La primera vez que oí tu voz estaba escondida en la sala tratando de que mi madre no me notará, tenía las mejillas sonrojadas, y no paraba de reírme como estúpida, me gustaba que me dijeras que era especial, que te gustaba mi voz, mi lado oscuro, mi estilo. ¿En qué momento deje de gustarte?

Cuando nos vimos por primera vez no podía verte a los ojos, tenía miedo de enamórame de aquellos ojos color sol.

También miedo de escuchar tu risa y volverla mi melodía personal.

Miedo a que me volvieras a humillar, cuando me tiraste mi mochila en el centro comercial, y tiraste mi moña que sujetaba mi cabello. Yo caí llorando en silencio. Al final me abrasaste, pero nunca deje de llorar ése día.

Deje pasar ése recuerdo para ser feliz, luego llego uno de esos días en que salíamos, me equivoque de dirección, ¿recuerdas que mentí? Dije que sabía dónde ir, mentía, no quería que me humillaras. Empezaste a obligarme a verte, me explicabas con dureza como ubicarme, y la forma en que lo dijiste dolía, porque era tu novia, y no me dejaste cometer errores. Decías que te dolía verme llorar, al contrario de lo que dijiste, no querías ni verme, tu solución era huir.

Tenía 16 y tú 25, y estaba locamente enamorada. Pero de nuevo, fui la segunda...