capítulo 23

Jungkook se mantenía quieto en su lugar, totalmente lastimado de modo emocional. Su gélida mirada no se apartaba de aquellos ojos miel que no parecían ser poseedores de piedad. En su semblante se hallaba plasmada la expresión más dura que fue capaz de dar, llena de resentimiento, de rencor, de insensibilidad.

No podía creerlo. No, no era posible.

Mierda.

Su corazón se rompió por segunda vez. Jimin se lo arrancó del pecho y lo estrujó hasta destrozarlo, sin mera gota de compasión. Los miles de trozos acabaron en el suelo, distribuidos por doquier. Y Jungkook había perdido la fuerza tras el ataque, quedándose sin ánimos, sin ganas de ir tras los trozos para unirlos todos y repararse así mismo. Así que decidió quedarse sin corazón. Después de todo, ¿de qué le serviría tenerlo consigo de nuevo si podría volver a romperse con tanta facilidad?

Él no estaba para seguir soportando estupideces de un inmaduro omega que prefería seguir arruinando su vida con jodidos narcóticos, eludiendo la realidad, en vez de enfrentarla. Él no estaba para soportar que Jimin hiciese con él lo que le viniera en gana. No, claro que no.

El alfa bueno, compasivo y tierno se había acabado. ¿Jimin no quería su cariño? Perfecto. Entonces, lo trataría como a otro de sus jodidos sumisos, y ya no habría vuelta atrás. Esta vez, no le importaría nada en lo absoluto. Jungkook lo dominaría y si este no cumplía, encantado lo castigaría, dándole la disciplina de la que carecía.

—Bien. Si eso es lo que quieres, tomaré tu sugerencia —anunció con seriedad, conservando sorprendentemente la calma, mientras se disponía a desabrocharse el cinturón—. Espero y no te arrepientas de tu decisión. ¿Deseas que te trate como a los otros? De acuerdo, serás un ordinario omega más del montón —declaró fríamente con el cinturón en la mano.

Jimin se alarmó, tensándose por completo, al pensar en que lo golpearía con dicho objeto sin piedad. Retrocedió asustado cuando el alfa se le acercó. Jungkook gruñó, exigiéndole las muñecas. Solo entonces supo que su intención no era lastimarlo.

Obedeció, poniendo sus manos juntas. Jungkook le ajustó sin problemas el cinturón a las mismas, dejándolas inmóviles.

—A partir de ahora todo se hará a mi manera y si no te gusta, problema tuyo. Lo hubieras pensando mejor antes de hablar, porque tú has decidido esto —dijo, sin abandonar su estado de resentimiento, al tiempo que conducía al omega dentro del baño—. Ya no me dirás Jungkook. Daddy o nada. No te pases de listo, no me faltes al respeto, no me levantes la voz, ni me desobedezcas porque te castigaré. Y esta vez, va en serio. Harás todo lo que te diga hasta que decida que ha sido todo, y si tienes quejas te puedes retirar por la puerta cuando quieras. Pero te irás sin ningún centavo.

Jimin tragó en seco, digiriendo aquella información. Ahora si que estaba realmente jodido. Pero, aunque no le gustara para nada, pensaba que aquello era lo mejor.

El alfa lo colocó con nula amabilidad de frente contra el lavado.

—¿De acuerdo? —dijo este, tomándole de la mandíbula inferior para que elevara la cabeza y lo mirara a traves del espejo.

—Sí.

—Sí, ¿qué? —gruñó Jungkook, apretándole un poco más la mandíbula, acompañando su pregunta con una repentina presión de cadera contra el trasero del omega, el cual le hizo soltar un involuntario gemido.

—S-sí, daddy —contestó abochornado, con sus mejillas tiñéndose de un tenue tinte carmesí.

Solo entonces lo soltó de su bruto agarre. Jungkook no desperdició ni un segundo en pasar sus desvergonzadas manos por la cintura del menor, buscando el botón del jean. Lo desabrochó, bajándole la cremallera y, de un solo movimiento, deslizó el jean junto con el bóxer por sus piernas, hasta quitárselo.

Le obligó a levantar sus dos manos sujetas por el cinturón, pasándolas por arriba de su cabeza, de modo que los dedos del omega quedaran a la altura del cabello del alfa.

Jungkook metió descaradamente un mano en la zona íntima del menor, haciéndole separar un poco más las piernas para que tuviera más contacto. Jimin se arqueó, reaccionando al instante ante el estimulante toqueteo de Jungkook, percibiendo los labios de este contra su cuello.

El alfa llevó dos de sus dedos a la boca del omega, quien los chupó de inmediato, lubricándolos con ímpetu. Pronto, esos dos mismos dedos se infiltraron en su interior, dándole el comienzo a la placentera tortura.

El pelirosa se relamió los labios, cerrando sus ojos, tratando con dificultad de llenar por completo sus pulmones de oxígeno en cada respiro. Un tercer dedo se sumó a la magnifica danza que se desencadenó dentro suyo, excitándolo, endureciéndolo, dándole la bendita sensación de que se encontraba de pie en el mismísimo paraíso.

Pero todo eso se disipó lastimeramente cuando aquellos dedos abandonaron su sitio. Jimin formó un puchero de forma espontánea, mientras acariciaba como podía algunos mechones del cabello castaño del alfa. Abrió los ojos, observando el reflejo de Jungkook detrás de su cuerpo. Iba a suplicarle que hiciese algo, pero antes de siquiera abrir la boca para soltar las palabras, la erección de Jungkook se frotó entre sus nalgas, percibiendo como una leve corriente de electricidad le recorrió la espina dorsal.

El mayor se alineó, sin embargo, antes de empujar dentro, dijo en tono demandante:

—Quiero que me mires a los ojos mientras te penetro.

Jimin asintió sin apartar su mirada.

Sin más, sujetándolo de la cadera, el alfa tomó impulso y lo embistió hasta el fondo con total brusquedad, impactándolo sin rastros de suavidad. El rostro del omega se contrajo de dolor, haciendo su cabeza hacia un costado, rompiendo con aquel contacto visual.

—¡Mírame! —exigió Jungkook enojado, apretándole con más fuerza la cadera.

Jimin emitió un ligero quejido, mientras obedecía para nada a gusto con la situación.

Fue entonces cuando, satisfecho por la obediencia del menor, Jungkook salió de su interior y volvió a entrar con la misma brutalidad, creando un sonoro chasquido cuando ambas pieles colisionaron.

El omega jadeó, adolorido, intentando no apartar sus ojos de la oscurecida mirada de su acompañante. Jungkook prosiguió con sus duras embestidas, asegurándose en todo momento de que Jimin no dejara de verlo. Se obligó a sí mismo a no sentir pena, ni preocupación por el estado de éste. Solo ansiaba centrarse en su propia satisfacción, ahuyentando todo sentimiento de culpa.

El labio inferior de Jimin sufría de la semejante presión que ejercían sus dientes, en un intento de acallar los inevitables gemidos de dolor. Era demasiado. Pero, aún así, procuraba seguir con aquel tortuoso contacto visual, apretando entre sus dedos mechones del pelo del alfa siendo incapaz de medir la fuerza.

Sus piernas le temblaban, debilitadas, sabiendo que no resistirían mucho más. Sus ojos se cristalizaron. Y cuando pensó que se desvanecería, Jungkook le permitió bajar los brazos y se apartó de su cuerpo, ordenándole que se colocara de rodillas frente él.

Totalmente exhausto y agitado, Jimin le hizo caso. Con sus piernas temblorosas se arrodilló y levantó la mirada, encontrándose con el pene del alfa apuntando en su dirección, siendo masturbado rápidamente por su dueño.
Y lo supo. No habría nudo en su interior esta vez.

Jimin cerró los ojos al momento exacto en el que la escancia de Jungkook se derramó completa sobre su rostro. Y no los abrió, sino hasta que un pulgar ajeno le quitó el semen que había aterrizado en uno de sus parpados. Pronto, sus manos fueron liberadas y el alfa no tardó en arrojarle algo para que terminara de limpiarse.

—Límpiate bien y cámbiate. Dentro de veinte minutos te recogerán. Irás a comprar algunos trajes para ti. Esta noche tengo un compromiso familiar al cual me acompañarás. Por lo que, al volver, te prepararás como se debe. Siete y media pasaré por ti, y más te vale que estés presentable o recibirás veinte azotes en el trasero. ¿Entendido?

—Sí —murmuró Jimin al borde de las lágrimas, aún estando en el suelo.

Terminaba de quitarse aquella espesa sustancia blanca de la cara, notando que también había caído en su camiseta. Así que se la quitó despacio, conteniendo el llanto, mientras escuchaba el ruido de la puerta siendo cerrada. Hizo un bollo con la prenda y la arrojó lejos.

Se levantó con cierta dificultad, tambaleándose hasta quedar de frente al espejo. Su imagen reflejada solo hizo que su estado empeorara. Un Jimin devastado, con el labio inferior demasiado hinchado y algo partido, con sus vidriosos ojos rojizos y sus rizos marchitos, le devolvía la mirada.

Sus labios temblaron y las lágrimas se derramaron. ¿Era eso lo que quería?, ¿era esa su maldita decisión? Mierda, ¿por qué habría creído que no dolería tanto? ¿Por qué habría creído que sería una situación fácil de manejar? No era tanto por el dolor que le habían causado las embestidas, era algo más. Era un dolor mucho más profundo y agudo que provenía de su pecho, de su omega. Su omega estaba sufriendo.

—¿Por qué eres tan débil? ¡Joder! —exclamó frente al espejo, hablándose a sí mismo con enojo—. Esto es lo mejor, así que resiste, mierda, resiste.

Tal y como Jungkook le había dicho, pasaron por él para salir de estúpidas compras. Una beta lo acompañó, asesorándole y aconsejándole acerca de que le convenía comprar.

No bastó más que dos aburridas horas en volver, trayendo en el portaequipaje del auto tres bonitos trajes que se había probado en una misma tienda.

Jamás se imaginó que en algún momento de su descontrolada y empobrecida vida se encontraría vistiendo de etiqueta con un traje que valía más que una fortuna. Pero ahí estaba, con la elegancia pegada a su cuerpo. El traje era negro, algo sencillo, camisa blanca por debajo y un adorable moño decorando la zona su cuello. Un moño que a Jimin le hacía reír, pues creía que se veía chistoso con él.

Jungkook pasó por él en el horario acordado. Y Jimin se sorprendió de que este no le dijese nada acerca de su atuendo, ni de lo bonito que se había puesto. Ni siquiera cambió su fría expresión. Solo lo vio, y nada en él cambió.
El omega suspiró, desganado, entendiendo que las cosas serían muy diferentes ahora, que Jungkook ya no sería como antes, que todo lo lindo había acabado por su culpa. Que, de ahora en adelante, Jungkook ya no sería el alfa que lo mime por la noche, sino quien lo domine a su antojo, follándoselo tan duro como aquella tarde.

Su trasero nuevamente le había quedado doliendo, pero esta vez mucho peor que antes, siéndole imposible retener un quejido de molestia cuando tomo asiento en la parte trasera del vehículo, habiendo olvidado aquel detalle de su adolorida zona.

Viajaron en silencio, distanciados, como si fueran simples extraños compartiendo transporte. Por fortuna, no tardaron mucho en llegar, no teniendo que soportar demasiado tiempo la maldita tensión entre ellos.

Aún continuaban en el mismo barrio privado, poblado únicamente de ricos. Mansión tras mansión se alzaban cada considerados números de metros. Sin embargo, ellos habían ingresado en un sitio aún más exclusivo. Eran un par de manzanas enteras que se dividía en varios sectores, siendo, al parecer, del mismo dueño.

La seguridad era tremenda. Había tipos rudos y armados vigilando en cada rincón. Reflectores iluminaban todo al compas de la luna. Una gran cantidad de autos descansaban en un improvisado aparcamiento. Había demasiado movimiento. Gente elegante paseándose, riéndose, admirando los alrededores con tanta tranquilidad, como si no estuvieran consciente de que bestias con metralletas se ubicaban a poca distancia.

Ambos entraron en el establecimiento principal de aquel sitio, saludando a quienes se les cruzaba por allí. A Jimin no le asombró saber que la mayoría era gente italiana. Buona sera por aquí, Buona sera por allá. Ya hasta se habia aprendido aquel saludo. Lo que sí le asombró fue el hecho de ver tantos niños revoloteando por allí, tantas risas, tanta alegría, tanta vida sumida en aquel lugar.

Uno de los pequeños corrió contento hacia Jungkook, quien lo cargó entre sus brazos, recibiéndolo con cariño. Jimin los observo en silencio, advirtiendo el cambio de actitud repentino del alfa. Lo vio sonreír genuinamente, con su rostro iluminado y un singular brillo en sus ojos. Lo vio feliz.

El risueño niño desvió su curiosa mirada hacia él, quizás preguntándose quién rayos era.

Lui è Jimin, bambino —mencionó Jungkook en italiano, hablándole al ser entre sus brazos—. Este es Ernest, mi pequeño hermano —esta vez le dirigió la palabra a Jimin y era, quizás, lo primero que le decía en toda la noche.

El omega sonrió, mirando enternecidamente como el niño escondía su carita en el cuello del alfa. Algo se estrujó dentro suyo. Sí, en definitiva, había sido su corazón al imaginarse esa misma escena pero con el bebé que crecía en su vientre.

Su mirada se tornó acuosa y tuvo que obligarse a mirar hacia otro lado.

El sitio se encontraba inundado de una gran mezcla de olores, pero no era desagradable como en sus fiestas, pues no había alfas excitados, ni mucho menos omegas en el mismo estado. Era un ambiente tranquilo, cargado de buenas vibras.

Una mano se posó en su cintura de modo inesperado. Jimin volteó, topándose con la calmada mirada de Jungkook.

—Ven, te presentaré al resto de mi familia.

—¿Es buena idea hacerlo?

—Sería de muy mala educación no hacerlo.

Jimin cedió, nervioso, acompañándolo. La primera que estrechó al alfa entre sus brazos con verdadero entusiasmo fue una mujer omega, su madre supuso, cuyos brazos también lo rodearon sorpresivamente a él luego de que Jimin lo presentara.

Ella le dijo algo en italiano que no logró comprender, pero entendió que se trataba de algo bonito, pues no dejaba de sonreír. Así que sonrió, devolviéndole el gesto con gentileza.

Muchos nombres vinieron después. Nombres que, sabría, los olvidaría tan pronto como olvidaba a cada alfa con el que se acostaba. Bueno, excepto Jungkook, él no valía.

Jimin descubrió que la familia de él era verdaderamente inmensa. Estaba repleto de hermanas y hermanos, primos y primas, tías y tíos, y le sorprendió de sobremanera el hecho de que, entre ellos, fuesen todos tan unidos, tan amistosos, tan franeleros.

Sin embargo, había alguien que no era así. Alguien que no se prendía por completo a aquella unión fraternal, alguien que solo obsequiaba una sonrisa al saludar y luego tornaba su rostro impasible. Alguien serio y prudente que parecía haberse olvidado de como reír.

Y ese era Jungkook.

De verdad, Jimin no podía creer que su supuesta pareja de aquel evento fuera el típico personaje que aborrecía la salida entera, apartándose, reacio a todo, mientras los demás disfrutaban.

El pelirosa suspiró, aburrido, pensando en que, si las cosas entre ellos no estuviesen tan mal, habría sido capaz de insinuarle a Jungkook que tuvieran sexo en algún sitio de ese lugar, divirtiéndose por su cuenta, totalmente ajenos al evento. Sintiendo la increíble adrenalina de poder ser descubiertos en cualquier momento.
Habría sido un bonito y entretenido recuerdo.

Habría, porque jamás lo sería.

Y Jimin, entonces, se preguntó por qué había sido tan estúpido de arruinarlo todo. ¿Por qué había permitido que de su boca escaparan las palabras que desencadenarían el final definitivo? ¿Por qué había lastimado al alfa de aquella manera?

Si no hubiera dicho nada de eso, ahora mismo la realidad habría sido otra. Y Jimin no podía dejar de reprocharse a sí mismo. ¿Por qué? ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había asegurado que eso era lo mejor? ¿Lo mejor para quién? Por lo visto para nadie más que su egoísmo, porque ya ni él estaba feliz con eso.

Jungkook había sido el único alfa que le había brindado cariño y protección desde que fue abandonado por su propio padre. El único que le había hecho sentir cositas extrañas a su omega interno. El único que, tal vez, le había hecho el amor. ¿Y Jimin qué hizo? Lastimarlo, herirlo, repeler su felicidad con agrias palabras.

Pero no era tarde para intentar remediarlo todo. A decir verdad, no era nada tarde. Solo habían pasado unas cuantas horas. Jimin odió ser tan impulsivo. Debió haber pensado mejor las cosas antes de hablar, porque, es decir... ¿desde cuándo era preferible desperdiciar su vida con drogas y alcohol, teniendo vacío y ordinario sexo con miles de tipos diferentes, cuando ya había encontrado al posible alfa con el que podría ser feliz y tener bonito sexo toda la vida?

Estaba seguro de que también podría divertirse con Jungkook. Podrían asistir a fiestas juntos, ¿por qué no? Si Jungkook lo obligaba a ir a sus eventos, él también lo obligaría a ir a los suyos propios. Sería entretenido, sí. Y el alfa no tendría por qué tener una expresión tan fría como la que... ¿Y Jungkook?

Los pensamientos de Jimin frenaron en seco. Su aliento se cortó al darse cuenta de que el pelinegro no estaba a su lado. Ni siquiera estaba cerca. Lo busco desesperadamente con la mirada, recorriendo el salón completo en segundos.

No lo encontró.

Y lo que fue peor: un alfa lo estaba observando, y no era cualquier alfa. Jimin lo reconoció al instante, recordándolo de aquella cena que hace tiempo arruinó. Lo miraba con odio, con resentimiento, con molestia, como si anhelara aniquilarlo; como si su presencia le estropeara por completo la noche.

Un escalofrió le recorrió la espina dorsal. ¿Por qué tenía tan mal presentimiento? ¿Por que Jungkook había desaparecido? ¿Dónde se habría metido? ¿Por qué no le había avisado?

Su corazón se aceleró notablemente. El despreciable alfa se le estaba acercando de un modo para nada agradable. Jimin se quedo tieso, mirando con nerviosismo a su alrededor, albergando la esperanza de divisar a Jungkook en algún lado. Pero no había ni un solo rastro de él.

—Creí que Jungkook ya había acabado contigo —mencionó alguien a su derecha, cuya voz derramaba un inigualable acento italiano. Jimin no lo miró, estaba demasiado ocupado intentando encontrar a su alfa—. Ni siquiera te molestes. Quieren asesinarlo, ¿te lo ha dicho? Quizás esta noche lo logren.

Se le heló la sangre al escuchar eso, y volteó súbitamente a verlo.

—¿Dónde está? —cuestionó, tenso, esperando que aquello ultimo solo fuese una broma de mal gusto.

El tipo sonrió con malicia.

—Quien sabe.

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