14

Medianoche.

Medianoche y no había luz de Yeonjun.

No había llevado su celular, no había forma de comunicarse con él.

Soobin se sentía débil y tembloroso, con la respiración acelerada y sus latidos desbordantes, como si estuviera muriendo; la cúspide de la ansiedad lo había alcanzado.

¿Donde estás, mi amor?

Sus ojos caídos, completamente llenos de lágrimas, sus sollozos, el dolor en su expresión, su mirada incrédula, su voz quebrada... ¿Cómo podría perdonarse eso? Había sido el causante de lo que más aborrecía ver en el mundo: a él triste.

Y es que lo amaba tanto. ¿Cómo pudo haberlo olvidado? ¿Cómo pudo pensar que no era de esa forma solo por una mala racha? El amor viene en muchas formas y él estaba experimentando la peor parte, la del dolor.

Él había arrugado un corazón de papel que toda una vida estuvo buscando amor a regañadientes sin mucho éxito, un corazón que había sufrido constante abandono y maltrato, uno que confió en el ciegamente, lo había arrugado y sabía que no podría volver a su estado original por más que lo planchara o infringiera calor en él.

Las palabras duelen, dejan cicatrices. Por eso debemos pensar dos veces las cosas antes de abrir la boca o mover un dedo; porque por más que lo quieras con todas tus fuerzas, jamás podrás devolver el tiempo atrás y revertir tus estúpidas decisiones.

El nudo en sus tripas ya le había pasado factura por tercera vez en la noche; temblando, aferrado a las pocas fuerzas que le quedaban, vaciando su estómago una vez más arrodillado en el baño.

No había podido comer nada, pero el nerviosismo le jugaba una mala pasada a su mente, haciendo que sus náuseas fueran incontrolables. Jadeos que exhibían sus problemas para respirar inundaban el solitario baño.

¿Lo habría atrapado un policía? ¿A dónde fue? ¿Sus padres? ¿A algún súper mercado?

Ya no podía con la incertidumbre.

La mayoría pensaría que Soobin era un exagerado, pero él, quien lo había acompañado en las peores etapas de una depresión crónica, sabía que podría ocurrir, en especial considerando que jamás lo había visto tan destrozado.

¿Qué mierdas tienes en la cabeza, Choi Soobin? Al parecer su sed de venganza había hecho que olvidara todo. Pero ya no más.

Habían pasado años desde que Yeonjun lo había superado, pero de todas formas Soobin estaba aterrado por sus propias ideas traicioneras.

Con dedos temblorosos, sacó su celular del bolsillo y marcó a la policía de Seúl.

La conversación tan breve que sostuvo con el oficial, hizo que arrojara el celular con un grito colérico.

"No podemos tomar la situación como persona desparecida hasta que pasen 48 horas, es un adulto."

El celular cayó estrepitosamente a la alfombra.

Y se dejó llorar, sin retener el nudo, sin retener todas las ganas, se sentó en el suelo, se apoyó en sus rodillas, y lloró.

Lloro de coraje y frustración porque había arruinado lo mejor que tenía en vida.

Diez minutos después de odiarse a sí mismo, sacándolo de su hundimiento, recibió una llamada inesperada.

Yeonjun intentó bajar las gradas lo más rápido que pudo sin trastabillar por la falta de visión ocasionada por las lágrimas.

Huir.

¿A dónde? ¿A dónde carajos se tendría que ir? ¿Dónde se debería esconder si se supone que Soobin era su único lugar seguro?

Estaba solo, tan solo.

Llegó al primer piso y giró la cabeza a todos lados para que alguna idea le viniera a esta.

Hacer que lo arrestaran ya no era una buena idea, si le sumaba a todos sus problemas, problemas económicos...

Podía estar llorando desolado, con dolor de cabeza matándolo, y una opresión en el pecho sofocante, pero aún podía ser alguien racional.

Como si fuera obra del destino, la señora del departamento 158, su vecina favorita, la amable señora Park de cabellos largos negros y labios rojos, abrió la puerta con las llaves en mano.

La dulce señora Park solo quería ir a comprar un poco de azúcar, por lo que obviamente abrió mucho los ojos por la sorpresa cuando Yeonjun, asustado por oír los pasos de Soobin detrás de él, entró a su departamento como una bala dejándola anonadada, cerrando la puerta con ambos dentro.

¿Qué carajos había sido eso?

La señora Park parpadeó un par de veces más antes de entender que su vecino se había inmiscuido intrusivamente a su departamento así como así.

Ahora algo airada, iba a pedir una explicación al pelinegro, eso fue hasta que vio su bonito rostro lleno de lágrimas e hinchado, con clara desesperación presente.

El entrecejo de Park se relajó y se contrajo de nuevo pero esta vez por preocupación. Por dios, ¿qué había pasado?

--Yeonjun, cariño. ¿Qué es lo que-

Le tenía la confianza suficiente a la señora Park como para abrazarla de esa forma, resguardándose en su pecho. Ella era como una madre para ellos.

Aunque para ser sinceros, Yeonjun hubiera caído en brazos de cualquier extraño que le hubiera ofrecido un abrazo, incluso él lo habría buscado para sentir un poco de confort después de que la pieza más importante de su rompecabezas se fuera.

Un "todo estará bien" nunca está de más, por más que sea mentira.

Y lloró tan perdidamente, que la señora Park solo pudo quedarse helada con las manos en el aire y quietas, sorprendida por su acción.

No era que no lo había abrazado antes, pero este caso era obviamente diferente y le dolía a ella tan solo de verlo así.

Yeonjun intentó llorar silenciosamente refugiado en su blusa, pero le costó un poquito no hacer sonido alguno.

Compasión pasó por el semblante de Park y entendió que lo que ese chico necesitaba en ese momento era un abrazo real, apoyo.

No sabía qué había pasado, tal vez el pelinegro no lo diría, pero igual le preocupaba mucho. Desde que vio a esos chicos por primera vez apenas se mudaron al edificio, se prometió a sí misma hacer lo que no pudo hacer por su hijo: cuidarlos.

--T-Tranquilo Junnie, ya pasó --susurró con cariño mientras bajaba sus manos para acariciar sus cabellos con cuidado.

Nada era fácil.

--¿Necesitas algo más, cariño? --preguntó la señora una vez llegó al sillón a sentarse frente al mayor, este ya más tranquilo.

--No señora, muchas gracias --sonó constipado.

Park, temiendo ser demasiado entrometida, miró a sus dedos jugar nerviosamente en su regazo. Tenía una idea de lo que podía ser, pero no estaba segura, era mejor no sacar conclusiones. Decidida, optó por preguntar esperando no recibir una mala reacción.

Porque es bueno recibir apoyo emocional cuando tenemos un problema, pero la verdadera ayuda está cuando recibimos consejo y posibles soluciones; ella quería ayudar de esa forma.

--¿Quieres comentarme lo que sucedió, cariño?

Yeonjun, viéndose pequeño e indefenso en esa posición fetal en el sillón, sorbió de su nariz antes de asentir mirando el vaso de agua que la señora le había traído hace unos minutos.

Park esperó por una respuesta que llegó casi un minuto después.

--Es solo que... Quería irme de casa --comentó bajito, aferrándose más a sus piernas.

--¿Pasó algo con Soobin, cielo? --intuyó. Por un momento le preocupó la falta de tacto de su parte, pero su pronta respuesta la dejó más tranquila. Él necesitaba hablarlo, sacarlo, se notaba.

--Sí...

--¿Qué es-

-- Ya no... estamos juntos --dijo eso con más convicción, encontrando los ojos de Park, quien no pudo esconder su sorpresa.

Ella sabía que no estaban en su mejor momento desde hace tiempo, había oído gritos y hasta algunos escándalos en las escaleras o en las afueras del apartamento, pero jamás hubiera creído que el asunto iba más allá de simples discusiones diarias fútiles y normales para lo que sería una pareja de casi 6 años.

--Y me cuesta seguir viviendo a su lado como si nada hubiera pasado, es eso.

La cuarentena... Ella lo entendió rápido; no habían podido irse a otro lugar debido a la cuarentena. Por dios, que situación más desafortunada y frustrante.

Pero, enfocándonos en el verdadero problema... ¿Cómo que habían terminado?

Park juró que algún día los vería agarrados de la mano en el altar, jurando amor eterno, abrazados ante un público que los amaba y disfrutaba de su amor tanto como ella.

¿Cómo? Si es que ellos eran tan unidos, tan melosos y empalagosos, tan... ellos.

¿Historias tan lindas como la de ellos podían tener un final tan triste?

No sabía la historia completa, claro, pero desde que vio a esos jóvenes veinteañeros pisar por primera vez el edificio, aquel que sería su primer paso a la independencia como uno solo, como una pareja, ella juró ver algo especial en ellos, como si el hilo rojo fuera notorio, una nuble flotando derramando brillitos.

El infinito amor que destilaba en sus ojos cuando miraban al otro, las sonrisas de felicidad pura... Eso no podía ser una ilusión o una equivocación. Ni siquiera había visto un brillo tan especial en los ojos de su esposo cuando este decía que la amaba, antes de que la dejara después de perder a su vínculo, claro.

No sabía que era exactamente lo que los hacía tan especiales. Tal vez les agarró cariño porque tenían la misma edad que tenía su hijo cuando todo pasó, tal vez porque ella veía en esos ojos tan vívidos el mismo brillo que veía en los ojos de Jimin cuando le decía que amaba a un chico, tal vez era el arrepentimiento de no haber apoyado a su hijo cuando pudo hacerlo, de haberlo rechazado con aversión, de haberle impuesto porquería anticuada y tradicional, tal ves era la carga del deber. Tal vez ella había cambiado y quería redimir sus errores del pasado con ellos, pero independientemente de su oscuro pasado, ella había adquirido un cariño especial por aquellos dos muchachos.

Y como no, si desde el día uno fueron unos amores.

Ella recordaba a la perfección el primer día que los conoció, aquella tarde soleada en plena primavera, su primer día de mudanza.

El bullicio empezó a hacerse intolerable. Ella se quejaría, claro que sí.

Había intentado pasarlo por alto por casi media hora, pero a estas alturas ya era solo exasperante.

Cerró su libro dejándolo en el sillón y se puso de pie de mala gana en un resoplido.

Cuando abrió la puerta tuvo que dar dos pasos atrás para no ser golpeada con una mesa que estaba siendo cargada por dos hombres de vestimenta azul. Ella conocía ese uniforme, eran los señores de mudanza.

¿Quién se iba? ¿O eran vecinos nuevos?

Como la vecina chismosa que no era, se quedó apoyada en el marco de su puerta, solo para ver, ¿no?

Señores de mudanza seguían saliendo y entrando trasladando cosas. Entonces entraron dos jóvenes que no había visto antes, se veían muy jóvenes, tal vez estaban en sus veinte o incluso menos, pero diablos, que guapos eran ambos, parecían modelos.

Uno castaño y otro pelinegro, el más alto usando una sudadera lila y el más bajito (que tan bajito no era) llevaba unos jeans rasgados y una camiseta que tenía diseño viejo, pero era nueva, como retro.

Venían riéndose de quien sabe que. Debería ser ilegal tener sonrisas así de encantadores, quiero decir, la señora casi se queda ciega por tanta belleza.

El más alto llevaba una caja de cartón entre manos mientras el pelinegro sostenía una bolsa con pernos. Al parecer se quedaron esperando en el primer piso hasta que los señores de mudanza terminaran de transportar lo más grande.

En algún punto el de labios gruesos dijo un chiste o algo muy gracioso porque ambos estallaron en risas, el más alto tirando la cabeza hacia atrás para reír cómodamente y el otro apreciando esa imagen con una sonrisa.

Eran muy tiernos, tan tiernos que la hicieron sonreír inconscientemente. De seguro eran roomies o de esos mejores amigos que no conseguían espacio en el campus universitario y ahorran un poco de dinero dividiéndose los gastos viviendo juntos.

Se veían tan unidos...

El primer piso no era tan grande. Cualquier otra persona se hubiera dado cuenta de que estaba siendo observado, pero ellos estando en su burbuja, no se darían cuenta ni aunque estuvieran en el medio de una multitud.

Soobin dejó la caja en el suelo cuando los hombres de azul bajaron y se despidieron de ellos con una sonrisa. Ahora ellos debían subir lo que restaba, que flojera.

Salieron por más cosas y empezaron a subir.

--Hyung, me duele la espalda. ¿Y si me cargas? --Le hizo ojitos mientras subían las cosas.

Yeonjun bufó una risa.

--Se supone que tú eres el que se ejercita.

--Estoy cansado --se quejó en un puchero.

--No hagas ojitos, no has hecho más que dormir en el auto --Lo miró queriendo reír --. Bobo.

--Ahora no te voy a ayudar a subir tus diez mil maletas de ropa fea y cara. --Le sacó la lengua.

Llegaron al piso que les asignaron y entraron al departamento para verlo mejor. Era cómodo, pequeño, hogareño, nada de lujos, justo como les gustaba, lo mejor de todo era que podían pagarlo con sus ahorros y con los trabajos de medio tiempo que tenían como universitarios. Era perfecto.

La señora Park estaba barriendo su sala como solía hacerlo todas las mañanas, solo que esta vez simplemente se le había antojado dejar la puerta abierta. Solo hacía calor, la señora no era chismosa, no, para nada.

Los muchachos ya no estaban a la vista, habían subido hace unos 10 minutos, pero estaba segura de que volverían a bajar para subir todas las cajas que estaban a un costado en el suelo.

Escuchó pasos apresurados en la escalera.

--¡Ven aquí mocoso! --Escuchó a uno decir, las risas del otro chico la hicieron suponer que estaba siendo perseguido.

Y entonces los vio llegar a trotecitos al primer piso, el más alto estaba acorralado por las cajas en el suelo, por lo que no pudo seguir corriendo, el más alto con una sonrisa impregnada, atrapó su cabeza en una llave y empezó a frotársela con los nudillos, el otro solo reía y sostenía su brazo con sus manos.

--¡Eres un tonto! --Le había dicho entredientes jugando.

Cuando finalmente lo soltó y el más alto recuperó su aliento, habló.

--¡Pero si es cierto!

El pelinegro sostuvo sus caderas viéndolo apático.

--Nunca sabes callarte, como te odio --bufó intentando ocultar su sonrisa.

La señora Park no pudo evitar sonreír con ternura mientras los miraba desde el interior de su sala. Se veían muy felices juntos, "qué amistad más bonita" pensó ella.

El más alto se inclinó hacia delante con una sonrisa de felicidad, pero a su vez pícara, extrañamente demasiado cerca de la cara del otro.

--¿Por qué no me callas a besos mejor? --jugó con tono sugestivo.

¿Qué?

--No tengo ganas de --Un piquito de castaño --. Oye --Y le dio otro entre sonrisas --. Sigo --Y otro --. Eno --Y otro más --jado.

Para estar enojado no debería estar riendo bajito.

--¿Ya está? Porque no me molestaría seguir haciendo esto toda la tarde --Más bien lo amaría, era tan adictivo que se sentía todavía irrealista que fueran novios. Lamentablemente habían muchas cajas aún en el auto, esperando por ser desempacadas. Ya después lo haría suyo.

--E-Eres un manipulador --musitó sonrojado bajando la cabeza. El más alto sonrió jodidamente feliz y satisfecho con esa imagen. Amaba ser quien causara esas reacciones en él.

--Oye --le dijo, pero el otro aún no se animaba a verlo. Como era reciente ese gran paso que habían dado, aún su débil corazón no se acostumbraba a la cantidad de felicidad y calidez que Soobin le brindaba --. Oye enano, que me mires --Y eso irritó al más bajo lo suficiente para que lo viera con una mueca.

--Solo sabes joder, ¿no es así?

Y Soobin ensanchó su sonrisa viendo cada detalle posible que pudo en su bonito rostro.

--Si es a ti, con gusto, mi amor.

Y ahí en pleno haul, en el medio del primer piso, el castaño acunó el rostro levemente sonrojado del pelinegro y lo acarició con sus pulgares. Después de que el castaño se tomara su tiempo admirando cada detalle en rostro contrario, se vieron dulcemente a los ojos con una intensidad que era palpable hasta marte, y sonrieron, sonrieron grande antes de unir sus labios en un dulce, cálido e inocente beso, como si encajaran a la perfección.

La señora Park cerró la puerta y un poco impactada por lo recién visto, se recostó en ella.

Inevitablemente donde viera homosexuales, ella solo podía pensar en su hijo y en sus arrepentimientos.

Esos chicos se veían perfectos juntos, podías sentir su felicidad incluso estando a kilómetros de distancia, aunque no los conocieras, podías sentir que estaban destinados.

Y eran dos hombres, ¿dónde estaba la parte enferma? ¿Dónde estaba el morbo? No lo había.

Ella había visto cosas que no estaban ahí solo por lo que le decía su esposo, solo porque era lo que estaba "mal", solo porque lo decía la maldita sociedad.

¿Desde cuándo la sociedad tiene la razón? Jamás la ha tenido; una chica robusta no es menos guapa que una delgada, tener tez clara no te hace mejor persona que alguien de tez oscura, el amor no se limita a porquería de género.

Vivimos engañados en un mundo que nos destruye por ser quienes somos, por intentar ser diferentes, por no seguir el patrón... ¿Y hay todavía gente que avala esas cosas?

Lamentable.

Ella lo había sido, ella y todo el odio inculcado, el rechazo, el menosprecio...

Por eso ni su hijo ni su supuesta otra mitad como le decía él, pudieron consignar el resto de su historia en el libro de la vida.

Porque su amor era más fuerte que las amenazas de muerte.

No le tengo miedo a la muerte si estoy contigo.

Y como se arrepentía de ver el destrozo que causó con los ojos vendados.

Ella vio ese brillo es los ojos de esos chicos, el mismo brillo que tenía su pequeño seis años atrás cuando rogaba de rodillas, entre lágrimas por una oportunidad, por amor.

Lo demás fluyó como agua de río.

Dos días después de su instalación, ella había sido la única vecina en ir a tocar la puerta para recibirlos; les dió una canasta y su mejor sonrisa.

Soobin y Yeonjun eran sus nombres, que bonitos sonaban juntos, como una sinfonía deleitosa.

A veces se cruzaba con ellos en la calle cerca del departamento, en las escaleras o en otros sitios, ellos siempre la saludaban tan alegre y dulcemente... Siempre juntos y sonriendo como si la vida dependiera de ello.

A veces sentía envidia de su felicidad, a pesar de ello, seguía siendo una amante de ella.

Los chicos le agarraron cariño rápido, no sabían de la historia de su hijo, pero sabían que era una mujer de 46 años que vivía sola. Y como nadie con un buen corazón como el de ella se merece estar sola, la invitaban a almorzar con regularidad, incluso incluyéndola en cenas familiares, cumpleaños, años nuevos, navidades, entre otras festividades.

Y es que, muy a contrario de lo que ella pensaba eran las relaciones; que se van oxidando con el tiempo, que van haciéndose más débiles y terminan por quedar cenizas como su matrimonio, la de ellos parecía solo fortalecerse, crecer... Año tras año, día tras día, ella había sido testigo del crecimiento y de la evolución de un amor tan hermoso, que creció tan grade como un roble.

No importaba dónde o cómo los viera, ellos siempre estaban juntos con una sonrisa y con ese brillo especial, ese brillo mágico.

Solo que ahora ese roble había crecido tanto que la base no logró aguantar el peso y se llegó a torcer.

Por alguna razón sus sonrisas habían desaparecido en los últimos días, meses tal vez, porque ahora que lo pensaba, ella no había vuelto a ver esas sonrisas de oreja a oreja en mucho tiempo.

El brillo se había opacado, pero... ¿Quién dijo que se había ido?

--¿U-Ustedes terminaron? --Es que era increíble de verdad.

Él asintió con lentitud viendo al suelo.

--Y... señora Park, disculpe mi atrevimiento, pero, ¿me permitiría quedarme hoy en su departamento? Yo... no tengo a donde ir, y... no puedo estar ahí más, p-por favor.

¿Pero qué habría sido tan grave como para que Yeonjun incluso se viera asustado de ir?

La señora se inclinó un poco hacia delante y posicionó su mano sobre la suya.

--Cariño... ¿Él te-

--No, no --negó inmediatamente --. No me malentienda, no es eso. Solo que...

Duele.

--Solo que ya no puedo estar ahí, no sé... no sé si me comprende.

Ella lo hacía y a la vez no.

--Cariño, ¿Soobin sabe que estás aquí?

Yeonjun sorbió de su nariz antes de responder.

--No, y por favor no le diga nada, él vendrá aquí y yo... no quiero verlo.

--¿Tienes tu celular contigo? Por lo menos avísale que estás bien, debe estar preocupado...

Yeonjun sonrió torcido.

Sí claro, ese idiota todavía se preocupaba por él.

--Lo olvidé en casa.

--Cariño, pero con esto del virus debe estar verdaderamente preocupado.

--No señora, créame cuando le digo que no es así --Park no podía creer eso --. Le apuesto que en estos momentos está tirado en el sillón viendo televisión --dijo con sorna.

Como siempre hacía en los últimos meses, valiéndole madres dónde estuviera él.

--No te puedo creer eso, hijo --Ella se recostó hacia atrás --. Soobin siempre se ha preocupado mucho por ti.

Y algo que nos enseña el amor es que los "siempre" son efímeros.

--Ay señora, si supiera... --suspiró con pena.

Su carita seguía hinchada y sus ojos más pequeños de lo normal, tan cabizbajo... Solo le hacía preguntarse a Park cómo todo eso era posible.

Yeonjun decidió contarle, obviando varios detalles claro, pero le dijo la mayor parte del problema, como se sentía y como creía que Soobin se sentía.

--Por eso llorabas... Porque todavía lo quieres... --susurró más para su propio entendimiento, pero como todo estaba tan silencioso, él la escuchó.

--Señora, yo no solo quiero a Soobin, yo lo amo --dictaminó con seguridad--. El amor no se va de la noche a la mañana, no cuando es así de grande. Me había olvidado de eso, que no es tan sencillo --Sonrió torcido.

La cabeza de Park se ladeó en lástima.

--¿De verdad lo amas mucho no?

Asintió.

--Incluso más que a mí, más que a todo en este mundo. Él... fue mi único pilar, mi apoyo emocional, ni siquiera mi familia estuvo ahí cuando quise terminar con todo. Él ha visto cada maldita faceta de mí, todo, lo sabe todo.

--¿Estás seguro de que Soobin no se siente de la misma forma?

--Creo que no... No lo sé, pero lo que hizo más temprano es una clara muestra de que tal vez no sea así y que ahora le importo una mierda --Odió como su voz se quebró un poquito al final.

--Deberías hablarlo con él.

Y sí, debían sentarse como los adultos que eran para hablar e intentar solucionarlo, pero cada vez que lo habían intentado, habían salido un poco más agrietados de todo el gritadero.

--No quiero oírlo decir que ya no me ama. No... --Y joder con las lágrimas de nuevo, ¿tanto líquido había en su cuerpo? --No podría con eso.

--Cariño, entiendo. Pero sé cuando te digo que Soobin no ha podido dejarte de lado así como así. Yo he visto a sus ojos brillar como estrellas cuando te mira, lo he hecho por seis largos años. Sé que ambos han cometido errores, pero, ¿sabes? Son muy jóvenes todavía, yo a su edad también hacía burradas parecidas, es parte de crecer, de madurar, si no conoces el fracaso, jamás llegarás al éxito. Equivocarse está bien, es humano, nadie es perfecto, pero si se dejan llevar por errores y se empeñan a aferrarse a ellos y olvidar su sentir en vez de intentar evolucionar juntos y perdonar, entonces créanme que van a sufrir el triple después cuando de verdad sea muy tarde --finalizó.

Los humanos somos humanos porque hemos evolucionando; ante algún problema siempre hemos buscado una solución. Eso debería aplicarse en cada aspecto de la vida.

--Yo apostaría mi vida a que ustedes de verdad están destinados, cariño. Pero si por su terquedad se estancan en sus equivocaciones, y de verdad se alejan el uno del otro, les va a doler mucho más verse de lejos aún teniendo el nombre del otro tatuado en el corazón... No... Junnie, ya no llores, por dios.

--Es que... --musitó con la voz rasposa y nuevas lágrimas en sus mejillas --Él ya tiene a alguien. Por más que yo quiera poner de mi parte para recuperarlo, no puedo hacerlo solo.

Park exhaló en frustración.
No había posibilidad de que terminara así.

--Junnie, mejor ve a dormir. Descansa, ¿la pastilla para la migraña ayudó?

Era mejor ya no hablar de ello, el muchacho ya había llorado mucho y Park no quería seguir dándole razones para hacerlo.

--Sí, gracias señora.

--Ya está anocheciendo, te traeré ropa abrigadora y limpia, espera un segundo.

Park fue a esa habitación y volvió minutos después con un buzo de algodón de su talla (tal vez un poco más pequeño) y una polera negra de Pink Floyd.

Las señoras no usan eso.

--¿Tiene un hijo? --preguntó curioso cuando ella le extendió la ropa. Yeonjun jamás había visto a un sobrino de Park o algo por el estilo, por lo que tuviera ropa así en casa, le pareció intrigante.

Park sonrió ladina. Ella había donado la mayoría de cosas, pero se quedó con lo favorito de su hijo, incluso doce años después de su partida, esa ropa vieja mantenía su aroma.

--Tenía.

--Oh... Lo siento --Bajó la cabeza sintiéndose un bocotas.

--No pasa nada, cariño --Le sonrió tranquilizándolo --. Ahora cámbiate y acuéstate. Duerme un poco. Estaré en la oficina, puedes tomar lo que quieras del refrigerador.

--No sé como agradecerle por esto. De verdad, muchísimas gracias.

A ti, Yeonjun, gracias a ti.

--Buen sueño, hijo.

Una última sonrisa del pelinegro antes de dejarse caer en un profundo sueño.

Tal vez si despertaba después, aquellos últimos siete meses de dolor nunca hubieran ocurrido. Durmió con una sonrisita en el rostro ante la idea.

♪ Yo respiro solo por ti ♪



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