Capítulo 2
Un nuevo día llegó, Sofía desayuna un café y tostadas mientras se prepara para su jornada laboral. Por primera vez en mucho tiempo, ella decidió peinarse, maquillarse vagamente, y vestir ropa seleccionada; optando por leggins negros y un top azabache para combinar.
—Amiga, por fin te ves como una mujer. —comentó alegremente su compañera.
—Ah, ¿y antes no lo era? —respondió Sofía volteando a verla con cara de pocos amigos.
—No, antes eras un cachivache. —Maribel soltó unas cuantas risas.
En cuanto Sofía terminó de desayunar, salió del hogar donde vivía, que se trataba de un pequeño departamento en planta baja, con un largo pasillo que recorrer hasta llegar a la calle, pero sin una puerta que separara este lugar con la acera.
El barrio donde vivía era simple. Una zona residencial con casas sencillas pero bonitas. Pocos locales comerciales y poco tráfico. En general, era un lugar bastante tranquilo.
Al cabo de unos minutos, llegó al lugar donde se juntaban todos los trabajadores, allí recibió un kit con los instrumentos para realizar la labor, que incluía un chaleco color rosa pastel con el logo del gobierno nacional, y le fue asignada un área donde trabajar.
Tuvo que viajar un poco, aproximadamente, unos tres mil metros para llegar a la ubicación donde iniciaría. Pocas veces estuvo por ese sector de la ciudad. No conocía mucho.
Se trataba de una zona residencial y tranquila, igual a donde ella vivía, pero esas casas no eran sencillas. Eran casas lujosas, caras y bastante modernas, en su mayoría. Sólamente una persona muy bien acomodada podía darse el gusto de vivir por estos lares.
El trabajó le tomó varias horas a Sofía cubir toda el área que le fue asignada, pero cuando comenzaba a quedarle muy poco para terminar, llegó a divisar a lo lejos, una casa que le llamó bastante la atención. Tenía el aspecto de una mansión victoriana. Estaba rodeada por un muro de piedra de unos dos metros de altura, aproximadamente, y un gran portón negro.
A pesar de la distancia, ella llegaba a divisar varios cuervos sobrevolando los árboles que se encontraban dentro del gran jardín de esa mansión.
La curiosidad fue mas fuerte, y terminó muy rápido con pocas casas que le quedaban pendientes, antes de dirigirse a esa mansión que, de hecho, estaba justo en el final de su ruta.
Cuando llegó empezó a sentirse ligeramente nerviosa, e intimidada ante la presencia de los cuervos, y las muchas gárgolas que adornaban la fachada. A pesar de todo, decidió tocar el timbre de la casa y esperar.
En cuanto el portón se abrió, se encontró con un hombre delgado, alto, con cabello y vestimenta completamente negra. Su piel tenía un tono muy pálido, al punto de parecer un cadáver. Él esbozaba una gran sonrisa.
—¿En qué la puedo ayudar? —preguntó con cortesía, aquel extraño hombre.
—Yo ne...necesitaba hacerle unas preguntas...¿podría? —Los nervios de Sofía se notaban a legua en su habla.
—¿Estás nerviosa? Puedes quedarte tranquila. Yo no muerdo...a menos que quieras. —Los ojos del hombre se volvieron rojos y brillantes durante una fracción de segundo, antes de volver a su color celeste original, pero ella no pareció haberlo notado.
—Claro que quiero...digo, eh...no es lo que quise decir. —El hombre soltó una risa, lo que provocó que ella se ruborizara.
—¿Quieres pasar? Supongo que te sentirás más cómoda dentro de mi humilde morada. No temas, adelante. —El hombre se apartó del portón, permitiéndole a Sofía acceder al jardín de la vivienda.
Lo primero que ella vio al ingresar, fue un camino hecho de piedra, rodeado por mucho césped y árboles de todo tipo y tamaño. Lo sentía como un camino hacia perderse en un bosque.
Tras caminar unos pocos pasos, se encontró con la puerta principal para ingresar a la mansión. Se trataba de una gran puerta de madera de ébano, rodeada por una pared de ladrillos de piedra oscura, unidos por cemento negro.
El hombre se adelantó y abrió la puerta, revelando un interior de aspecto medieval, con muebles muy antiguos, pero que estaban tan bien cuidados que parecían recién comprados. la iluminación se trataba enteramente de faroles y candelabros. No había ni una pizca de electricidad ahí dentro.
Justo en el medio de esa sala, había una mesa de madera larga cubierta por un mantel de seda rojo, rodeada por varias sillas de madera oscura, con asiento acolchado. Ambos tomaron asiento allí.
—¿Quiere una taza de café o alguna otra cosa? —preguntó el hombre con serenidad.
—Un vaso de agua está bien. —respondió Sofía sin dejar de observar todo el entorno con curiosidad.
—Dalibor, tráeme un vaso de agua para la dama invitada, y que sea rápido, por favor. No me gustaría hacerle perder tiempo. —El hombre se acercó hasta una calavera roja colocada encima de una pequeña mesa de té ubicada en una esquina que se iluminó ligeramente mientras él habló.
Al cabo de un rato, aparece un hombre llevando el vaso de agua que le fue pedido. Su aspecto estaba muy demacrado y era bastante extraño. Tenía la apariencia de un anciano muy grande, que superó los noventa años, pero movía los pies con suma ligereza, su cabello era super blanco y los ojos parecían estar vacíos, sin pupilas ni iris.
El tono de voz sonaba bastante grave, pero a la vez tenía un sonido muy fantasmagórico.
Cuando le entregó el vaso a Sofía, pudo sentir fugazmente la piel de la mano de ese anciano. Se sentía muy fría, como si hubiera tocado hielo.
Los nervios de la chica se acrecentaron, pero intentó contener cualquier reacción que pudiera tener. El agua que bebió estaba bien fresca y era agradable de beber, como si fuera una línea premium costosa. Algo no muy alocado teniendo en cuenta la zona donde se encontraba.
—Muy bien, déjame presentarme, antes que nada. Yo soy Rostislav Dvorak, y usted es... —El hombre pálido se cruzó de brazos.
—Me llamo Sofía, un gusto conocerlo antes que nada. —Extrañamente, la mujer se sintió ligeramente más tranquila, a pesar de lo anormal de la situación.
—Excelente, creo que entiendo perfectamente a qué vino usted hoy. No veré televisión, pero los periódicos me cuentan todo. —El hombre soltó una risa pequeña mientras daba la orden al anciano para que se retirara.
Durante unos minutos todo fueron las preguntas correspondientes al evento que estaba sucediendo ese día. Tras terminar, Sofía se puso de pie y se preparó para retirarse.
—Un placer haberla conocido, bella dama. Espero que podamos vernos las caras pronto. —comentó el hombre mientras abría el gran portón negro para dejarla ir.
—Lo mismo digo. Adiós. —La chica comenzó a caminar en dirección al lugar donde comenzó con su labor de ese día.
Muchísimas preguntas invadían su cabeza, pero ya tendría tiempo para pensar en todo eso. Debía concentrarse en realizar la última parte de su trabajo, aunque aún se podía oír el cantar de aquellos cuervos.
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