Capítulo único.
—¿Por qué no debo acercarme? —pregunta en un susurro para no ser escuchado por el otro hombre que pasa justo a su lado. Tiene el cabello verde oscuro, de cuerpo pecoso y unos ojos verdes enormes. Cuerpo fibroso, alto y bien vestido. Por donde le vea, lo nota normal. Les da la espalda, así que cree que no lo ha de escuchar. Tiene una bolsa en el brazo, cuyo logotipo es de un supermercado.
Siente interés en saber que sucede.
—Baja la voz y escucha; ese hombre hombre es de cuidado. —Vuelve a repetir el hombre, el cual, sabe que dice la verdad. El pequeño niño, de nombre desconocido, lo observa atento.
—¿Por qué es de cuidado, papá? —interroga nuevamente. Es normal que los niños sientan tanta curiosidad y hagan tantas preguntas—. ¿Acaso es una mala persona? —Otra pregunta que se añade a la lista. El hombre niega con la cabeza. Ven como el sujeto de cabellos verdes ingresa a una casa. El niño sabe que se trata de la suya, después de todo es su vecino, pero hay algo que le causa intriga.
¿Qué era eso que se había asomado por leves momentos?
. . . .
. .
Izuku Midoriya es un hombre de veintiséis años de edad, de cuerpo fibroso, muy apuesto y codiciado por las mujeres. Tiene un buen trabajo en el centro de la ciudad como profesor de una escuela media superior. Un salario bastante bueno. Una casa espaciosa.
Todo en su vida ha salido como debería.
Hoy, de regreso a casa, ha pasado a hacer las compras. Ha añadido diversos artículos al carrito del supermercado. Desde jabones hasta latas de tomates. No es mucho, después de todo, no es como que vivan cientos de personas en su casa. Es lo necesario. Paga y va derecho a su casa, sonriente en todo momento. Desea llegar.
Pasa a un lado de los vecinos quienes caminan por la calle. No les escucha a pesar de que van conversando bastante alto, no le interesa lo que puedan decir. Abre la puerta de su casa. Por fin la travesía ha terminado. Los zapatos los deja en la entrada.
Y lo ve.
La razón por la que ha querido llegar, está ahí. A cuatro patas con el entrecejo arrugado. Cierra la puerta detrás suyo y se agacha para acariciarle su cabellera rubia.
—Kacchan, ¿te has portado bien? —pregunta al mismo tiempo que se levanta, toma las compras y las pone en la mesa de la cocina. Kacchan le sigue gateando. Saca las cosas y las distribuye para saber en qué lugar colocar cada cosa—. No me hagas repetir la pregunta —menciona sonriente. Kacchan traga saliva.
—Sí... Me he portado bien —susurra. Izuku acomoda las cosas siendo bastante paciente. Asiente con la cabeza después de oírlo contestar.
—¿Seguro? No quiero quejas de los vecinos de nuevo, ¿entiendes? Sino... Tendré que castigarte de nuevo. —Kacchan vuelve a tragar saliva. Aún le duelen los golpes que están en su espalda, aún le arden las cortadas que tiene en las piernas. Aún siente asco hacia su propio cuerpo.
—N-no hice nada... —contesta. Izuku termina de acomodar las cosas. Camina hacia a él y se coloca justo delante. Le acaricia de nuevo los cabellos, con aparente cariño, con algo de delicadeza.
—Sube a la habitación —ordena Izuku sonriente, como si lo que le fuera a decir a continuación fuera una buena noticia. Kacchan se pone blanco. Nueva buena para Izuku, vieja y mala para él.
Hace lo que se le ordena. Sube al segundo piso a gatas. Va lento. Siente la mirada de Izuku en su nuca. Se siente avergonzado. Humillado. ¿Cómo es que cambiaron las cosas de esa manera?
En un inicio, Kacchan era únicamente su vecino, no hablaban por el trabajo de ambos y por ello nunca hubo problemas entre los dos. Jamás se cruzaban a la hora de salir de la casa. En resumen; a pesar de ser vecinos, no se conocían. O así lo veía Kacchan. Desde su punto de vista, no hay razón aparente de esa obsesión enfermiza, nunca notó algo entraño de su, en ese entonces, vecino.
Los recuerdos le invaden siempre. Ha intentado, desde esa vez, escapar de esa casa. Pero no puede. Hay cámaras por doquier. La puerta sólo puede abrirse con una llave que siempre carga Izuku. Hay un código del que desconoce por completo de su paradero. En las ventanas hay barrotes. El sótano no tiene ninguna ventanilla. Hay dos salidas posibles aparte de la entrada principal. La puerta trasera que conduce al patio y el garaje. Para llegar al patio necesita otro código. Para llegar al garaje necesita otra llave. Si tan sólo pudiera caminar sería más fácil recorrer aquella casona, mas no lo tiene permitido.
La única vez que caminó, Izuku lo castigó hasta cansarse y lo usó, de la peor forma posible hasta el momento, hasta que perdió la consciencia. Gatear ha sido la única manera que tiene permitido desplazarse. Es humillante, asqueroso. ¿Qué más puede hacer?
Ha intentado de todo.
Sabe que está jodido.
Cuando llega a la habitación de Izuku, se pone de rodillas contra la cama. El pecho está sobre el colchón y sus manos aferradas a las sábanas. Estar desnudo le facilita las cosas a Izuku. Lo sabe cuando escucha sus pasos. Lo sabe cuando cierra la puerta detrás suyo. Lo sabe cuando escucha el cinturón caer. Lo sabe cuando el cierre baja.
Las manos de Izuku le toman el trasero. Lo acarician bastante brusco. Le duele pero no quiere demostrarle que surte efecto en él.
—Te extrañé tanto, Kacchan, tanto que me estoy volviendo loco. —Siente besos en su espalda. A Izuku le gusta jugar a los preliminares, supuestamente para que él se sintiera bien, cosa que no sucedía.
Kacchan se muerde el labio. Quiere que pare y que haga lo que vaya a hacer. Se siente humillado porque le está dando la disposición de que le haga lo que le venga en mente sin su consentimiento. Cómo desea golpearlo. Cómo desea matarlo con sus propias manos.
Pero no puede.
No desde que le compró aquel collar que ahora está en su cuello. Antes podía defenderse, rehusarse. Pero Izuku juega sucio. El collar tiene un pequeño control que Izuku tiene en su poder, el cual, sirve para darle pequeñas descargas eléctricas. Sólo una vez lo ha usado contra él y esa única vez le bastó para no volver a intentarlo. Para no volver a intentar nada.
Izuku ha ganado desde hace mucho. Desde que él puso un pie en esa casa sin saber.
Los besos de Izuku descienden a su trasero y pronto se encuentra jadeando. Escucha a Izuku reír bajito.
—¿Ves? Te gusta, Kacchan, hacer esto te gusta. ¿Ya vas a admitir que me quieres? —Quiere negar, gritarle que ni en sus sueños eso pasaría. Pero calla. Es lo único que puede hacer. Siente como le jala el cabello con fuerza, obligando a pegar su espalda con el pecho de Izuku.
Simplemente no lo puede evitar.
Izuku lo deja contra la cama una vez hubo terminado.
—Kacchan, me gustaría un oral, sé una buena mascota. —Odia con todo su ser que lo llame así. Respira con dificultad. ¿Qué otra cosa puede hacer? Ese idiota de Izuku lo tiene bastante amenazado. Se da la vuelta sintiendo bastante dolor en su zona trasera.
Y hace lo que su dueño le dice.
Porque debe ser una mascota buena. ¿No?
Kacchan es su mascota, lo quiera o no.
Y nada ni nadie podría hacer que la historia cambiara.
¿O si?
***
Este fanfic ya no estará disponible para Wattpad, razón de ello es que esté censurado y lanzado en un único episodio. Para saber más sobre la continuidad de este proyecto, te invito que sigas el canal de Whatsapp que te dejaré aquí debajo.
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