Parte Dos.
Una aguda risita sonó en algún lugar. Demasiado ahogada y lejana por la espesura del sueño como para preocuparle y hacerle averiguar de dónde provenía.
La voz de una mujer adulta comenzó a sonar en bajos murmullos y la pequeña risita de nuevo se escuchó mezclándose con la voz, esta vez ambas más claras y fuertes.
Sin embargo Yoongi gruñó molesto y jaló la gruesa manta para cubrir su rostro y girarse en su lugar para dormir de nuevo. Pero un dolor punzante recorrió su espalda y gimió molesto al sentir sus extremidades totalmente entumecidas.
Se escuchó el sonido de una puerta cerrarse y descubrió su rostro de inmediato, con los ojos abiertos de par en par, de pronto asustado ante la idea de algún ladrón colándose en su agujero para robarse las pocas cosas que tenía.
Pero antes de observar más allá del techo, el peso de un cuerpo más pequeño que el suyo se sintió sobre su torso, alertandole y sacándole el aire ante repentino movimiento.
Suspiró al escuchar la misma risita y cerró los ojos de nuevo al saber qué es lo que pasaba.
SeokJin. Eso pasaba.
Volvió a cubrir su rostro ocultando la sonrisa que amenazaba con pintar sus labios y escuchó el sonido ofendido que el pequeño soltó al verse ignorado.
Había descubierto que era un niño demasiado afectuoso y demostrativo. Todo lo contrario a él. Pero extrañamente le agradaba ver que a pesar de todas las cosas que cruelmente le habían atacado, SeokJin aún gustaba de demostrar su cariño a las personas.
Y también había descubierto que se encariñaba demasiado rápido.
Después de volver completamente empapados, había mandado al niño a darse un baño mientras preparaba un té y sopa para él. Lo que menos quería era verle enfermo. Y aunque había sido una insípida y barata sopa instantánea SeokJin le había dicho que era lo más delicioso que probaba en siglos.
Exagerado pero tierno.
Recibió un pequeño y casto beso en los labios por parte de SeokJin como agradecimiento antes de dormir.
Y aunque al principio se sorprendió por el repentino acto, el pequeño se había disculpado con lágrimas diciendo que él lo hacía para alejar las pesadillas que lo atacaban al dormir.
Después de escuchar aquello no pudo prohibirle que hiciera ese tipo de cosas. No había tenido el corazón tan frío como para borrar la expresión de felicidad cuando le besó de nuevo en la mejilla. No pudo destruir la pequeña felicidad que iluminó su rostro.
Y porque también era un imbécil conmovido, le dijo a SeokJin que no importaba que hubiera hecho eso.
Le había dejado su cuarto para que durmiera y éste suplicó por su compañía.
Pero Yoongi se marchó a la sala con la promesa de que estaría desde ahí cuidándolo.
Y ahora estaba ahí encima de él golpeándolo débilmente con sus puñitos.
— Ya despierte, Yoongi. — Dijo el niño con voz ligeramente distinta.
— ¿Ya no soy señor Min? — Murmuró bajo la manta aún ligeramente somnoliento.
— No. Ya eres Yoongi. — Dijo SeokJin en tono divertido y le sintió acostarse sobre su pecho.
— Y ahora me hablas de tú. — Soltó Yoongi con falsa molestia.
Sintió el encogimiento de hombros del niño y quitó la manta de su rostro para poder ver a SeokJin. Sin embargo se quedó helado al ver su rostro.
Sus facciones lucían muy distintas a como las recordaba y comenzó a preguntarse si no se estaba volviendo loco.
Las carita redonda que podría jurar portaba el niño horas atrás, ahora se veía ligeramente más estilizada.
Dándole el aspecto de un joven adolescente. Mismo que sabía con certeza, no tenía antes de dormir.
SeokJin bajó la mirada ante su escrutinio y sus mejillas se encendieron notablemente en una mueca incómoda.
— No me vea así señor Min. — Susurró avergonzado antes de morder su labio y jugar con sus propios dedos.
Yoongi fijó su mirada en los gruesos belfos apresados duramente entre los dientes del chico y se sintió hipnotizado ante ellos, si ejercía un poco más de presión rasgaría la delicada piel hasta hacerla sangrar.
— No los muerdas... — Dijo mientras tocaba su labio con la punta de su dedo, evitando que se hiciera daño.
Y él le obedeció.
— ¿Tienes hambre? — Preguntó a cambio y Yoongi le miró con curiosidad.
E inevitablemente una baja risa brotó de su pecho al ver los cambios en SeokJin. Le hablaba con respeto cuando quería y cuando no, se refería a él como si tuvieran la misma edad.
Y ahora simplemente se acurrucaba en su pecho acariciando su brazo por encima de la manta mientras esperaba su respuesta.
Un sencillo acto que disfrutó en demasía.
— Tal vez debamos ir a comprar algo a la tienda de autoservicio. — Respondió en medio de un bostezo.
Siendo sincero no tenía hambre. Había aprendido a vivir con una comida al día como máximo. Así que su estómago ya estaba acostumbrado a pasar horas sin alimento. Pero por nada del mundo dejaría que ese mocoso pasara más hambre.
Aún le quedaban unos cuantos billetes dentro de un libro. Lo tenía destinado para un caso especial o emergencia. Y SeokJin lo era.
— No es necesario Yoongi. La señora Kang nos trajo el desayuno. — Soltó el chico y dejó un beso debajo de su mandíbula antes de alzarse en un ágil brinco.
Yoongi se quedó aturdido y se dio cuenta de que esa era la voz que le había despertado.
Se sentó para seguir con la mirada al chico, sus energéticos movimientos, graciles y ligeros, sin darse cuenta sonrió ante encantadora imagen, sus piernas aún iban desnudas pero se veían más largas de lo que eran por la noche.
Llevaba la misma sudadera que Yoongi le dio al salir de la ducha y si antes le cubría hasta las rodillas en ese momento le quedaba a la mitad de sus muslos.
Talló sus ojos fuertemente, pensando en que se trataba de una mala jugada de su imaginación sin embargo al regresar su vista se encontró a SeokJin sonreírle ampliamente y señalar el asiento junto a él en la diminuta mesa.
Se alzó con pereza y sintió los ojos del chico clavados en él. Escaneando cada flojo movimiento que hacía con su adolorido cuerpo.
Se sentó en la silla con un sonoro quejido y frunció el ceño al sentir sus músculos adoloridos por haber dormido en ese pequeño sofá.
— Definitivamente hoy compartiremos cama. — Declaró SeokJin convencido.
Min le miró y se olvidó de su propósito de llevarle a un refugio cuando le vio masticar con la boca completamente llena.
Sonrió ante la encantadora imagen y estuvo de acuerdo con no volver a dormir en el sillón.
Comieron en medio de preguntas sobre el trabajo de Yoongi. El chico indagaba curioso y asombrado a cada palabra dicha por él. Preguntando sobre su técnica y dándole su punto de vista sobre cada lienzo pintado.
Su visión ante el arte era amplio y profundo. Haciéndole pensar que tal vez provenía de una familia de pintores. Pues las palabras que usaba no eran para alguien tan joven y ajeno a ese mundo.
Y en algún punto de la charla notó que las pinturas del día anterior se encontraban descansando junto a su escritorio.
No recordaba haberlas traído con él cuando corrió con SeokJin en brazos. Sin embargo no le dio importancia una vez que mágicamente Jin lo envolvió de nuevo en la platica sobre su pasión.
Le hizo sacar sus dolorosas frustraciones, cada miedo convertido en piedra sobre su espalda la liberó frente a él. Y no supo cómo pero se encontraba limpiando las débiles lágrimas que brotaban de sus ojos. Llorando silenciosamente frente a ese chico de aproximadamente 14 años.
SeokJin se sentó en sus piernas y le atrajo a su pecho. Dejándole llorar con pequeñas caricias en su cabello. Roces tan cálidos y dulces que le hizo suspirar su aroma con vehemencia.
Y de pronto se sintió diferente. Más libre y ligero. Siendo sostenido por los brazos de un chico sin hogar y que apenas alcanzaba la adolescencia. Pero jamás se sintió mejor.
Era como recibir el abrazo de alguien adulto, alguien que supiera lo doloroso que podía ser afrontar la vida y lo desgastante que era guardarse todos los sentimientos en lo más profundo de la mente.
Y entonces se preguntó qué más había tenido que vivir y sufrir SeokJin para poder entenderlo de esa manera, aún si él no ya le dijo más.
— Yo lavaré los trastes Yoongi. Tú ve a dormir. — Le dijo él una vez que sus hipidos cesaron y su respiración se tornó normal.
— No. Yo lo haré. — Se apresuró a contradecir. Acariciando las suaves piernas de Jin mientras este mantenía recargada la cabeza sobre su hombro.
— Por favor Yoongi-chi. Necesita dormir. — Insistió dejando un pequeño beso en la sensible piel de su cuello.
Debió alejarlo. Sabía que eso no era correcto.
Pero simplemente le atrajo instintivamente más a su pecho como si en el fondo de su mente temiera que SeokJin fuera a desaparecer.
— Ven a dormir tú también. — Le ofreció y sintió las mejillas de Jin tensarse en una sonrisa.
— Primero tomaré otra ducha. Pero prometo ir con usted después. — Susurró sobre su piel y Min cerró los ojos disfrutando la temperatura de su aliento golpear contra su cuello.
— Está bien Jin. — Aceptó y soltó sus muslos para dejarle ir.
El chico acarició su pecho y Yoongi se tensó cuando le vio mirarle los labios con interés.
Con sus delgadas manos le tomó ambos lados de la cara lentamente, acunandole con dulzura antes de acercar su rostro y juntar sus esponjosos labios con los suyos.
Un inocente y tierno roce que le dejó deslumbrado.
Uno más prolongado que el anterior pero igual de casto que el suspiro de un ángel.
Y se sintió tan incorrecto que le hizo desear más.
Porque sus labios no se sintieron suaves e inocentes. Porque el roce le mareó, le drogó d e una forma en que era imposible siquiera considerarlo. Porque la mirada de Jin no correspondía con su rostro. Sus ojos eran tan profundos y ocultaban tantas cosas que era abrumante siquiera pensar en ello. Sus ojos ocultaban algo que su propia mente no podía digerir. Jin se separó con una sonrisa surcando sus facciones. Una que le hizo pensar que él sabía lo que estaba pensando. Que era consciente de todo ello. De eso que comenzó a anhelar con tanto ahínco.
Eso mismo que asqueó su propio ser al darse cuenta del rumbo de sus reacciones.
Pero la sensación de su inocente boca presionando contra la suya le hizo desear ser menor o que Jin fuera mayor y tuviera algo que ofrecerle.
Y el que SeokJin le acariciara los labios con sus dedos sólo lo hundió más en la mísera sensación anhelante de su cuerpo y mente. Envuelto inconscientemente en un hechizo dirigido sólo para él.
Con cada mirada invitándole a perderse en sus orbes tan oscuros y misteriosos, llenos de secretos e historias que quiso saber hasta el más mínimo detalle.
— Para alejar las pesadillas Yoongi-chi... — Susurró sutil e hipnotizante antes de presionar sus labios de nuevo.
Yoongi se congeló en su lugar pero no se apartó de la caricia. Sabía que no era correcto. Pero deseaba que lo fuera.
Las manos de Jin le tomaron por el cuello y sintió como si quemaran de la forma más adictiva sobre su piel.
Su corazón desbocado de pronto. Latiendo como si se encontrara en una situación peligrosa.
Y lo era. Se estaba aprovechando de un vulnerable joven necesitado de cariño.
Pero es que se sentía envuelto en algo que jamás había experimentado.
Y cuando SeokJin continuó dejando besitos sobre sus labios. Supo que estaba perdido.
Cuando le sujetó la estrecha cintura se dijo enfermo. Y se maldijo por ser tan hijo de puta al disfrutar su frágil cuerpo entre sus grandes manos.
Los labios de Jin presionaron contra su mandíbula de pronto y su cabeza comenzó a zumbar ante la sensación.
Tan jodidamente mal. Y tan estúpidamente adictivo.
La risita de Jin vibró contra su mejilla y le vio sonreír ampliamente al separarse. Mejillas sonrojadas y sus ojos brillando en algo que no supo descifrar.
— Vaya a dormir. — Dijo antes de levantarse de su regazo y caminar hacia el baño despreocupado.
Yoongi talló su cara frustrado y sintió sus mejilla arder ante su propia reacción. El aire ingresaba pesado a sus pulmones y decidió que tal vez debería dejar de fumar.
El dolor en su cabeza era apenas soportable, el aturdimiento y estupor que de pronto sentía no era normal.
Nunca se había odiado tanto como en ese momento, pero eso sólo le hizo reaccionar.
Era un asco de persona. Tenía que sacar a SeokJin de ahí lo más pronto posible.
Quiso alzarse de la silla pero sus piernas ardieron en cada fibra de sus músculos, una sensación olvidada en su mente, la misma que le atormentaba en sus días de rutinas de ejercicio.
El cansancio y pesadez que le inundaba cada que terminaba de correr un par de kilómetros se hizo presente en su cuerpo. En un grito interno que pedía descansar, dormir para reponer energía...
Eso no era normal. Y todo se estaba tornando jodidamente incorrecto. Pero no quería detener lo que sea que estuviera pasando.
No cuando aún sentía sus labios hormiguear en el recuerdo de sus inocentes besos.
Y no cuando aún sentía su dulce y adictivo aroma fundirse en lo más profundo de su ser.
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