Haibara x Amuro 🤍

(Crédito al autor de la imagen de la portada)

***

Respirar

Debía respirar profundamente y acompasadamente sino quería que la tristeza y la soledad la ahogasen hasta asfixiarla.

- Hermana... - murmuró la pequeña científica, mientras sus ojos hormigueaban queriendo llorar.

Años atrás, Shiho quedaba con su hermana el día de San Valentín, y ambas dejaban lo que estuvieran haciendo para juntarse en un punto secreto que sólo ellas conocían y nadie más de la Organización. Juntas, contemplaban la ciudad que se alzaba imponente a lo lejos. Después, tomaban algo en una cafetería y aprovechaban la atmosfera intima que se formaba para hacerse confesiones.

Pero las cosas habían cambiado mucho en el último año. Su hermana ya no estaba, y ella ya no era Shiho, sino Haibara. Aún así, la niña había dejado que los jóvenes detectives arrastraran a Conan para ir al centro comercial, mientras ella argumentaba que tenía otro sitio al que ir. El detective encogido la había mirado con seriedad, pero ella le había indicado con gestos que estaría bien. Ahora, de pie y en completamente soledad en su sitio especial, Haibara no estaba segura de si había sido una buena idea ir, ya que la sensación de que ella tampoco debía estar en este mundo se estaba haciendo muy intensa.

Lentamente, la mini científica anduvo por aquel paseo, observando como los rayos anaranjados del sol de la tarde brillaban en el agua del riachuelo. No quería tener pensamientos tan oscuros, ya que le había prometido a Kudo que no huiría más, pero no podía evitar que los malos recuerdos la persiguieran, acosándola y asustándola.

Un ladrido corto junto a su pierna llamó su atención, haciéndola salir de sus pensamientos. Sorprendida miró a un lado, y vio a un perrito blanco como la nieve que la miraba alegre, sacando la lengua y agitando su cola. Si se podía decir que Haibara tenía una debilidad, esa era sin duda los animales, ya fueran gatos o perros por igual, le encantaban. A veces tenía la impresión de que eran capaces de entenderla y saber qué estaba pensando. Una tierna sonrisa se extendió por su rostro, borrando las sombras que hasta ese momento lo cubrían, y se agachó para acariciar la cabeza del perrito.

- Hola amiguito. ¿Qué haces aquí? - le habló en tono dulce para no asustarle. Se fijó que llevaba un collar, lo que indicaba que su dueño no debía estar muy lejos - ¿Dónde está tu dueño?

- ¡Haro! - escuchó entonces una voz masculina que se acercaba a cierta distancia de donde ella se encontraba y que llamaba insistentemente - ¡Haro, ven aquí!

El perrito salto de felicidad al oía aquella voz, ladrando en señal de respuesta. Haibara se incorporó y vio con terror que quien llamaba al can era el chico que trabajaba en el café Poirot y que a veces acompañaba a Kogoro en sus casos. Pensó en irse corriendo, pero ya era tarde para huir, pues Amuro les había visto y se acercaba corriendo con la correa de Haro en la mano y con una bolsa de plástico en la otra.

- ¡Haro! ¿Qué te he dicho de alejarte corriendo? - regañó al animalito mientras le colocaba la correa, para después fijarse en Haibara - Oh, tú eres amiga de Conan. ¿Ai Haibara?

- Si, ese es mi nombre - respondió con calma la pequeña, aunque por dentro estaba temblando.

- Lo siento si te ha molestado o asustado este bribón. Le he traído conmigo para que jugase un poco e hiciera ejercicio, pero de repente echó a correr - se disculpó Amuro con una sonrisa deslumbrante que seguramente haría desmayar a cualquier chica. 

Pero Haibara no era cualquier chica, de modo que mantuvo su tono indiferente.

- No me ha molestado, no te preocupes. Ahora debo irme, si me disculpas - se despidió con una inclinación y se giró dispuesta a alejarse lo más rápido posible de aquella persona.

- Espera, te acompaño a casa del profesor - Amuro avanzó en su dirección.

- No es necesario, puedo volver yo sola.

- He oído de los otros niños que eres muy madura para tu edad, y no dudo que sepas como volver tú sola, pero se esta haciendo tarde y puede ser peligroso. Haro y yo vamos contigo - el tono de Amuro y su expresión cambiaron volviéndose serios, como indicando que no iba a admitir una réplica, y además Haro ladró como afirmando lo que Amuro había dicho, de modo que Haibara no tuvo más remedio que dejarse acompañar.

Durante un buen tramo ninguno de los dos dijo nada. Haibara notaba que Amuro la miraba de reojo de vez en cuando analizándola, por lo que ella giraba la cabeza para escapar del escrutinio mientras pensaba en un modo de librarse de su acompañante. Haro caminaba delante de ellos con un alegre trotecito sujeto por la correa, ajeno a la lucha que sus compañeros tenían.

De repente Amuro puso una pequeña caja de regalo delante de Ai llamado su atención, y por el olor la niña supo que dentro había chocolate. Miró a Amuro interrogante.

- ¿Quieres chocolate? - le ofreció este, había vuelto a recuperar su sonrisa radiante.

- No debo aceptar nada de desconocidos. Además, ¿eso es chocolate de San Valentín?

- Jaja, sí - Amuro le enseñó la bolsa que llevaba y Haiabara vio que dentro había como otras 12 cajitas decoradas de diferentes maneras - ¿No te gusta el chocolate? 

- ¿No es un poco raro que me regales chocolate hoy precisamente?

- En realidad me los han regalado a mí. Son de algunas clientas del Poirot, no he podido rechazarlos porque habría herido sus sentimientos. Pero no puedo tener todo este dulce en casa por Haro, así que he ido a ver a unas ancianas que conozco y les he regalado algunos. Aún así sigo teniendo bastantes. Si los quieres para ti...

Haibara le contempló unos instantes, Haro que había detectado el olor dulce retrocedió hasta ellos e intentó meter el hocico en la bolsa. Al ver esto, Ai la tomó rápidamente y la mantuvo alejada del perrito.

- Se los daré a Conan y los demás.

- Eres la niña más extraña que he conocido nunca.

Haibara le miró de reojo y sin decir nada siguió andando. Bueno, si se preocupaba tanto por su perro, y éste parecía que le quería mucho, puede que no fuera una mala persona después de todo.

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