T r e i n t a y o c h o

—Si aquí es seguro, ¿por qué nos marchamos tan lejos si podrías haber venido aquí desde un principio? —preguntó Harry cuando hubo terminado de curiosear la nueva habitación que compartirían. No era tan grande, pero era realmente preciosa.

Había pasado al menos una hora desde que la familia de Louis le había dado la bienvenida a aquella mansión. Y un cuarto de aquella hora, Harry tuvo que quedarse en la sala sin su alfa, sentado en un cómodo sofá, siendo el centro de atención de todas aquellas personas que casi ni recordaba.

El omega respondió con cierta timidez cada una de las preguntas que le hacían. Y es que la mayoría estaba realmente interesado en saber acerca de él, pues que Louis llegara de pronto con un omega marcado y embarazado era algo que sorprendió a muchos. En especial porque Louis siempre se había mostrado como un alfa al cual le asqueaban las uniones.

Y Harry habría deseado que su alfa estuviese a su lado para salvarlo cuando la situación se ponía incomoda para él, pero Louis tuvo que encargarse de un asunto algo urgente con su hermana Charlotte, por lo cual no pudo estar junto a él.    

Harry nunca preguntó qué fue lo que pasó con Lottie.

—Pues... es que me repudiaba la idea de vivir aquí, con toda la familia. Yo prefería tener mi propio espacio. Y como era tan orgulloso, independiente y solitario, me era más cómodo pasar una larga temporada en el exterior a que estancarme aquí y asquearme de como los demás son felices con sus parejas —explicó y se acercó a su omega para abrazarlo por detrás, deslizando sus manos con suavidad por los costados de su hinchado vientre—. Pero como ya estoy del lado de los felices, ya no tengo problema.

Harry rió suavemente, sintiendo unas ligeras cosquillas al tener los labios del contrario sobre la especial marca de su cuello.

—Ya veo —sonrió, volteándose con el único fin de besar los labios de su alfa, quien aún continuó con sus manos sobre la panza de embarazo que se interponía adorablemente entre ellos—. Ahora que ya estamos aquí, ¿puedo reunirme con mi mamá y mis amigos? Muero por verlos.

Louis titubeó, poniéndose tenso al instante. 

—Uhm... sí, bueno, aunque primero hay algo que tengo que decirte sobre tus amigos.




Harry estaba furioso, y no intentaba siquiera disimularlo. Sus feromonas de enojo se dispersaban por todo el espacio que presentaba aquel auto que, rodeado de seguridad, se dirigía a la antigua mansión Tomlinson.

Su alfa le pedía con voz suave y tranquilizadora que se calmara, pues tal enojo le afectaría al bebé, pero cada vez que Louis intentaba acariciarle, Harry le gruñía, amenazador, como si él fuese el alfa de la relación.

Ya no quería ser acariciado o mimado por Louis. La rabia que había invadido su ser no se lo permitía. Tan sólo quería ver a su mejor amigo, quería saber en qué estado se encontraba Zayn y averiguar qué había ocurrido con Niall.   

Al llegar a la mansión, una empleada los recibió, asustándose por la alteración y el desespero que desarrolló Harry al tratarla, exigiendo que le dijese la ubicación exacta de su mejor amigo de inmediato. La beta respondió a balbuceos y Louis se limitó a darle una mirada de disculpas, mientras su omega ya se lanzaba hacia las escaleras. No tardó en alcanzarlo.

Ambos llegaron al primer piso, donde Louis tuvo que guiarlo para encontrar la habitación en la que, según la empleada, se encontraba Zayn. Harry, tan decidido e imparable, ni siquiera pidió permiso; abrió la puerta de un saque, sobresaltando a un omega que, sentado con las rodillas pegadas a su pecho, se situaba sobre la cama.
Los ojos verdes del rizado se cargaron de lágrimas al verlo, tan indefenso y lastimado, tan pálido y delgado.    
    
—¿H-Harry? —la voz quebrada de Zayn salió en un débil murmullo, como si apenas pudiese hablar. Su sorprendida mirada se cristalizó al instante, largando repentinas lágrimas mientras se levantaba con rapidez para fundirse entre los brazos de su mejor amigo.

El omega de hebras negras no se demoró en percatarse de que había algo entre ellos que no le permitía apretarse tanto a Harry como él hubiese querido. Por lo que se apartó ligeramente, se quitó las lágrimas de sus ojos y observó el gran vientre de su amigo. Esbozó una pequeñita sonrisa, la cual desapareció cuando Harry le tomó con cuidado del mentón, analizándole el rostro. 

En la zona de su ojos izquierdo se presentaba un gran hematoma que al rizado le dolió muchísimo ver.

—Oh, Zayn... —mencionó entristecido, abrazando de nuevo a su mejor amigo, dejándole que este reiterara su llanto sobre su hombro—. Ya pasó todo, Zy, te vendrás conmigo. Nadie más te lastimará.

De pronto, Louis carraspeó, llamando la atención de su omega.

—No creo que eso sea posible —repuso, ganándose una gélida mirada de enojo por parte de Harry—. No es que yo...

—Vendrá conmigo —espetó el aludido, gruñéndole, interrumpiéndolo sin importarle nada—. No pienso dejarlo aquí, Louis. No me iré sin él.

El alfa desvió la mirada, suspirando pesadamente. En momentos así, odiaba que Harry fuera su completa debilidad. Odiaba que su omega pudiese dominarlo a su antojo. Odiaba estar naturalmente rendido a sus pies. Pero lo amaba. Lo amaba con cada fibra de su ser, y estaría dispuesto a hacer hasta lo imposible por él.  

—Hablaré con Liam —anunció, y Zayn se encogió sobre sí mismo al escuchar aquel nombre, no pudiendo evitar sentir algo de temor—. Esperen abajo.




—¡¿Con que derecho te crees para pretender llevarte a mi omega?! —vociferó Liam irradiando furia de sus poros, luego de arrojar al suelo gran parte del contenido de su escritorio en un acto de puro enfurecimiento—. ¡No lo harás, maldita sea, él es mío!

El mayor respiró hondo, luchando por conservar su paciencia, buscando a su vez las palabras correctas para expresar sus pensamientos. 

—Liam, tú tampoco tienes el derecho de mantenerlo aquí encerrado en contra de su voluntad. ¿Te has dado cuenta lo mal que está ese omega? ¡No puedes obligarlo a quedarse!

—¡¿Y tú quién mierda te crees para decirme lo que tengo que hacer?! ¡Sabes perfectamente que no debes meterte en mis jodidos asuntos! ¡Además tú has hecho lo mismo con el otro! ¡Así que no me vengas con estupideces!

Louis no pudo evitar soltar una amarga risa, enfureciendo aún más al alfa que estaba a punto de sacar a relucir sus garras.

—Te equivocas, hermano. Yo en ningún momento he obligado a mi omega a que se quedara a mi lado, ni mucho menos lo he golpeado por intentar escaparse. ¡Joder, Liam! ¡El nunca te querrá si lo tratas así! —reprendió ganándose un rugido en respuesta—. Escúchame, cálmate, no pienso pelear contigo. Sólo digo que lo que estás haciendo está mal, nunca he apoyado ese comportamiento tuyo y lo sabes. Aún así no me metería en tus asuntos si no fuese porque de cierto modo también me involucra.    

—No... No te lo llevarás —demandó el contrario en un murmuro apenas audible, con un tono lastimero, dolido, acongojado. La  mirada de Liam de pronto reflejó una total angustia que cubrió el enojo que había tornado sus ojos rojos. Sus fuertes feromonas de rabia se transformaron en feromonas de tristeza, miedo, desesperanza. Estaba a punto de derrumbarse.

A Louis se le estrujó el corazón. No titubeó en acercarse a este y estrecharlo con fuerza entre sus brazos. Liam se quebró allí mismo.  

—No quiero que lo alejes de mí —musitó el aludido, sin romper el abrazo. 

—Lo sé, Li, pero esta no es la manera de tenerlo —habló Louis con calma, acariciándole la espalda—. Él no es feliz, y nunca lo será si continuas así. Lo único que conseguirás con todo esto es matarlo, porque ¿siquiera has notado como está? Ese chico no se ve nada saludable... Escucha, si realmente lo quieres, debes dejarlo ir. Si eres su alfa, créeme, el volverá. ¿O acaso crees que Harry me quiso desde el inicio? Te recuerdo que él me abandonó en una primera instancia, y lo hizo porque yo se lo permití. Y ahora esta felizmente marcado, esperando un cachorro mío, lo cual me recuerda que ni siquiera me has felicitado.

Liam se apartó, pasándose las manos por su rostro, quitándose asqueadamente los restos de lágrimas de sus mejillas.   

—Sí, me he dado cuenta, apestas terriblemente a omega embarazado —dijo, frunciendo su nariz con molestia—. Jamás creí que apestarías de ese modo, iugh, no te vuelvas a acercar a mí.

Louis rió.

—Bueno, en el fondo, siempre he querido ser padre. Y en cuanto advertí que Harry era mi omega, supe que quería ser el padre alfa de sus hijos.

—Bien por ti —habló Liam con indiferencia, mientras se encargaba de levantar del suelo cada cosa que había tirado—. Al menos tú si sabes que él es tu omega... Yo... —soltó un afligido suspiro—... sé que no soy el alfa de Zayn, ese es el problema. Si lo dejo ir, el no volverá. Y yo no... no lo soportaría.

—Oh, Liam... lo siento, pero... ¿de verdad prefieres soportar tenerlo a tu lado todo demacrado, desnutrido, golpeado, encerrado aquí como si estuviese preso o condenado? ¿De verdad prefieres eso antes que el soportar dejarlo ir? Te lo repito, morirá si sigue así, y sé que Harry no permitirá que eso suceda.    




Zayn aguardó a que Harry terminara de acomodarse en el auto para acurrucarse contra su cuerpo, dejando una mano reposada sobre la abultada panza de su mejor amigo. Sentir el cálido aroma de Harry le tranquilizaba. Le aliviaba demasiado el hecho de tenerlo allí junto a él, de saber que estaba bien, que Louis había cuidado bien de él.

Por lo menos, el ingrato de Liam no le había mentido en eso.

Sin embargo, aún había algo que le seguía angustiando. Algo que aún le dolía demasiado. Faltaba alguien más en su vida para estar completo. Faltaba Niall. Todavía le costaba trabajo creer que Liam lo había asesinado.

Harry lloró toda una tarde cuando se enteró. Lloró por horas, teniendo a su alfa consolándolo a su lado. No podía creer que ya no vería nunca más en la vida aquella cabellera rubia, que no escucharía nunca más su risa, sus ruidosas carcajadas, su dulce voz. Ya no volvería a ver su sonrisa, ni sus ojos azules. Ya no volvería a ver, ni abrazar, ni a sentir, a aquel risueño irlandés que tanto adoraba.     

Quería tomar un arma e ir a matar a Liam. Y estaba tan alterado que lo habría hecho de no ser porque Louis lo arrulló, tranquilizándolo, haciéndole entrar en razón cuando le explicó que asesinarlo sólo los pondría en un mayor peligro, pues la familia pretendería vengar su muerte.     

En realidad, Louis exageró un poco. La verdad era que Liam ya era un caso perdido para la familia, era muy impulsivo y muy violento, perdía el control con mucha facilidad y aquello no le favorecía en nada a un hombre de negocios. Por lo que si era asesinado, la familia no realizaría ningún acto de venganza teniendo en cuenta las razones de Harry.

Pero Louis no quería perder a Liam, por muchos errores que hubiera cometido, Liam era como su hermano. Y lo entendía completamente, el también habría matado a uno de los amigos de Harry de no ser porque este mismo lo detuvo. Y es que cuando se trata del omega al que uno reclama como suyo, todo se transforma en una constante guerra en la que se trata de acabar con todo aquel que se presenta como rival.

A Harry le costó cierto tiempo acostumbrarse a la idea de que Niall ya no volvería a reunirse con ellos, de que ya no serían el trío de mejores amigos, sino más bien un triste, pero inseparable, dúo.

Por lo menos, se alegraba de tener a su lado a Zayn, quien, por tantas súplicas del ojiverde, también se alojaba en una pequeña habitación de la residencia Martini.

Para ambos, era realmente confortante tener la compañía del otro. Aún más para Harry, quien se hubiera sentido muy solo al estar rodeado de gente que casi no conocía mientras su alfa trabajaba. Y con Zayn allí todo era diferente.

Ahora sólo le faltaba un recuentro con su madrastra y estaría casi completo. Pero ni Louis ni él podían salir muy lejos por pura precaución, y por tal razón Harry habría deseado que Ashley le hubiera contestado al menos una vez el teléfono.  

Fuera de eso, las cosas iban marchando bien. La convivencia en la mansión era de lo más agradable. Los pequeños revoloteando por todos lados con total libertad y alegría le daba un toque muchísimo más hogareño, llenando de vida el lugar. Tanto que a Harry le costaba entender que aquella era la guarida de una familia mafiosa.

Estaba rodeado de asesinos, pero irónicamente nunca antes se había sentido tan seguro en su vida, al punto de pensar que ese era un excelente sitio para criar a su bebé, pues se notaba que, pese a sus turbios negocios, aquella era una muy buena familia, grande y unida.  

Sin embargo, la presencia de uno de ellos aún seguía inquietándole. Leonzio, así se llamaba aquel alfa que no soportaba ver. No entendía porqué, pero siempre que se hallaban en un mismo sitio se creaba una horrible tensión entre ellos que Harry prefería evitar a toda costa. 




Su prominente vientre resaltaba por completo bajo su holgada camiseta de pijama. Ya había ingresado en su noveno mes de embarazo, y Harry pensaba que no podía estar más gordo. 

—¿Te has dado cuenta que en cualquier momento puedo dar a luz a la bebé y no hemos decidido el nombre? —mencionó el omega un momento antes de meterse en la cama junto a su alfa.

—Lo sé, amor, pero no creas que no lo he estado pensando —aclaró Louis una vez que se acostaron y se acercó a su pareja para depositarle un par de besos en su cuello, aprovechando  para posar su mano en la enorme panza de este.  

Louis amaba acariciar el hinchado vientre de su omega. Amaba saber que allí mismo crecía su linda beba, y el hecho de que en tan solo un par de semanas podría tenerla entre sus brazos le emocionaba terriblemente.

—¿Y ya tienes algunos nombres en mente? —consultó Harry, esbozando una gran sonrisa cuando su alfa le subió la camiseta hasta el pecho y pegó sus labios a su abultada pancita. Algo que solía hacer con frecuencia.

Todas las noches, Louis se tomaba un tiempo para apreciar, acariciar, mimar y llenar de besos la panza de su bebé. Le hacía realmente bien pasar aquel íntimo momento cada noche, en el que sólo estaban ellos dos dándole amor a su princesa que no tardaría en nacer. Y claro, también dándose amor entre ellos.  

—Tengo uno en mente, uno que pienso que será perfecto por varias razones —expuso el alfa sonriente, subiendo su rostro para unir sus labios con los de Harry.

—A ver, ¿cuál? —quiso saber el omega con verdadera curiosidad.

Louis estaba por responder, pero de repente notó que Harry abrió sus ojos con sorpresa y rápidamente le tomó una mano, posicionándola en un sitio particular de su vientre.  

—Está pateando —le avisó, sus hoyuelos se marcaron y sus ojos brillaron al decir aquello.

La mano de Harry presionaba la de su alfa contra la endurecida zona de su abdomen, sitio en el que se sentían perfectamente aquellas pataditas.

—Oh, Dios, amo esto —expresó Louis enternecido, sufriendo de un pequeño estallido de emoción—. Ya te lo he dicho, apenas te recuperes de este embarazo, te embarazaré de vuelta.

El rizado rió con sus mejillas ligeramente sonrojadas.

—Ay, si, porque para ti es fácil, solo me follas y ya está —se quejo en tono divertido y le liberó la mano de Louis, sin embargo, esta continuó sobre su vientre.

Louis frunció el ceño, disgustado por lo que acababa de escuchar.

—No te follo —objetó.

—Bueno —el omega rodó sus ojos—, me haces el amor.

—Yo no te lo hago, bebé, lo hacemos juntos —corrigió Louis, rozando el cuello del menor con su nariz.

—Bueno, ya. Dime el nombre que pensaste para la bebé antes que me duerma.

—Oh... si, pues... —Louis se apartó un poco, removiéndose sobre la cama—. He estado pensando y nosotros oficialmente iniciamos nuestra relación en Alaska, allí me hiciste el alfa más feliz del puto mundo al acompañarme. No sabes cuanto he valorado el que hayas decidido dejarlo todo e irte conmigo, eso nunca, nunca lo olvidaré, más porque ese viaje marcó un increíble antes y después entre nosotros. Nos unió. Y fue allí donde me enteré de tu embarazo, el cual si bien no lo tomé de una buena manera desde el principio luego fue la mejor noticia que me podrían haber dado. Allí también se forjó nuestro lazo y podría estar la noche entera mencionándote mas razones por las que creo que Alaska es el perfecto nombre para nuestra hija.

Harry lo observó con una genuina sonrisa estampada en el rostro y se apresuró a atrapar sus labios entre los suyos, besándolo con ganas, mientras sus dedos se escabullían entre los mechones de su cabello.  

—Me encanta —admitió Harry, expulsando pura felicidad desde sus poros—. Me encanta, me encanta, me encanta. ¡Dios! Te amo mucho, Lou.

Y el castaño no pudo evitar derretirse de amor una vez más.      

—Te amo muchísimo más, mi precioso bebé.

Se besaron por un largo rato, y luego se acurrucaron para dormir. El alfa no se demoró en caer rendido por el sueño, pero Harry no tuvo la misma suerte. Su beba estaba demasiado inquita y, como si fuera poco, comenzó a sentir una leve contracción que sólo trató de ignorar, pues ya le había ocurrido eso antes y no quería alarmar a Louis otra vez.

Después de todo, su doctor le había dicho que aquello era normal y no deseaba aparecerse de nuevo en el hospital por una falsa alarma.

Pero las contracciones empeoraron cuando se adentró la madrugada.

Jadeando, Harry se levantó de la cama cuando el reloj marcó las cuatro y comenzó a dar vueltas por la habitación, experimentando aquellos pinchazos de dolor que se expandían por su espalda baja. Harry trataba de respirar profundo. Una de sus manos en su cintura, la otra sobre su enorme panza. No quería alarmarse. No debía alarmarse. 

Pero, entonces, su ropa interior se mojó y un líquido se resbaló por entre sus piernas.
Y...

—¡LOUIS! 




El sol comenzaba a asomarse en el cielo londinense cuando el primer llanto de Alaska resonó en aquella sala de cirugía. El cordón umbilical había sido cortado, produciendo el ruidoso llanto de la bebe que dio lugar a su primer respiro.   

Harry estaba devastado, destruido, debilitado, pero en cuanto sus verdes ojos vislumbraron al ser más chiquito, moradito y delicadito, la felicidad estalló dentro de sí. Su orbes brillaron, humedeciéndose. Ahí estaba su pequeña, su bebita, el segundo amor de su vida.

Apretó fuerte la mano de Louis, quien en todo momento se mantuvo a su lado dándole apoyo. Las lágrimas ya resbalaban por las mejillas del omega cuando una enfermera le tendió a su bebé, mostrándosela de cerca antes de llevársela para que terminen de limpiarla y vestirla.    

Y no lo podía creer. No podía creer que acababa de ser papá. Era como un precioso sueño. Ya no podía faltarle más nada; no podía pedir más nada. Tenía el completo amor de su alfa, y ahora tenía una dulce bebita de él.

Estaba siendo uno de los mejores días de su vida.  

Pero pronto se transformaría en el peor.

Tras terminar de realizar los puntos, dando por finalizada la operación, Harry fue trasladado a la habitación que le habían asignado en aquella clínica. Allí se mantuvo en constante reposo, aguardando con algo de ansias a la llegada de su bebé.

Sin embargo, ella no apareció.

Y todo era tan confuso y desesperante. Louis tampoco aparecía y nadie se animaba a decirle nada al respecto. Sólo se limitaban a decirle que se tranquilizara, que todo iba a estar bien y que descansara, porque debía recuperar fuerzas.

Pero, ¿cómo mierda podía descansar luego de sentir un tirón en la marca de su cuello? ¿Cómo podia tranquilizarse si la desesperación de Louis la sentía con fuerza en su pecho y en su mente?     

Harry se la pasó llorando. No sólo porque le dolía la herida de su cuerpo, sino porque entendía que algo muy malo estaba ocurriendo.

Fue horas más tarde cuando se enteró. Louis apareció en su habitación emanando un profundo aroma a angustia mezclado con temor. Sus ojos estaban hinchados, lagrimosos, irritados.

—Lou... —musitó el omega, sollozando, aliviándose un poco al ver que su alfa estaba entero—... d-dime qué p-paso, ¿d-dónde esta la bebe?

Louis tomó asiento en la silla que se encontraba a un lado de la camilla, luego sujetó una de las manos de su omega entre las suyas y agachó la cabeza.  

—Lo siento, y-yo... no pude... —su voz salió débil, entrecortada, el nudo que se instalaba en la garganta no le permitió hablar de otra forma. Inhaló profundo y levantó la mirada—. Se la llevaron, esos hijos de puta la robaron —anunció con una melancólica expresión en el rostro y Harry rompió en un angustioso llanto que no supo, ni quiso, controlar—. Pero la recuperaremos, amor, eso te lo aseguro. Batallaré por ella, no dejaré que se salgan con la suya. Ya está todo arreglado, mi familia me respaldará. Les daré la guerra que querían.

Con una de sus manos apartó algunos rebeldes rizos del rostro del menor y le limpió las lágrimas.

—La única manera de acabar con esta jodida mierda es destruyendo a mi padre. Eso haré. Iré hasta Italia si es necesario con tal de acabar con ese miserable —articuló Louis con el odio enroscado entre sus dientes—. Varios de mis hermanos y primos están colaborando para hallar a los intermediarios que se llevaron a la bebé. Si me entrego, dejaron explícitamente expresado que la devolverán, pero sé que mi padre carece de corazón como para dejar libre a su nieta cuando más bien podría...

Y se detuvo. Su mirada estaba perdida, sus ojos cristalizados, sus labios resecos y algo lastimados. Por su mente pasaron escenas tan mórbidas, repulsivas y desesperantes, que prefirió no decirlo en voz alta. Ya bastante sufrimiento estaba atravesando Harry como para sumarle aquellas traumantes imágenes que infestaron la mente de Louis, torturándolo. 

En medio del silencioso llanto, el omega soltó un adolorido jadeo cuando tomó fuerza de donde no tenía y se incorporó en la camilla, queriendo abrazar a su alfa y llorar angustiosamente sobre su pecho. Pero Louis reaccionó rápido, levantándose de su asiento y empujando con muchísima delicadeza el cuerpo de su amado, dejándolo recostado nuevamente.

—No hagas malos esfuerzos, bebé, tienes que cuidarte —dijo con su mirada nublada de preocupación—. Tienes que recuperarte, amor —agregó, limpiándole las mejillas, y luego le proporcionó un dulce beso en la frente.

Harry hizo un puchero, soltando más lágrimas cargadas de sufrimiento que adornaron con prisa sus mejillas. En aquel momento se sintió tan impotente. Él no quería seguir postrado en aquella camilla, el quería levantarse y salir a ayudar en lo que fuera.

—No quiero estar aquí si mi bebé está en peligro —objetó—. Necesito...

De nuevo intentó levantarse, torciendo su rostro en un gesto de dolor al hacerlo, pero Louis volvió a arrullarlo, acomodándolo contra la almohada.

—Por favor, amor, entiende que acabas de ser operado y tienes que hacer reposo —le explicó su alfa, acariciándole con suavidad sus rizos desordenados.

—Pero no puedo quedarme aquí sin hacer nada —protestó, sollozando—, no puedo estar aquí sin ti, sin mi bebé. ¡¿Por qué tuvieron que llevársela, Lou?! ¡¿Por qué tuvieron que arrebatárnosla de ese modo?! ¡Es una bebé recién nacida, maldita sea, me necesita! ¡Nos necesita, Louis! ¡Es su primer maldito día en el mundo y quien mierda sabe en qué condiciones debe estar! ¡Dios! ¡¿Por qué carajos se tienen que meter con una criatura tan indefensa y pequeñita?! ¡Y-yo... ni siquiera p-pude tenerla en mis b-brazos! ¡No... no p-pude...!

Para ese entonces, Louis ya se encontraba abrazando con extremo cuidado a su omega, a quien su garganta había comenzado a arder por soltar tales gritos desgarradores. Louis se había quebrado por completo al oírlo, rompiendo en un silencioso, pero doloroso, llanto que le exprimía hasta las ganas de vivir.    

Harry se aferró con fuerza al cuerpo de su alfa, importándole una completa mierda el dolor físico que le causaba aquella posición media inclinada. Y lloró devastadoramente hasta alcanzar la última lágrima.

La habitación ya se hallaba sumida en el deprimente aroma que ambos seres no cesaban de emanar. Ambos estaban igual de rotos, igual de destruidos. Tanto que Louis luchaba consigo mismo por no perder aquella fuerza que necesitaba para no caer en la total agonía.

Al dar por finalizado aquel confortante abrazo, unieron sus frentes, dejando que la última ronda de lagrimas que compartían cayera, perdiéndose en al aire. Louis, quien ahora estaba sentado sobre la camilla a un costado de Harry, posó sus manos en las mojadas mejillas de su omega, conectando sus marchitas miradas.

—Todo va a estar bien, mi amor. Ella regresará con nosotros, te lo prometo. Ese hijo de puta pagará —le dijo y no hubo rastros de duda en su voz—. Confío en mis hermanos, ellos la traerán de regreso y ni bien la rescaten, ella estará bajo la absoluta protección de mi mejor guardaespaldas. Y escucha bien esto, es un hombre que ya conoces y que te perturbará si lo llegas a ver, pero tú tranquilo que mi hermana Lottie te lo explicará todo en su momento, ¿de acuerdo? Yo debo armar un plan de ataque para asesinar al bastardo de mi padre, que aseguro está en Italia, por lo que no sé cuanto podrá llevarme, pero aquí estarás con mamá, ¿sí? Ella te servirá en lo que necesites mientras no estoy. También he pedido que se comuniquen con tu madre, sabes, se que has querido verla todo este tiempo. 

Harry asintió, abrumado, no pudiendo digerir bien toda aquella información, y sorbió los mocos, pensando distraídamente en su madre. 

Su madre...

—Espera... ¿mi madre? ¿Cuál madre?

Louis elevó una ceja, extrañado.

—¿Cómo que madre? ¿Tienes dos madres?

—No... bueno, algo... algo así —respondió Harry cabizbajo.

—¿Quieres hablarme de eso, bebé?

—No sé... es que yo... mi padre me abandonó en la calle cuando era más chico, no he visto a mi madre desde entonces y dudo que ella quiera saber algo de mí. A quien quiero es a otra mujer, a mi madre sustituta, se llama Ashley.

—Oh, joder, ¿te dejaron en la calle? ¿Por qué nunca me lo has contado? —cuestionó el alfa totalmente sensibilizado y enojado a la vez, mas su enojo nada tenía que ver con Harry, sino con el hijo de puta de su padre—. Mierda, bebé, te juro que haré pagar a todos los malditos mal nacidos que jodieron tu vida.

Y Harry volvió a romper en llanto al combinar su triste pasado con su triste presente, no tardando en ser envuelto entre los brazos del castaño, quien lo sujetó con delicadeza contra su cuerpo.

—No lo vale, Lou, s-solo... concentrémonos en los problemas d-de ahora y no en los del p-pasado.

—Apenas solucione esta mierda, me encargaré de eso, te lo aseguro —dijo Louis decidido, realmente furioso por la mierda de padres que le había tocado a ambos—. Yo tendré que marcharme, Harry, no debo perder más tiempo...

—S-si... yo... cuídate mucho, Lou, de verdad —expresó con un enorme cúmulo de tristeza y miedo combinado—, no soportaría estar sin ti. Por favor, prométeme que regresarás, promete que tendrás mucho cuidado... Si a ti te pasa algo... y-yo... moriré...

—Tranquilo, mi vida, prometo que volveré. Prometo que en un par de días todo estará solucionado y para entonces ya estaré aquí, contigo y nuestra bebe. Pero tú tienes que cuidarte también, Harry, tienes que recuperar fuerzas. Por favor, no intentes nada que pueda perjudicarte, mi amor. Necesito que tú me prometas eso.  

Harry asintió débilmente con la cabeza.

—Lo prometo, Lou —dijo en un tono bajo, hundido en la melancolía—, pero si tú rompes tus promesas, y-yo... romperé la mía —agregó, y su voz se escucho rota, pero decidida.

—Oh, bebé, eso no pasará —se apresuró a asegurar Louis, alterándose levemente por aquello que escapó de entre los labios de su omega—. Yo no rompo mis promesas.

El rizado hizo un nuevo puchero y en sus ojos se acumularon aún más lágrimas que no se tardaron en derramar. Fue entonces cuando, ignorando otra vez su dolor abdominal, se inclinó hacia su alfa y lo abrazó.

—Te amo, Louis, te amo demasiado —musitó lastimeramente, escondiendo su rostro en el pecho del mayor.

—Y yo te amo a ti, mi bebé —mencionó el alfa, dejándole un tierno beso entre sus alborotados rizos—. Ahora deja de llorar, ¿si? Todo estará bien, cariño.  

Harry se apartó un poco y buscó los labios del contrario al instante. Un suave y apaciguado beso se formó en cuanto sus labios apenas colisionaron, creando aquel contacto que los rodeaba de calidez.  

Pero aquel fue un beso tan diferente para ambos. Si bien era un pequeño roce lento e inocente, ceñido de suavidad, la dulzura parecía faltar, pues la amargura entre sus labios era casi palpable. Era un reseco beso con lágrimas de por medio y un labio partido, cuyo rastro de sangre coagulada se hacía notar.

Todo en aquel beso les hacía recordar que nada estaba bien. Y entonces, más lágrimas cayeron por las mejillas del omega al pensar en que, quizá, ese podría ser su último beso. 

El beso más amargo de su vida

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