52

Ambas nos encontramos dentro del auto, Yerin unnie sonreía conversando de trivialidades resientes en su jornada laboral, por mi parte sólo asentía con la cabeza prestando atención a sus palabras. Pero no soy ninguna ingenua, se que se encuentra preocupada y agradecezo aquél tierno gesto de no tomarse la libertad morbosa de preguntar, porque detesto decir lo mismo una y otra vez.

Mentir una y otra vez.

Un hermoso viernes por la tarde, luego del horario escolar, un merecido descanso de una semana bastante agitada y una dulce cita por su parte. Aún así, me siento algo inquieta, después de todo, también veo que perdió peso en sus mejillas.

Me sorprendió un poco que Eunbi no viniera con ella, pero tampoco me era de extrañar, después de todo, Jimin necesita mucha más concentración que antes, al parecer la próxima ronda seria "talentos ocultos", y fue inevitable que ambas riéramos a la par.

-Sin duda alguna, su dulzura nata servirá. -comentó unnie y asentí observando por la ventana- Pequeña y hermosa SoJungnie, sabes que cuentas conmigo. -mi sonrisa disminuyó, pero me sentí bastante calida al oírla.

-Las cosas no mejoran, apenas me dirigen la palabra... pero al menos, mis padres no discuten frente a mi. -alce mi brazo derecho y apoyé el codo sobre la ventanilla- Supongo, que hay algo bueno después de todo. -sonreí levemente y sentí su caricia sobre el largo de mi cabellera.

-Confía en ti misma, como siempre lo has hecho. -sonrió ampliamente- Te recuerdo desde la primera vez que te vi, tan brillante y despampanante. Adoraba tu ingenio, ¿lo sabes? -negué para reír suavemente- Asi es, justo como ahora, sigue sonriendo. Es tu bella esencia Sowonie. -desparramo mi cabello entre dulces risas.

Asentí algo pensativa y es que repentinamente, una imagen se vio reflejada en mi memoria. Un nombre, un rostro y una sonrisa cálida cuestionando mis métodos de supervivencia.

Una idea loca se cruzó por mi mente cual relámpago.

-Unnie, ¿podrias hacerme un pequeño favor?

-Claro que si, dime pequeña. -comenzó a soltar el acelerador para pisar levemente el freno, ante aquel semáforo en rojo.

-Quiero que me lleves con tu amiga, aquella que atendió a Eun. -su semblante se mostró dubitativo, volteó a verme a su costado y le recibí con un leve mohín de súplica en mis labios, juntando ambas manos en ruego.

Apelando a su hermoso y susceptible blando corazón.

Suspiró- Bien, no creó que sea un problema para tus padres, ¿o no? -sonreí triunfante para volver mi vista a la ventanilla, no planeaba responder aquello.

Pues era exactamente lo que deseaba, que me observaran y al fin dijeran algo. Lo que sea.

-Buenas tardes. -la puera fue cerrada detrás nuestro y la mujer volteó a vernos para sonreír con alegría- No puedo creer lo que el viento me a traído.

-Hola unnie, ¿cómo estás? -sonrió cordialmente Yerin para directamente abrazarle y palmear sus glúteos, ocasionando que esta riera, mostrando así, sus dientes de conejo.

Ambas conversaron por unos segundos que no quise interrumpir, de hecho inspeccione y admire cada rincón de la peluquería donde mi mejor amiga decidió emplear un tinte que le causó varios problemas con el comité disciplinario, pero a su vez, fascino a los expectadores del desdichado miss rigth.

-Unnie quiero presentarte a Sojung, es la mejor amiga de mi hermanita. -sonrió unnie- Hermosa So, ella es una gran amiga mía, Nayeon.

-Es un placer. -comenté para reverenciar ante la mayor, quién rió levemente para negar.

-Deja eso, dime unnie. -su sonrisa y facciones en verdad me recordaban a alguien. Tal parece, lo notaron, porque ambas rieron al unisono- Al parecer conoces a mi tonto y pequeño hermano. -parpadee un momento al percatarme de aquella mirada en mis ojos.

-Ella es hermana de Yugyeom. -golpeteo levemente su brazo y esta sonrió compinche.

-Ahm, entiendo... -sonreí avergonzada por mi indiscreción, pero al parecer ninguna le tomó importancia. Lo cual agradecí.

-Supongo que vienes hasta mi por un cambio. -asenti aún algo apenada y ella negó divertida- ¿Qué deseas?

-Mhm... -lo pensé por un segundo, de hecho, no tenía ni la más remota idea. Volvi mis ojos hacia ella- Un poco de magia. -la mayor volteó con sus ojos bien abiertos para ver a unnie, esta hizo un gesto con sus labios para asentir. Y volteó nuevamente hacia mi.

-Estás en el lugar indicado. Me gusta ser ada madrina hermosa. -quitó aquella tela que cubría uno de sus preciosos sillones negros, palmeándole- Anda, como en tu pateo de juegos.

Asentí con una grata emoción, las horas transcurrieron con fuertes carcajadas y grandes anécdotas, ninguna dejaba pasar un solo recuerdo del momento. Pero tristemente, el paso del tiempo transcurría con demasiada rápidez, para mala suerte propia.

Realmente detestaba el correr del tiempo y más aún para con aquellos bellos momentos vividos, compartidos con las personas que realmente quieres en el momento.

Sigo cuestionándome, ¿por qué los buenos momentos suelen durar tan poco?

Unas cuantas miradas de uno que otro peatón por la vidriera perfecamente impecable, conseguía hacerme sentir ansiosa. Nayeon unnie me exigió no voltear y confiar en ella, incluso impidió que unnie me viera y le obligó a esperar en el otro salón mientras daba sus últimos retoques.

Honestamente, el verla tan entusiasmada y con aquella chispa en sus ojos, generaba un revoleteo en mi estómago. Ella no duda ni vacila en sus movimientos, entonces puedo dar mi firma de que amá con locura lo que hace, brindando la confianza y seguridad necesarias ante sus gustos y exigencias.

Permitiendome asi, replantearme mentalmente, una idea absurda y penosa a la vez.

"Alguna vez, ¿podré ver a alguien con aquel brillo de pasión y amor, reflejado por mis propios ojos?"

La imagen de mis padres volvió como un destello de realidad, golpeando duro, pero sobre todo, aquella figura esbelta que desearía olvidar.

-¡Muy bien! -sonrió para quitar la capa que me cubria por los hombros y con una enorme sonrisa, me invitó a encaminarme con ella.

Rumbo al salón principal, dónde encontramos a Yennie leyendo una revista con claro aburrimiento. Sonreí y una tos fingida por parte de unnie le obligó a alzar la mirada.

Una bella sonrisa se apoderó de su semblante, soltó la revista y pegó un brinquito, poniéndose de pie para tomar su cartera y tomar su teléfono.

-¿Qué hac...? -no pude continuar, ya que aquella evidente luz repentina y aquél claro sonido, terminó por responder e interrumpir a mi propia pregunta.

-Oye, son derechos de autoría. Al menos tomame una con ella. -reclamó, aparentemente "molesta" para recibir una carcajada de la casaña. Lo último que sentí fue el peso de su brazo rodearme los hombros y su cuerpo pegado a mi lado- ¡Sonrie! -apego su rostro a mi mejilla y alzó su mano libre, formando una fornida "V" con sus dedos.

La puerta fue abierta y aquél llama ángeles se hizo escuchar, denotando el ingreso de un nuevo cliente. Pero ante aquellos elogios por parte de Yennie quién observaba las fotos, contemplado mi rostro cual 'modelo', ignore por completo a las nuevas personas del salón. Después de todo, mi único deseo del momento era el de acercarme a ver aquel aparato tecnológico.

-Woah... -pero una sola exclamación fue suficiente para reconocer aquel timbre de voz, inconfundible, de hecho, para cualquier persona. Ya que era su voz. Voltee a verlo.

-Pequeño sanguijuela, creó haberte dicho que vinieras a las doce. -recalcó una seria Na unnie a mi lado, Yugyeom por su parte rió al costado de oppa.

-Traje comida -alzó la bolsa de madera y aquel delicioso aroma a hamburguesas inundó el local.

¡Buen truco! su oferta de soborno era bastante acertada, y es que tranquilamente, vendo mi orgullo sin dudar, únicamente por una de ellas. La comida es arte.

-Tu sabotaje no es suficiente, piensas llevarme directo a la bancarrota pequeño idiota. -se acercó para arrebatar la bolsa de sus manos y abrirla- Dime algo, ¿quién a tu edad se toca las raíces? -las risas no se hicieron de esperar, sobre todo por parte de ambos.

Les observé con una dulce sonrisa entre mis labios, ambos hermanos discutían tontamente al respecto de quién merecía la bolsa de comida. Por su parte, dos de las personas más importantes y que amó en esta vida, se encuentran riendo a la par. Como si el tiempo no hubiese avanzado, como si no hubiese un mañana, como si no existiera un pasado doloroso.

No quise ser obvia, no deseaba irrumpir aquel pequeño momento compartido por aquellas dos bellas almas gemelas, que en serio merecían un final feliz. Me acerqué hasta uno de los espejos grandes del salón y quede boquiabierta ante tremendo cambio de estilismo.

Por el reflejo pude contemplar la sonrisa embobada de oppa por su belleza, más ambos cesaron las risas al ser conscientes de aquella atmósfera compartida. Él volteó rápidamente hacia mi y sonrió cuadradamente.

-Iré a preparar unos platos, debemos comerlo ahora antes de que se enfríe. -la sonrisa glotona de unnie fue conmovedora.

-Nayeon, ¿no deberías de trabajar? -titubeo unnie para dirigirse hasta ella, quién le sonrió con picardía.

-Es el privilegio de ser tu propia jefa Rinnie. Niño bonito, pon el cartel y cierra. Wujuu, comida gratis... -canturreba ingresando hasta el próximo salón. Yugyeom obedeció a su hermana y puso dicho cartel.

-So, estás... hermosa. -sentí sus brazos detrás de mis hombros- No tenía idea de que planeabas teñírtelo. -admiraba cada parte de mi cabello como si estuviera atesorando el momento, y no podía no pensarlo. Ambos nos parecíamos en verdad.

-Oppa -me miró por el espejo, más voltee y me adelante hasta aquel chico cara de conejo- deberíamos ir por más comida, ¿no crees? -estaba a punto de comentar algo erróneo, pero ladee la cabeza y abrí mis ojos con fuerte entonación.

-Cla-claro... -sonrió torpemente al interceptar la idea, para encaminarse directamente a tomar las llaves nuevamente.

-Hermana. -volví a verle, detrás de mi, bastante cerca, no pude evitar sonreír con gratitud.

-Es momento de que arregles tu vida. -susurre cerca suyo, unnie bajó su mirada, observando "algo" en su celular- Creó que mereces ser feliz. -me acerqué hasta su mejilla y la besé.

-Podemos irnos. -comentó desde la puerta, sonreí y me dirigí hasta él.

-Ya volveremos unnie.

-Oh, ¡espera! -rebusco entre su bolso- debo darte algo de dinero para...

-Yugyeom, usa mi tarjeta.

-Esta bien hyung. -ella alzó su mirada sin saber que decir ante aquello y me apresure en tomar el picaporte sin brindarle tiempo al reproche.

Ambos salimos a la par, sonreí mientras nos encaminábamos rumbo aquél pateo de comidas.

(....)

-Gracias por permitirme esta noche. -sonreí mientras destapaba el corcho de aquel vino tinto, el favorito del señor Chou.

-Mhm. -asintió con su cabeza mientras preparaba las copas, pero no pude contenerme por mucho más tiempo.

-Tzu, dime algo. -suplique susurrante a su lado, más no dijo ni una palabra- Escucha, no tengo idea de que hice en esta ocasión, pero en serio lo lamento. Por favor, -relami mis labios sin saber que más hacer o decir- mi dulce chocolate... -y observé la comisura de sus labios apenas elevarse, generando un respiró en mi pecho- Haré lo que desees, sólo dime que es lo que ocurre. Mi chocolate, -acaricie su cabello levemente- puedes hablar conmigo.

-Lo mismo digo. -su timbre se hizo oir mucho más bajo de lo habitual, ladee mi cabeza en busca de una mejor apreciación de sus delicadas faciones.

-Por supuesto que si. -remarque con sinceridad- ¿Recuerdas quiénes somos? Hey, -me apodere de sus hombros e impedi que me diera la espalda- eres una de las mujeres más importante para mi. Te debo tanto, mi pequeño chocolate. -acomode un mechon detrás de su oreja y me acerqué un poco más hasta ella.

Negó- No digas idioteces, no me debes nada. -sonreí ante sus dulces gestos, y no dude en llevar mi dedo hasta sus labios. Obligándole alzar la mirada, encontrándose con mis ojos, fijos sobre ella- Lo siento, a veces me olvido de la rudeza de las palabras.

-¿Qué ocurre?, ¿qué hice para que mi dulce chocolate se molestará tanto?

-No estoy molesta. -alce una ceja y rodo los ojos en respuesta.

-Entonces, se sintiera mal. Realmente quiero compensarte chocolatito. -acaricie su mano con mi pulgar, enrollando nuestros dedos a la par y jugando con los suyos.

-Deja de llamarme asi. -no evite reir ante el repentino cambio en la conversacion. Después de todo, ella no era ese tipo de mujer, al contrario, le gustaba ser directa y concisa.

-¿Por qué? Siempre te he dicho asi, desde que éramos niños, ¿lo olvidas? -apreté su mejilla con un ápice de preocupación en mis ojos, después de todo, también conocia su historia a la perfección. Al igual que ella la mía, y sin más, soltó un pequeño suspiró.

-He cambiado Jung. -reí por la seriedad en sus palabras- También tú lo has hecho. -aquello último resonó en la habitación, me sentí congelado por unos segundos, hasta que el timbre se hizo oír en el piso y ella no esperó a que fuera yo quien me alejara, al contrario, rompió nuestra unión.

Voltee observando sus pasos, directos y firmes hacia la puerta, con una dulce sonrisa recibió a sus padres, quiénes no tardaron en rodearla entre sus brazos, en un tierno y afectivo abrazó.

Mi corazón se endulzo ante la escena, pero a su vez, un fuerte pinchazo hizo acto de presencia entre mis costillas. Las suaves palabras de mi adorada amiga de la infancia, una de las mejores personas que pude haber conocido, de las que más me jacto, pues lo sé muy bien, es su presencia la que alumbra aún en medio de mis días más grises.

Ella es el resultado de lo que hoy soy como persona, pues es una excelente mujer, una muy valiosa y preciada para mi vida.

Entonces... no quiero sentir el peso sobre mi pecho al oírle, porque aún sin ser consciente del todo, logró presentir aquél sentimiento que me resulta molesto, sobre todo... porque me asusta el hecho de tan solo pensarlo.

No quisiera perderla, porque no logró imaginar mi vida sin su presencia, sin su bella sonrisa. No puedo ni siquiera pensarlo, porque presiento como mis huesos se helan bajó aquél laberinto entenebrecido por su ausencia.

Tragué con dificultad, obligándome a reaccionar y salir de aquel trance, tomé dos copas y la botella de vino entre mis manos, adentrándome hasta el living. En dónde los ojos de los mayores no tardaron en interceptarme, con una encantadora sonrisa de oreja a oreja en sus labios.

(....)

No pude evitar sentirme vulnerable ante su presencia, pero por sobre manera, ante su silencio.

-Creo que...

-¿Cómo has estado? -la pregunta salió de mi boca sin pensármelo dos veces, interrumpiéndole, y es que si, ese el poder que ejerce sobre mi.

-Mal. -declaró con una tenue sonrisa contrictada entre sus labios, con su mirada gacha. Cerré mis ojos maldiciendo mi falta de tacto.

-Lo siento, supongo que aún no sé cuando es mejor callar. -reconocí apenada, pero una sonrisa sincera se apoderó de su decaído semblante.

-Es una de las pocas cosas que consiguen meterte en problemas con rápidez. -no pude evitar sonreír a su lado- Pero es lo que más me gusta de ti.

-Pues, solía probar demasiado a tu paciencia. -rió ante mi comentario, asintiendo, recordando varios de nuestros líos a causa de mi gran bocota- Y esa es una de las virtudes que más amaba de ti. -dicho aquello, sentí la opresión en mi pecho y desvie la mirada.

-Lo sé, siempre supe que tu amor era del que sólo encuentras una vez en la vida. -encogió sus hombros- Por eso no era una carga para mi. -juntó sus manos y volteó evitando el contacto visual.

-¿Qué nos paso? -pregunté negando levemente con mi cabeza- ¿Cómo terminamos asi? -mordi mi labio inferior.

-Simple, lo arruine. Como el idiota que soy. -inhale profundo para exhalar todo el aire de mis pulmones.

-No lo digas tan asi, eres un buen chico... -sonrió con pesar.

-Dilo mirándome a los ojos. -guardé silencio- Lo ves, tú eres la grandiosa. -sentí la sequedad en mi garganta y con dificultad tragué duro- No debes de sentirte mal, merezco que me odies. Recuérdalo, no eres cualquier cosa Yennie. -alzó la mirada al fin, ambos nos obvserbamos- Siempre supe que debía de cuidarte, después de todo... no dudaba en que consiguieras todo aquello que te propusieras. Aún si aquello fuera, olvidarme por completo, para asi poder avanzar.

-Tae...

-Sabía que podrías, siempre fuiste mucho más fuerte de lo que te has imaginado. Y eso es lo que más amó de ti, que lo tienes bien en claro, y no necesitas de nadie para poder brillar.

Un duro golpe de emociones y momentos compartidos atacaron al punto más sensible de mi cuerpo, mi memoria emocional. Pero decidí respirar con profundidad, no lloraría, claro que no lo haría.

Cerré mis ojos, armandome del valor necesario, porque al fin debía decirlo en alta voz. Al menos uns vez.

-Es cierto, eres un completo idiota. Un patán de primera categoría. Cambiaste algo verdadero, por un poco de diversión pasajera. Aún así, dime algo... -mi timbre se quebró, no pude controlarlo- ¿Por qué soy yo quien se siente tan mal?

-No deberías... -negó sin verme- porque no fuiste tu quién falló.

-Es cierto, pero... -voltee a verlo- aunque me odié, no puedo símplemente olvidarte. -alzó la mirada- Quiero odiarte, de hecho lo hago... pero, cuando me encuentro a solas, cada bendita noche... -reí para evitar el nudo en la garganta- siento una enorme necesidad de ti y me detesto por ello.

-Yerin... yo-yo, lo siento -negó volteando, con dolor en su expresión- realmente lo siento, cada segundo y si tan sólo... si pudiera... -interrumpi, como de costumbre.

-Pero no puedes, nadie puede. Porque lo hiciste, me fallaste, aunque no era lo que deseabas. -no pudo refutar, más bien, no deseó buscar una excusa tonta a su favor. Porque le conozco bien, y soy consciente de lo que desea para mi vida.

Quiere que rebusque aquello que me brinde paz y en todo caso, sabe que él ya no es quien me la da. Por lo tanto, no busca presionar, muchos menos intenta algo a su favor.

-Aún así, quiero que sepas... -sobe mi nariz, evitando las lágrimas- que cuentas conmigo. Después de todo, a pesar de la distancia, -le miré directamente- aún te quiero.

Maldito idiota.

Contemplar su sonrisa de gratitud y observar aquellas mejillas bañadas por la nostalgia, empapadas por aquel sentimiento de soledad, desilusión y una fuerte angustia. Doblegó mi orgullo.

-A pesar de todo, no mereces sufrir esto por ti mismo. Tú hermana es una excelente mujer, y nada cambiará eso. -asintió en un mar de lágrimas silenciosas, el reflejo de aquel corazón dolido y angustiado.

(....)

La cena tomó su propio rumbo, risas, proyectos, sonrisas y anécdotas. El desenvolvimiento de esa era pacifica, amena y realmente cálida.

Mis padres adoran al azabache, no cabe duda de ello y eso realmente... me asusta. Porque también le adoro, y no podría imaginarme, la desilusión que sufriría si tan sólo, descubro alguna desviación en su brillante imagen.

-Hija~. -la dulce voz de mamá me hizo reaccionar, ambas terminamos en el pequeño cuarto de la cocina. Yo lavando los platos, ella acercándose por detrás.

-Omma, ¿por qué no estás con ellos? -le miré con confusión.

Negó- Esos dos están conversando de fútbol. -sonrei- Sabes lo que odio aquél comportamiento fanático por parte de tu padre. -asentí riendo- De hecho compadezco al pobre Jung. -mi sonrisa comenzó a desvanecerse y claro que lo notó.

-Omma, no quisiera que me ayudes con los platos. El jabón y la espuma me adoran. -intenté bromear, pero la tonalidad de mis palabras me delataban, lamentablemente tenía todo en contra, incluido mis lagrimales- A-al parecer, me entró un poco de jabón en los ojos... -intenté reír, hipócritamente.

Pero sentí el pequeño cuerpo de omma rodeándome con sus brazos, desde la cintura, para besar mi hombro derecho y sonreír con tanto amor.

-Puedes engañar a tu padre, porque es un viejo despistado. -negó- Pero no puedes mentirle a mamá. No seas tonta, mi amor.

-O-omma... -susurre conteniendo las ganas de romper el dulce afecto, sólo para aferrarme con desesperación a el suave y cálido pecho de mi madre.

-No se que ocurre contigo pequeña, hace tiempo no te veía asi de vulnerable. Tranquila, no te presionare, sólo te daré un pequeño consejo. Nadie, escúchame bien, nadie merece hacerte dudar de ti misma... por más que sea un apuesto muchacho de altura y sonrisa encantadora. Mi hija vale mucho más que eso, ¿mhm~?

Asentí lentamente, abriendo mis ojos, relamiendo mis labios, aprovechando la ventaja de que al menos no puede apreciar mis mejillas mojadas y levemente sonrosadas por el dolor y la insuficiencia que estoy sintiendo en este preciso momento.

-Eres una mujer fuerte, siempre lo has sido. Por eso se que te tomaras todo el tiempo que necesites, como siempre lo has hecho y lo superaras. -su timbre se quebró, sentí su cuerpo temblar levemente sobre mi espalda- Como siempre lo has hecho.

No me resultaban de extrañar aquellas palabras, porque soy conocedora de su providencia. De la profundidad de aquél rincón apartado de su corazón. Y por supuesto que le admiro por su compostura. Pero detesto verla nostálgica por ello.

-Omma... -llevé mi mano hasta el agarre de sus manos en mi cintura.

-Eres mi orgullo. Nunca lo dudes pequeña chocolate. -mis labios temblequearon, dolió oír aquel apodo provenir de sus dulces labios.

-"Dulce chocolate, descansa y recuerda, cuida a mamá y a papá por mi, ¿bien?"

Con una sonrisa y una mano juguetona desparramando mi cabello te despediste, yo pude haberte salvado, pero no comprendí tus palabras, mucho menos aquella sonrisa pérdida en tus labios.

-Lo sé, claro que lo sé. Omma, usted es el mío. -voltee mi cabeza hacia la izquierda y besé su cabeza, centímetros más baja que la mía.

Lo haré, no pienso volver a culparme por nada más en mi vida, me lo prometí en aquel desdichado suceso personal.

Ir siempre de frente.

(....)

Sentí la fría brisa recorrer mi cuerpo, maldecia mi descuido del momento y comenzaba apreciar el dulce y reconfortante calor de mi adorado abrigo.

-Tsk. -una dulce y pequeña sonrisa se formó entre sus labios, sentí el peso de su abrigo sobre mis hombros. Voltee a verlo escéptica- No deberias de refriarte.

-Soy una estudiante de instituto. Creo que mis anticuerpos son mayores que los suyos, 'sumbae'. -comente con malicia, generando una burlona y sincera carcajada porvenir de sus labios.

-¡Yugyeom! -volteó ante el llamado de aquel muchacho y recogió lo pedido con anterioridad. Se le veía algo torpe e inocente, con su sonrisa perfectamente impecable.

Sonreí- Eres un buen hombre, niño bonito. -susurre para mi misma, tomando el abrigo y calzandole como corresponde a mi cuerpo.

Creó comprender porque Eunbi no quiso estropear su buena relación contigo, ya que mereces... hacer valer ese ingenuo y dulce corazón.

Levanté la mirada, alzando mi cabeza, y observé el precioso cielo nocturno de Seúl.

Espero que oppa y unnie hayan tenido suficiente tiempo para conversar entre ellos. Realmente deseo que al menos uno de los hermanos Kim, pueda tener buenas memorias y ser meramente feliz.

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