Desconfianza

Hace mucho, a mediados de los dosmiles, un apuesto y serio hombre de nombre Hakuji recibió una desgarradora noticia en un pedazo de papel.

Según él, la ida al médico solo era para un chequeo rutinario, pero una extraña tos en medio de aquella consulta preocupó al joven doctor de aquel turno.

Angustiado por cómo sonaba aquella tos, el joven mandó a hacer estudios con mejor detalle para identificar la causa, a simple vista sonaba como una gripa o uno de esos pequeños resfriados que se da tras un cambio de clima brusco, en Japón, aquello era muy común.

Pero la falta de aire y que sonase como si tuviera flema sin tenerla había espantado al doctor, solo fue cuestión de una semana y una pequeña muestra para identificar la razón.

El cáncer había llegado y, para su infortunio, el joven médico no tuvo las agallas para verlo a la cara y le mandó los resultados por correo, cuando vio las causas de la tos, lo primero que hizo fue abrazar a su pequeña y adorada mascota, Mukago.

La pequeña akita de color naranjo y blanco lo había acompañado por largos años de su vida, su fiel compañera había estado en sus momentos más difíciles e importantes.

Con ella celebró sus solitarios cumpleaños, con ella descubrió su talento para la cocina, con ella disfrutó de sus graduaciones escolares. Mukago era su todo.

Y ahora, posiblemente sería a la única que vería por última vez. Mukago se ha acomodado con él en el recibidor, pues no cupo en su desgarradora sorpresa al leer la carta y terminó por romperse ahí mismo, ahora, la pobre akita se ha acomodado en sus piernas para brindarle un apoyo silencioso.

Al verla entre sus piernas entregándole tanto amor como puede a su longeva edad, Hakuji solo la abraza con suavidad y comienza a derramar amargas lágrimas que no ven un fin.

Así se la pasó aquella tarde, abrazado a la única compañía que tenía y a la única que extrañaría con creces, el solo tenerla entre sus brazos le llegan tantos recuerdos...

Cuando la encontró en segundo de secundaria, cuando se hizo pipí en su cama la primera noche o cuando se comió su tazón de cereal que había dejado en la mesa cuando Mukago ya tenía un año. No puede evitar reír aún cuando las lágrimas iban en aumento. Su mascota le lame las lágrimas en son de que ella está ahí, de que nada malo pasa.

¿Cómo le dirá que jamás volverá a
verla? ¿Que nunca se volverán a dormir juntos? ¿Que nunca volverá a escuchar sus ladridos?

Recordar tantas buenas experiencias con su akita, así como malas y saber que ya nunca las volvería a ver iba a ser tan desgarrador. Y el solo pensarlo hace que sus lágrimas salgan con más potencia.

...

Llegadas las ocho de la noche, luego de darle su acostumbrada cena a Mukago, se sienta a su lado observándola comer, extrañará eso, solo suspira mientras se limpia sus hinchados ojos. El pensar demasiado en ello le da mucho pesar.

Si bien ahora todo lo que quiere es llorar, sabe que el tiempo no va a detenerse por él y más temprano que tarde tendría que partir de este mundo, así que, con mucha dificultad, busca la correa de Mukago.

Cuando termina de colocarla, ella se emociona y comienza a dar algo parecido a saltos, ya no es tan enérgica como antes pero tiene fuerzas para demostrar sus emociones, oh, cómo ama a Mukago.

—Vamos linda, vayamos a disfrutar del poco tiempo juntos que nos queda.

Mukago responde ladrandole y meneando su cola para encaminarse a la puerta, al salir, una agradable noche los recibe, así, ambos se encaminan hasta un curioso local que abrió hace un mes, un lindo restaurante donde se pueden llevar mascotas.

Hakuji, tratando de ocultar su hinchazón en sus ojos, ha salido con unos lentes oscuros que impiden el reflejo de la luz, le sirven para el trabajo. Al llegar, observa cómo la fila es enorme, aunque, al revisar un poco más, se da cuenta que la fila extensa pertenece a una parte conjunta al local.

Suelta aire aliviado de ver que su destino no está tan lleno, sale de la fila y se encamina con su compañera hasta el lugar deseado, su espera no se expande de los diez minutos.

Cuando entró, quedó maravillado por el lugar, era un espacio lleno de tonos cafés y pasteles con olores tan amenos como el café y el caramelo haciendose, tenía menú de personas y de mascotas, pequeñas galletitas así como bebidas, por ejemplo.

Ordena algo que Mukago pueda comer, ordena para él y al acabar se disponen a buscar un lugar; Hakuji acomoda a su akita en unas pequeñas mesas para mascotas y él se sienta en frente, mientras ella observa desde su lugar, Hakuji la mira a ella disfrutando y memorizando sus reacciones.

Luego de unos minutos su comida llega, admite que la comida es deliciosa, no es tan dulce y a Mukago también le ha fascinado, pero al pasar los minutos, la tos vuelve a atacar, inútilmente hace unos ejercicios de respiración para intentar contrarrestar la acción.

Los comensales y empleados se les acercan para ver qué sucede, como puede, intenta decir que solo es una pequeña gripa a causa de los cambios de temperatura, dice que su cuerpo es demasiado frágil y por eso mismo parece que podría morir por el toser.

Al cabo de unos minutos la tos cesa, el ambiente del restaurante vuelve a la normalidad, luego, el sonido de beber se hace fuerte en el local, la tos ha sido catastrófica. El agua puede que ayude a contrarrestar la picazón.

Cuando está apunto de acabar su bebida, un extraño sujeto toma asiento junto a él, al voltear a su dirección, el sujeto tiene una enorme sonrisa en su cara.

Sus enormes ojos le intimidan de sobremanera y la presencia del joven le traía extrañas sensaciones a su cuerpo, algo así como un mal presentimiento.

—¡Aquella tos era espantosa! —le dijo—. ¿Se encontrará mejor?

Hakuji enarcó una ceja algo confuso por el tono de voz elevado que usó.

—Eh... Sí, estamos bien.

—¿Estamos? —preguntó el extraño.

—Sí, lo estamos. —Hakuji apuntó enfrente suya, el invasor dirigió su mirada en su dirección descubriendo a Mukago observándolo fijamente.

—¡Es preciosa! —Hakuji entrecierra los ojos por la elevada voz de su invasor, creyendo que así no le hará tanto daño a sus timpanos—. Recomiendo usar miel mezclada con agua caliente para bajar la intensidad de la tos.

—Agradezco el consejo, pero ninguno toma miel, es demasiado empalagosa.

Hakuji se levanta de su asiento, junta sus platos sucios así como cubiertos y los lleva hasta la caja registradora para alivianar un poco el peso de los empleados, también regresa para buscar los de Mukago y dejarlos en otro sitio. Paga su cuenta, toma la correa de su mascota y sale por la puerta un poco más contento que cuando entró.

—Dime, ¿Quieres ver una película al llegar a casa?

—¡Me encantaría!

Mukago se pone a ladrar en medio de la calle por el repentino susto que se llevó, Hakuji se sujeta el pecho esperando que su corazón no se haya detenido. Para su fortuna mitad desfortuna, no es así.

—¡¿Qué te sucede?! ¡¿Por qué nos sigues?!

El extraño se cruza de brazos y lo mira seriamente—. No te despediste, eso es muy maleducado.

—Ni siquiera te conozco.

—Peor aún, así demuestras que no tienes respeto por los demás y te tratarán como un grosero sin modales.

Mukago y Hakuji intercambian miradas por unos segundos para luego volver a mirar al extraño hombre enfrente suya.

Hakuji se soba la parte superior de la nariz irritado, se supone que solo saldría con su adorada mascota a cenar y se encuentra con un loco que ya lo está juzgando.

Está perdiendo tiempo valioso que debe gastar con Mukago.

—Sí, sí, sí, disculpa, emmm, con permiso, tomaré aquello de la miel en cuenta, Señor...

—Oh —el invasor se descruza los brazos, sonríe enérgicamente y, colocando sus manos en su cadera, continúa—. Rengoku Kyojuro.

—Gracias, Rengoku, ahora si nos disculpa, tenemos algo que hacer.

Hakuji y su akita retoman su caminata, no pasa mucho cuando a sus espaldas escuchan un "Disfruten su película" muy alto.

—Pero qué hombre tan raro ¿No crees, linda?

Mukago ladra confirmando su comentario.

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