.11.
—Ahg, no lo tolero más. —suspiro Sojung— Se que es tu crush pero no tiene nada de especial. —reí por lo bajo— Oye, hablo en serio.
Sonreí— Unnie está bien que a ti no te guste, porque debe de gustarme a mí. —negó para luego quejarse y sólo reí para apegarme más a su brazo, rodeándolo con los mios— Tambien extraño tenerte a mí lado en las clases.
—¿En serio? —asenti con una gran sonrisa— Que raro, porque se te ve tan cómoda y feliz a lado de Min. —no pude evitar reír por su actitud de mejor amiga celosa, y es que ella siempre tuvo que cuidar de mí en el pasado. Asi que era de esperar que aun le cueste despegarse un poquitito de mí lado.
—Unnie, oppa es un buen chico y si, se esta portando bien. Pero claro que extrañó a mí mejor amiga, ella es mí “Sowon”. —sonreí con dulzura, y ambas reímos ya que conocemos bien el significado de su apodo. Ella es el deseo de muchos en el instituto.
—Aun me es raro verte de castaña.
—¿Me queda feo? —cuestione con un mohín en mis labios, y con una de mis manos libres toque mí fleco para verla, negó con una sonrisa.
—Eres tan tierna. —negué— Recuerdas lo de esta tarde, ¿verdad? —asenti.
—Por supuesto que… —frunci el ceño levemente.
—Eunbi… —ella volteo a verme, pero antes siquiera de poder oírla, mis ojos se concentraron en aquel chico de cabello castaño y rostro agradable.
—¿Oppa? —llame luego de soltar el brazo de unnie y correr hacia él, ya que alzó su mano con una bella sonrisa entre sus labios.
Sojung suspiró para bajar la mirada por un momento, pero rápidamente observó a aquel muchacho de la moto. Por su altura, su cabello castaño claro, su aura de carisma e incluso su sonrisa de conejo, lo dedujo rápidamente. Kim Yugyeom.
—Oppa, ¿qué haces aqui? —pregunte con asombro al verlo en aqulla motocicleta alta y grande. De hecho, Yugyeom se veía cool y lindo con su chaqueta maron, jeans rotos y borzegos caqui.
—Queria pasar por ti. —sonrió para quitarse el cazco y asi verme mejor.
—¿Por mi? —repeti aún sin comprender del todo— ¡Ah! querias saludarme. —rei torpemente, pero negó aún con una leve sonrisa en sus labios para voltear levemente y desabrochar de la parte trasera de la parrilla un bello casco celeste cielo para extenderlo hacia mi dirección. Lo tomé admirando su bello color.
—Quiero que demos un paseo hoy. —alce la vista de aquel casco al compenderlo mejor, y antes de refutar tomó la palaba— Ya hable con Yerin nonna, ella esta más que de acuerdo de que te liberé de todo el estrés que has estado acumulando estos días. —sonrei al oírlo para luego poner el casco sobre mi cabeza y con una sonrisa le miré; de igual modo volvió a colocar el suyo que era de un color negro intenzo.
—¡Eunbi! —oi la voz de unnie y voltee a verla aún con una sonrisa tonta, Yugyeom oppa la saludo con la mano y ella imitó el gesto— Recuerda que…
—¡Si! —exclame casi gritando para que me escuchará con claridad— Unnie, mañana devolveré aquel fichero. —salude entusiasmada para voltear e intentar comprender como subir.
Entonces oppa sonrió divertido para ayúdame, aún desde su posición inicial, sentado al volante.
—Oppa… ¿cómo me agarró? —pregunte algo ansiosa por miedo a la velocidad. Entonces tomó ambas manos y las rodeó a su cintura— Oppa…
—Sujetate bien pequeña. —rio para ponerse en marcha, y sin más apreté fuertemente su abdomen.
La adrenalina comenzó a recorrer por mis venas. Y observé a unnie acercarse hasta nosotros y grité despidiéndome de ella, incluso me atreví a liberar una de mis manos para despedirme; pero al girar repentinamente volvi a sujetarme con fuerza.
Logré oír su bella risa por lo bajo, haciéndome sonreir también.
|….|
—Idiota, hoy debíamos de ir a casa para ver la maratón semanal de nuestro último drama… —suspire para cerrar mis ojos.
Y ahí se encontraba de vuelta, aquella soledad innegable que padezco al no sentirla a mi lado, un amargo sabor en mis labios y una más que dolorosa punzada sobre mi pecho.
—¡Kim! —voltee al oir su irritante timbre de voz— La entrada principal es mía. —recordo Sinb con aquel delantal puesto, una bolsa grande de nailon en una mano, y en la otra los palos de escobas.
Suspire— ¡Bien! —amarre mi cabello en una coleta alta y fuerte, estaba desganada, realmente me sentía mal en estos momentos.
Me encaminé hasta ella, quién llevaba hecho un rodete alto y nada prolijo, pero aún asi, se veía bastante bien. Park Eun Bi era una chica de bellas facciones, ni tan alta ni tan baja, estatura promedio diría, cabello semilargo color azabache y con sus puntas grises, rasgos bastante definidos y una actitud de lo más neutral.
No era difícil comprender el porque era una de las chicas más lindas del instituto, claro en conjunto con su grupito.
—¿Ocurre algo? —no volteó a verme, sólo pregunto aún barriendo la entrada principal, negué al percatarme que perdía mi tiempo observando su belleza.
Me autodirgi a los pasillos nuevamente de la institución y al colocar el delantal por encima de mi cabeza, la imagen de Eunbi volvió a mi mente. Deteniendome en ese preciso momento.
Sus pequeños ojos que hoy en día suelen parecer más grandes gracias al maquillaje, sus hermosas mejillas redondas que hoy en día no se comparan a unos años atrás, pero siguen generando esos deseos irresistibles de querer apretujearlas. Su perfecta estatura media, digna de burlas y risas de mi parte, en donde logró que ella muestre la versión más infantil y dulce de si misma, su bello y largo cabello color azabache que contrasta hermosamente con su bella piel luminosa, aunque claro, ahora es de un color castaño oscuro.
Sus pequeños muzlos que aún se mantienen buluptuosos y cada día más trabajados gracias a sus maratones día tras día luego de clases, su bella y cute voz, simplemente todo de ella…
Mi pecho, podía sentirlo estrujarse con fuerza, un nudo en mi garganta comenzaba a formarse, y mis ojos comenzaron a arder.
¿Era posible? Si alguien supiera como pienso de mi mejor amiga, diría que estoy… que estoy…
—Señorita Kim. —aquella voz autoritaria y varonil se encontraba decidida a traerme de vuelta, más no respondí, sólo sentí sus manos detrás de mi, atando en un moño el delantal que aun llevaba suelto sobre mí pecho— Deberia…
Mis sollozos le impidieron proseguir, le obligaron a guardar silencio y pensar.
—Señorita Kim, ¿se encuentra usted bien? —negué— ¿está lastimada? —asenti con dificultad— ¿en dónde? —más no respondi— ¿Dónde le duele? —volvio a preguntar.
El pecho, lleve ambas manos hasta este y sólo lloré en silencio. Sentí sus manos palmear torpemente mi hombro sin saber que más hacer.
—¿Hay algo qué pueda hacer por…? —sin perder más tiempo, me acurruque entre su pecho permitiéndole a mi llanto salir sin muchos esfuerzos.
Podía sentir al director Kim tensarse por un momento, mis brazos se aferraron a su cintura con desesperación.
Poco a poco sentí sus brazos ser alzados para rodearme de igual modo, sin decir una sola palabra, lo cual agradecí desde lo más profundo.
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—¿Lo entiendes? —asintió— me siento extraño, de alguna forma... sofocado. —suspiró— ¿Por qué no dices algo? —el menor lo miró aturdido, y este bostezo— ¡Hyung! hablo enserio, nesecito un consejo.
—¿De mi?
—Eres mi mejor amigo, diablos… —recosto su cabeza en aquel árbol— que suerte tengo. —negó frustrado.
—Hoseok, es simple, ¿la quieres? —el menor no respondió— Piensa bien en tus propios sentimientos.
—Sino la quisiera, ¿por qué quiero seguir con ella? —cuestionó molesto ante lo dicho por el más bajo.
—Simple costumbre, —encogio sus hombros— que voy a saber yo. Pero si te diré esto, —el menor volteó su vista hacia aquella mesa en la que yacía el mayor recostado— no te quedes por compromiso ni cariño, porque puedes quererla, pero yo también quiero a mi gato. Analiza detenidamente tu corazón, Sinb suele ser impulsiva y bastante difícil de tratar pero por algo te enamoraste de ella en primer lugar.
Ninguno de los dos dijo palabra alguna más, sólo guardaron silencio, el menor pensaba en cada palabra dicha por su amigo, analizaba cada recuerdo y momentos compartidos junto a su novia.
Yoongi por su parte, con sus ojos cerrados recordaba hace unos cuatro años atrás, en aquel campamento de verano para chicos problemas.
Él estaba en las filas por sus problemas a la hora de congeniar y es que nadie le entendía pero no quería lidiar con las personas, de cierto modo tenían razón al llamarlo “fobia.”
Más sus ojos interceptaron a una joven del campamento vecino, un campamento “rítmico” gran farsa, sólo era una linda manera de llamarlo campamento de régimen militar, era un lugar para niños con problemas de obesidad.
Aún recuerda los ojos pequeños y asustadizos de aquella muchacha que corrió ocultándose de los guardias, detrás de aquel árbol para comer su barra de cereal con chocolate, más le fue inútil, ya que un superior la encontró y le arrebato dicha barra.
—¿Estás loca? —miraba aquella golosina entre sus manos— Esto no te ayudará, debes dejar de caer en la tentación. ¿O quieres toda tu vida lucir asi?
Aquellas palabras podían no sonar tan rudas al ser oidas, pero su pronunciación le delataban, lo decía con tanto desprecio, su timbre de voz sonaba a burla e ironía. Como si él fuera mejor persona que aquella niña.
Cualquiera esperaría que la muchacha largué en llanto ante los ojos juiciosos de ese tipo, pero ella sonrió. Una sonrisa torpe que la dejo en evidencia, con algo de chocolate entre las comisuras de sus labios.
—Quiero que des veinte vueltas al campus, ahora. —con una exclamación audible comenzó a correr, pero su sonrisa no se borró. Aunque sus ojos se aguaran lentamente y en la décima vuelta, dejó escapar la primer lágrima.
Cualquier otro se hubiese alejado, pero la fuerza de voluntad de esa pequeña que sin buena condición física y poco aire en sus pulmones, siguió corriendo, siguió esforzándose y no sólo para cumplir las veinte vueltas, sino para llegar a las treinta.
Dejandose caer al suelo, envuelta en sudor y dolores musculares, al parecer sus muzlos se tensaron, entumedeciendose al intante.
Aquella muchacha era reprendida con regularidad, más no lloraba, era vista con desaprobación, más no respondía, ella era agredida por algunos de sus compañeros, pero no se defendía.
Recuerdo haberla visto siempre con una sonrisa tímida y torpe entre sus labios.
No fui consciente de que los tres meses obligatorios para mí llegaron a su fin, es que si, me pasé cada tarde observando por aquella terraza al campamento vecino, atento a esa pequeña e insignificante chica, tan frágil pero tan bella con su sonrisa y fuerza interna.
Nunca supe de ella de vuelta, su nombre me era desconocido, pero realmente quería volver a verla una vez más.
—¡Oppa! —oi una voz aguda y bastante agitada, al parecer llegó.
¿Quien lo diría…?
—¡Hola Eunbi! —le sonrió para saludarla y voltear a verme— Hyung, llegó tu cita. —abri mis ojos para verla.
Apenas conseguía recomponerse, su pecho subía y bajaba, pero nada la detuvo para acercarse hasta nosotros a paso apresurado y reverenciar ante Hoseok.
—Ah Eunbi, ¿has venido corriendo? —fruncio el ceño al ver como apenas podía reincorporarse de su espalda erguida y sus manos sobre sus rodillas.
—Pe-pense que no llegaba… —sonrió al ver su reloj de pulsera— Oppa, sólo fueron unos diez minutos de tardanza, ¡lo siento! —nuevamente reverencio apenada, su rostro rojo y respiración desenfrenada.
Tomé mi mochila para ponerme en pie, tomar su muñeca y despedirme de Hoseok, entonces ella se despidió avergonzada.
—O-oppa yo… —miró mi mano extendida, con una botella de agua, entonces sonrio para tomarla entre sus manos y agradecer. Posteriormente darle un sorbo bastante profundo.
|....|
No pude concentrarme, me siento apenada con Yoongi oppa, pero la calidez de hace unas horas atrás resuenan en mi mente, retumban en mi pecho como grandes palpitaciones que me son incapaces de controlar o contener.
Las manos de Park Ji Min siguen sintiéndose tan reales en mis caderas, su cuerpo detrás del mío, posicionado para poder corregir con mayor facilidad cada error de mis torpes pasos.
Su aliento chocando directamente en mi cuello haciendo erizar cada bello de este, mis piernas flaqueaban al oir su dulce voz dando indicaciones, recontando: “un, dos, tres… cuatro, cinco, seis”.
—Lo has hecho increíble pequeña Eunbi. —sonrio para acomodar aquel mechón travieso que se interpuso en aquella bella visión— Me gusta el nuevo color de tu cabello.
Solo aquellas palabras fueron suficientes. Lo comprendí, lo acepté, me gusta estar al lado de ese hombre.
Creó que me estoy comenzando a enamorar.
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