lluvia caía copiosamente sin detenerse aquella noche. Por un momento creyó que se encontraba observándola desde la ventana de su habitación, pero entonces, se dio cuenta que ya no estaba ahí, sino más bien en el bosque de siempre. Con unas cuantas diferencias: las hadas ya no vestían con tonos florales, sino más bien en tono café y amarillo, como el otoño, Lady Mariposas no estaba y tampoco se encontraba ahí Conde Abejas. La bailarina de ballet se hallaba en un rincón parada muy cerca del sauce en una pose de danza permanente cual estatua, su vestido tutú era de plumas y cubría su cabeza con un sombrero del mismo material.

La chica del columpio se encontraba sentada en una enredadera sin hojas y de ramas secas de tonos rojizos y marrón. Su atuendo era el mismo, con la única diferencia que en aquel momento ella llevaba puestas unas botas de goma para la lluvia, pantimedias gruesas, guantes de lana y una bufanda.

El sauce estaba en tonos amarillos y marrón y algunas hojas se desprendían lentamente de las ramas. No era la primera vez que se encontraba en aquel lugar, más tampoco era muy seguido. Rápidamente se refugió bajo el sauce y ahí se encontró con uno de sus personajes favoritos: El Rockero, como ella le decía, aunque bien sabía que su nombre real era Jared, igual que el vocalista de su banda favorita. Incluso su apariencia física era la misma.

— ¡Jared!— exclamó la niña corriendo hacia él para darle un abrazo

— ¡Hola, princesa!— saludó él devolviéndole un abrazo bien apretado para luego tomarla en brazos.

A lo largo del tiempo Jared notaba como la pequeña iba creciendo en tiempo real, así que después de ocho años lo que veía frente suyo ya no era la bebé que nació dentro de una rosa, era una niña de siete años muy curiosa, con dudas y muchas ganas de aprender sobre todo lo que veía a su alrededor. Era extrovertida, con ocurrencias y mucha imaginación.

— ¿Tú sabes por qué estamos en Perpetuo Otoño?— preguntó la niña.— De pronto yo estaba en mi habitación mirando por la ventana como llovía, y aparecí aquí.

— ¿En serio ?—preguntó Jared — ¿Lluvia en mayo y en el estado de California? Es raro.

— Sí, muy raro, porque en realidad, estamos en primavera .— dijo Rose.

— Seguramente es por causa del calentamiento global y el cambio climático— dijo Jared — Hace que el mundo se ponga al revés. Pero dime algo, princesa Rose. ¿Te gusta la lluvia?

— ¡Sí, me encanta!— respondió con entusiasmo ella— En especial si hay chocolate caliente.

— ¡A mi también!— Respondió Jared con un entusiasmo digno de ser comparado con otro niño.

—Y malvaviscos flotando en la taza — añadió la niña.

— A mi igual — dijo Jared al tiempo que la volvía a dejar en el piso.

No era extraño para nadie ahí, que al nombrar algo que deseaban simplemente aparecía y en ese caso, no era la exención. Ambos tenían, entre sus entumecidas manos una taza caliente y humeante llena del deseado chocolate caliente con pequeños y esponjosos malvaviscos flotando en el contenido líquido de la taza.

— ¿Sabes lo que me gusta de la lluvia? — preguntó Jared. Rose negó con la cabeza—. Estar bajo techo, en una casa que nos proteja de la lluvia para no resfriarnos y poder contemplarla desde una ventana.

— ¡Sí,  a mi también! — dijo la niña.

— ¿Y cómo te gustaría la casa? — preguntó Jared.

—Con techo redondo y que sea como la cabaña de Hagrid, el guarda bosque de Hogwarts pero más grande para que quepan muchas cosas— respondió la niña. Jared, se rascó la nuca al no entender lo que quiso decir Rose, pero de todas forma lo aceptó. En ese instante la casa apareció rodeando incluso al sauce, el cual quedó justo en el centro de la cabaña como si el árbol fuese parte de la construcción.

— Y una chimenea que no contamine, por lo tanto que no use leña — dijo Jared.

— ¿Entonces, es una chimenea mágica? — preguntó Rose.

— Exacto —Ambos miraron hacia un rincón y contemplaron con fascinación como una chimenea con vidrio apareció de la nada, materializándose en el lugar.

— Y un sofá — dijo Rose. Enseguida en el centro de la sala principal apoyándose en el tronco del sauce, apareció un gran sofá de tres cuerpos.

— ¿Y que mas?— quiso saber Jared entusiasmado tras beber un sorbo grande de su chocolate caliente.

— Y un televisor — dijo ella.

— ¿Y si no hay luz? — dijo la bailarina girando un poco sobre su eje.

— Hm, velas, velas que nunca se apaguen sobre una mesa para poder jugar ajedrez mágico.

— ¿Qué es el ajedrez mágico? — quiso saber la chica del columpio.

— Un ajedrez que se mueve solo, como el de Harry Potter.

— Pero si se mueve solo ¿no sería trampa? — preguntó Jared.

— No, porque tú debes aprenderte los movimientos de las piezas, y cuando les digas en que casilla ir, estas obedecerán— explicó Rose.

— Bien pues, que haya un ajedrez mágico — dijo Jared sonriendo — Y un piano.

— ¡Sí! — exclamó Rose — Y una cama enorme y esponjosa donde podamos saltar.

Mientras más cosas nombraban, mas aparecían, muy pronto cada rincón de esa casa se amoblaba y equipaba según las peticiones y deseos de ambos, y pese a eso el espacio no disminuía, pues mientras más cosas aparecían, la cabaña mas se agrandaba.

— Y en la pared, fotos de nuestras madres — finalizó Rose.

Fue entonces que Jared vio como se materializaban dos cuadros justo arriba del estante de la chimenea, uno era la foto de su madre y otra, la imagen de una chica que no creyó jamás ver en ese sueño. Era Alice sonriéndole dulcemente sentada en un prado de flores. Se preguntó si aquello era posible, ya que en realidad se imaginaba que esa extraña niña que fue viendo crecer a lo largo de los años en su sueños, era la mismísima Alice representada como una niña. O quizás, Rose sí existía realmente y por alguna razón ha estado compartiendo ese sueño con aquella niña que nunca había visto en el mundo real.

De pronto, un relámpago azotó toda la casa, Rose pegó un grito de susto y se agarró al brazo de Jared. Él se acuclilló para abrazarla e infundirle calma

— Tranquila, princesa... estoy aquí— Rose se aferró a él con fuerzas, Jared se obligó a tomarla en brazos y le acarició la cabeza con ternura.

— No me dejes— lloriqueó la niña.

— Nunca, te lo prometo — contestó Jared.

— Te quiero— otro gran relámpago iluminó de azul la oscura y acogedora casa seguido de un estruendoso trueno, que llegó a despertar de un salto a Jared esa noche sacándolo de aquel sueño.

Se incorporó bruscamente sobre la cama, y notó con inquietud que su corazón latía a mil por horas y su respiración era irregular. Era la primera vez que despertaba tan inquieto de aquel sueño. En su mente ya despierta, volvió asaltarle la pregunta: ¿quién era Rose? ¿Existía realmente? Y lo mas intrigante: ¿Por qué de pronto le recordaba un poco Alice? Su cabello rubio, sus ojos azules, incluso algunos gestos. No obstante, por otro lado, él no notaba que esa niña también tenía muchas cosas de su propia persona, como por ejemplo la forma de sus grandes ojos, su nariz respingada o incluso sus dientes de conejos.

De algo estaba seguro, aquello ya no era casualidad, pues esos sueños los comenzó a tener desde que Alice decidió dejarlo, y si bien ella no aparecía en ellos en un comienzo, estaba seguro de que ella se manifestaba de una u otra forma.



— Cuéntame más de ti — pidió Stevie cuando salieron de la sala de cine unas horas después de haber visto la película que fueron a ver esa noche. Ambos se encontraba caminando por un parque en las calles de L.A tomados de la mano — hemos estado saliendo desde hace un par de meses, pero lo poco que se es que eres cantante de medio tiempo en el restorán del hotel donde nos conocimos, vives con tu mejor amiga en el mismo hotel y... no, nada mas.

— Sí, pero tú tampoco me has dicho nada de ti — replicó Alice de manera juguetona — además de que eres el guitarrista de apoyo y coro de Thirty seconds to mars— añadió — y eso lo sé porque soy Echelon, y todo Echelon lo sabe.

Alice al comienzo, no quería ser amiga de Stevie, por miedo a que él saliera en la prensa rosa o que Jared se enterase de alguna forma. Sin embargo él persistió tanto en acercarse a ella, que finalmente aceptó ir a una cita con él y desde ese entonces descubrió que le agradaba su compañía, sin embargo estaba segura de que no sentía nada mas por Stevie que sólo una simple amistad.

— De acuerdo, tú ganas, te diré algo de mí.

— Bien... — dijo Alice.

—Pero— interrumpió él señalándola con el dedo sutilmente — Las damas primero.

— No se vale, fue tu idea, tú partes.

— Yo pregunté primero — respondió él triunfante.

Alice suspiró, enseguida bajó la mirada por unos segundos, la volvió a levantar y dijo un tanto apenada:

— Tengo una hija.

— ¿Qué? ¿Enserio?

— Sí, Rose... la pequeña que te recibió, es... el fruto del amor de mi vida... — se detuvo al decir eso, pensando que quizás no debió decirlo sí quería una nueva relación más allá de la amistad que llevaban; sin embargo, esperaba que Stevie fuese lo bastante inteligente para interpretar esas palabras en un sentido más metafóricas y maternal.

Si bien, ella insistía en que sólo eran amigos, quería intentarlo, quería darse la oportunidad de tener una nueva pareja y Stevie parecía ser el indicado a pesar de que no sintiese amor por él, pero le tenía un gran cariño y tenía la esperanza de que Camille tuviese razón y el tiempo se encargase de hacerla sentir más enamorada por él.

— Oh... entiendo — dijo Stevie en un tono comprensivo — ¿Y su padre? ¿El está...?

— Él sigue vivo, es sólo que... bueno, no ve a su hija — dijo Alice — Pero no es su culpa, en realidad... cuando quedé embarazada, él ni siquiera lo sabía, lo cierto es, que tenia asuntos más importante de que preocuparse en ese momento y un hijo sería un problema más en su vida en aquel entonces — le explicó.

— ¿Él te dijo eso? ¿O tú...? — Preguntó Stevie con curiosidad.

— No, como ya te lo dije, el padre de mi hija ni siquiera sabía de mi embarazo cuando terminé con él. Veras, el padre de Rose es músico y tiene una banda...

— Así que ¿creíste que lo mejor era decidir en su lugar? — cuestionó él interrumpiéndole. Alice comenzaba a sentirse incomoda con esa conversación. Por un momento deseó no a haber admitido ser la madre de Rose, deseó mentir y decirle que se trataba de alguna sobrina o que era hija de Camille, pero Alice no era capaz de negar a su propia hija, ni siquiera, cuando años atrás le sugirieron hacerse un aborto para deshacerse "del problema". Se preguntó porque de pronto le estaba dando explicaciones a una persona qué venía conociendo desde hacía relativamente muy poco; estaba harta de los reproches y cuestionamientos. Se detuvo un momento en seco soltándose de la mano de Stevie, quien se detuvo al instante, observó como ella se sentaba en un banco que habían dejado unos pasos mas atrás y luego él se acercó a ella.

— ¿Qué sucede, linda? — preguntó.

— ¿Enserio... crees que hice mal? — preguntó. Stevie se le acercó con lentitud y se acuclilló frente a ella para quedar a su altura.

— No puedo juzgarte por lo que has hecho pero si yo fuera él, me hubiese gustado que me lo dijeran desde un comienzo por mucho que cueste o cuántas personas se hubiesen opuesto. Un hijo nunca es una distracción. Es una responsabilidad, y por sobre todo es el primero en la lista de prioridades— le dijo él a Alice.

— Lo sé, lo sé. Pero estaba asustada, y eran mis primeros meses de embarazo...

— Hey, tranquila. No me tienes que dar explicaciones— la interrumpió el músico en un tono suave para tranquilizarla— como ya te dije, yo no te juzgo.

Se puso de pie, y luego se sentó a su lado. Alice se abrazó a sí misma y Stevie pudo notar que temblaba

— Está bajando la temperatura ¿o soy yo? — comentó ella.

— Al parecer, no... No es tu idea, está... — de pronto un estallido en el cielo fue el anuncio de una sorpresiva tormenta. Ambos levantaron la vista y la noche estrellada que habían visto unas horas atrás, desapareció, dejando en su lugar un cielo encapotado de nubes grises y gruesas. Casi sin poder darse cuenta, la ciudad de Los Ángeles estaba bajo una cortina de lluvia torrencial

—Pero... ¡el pronóstico del tiempo no anunció lluvias! — dijo Alice poniéndose de pie.

— Sí, tampoco dijeron que habría tormenta eléctrica — respondió Stevie sacándose la chaqueta de cuero que traía puesta para cubrir a Alice — vamos, el auto está cerca de aquí, te llevaré a casa.

Una hora después, se encontraban frente a la entrada principal del hotel. Stevie apagó el motor del auto y se quedó mirando el parabrisas en silencio. Las gotas de lluvia caían sobre el vidrio estrepitosamente estrellándose contra éste de manera violenta como trozos de cristal. Algunas gotas se deslizaban sobre la superficie como estrellas fugaces entre cruzándose de aquí para allá, otras se fusionaban entre sí para formar una sola gota más grande.

—Gracias por esta velada. — Dijo Alice rompiendo el silencio en el interior del auto — Fue... una buena velada a pesar de la tormenta. — Stevie no respondió. Alice al no oírle decir nada, pensó que estaba molesto por alguna razón que ignoraba. Se dispuso a salir del coche, pero de pronto, él la detuvo.

— Te diré algo. — Dijo el músico. — Te diré más de mi, si aceptas ser oficialmente mi novia.


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