Takagi x Sato 🤎

Los cálidos rayos del sol se filtraron por la cortina haciendo que el detective Takagi parpadeara molesto antes de abrir los ojos poco a poco. Con el dorso de la mano se frotó ligeramente las cuencas mientras un sonoro bostezo escapó de sus labios. Con toda seguridad aún era demasiado temprano, se dijo. Parpadeó un par de veces más, mientras se esforzaba por enfocar la vista en el despertador de la mesita que estaba a su lado. En efecto, apenas eran las 8 de la mañana, temprano sin duda. No le apetecía en lo más mínimo levantarse todavía.

Con un bajo gruñido, volvió a cubrirse la cabeza con la sábana, girando el cuerpo de modo que quedó de espaldas a la ventana. Sólo un ratito más, después de todo, aquel era su día libre en la comisaría y quería aprovecharlo.

Estaba por volver a quedarse dormido, cuando un ruido repentino en la cocina, seguido de un grito de dolor, le terminaron de despertar de golpe. Había un intruso en su casa.

Rápidamente se incorporó en la cama, y con movimientos algo torpes y nerviosos abrió el primer cajón de la mesita, tomando el arma que allí guardaba.

"Mierda, mierda, mierda..." - se repetía Takagi para sí mismo mientras metia y sacaba varias veces las balas del cargador, ya que debido al temblor de sus manos no estaba consiguiendo cargar la pistola a la primera.

Cuando finalmente su arma estuvo lista, se levantó lentamente y con el mayor sigilo del que fue capaz se dirigió hacia la puerta. Entreabriendo ligeramente la hoja de madera, escuchó con atención fuera de la habitación. Le extrañaba que en ese tiempo no había oído más ruidos provenientes de otras partes de la casa, ¿podría ser que aquella persona se hubiera ido asustada por haber rebelado su presencia? Era una posibilidad, pero también podía ser que estuviera inmóvil en algún lugar para evitar ser descubierto. Takagi decidió no confiarse y ubicar primero al intruso. Si conseguía ser más listo le pillaría con las manos en la masa.

Saliendo de su habitación, y manteniendo su arma por delante, el primer sitio en el que buscó fue en la sala de estar. A la vista, nada había sido tocado, incluso el libro que había dejado en la noche sin terminar aún estaba sobre el sofá abierto en la página en la que se quedó. Similar encontró el baño, nada indicaba que por allí hubiera pasado nadie desde que él lo uso por última vez.

Cuando sus pasos le condujeron a la cocina, el sitio de donde había provenido el ruido, su respiración se hizo más acelerada, aún así con un empujón decidido abrió la puerta y entró en la estancia. Pero se hallaba vacía también. En el suelo había algunos platos rotos, su caída era la causa que había provocado el ruido, y el armario en el que solía guardarlos estaba abierto. Además, una cafetera se encontraba en el fogón y de ella emanaba un delicioso olor a café recién preparado.

¿Qué criminal entra en una casa ajena para preparar café?

Su vista entonces se dirigió a la encimera, allí había una pequeña caja con forma de corazón. En la parte superior tenía una tarjeta, y Takagi leyó la inscripción que llevaba incluida:

"Para Takagi, feliz San Valentín"

Anonadado, el detective bajó el arma y quedó con los brazos colgando a ambos lados del cuerpo.

En ese instante, una figura surgió desde detrás suyo, abrazando su cintura con fuerza, mientras gritaba alegremente:

- ¡Te atrapé!

Takagi dio un salto ante la sorpresa, volteándose rápidamente mientras un gritito agudo escapaba de su garganta y hacía un amago de apuntar con su arma a aquella persona. Cuando vio quién era en realidad, sintió que todo su ser se derrumbaba sin fuerzas.

- ¿S-sato? - tartamudeó nervioso, la detective Sato soltó su agarre y retrocedió unos pasos divertida ante la expresión que estaba haciendo su pareja. Takagi suspiró largamente - ¿Te has vuelto loca? Entrar así como un ladrón en mi casa... Te podía haber disparado.

- Lo dudo mucho, si no le quitas el seguro a tu arma primero.

- ¿Qué haces aquí? Hoy te tocaba el turno de mañana - preguntó Takagi, mientras intentaba controlar los latidos de su corazón.

- Conseguí que el detective Chiba me lo cambiara, y como sabía que tu mejor plan para tu día libre sería quedarte en la cama prácticamente todo el tiempo, decidí venir a acompañarte.

Takagi parpadeó ante aquellas palabras, y con la mirada recorrió a la mujer. No se había fijado hasta ahora, pero Sato llevaba un lindo pijama color celeste que acentuaba muy bien su figura. Una sonrisa comenzó a dibujarse en sus labios.

Ante la mirada de Takagi, las mejillas de Sato se tiñeron de rosa.

- Bueno, dí algo - pidió ella cruzándose de brazos, empezando a sentirse avergonzada.

- Es la mejor propuesta que me han hecho nunca.

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