Cuatro
Luke me invita a bailar y yo acepto. Mientras más lejos esté de las personas que se hacen llamar mis padres, mejor.
-Los odio -murmuro cuando estamos en la pista. Está sonando una canción suave.
-¿Qué te dijeron esta vez? -Pregunta él tomando mi mano izquierda y posando la otra en mi cintura. Nos empezamos a mover al ritmo de la música.
-Quieren que me case con el príncipe.
-Entonces no creo que sea adecuado que te bese aquí y ahora -susurra cerca de mi oído. Estamos cerca, un poco más de lo que el baile requiere.
-No -. Recuerdo la promesa que le hice y sonrío.
-Será después, mi princesa.
-Por favor, no me llames así -le pido frunciendo el entrecejo. Esa palabra tiene una connotación negativa para mí, me recuerda que yo era como la princesa encerrada en una torre, y también puede que lo sea si me caso con el príncipe.
-Bien.
No puedo evitar mirar el reloj de pared cada cuantos minutos. Ya quiero que sean las tres de la tarde para tomar el helicóptero que me saque de esta isla.
Mis padres me ofrecieron que viviera con ellos, pero eso significa que estaría bajo su poder así que me negué rotundamente. Mientras más lejos de ellos mejor -me repito.
Cuando los primeros dos bailes culminan me excuso para ir al baño, pero me escabullo para irme al edificio donde está la piscina.
Me siento dejando que mis pies -ahora descalzos- entren al agua. Aunque esté emocionada por irme, sé que extrañaré este lugar.
¿Cómo será el mundo allá fuera? Estoy muy feliz porque por fin estaré libre, libre de tomar mis propias decisiones y vivir la vida que se supone que me pertenecía desde un principio. También tengo miedo de que mis padres no se hayan conformado con aislarme por dieciocho años y quieran adueñarse de mi futuro, de mi libertad.
No quiero ser un objeto para ellos, no quiero que me sigan manejando a su voluntad. Ya fue suficiente. Si lo intentan de nuevo no se lo voy a permitir.
-¡Ay, Sue! Te estábamos buscando por todas partes y no respondías tus mensajes -exclama la Sra. Watson angustiada.
Giro y la veo acercarse hacia donde yo estoy, luego observo mi reloj y le quito el modo avión. Tengo cientos de llamadas perdidas y mensajes de todos. También veo la hora, no noté que pasé tanto tiempo aquí.
-Es hora de irnos -. Toma mis zapatillas y me las extiende-. Ten, vamos a buscar tu equipaje.
Ignoro los zapatos y la abrazo. Puede que le pagaran por educarme, pero es una de las personas más cercanas de mi vida.
-Te extrañaré -le digo.
-Y yo a ti, Sue -me abraza de vuelta y besa mi frente.
Si pudiera elegir una madre, sería ella. Es la única con el cariño maternal en más de mil kilómetros a la redonda. Al ser madre de Luke, logró incluir su cariño junto a la enseñanza y hacerme sentir que no soy solo una herramienta, sino que también soy una persona.
Después de ese pequeño momento de nostalgia ambas vamos a bucar el equipaje y nos encaminamos al helipuerto de la isla.
Veintidós personas viven en esta isla conmigo, sin contar a los de reparación, limpieza y seguridad que serían aproximadamente veinte personas más.
Me despido y le agradezco a cada uno de ellos. Quiero llorar, es probable que no los vuelva a ver más.
Mamá, papá y yo subimos al helicóptero, no me sorprende que Luke no venga con nosotros. Antes de que cierren la puerta del vehículo salgo con prisa y me abalanzo a sus brazos. Nos abrazamos fuerte. No me importa que todos me vean, no me importa que mi padres sepan que mi corazón ya le pertenece a alguien. Tomo su rostro entre mis manos y uno mis labios a los suyos. Es nuestro primer beso.
Viajo al recuerdo de nosotros ocho años atrás. Ambos estábamos en el techo de nuestro edificio viendo las estrellas.
-¿Quieres ser mi novia? -pregunta el Luke de doce años- Me gustas mucho.
-Debo enfocarme en mis estudios aquí, si me distraigo por tu culpa es probable que no no dejen estar juntos -le respondí de manera inteligente, a mi corta edad de diez años pensaba como adulta.
-Si no estuviésemos en esta isla con tantas clases ni supervisión ¿Serías mi novia?
-Sí, es más, cuando salgamos de esta isla podemos ser lo que queramos -veo que una sonrisa se planta en su cara. Tomo su mano y entrelazo nuestros dedos-. Tú también me gustas -susurro cerca de su oído. Noto como su sonrisa se enchanza aún más.
Podemos ser lo que queramos -esa frase ronda por mi mente una y otra vez cuando subo al helicóptero.
Cuando salgamos de esta isla.
Podemos ser lo que queramos.
Cuando salgamos de esta isla.
Podemos ser libres.
El eco de la palabra «libres» resuena en mi cabeza mientras veo por la ventanilla como nos alejamos de la isla.
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