Epílogo
Estaba caminando dentro de una paradoja, con apariencia de funda de cristal, ya que era lisa y suave, toque con la punta de mis pies cada centímetro que seguía a mi paso, era un lugar solitario y hostil; perfecto para la soledad.
El color blanco lo adornaba con celosos, di un giro con uno de mis pies, me sentía como una bailarina de ballet, aunque faltaba algo..., detuve mis pies, ¿cómo una bailarina baila sola? Me senté recogiendo mis pies, desasiendo el encanto.
Abrí las pálpebras notando el frío que cernía alrededor del vacío gris que comía el blanco; estaba congelada viendo una mano frente a mí pidiendo tenerla, la tome ignorando toda lógica, ¿por qué? No lo sé, camine junto a ella ignorando el poseedor de ésta, sonreí sintiendo la calidez que despojaba, perdí el tiempo desde que la toque, caminamos por horas diría yo, tome una pausa y volteé a mirarlo, era él, no sonreí más.
Se ubicaba una iglesia frente a nosotros, me senté automáticamente, él lo hizo también tomando ambas manos mías, no me inmute a su tacto, ya no había calor.
No lo miré, pero sabía perfectamente que la arena que se esparcía a mi lado era la de él, como alma que lleva el viento, pues su silueta pasó a ser intangible a mis manos ciegas que lo buscaban en mi existencia; ya no era real...
Desperté, Michael me miraba en su jaula, y no pude evitar recordar a mi pequeño, una lágrima resbalaba tibia; necesitaba descansar de las emociones, necesitaba olvidar, también comprender que mi mundo seguía en pie, aquello fue un obstáculo de miles que la vida tenía destinada a suceder, quizás fui débil, como cualquier humano, ante cualquier pronóstico podría decirse que ya no importa lo que venga refiriéndome a que el dolor es momentáneo, no obstante la enseñanza es lo verdaderamente relevante, así que... que se abra el telón.
Y cerré mis ojos intentando olvidar que alguna vez sentí algo.
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