27. new moon

・:*:・゚☆∥ 27. new moon

❝ i think we were meant to be,
but we did it wrong. ❞*

NO SABÍA CUÁNTO TIEMPO HABÍA PASADO. Su mente se había desconectado de su alrededor. Los pensamientos se arremolinaban en su cabeza atropelladamente, imposible para ella poder registrarlos como uno suponía. Pasaba uno después del otro, corriendo en círculos sin ser realmente absorbidos racionalmente.

Su vista cayó a las palmas de sus manos. En la izquierda encontró su ya conocida cicatriz, la misma que testificaba el accidente del acelerador de partículas. Tenía un tono blanquecino, cruzando a través de esta y arrugando pequeñas zonas a su alrededor. Su mano derecha mostraba una novedad, consecuencia de haber ceñido su mano alrededor de un fragmento de cristal para apuntarlo a su cuello. La herida ya había comenzado a cerrar gracias a su rápida curación, conservando un tono rosado en evidencia de lo reciente que era. Esta herida no se mostraba como una línea ininterrumpida en su palma, sino que eran distintos rasguños, variando en profundidad, que se esparcían entre sus dedos y costados.

Cerrar la Singularidad no había sido exactamente un logro. Primero, porque había sido causado por ellos en primer lugar. Segundo, porque gran parte de la ciudad había quedado destruida. Tercero, y peor, no solo habían perdido a Eddie, sino que a Ronnie también.

Asimismo, a Morgan se le había prohibido el regreso a su pent-house, pues el edificio había sufrido graves daños en estructura. Se terminó acordando que terminaría por pasar la noche en casa de los West, después de intentar negarse múltiples veces. Había decidido tomar un baño, pero siendo la primera vez después de todo el revuelo en el que se encontraba sola, parecía perder la cabeza al segundo.

Unos toques en la puerta del baño llamaron su atención, regresándola al presente.

―Pase ―musitó tan bajo que creyó no haber sido escuchada.

Barry empujó la puerta lentamente, hasta tener una visión completa de lo que estaba sucediendo. El baño parecía sumido en un silencio imperturbable, sólo interrumpido por el delicado goteo de la llave en la bañera. Morgan estaba hecha un ovillo en el centro de la tina, abrazando sus rodillas contra su pecho y observando la palma de sus manos. El nivel del agua casi llegaba hasta sus hombros con la espuma del baño cubriendo todo en ella. Sus ojos continuaban desenfocados, irritados y rojizos. Su piel todavía contaba con rastros de sangre seca.

Se aclaró la garganta.

―Iris insistió en pasar la noche en el departamento de Eddie. Joe irá a quedarse con ella para ayudarla a pasar la noche ―avisó suavemente.

―Puedes ir con ellos. Yo estaré bien.

―Quiero estar aquí.

Morgan volvió a pegar su mirada a sus manos. Barry se adentró al baño con cautela y cerró la puerta detrás de él.

De los gabinetes del baño, rebusco hasta dar con una esponja nueva de color verde claro. Cortó la etiqueta de esta y la miró unos momentos, decidiendo que era la correcta para usar. Volvió a poner todo lo que había removido en su lugar y se aproximó a la castaña, hasta quedar arrodillado a un lado de la bañera. Al notar su presencia, los ojos de Morgan volvieron a clavarse en el velocista a su lado. El azul de estos lo miraban con timidez, pero no rechazo.

―¿Puedo? ―preguntó apoyando sus antebrazos en el borde de la bañera.

            Ella asintió tenuemente, queriendo darle una sonrisa, pero reflejándose más como una pequeña mueca.

            Barry remojó la esponja en el agua para después llenarla de jabón. Una vez que esta se vio envuelta en espuma, el joven comenzó a pasarla suavemente por los brazos de la menor. Ella seguía rodeando sus rodillas contra su pecho, pero eso no parecía interrumpir su tarea.

            Pasó el jabón por su piel, regresando a frotar con suavidad la sangre seca más persistente. Su brazo derecho recibió más atención, pues este era el que había recibido todas las consecuencias de la herida en su palma de la mano.

            Posteriormente, prosiguió por remover su largo cabello oscuro de su espalda. Este se encontraba completamente húmedo y lacio, haciéndolo fácil de manejar. Una vez que todo caía a un costado de ella, Barry pudo pasar la esponja a lo largo de su espalda. En esta sobresalía ligeramente la curvatura de su columna vertebral, mostrando también algunos oscuros hematomas cercanos. Su piel, que solía mostrarse de un bronceado oliva, ahora se reflejaba algo amarillenta y sin vida.

         ―Barry ―la fuerza de su tono de voz desentonó con su aparente fragilidad―. ¿Por qué no lo hiciste?

            Hubo un corto silencio.

            ―¿Por qué no salvé a mi madre?

            Escuchar el cuestionamiento ser pronunciado de regreso a ella hizo evidente lo inadecuado que sería demandar por una respuesta. En cambio, afirmó con honestidad―: Me hubiera gustado que salvaras a Nora.

            ―No era tu decisión por tomar.

            ―Lo sé.

            No, no era su decisión. Sin embargo, sufría sus consecuencias. Su plan era perfecto: asegurarse de que Thawne cumpliera con su parte del trato al permitirle a Barry salvar a su madre, asegurarse del bienestar de Angelique y de sus amigos, partir y encargarse de Thawne bajo sus propios términos. Había estado tan convencida de que funcionaría. Ahora no tenía nada. No tenía cualidad redentora, no tenía su venganza y no tenía excusa por haberse comportado como se comportó; por todo el daño que causó a las personas que más le importaban. No tenían a Nora, no tenían a Eddie y no tenían a Ronnie. Nada.

         Para ese momento, el héroe comenzó a sentir los suaves sollozos que sacudían el cuerpo de Morgan. Barry frunció los labios. Tomó el recipiente de plástico que se encontraba más cerca y comenzó a sumergirlo en el agua para después echarla sobre el cuerpo de la castaña. La cálida agua comenzó a resbalar por la piel de la joven, removiendo la espuma que había quedado en ella. La sensación era realmente relajante, logrando que Morgan cerrara sus ojos para disfrutarla. Esta acción pudo evitar que siguiera viendo los rastros de sangre resbalar de ella, queriendo dejarse llevar por la seguridad que Barry le traía.

         Morgan sintió algo fino rodear su cuello y caer en su clavícula. Al bajar la vista, una cadena con dije de rayo le regresó la mirada con destellos dorados. Morgan parpadeó atónita.

        ―La... ¿La encontraste? ―balbuceó confundida. Ni siquiera recordaba cuándo lo había perdido.

            Barry asintió con simpleza.

           ―Ya es hora de salir, bonita. Se hace tarde ―la animó, dejando el tema de la cadena de lado, pues parecía de más explicar que la había encontrado en la habitación donde había estado cautiva―. Te traje algo que podrías usar de pijama y te dejaré una toalla limpia, ¿sí?

            ―Barry, yo...

         Él alzó una mano para detenerla.

         ―Hablamos una vez que salgas.

            Con eso, él se puso de pie para dejarla terminar de arreglarse con privacidad. Morgan quiso esconderse ahí para siempre. El agua en la tina se estaba enfriando y la piel alrededor de sus dedos comenzaba a arrugarse. Jugueteó con esa familiar cadena entre sus dedos por unos momentos más, antes de ponerse en movimiento.

            Cepilló de su cabello, secó su cuerpo, además de lavarse los dientes con un cepillo nuevo que también le habían regalado. Al ponerse el pijama que Barry le había traído, pudo notar que era un conjunto de su ropa. Olía a él. Era una playera de color rojo oscuro que le quedaba algo holgada, emparejada con unos shorts de cuadros rojos con blanco que le llegaban a la mitad del muslo.

            Cuando salió del baño, pudo ver a Barry sentado en una mecedora que se encontraba opuesta a la cama de la habitación. En sus manos sostenía un libro, que leía con uno de sus brazos entrelazado por detrás de su cabeza. El lugar apenas era iluminado por una tenue lámpara que reposaba en la mesa de noche, creando sombras alrededor del rostro del chico.

            Esa noche no hablaron. La pesadumbre de sus cuerpos físicos y de sus almas era demasiado vívida. Abrumadora. Aplastante. Demandaba sentirse y no dejaba espacio para ninguna palabra de por medio. Sabían que nada de lo que dijeran podría hacerlos sentir mejor; al contrario, sus cuestiones pendientes eran como condenas inescapables que tarde o temprano tendrían que lidiar.

             Pero nuevamente, esa noche no.

            Morgan se metió entre las cobijas y se arropó generosamente. Extendió un par de palmaditas en el espacio a su lado que sirvieron como una invitación que Barry aceptó. Quedando cara a cara, y con el único consuelo físico de sus dedos rozando, ambos se dejaron llevar por las pesadillas que ahora los acompañarían por las noches.

           Los siguientes días transcurrieron en un ritmo parecido. No había demasiado diálogo, pero sí mucha acción. Apenas comenzaba el día, el par de héroes se dedicaban a intentar construir a Central City de regreso a su estado natural, así como lidiar con las inevitables repercusiones que el estrés del trauma causaba en la ciudad. Cuando sus atareados días terminaban, el par se encontraba de regreso en la alcoba de Barry. La invitación a compartir su descanso ya no debía ser extendida, sino que formaba parte de su rutina.

           Había sido un jueves. Morgan ya había ocupado su lugar a la derecha del colchón y observaba la figura del velocista ir de lado a lado dentro del baño conjunto. Se encontraba lavándose los dientes con vigor, el ruido de las cerdas del cepillo contra sus dientes generando un ritmo pacificador.

            Ese mismo día, a la hora del almuerzo, Iris les había preguntado por pistas del paradero de su editor en jefe en Central City News. Ahí fue cuando Morgan supo que el tiempo de compasión lo había tomado prestado y que no lo merecía. El resto del día lo pasó con náuseas y terror. Por la noche tomó la decisión de romper su silencio.

            La castaña apoyó una de sus manos en su almohada para impulsarse a estar medio sentada.

            ―¿Barry? ―llamó. Él le dedicó un sonido gutural que demostraba su atención, pero seguía dándole la espalda en su ritual de higiene dental―. Yo maté a Mason Bridges.

No era la forma de decirlo, sin duda. Morgan lo soltó en cuánto pudo pronunciarlo por miedo a ser empujada nuevamente al silencio por su cobardía. La energía en la habitación cambió.

      Él se detuvo en seco con el cepillo de dientes aún dentro de su boca. El repentino sentimiento glacial que la recorrió al escucharse a sí misma decir esas palabras hizo que se incorporara completamente en la cama. En movimientos pausados, Barry escupió en el lavabo y se enjuagó la boca. Tomó una pequeña toalla blanca para pasarla por sus labios y barbilla con cierta estupefacción evidente en sus rasgos. Con el trapo todavía entre sus manos, se giró a ver a Morgan desde el marco de la puerta del baño.

            ―¿Qué? ―cuestionó con énfasis.

            ―El hombre que trabajaba con Iris...

            ―No, yo... Sé quién es Mason Bridges ―interrumpió, pues no estaba contestando su pregunta.

            Morgan sostuvo su mirada lo mejor que pudo y se abrazó a sí misma para ocultar el temblor de sus manos.

            ―Querías saber qué había pasado con Thawne. Fuiste demasiado cortés como para preguntarmelo más de una vez, pero ahora lo sabes. Entre otras cosas, maté a Mason Bridges —su voz salió con la fuerza de un murmullo, siendo ahogada por una creciente presión en su garganta.

            Él pareció tener problemas para encontrar sus siguientes palabras. Debatió consigo mismo, hasta que lo único que pudo encontrar dentro de sí fue un:

            ―¿Por qué?

            Un puchero de tristeza tensó los labios de la joven, mientras dejaba soltar un suspiro tembloroso de alivio sombrío al poder ser honesta de una vez por todas.

            ―¿Eso importa?

            ―A mí me parece bastante importante.

            ―No creo que la razón del acto pueda justificar lo que hice.

            Barry dejó caer sus hombros con un aire parecido a la derrota.

            —Por favor. Morgan. Por favor —suplicó—. Necesito que hables conmigo. Que seas honesta. Tu silencio me está matando.

            Morgan asintió contundentemente, desesperadamente queriendo poder tragarse el nudo que tenía en la garganta para poder hablar.

            —Pues... —habló rasposamente, sus dedos enterrándose en sus antebrazos—. Llevaba tiempo sin dormir, sin comer, no recuerdo cuánto. Fue... Algo confuso —las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, resultándole físicamente retador el revivir la historia—. No sé, pensé que le estaba haciendo daño a él... A Thawne, pero no. 

            —Morgan, eso fue culpa de Thawne, no tuya —arremetió puntualmente, pero el rostro de la castaña se deformó con dolor.

            —Barry, basta. ¿Por qué me defiendes?

            Los ojos del velocista se suavizaron con tristeza y una mano viajó a su pecho, por donde tenía el corazón.

           —Porque te amo, Morgan, ¿no es claro? —dijo con un hilo de voz, su tono rozando la desesperación. El corazón de la mencionada se rompió ante sus palabras, derritiéndose en llanto y escondiendo su cara entre sus manos. Barry fue a su encuentro, rodeándola con ambos brazos—. Te amo y también te conozco, ¿sí? No eres una asesina.

            El corazón de Morgan volvió a partirse dentro de su pecho de forma insoportable. Paulatinamente alzó la cabeza para poder absorber la visión del héroe. Él también estaba llorando. Sus facciones se afilaban en donde tocaban la luz, creando un cuadro desolador para Morgan.

            Entonces se dio cuenta de lo mucho que no quería estar ahí.

            Cada dulzura, cada compasión era recibida con un agudo rechazo de su cuerpo. Ella sabía que todos intentarían pasar por alto lo sucedido, pero eso era la peor parte. Todos doblarían sus propios morales para darle una oportunidad que ella no tenía la fuerza de tomar o merecer. No había forma de arreglar lo sucedido, pero Morgan no estaba lista para ser perdonada.

            Ni todo el amor del mundo o de Barry harían que ella se perdonara a sí misma, y hasta que pudiera hacerlo, nada más iba a importar.

            A pesar de lo mucho que quiso correr y esconderse de la filosa ternura del velocista, supo que le debía ese momento. Un momento más. Todo cayó sobre sus hombros como el escombro de una estructura que no podía mantener su propio peso.

            —Yo también te amo, Barry, perdóname. Perdón —pronunció limpiando sus lágrimas y aferrando sus manos a los costados de su rostro para juntar sus frentes en lo que lloraban en silencio—. Ven.

            Morgan le hizo un lugar en la cama, mismo que él aceptó. Como imanes de fuerza descomunal, ambos buscaron todas las cuencas en la figura del otro en las que se pudieran encajar y se aferraron a sus debilitados cuerpos. La meta-humana se encargó de absorber la luminosidad de la única lámpara que quedaba y se sostuvieron en la oscuridad. Morgan comenzó a llorar otra vez, lo más quedamente posible para no poder asustar el sueño del otro, pero sabía que él podía sentir el sacudir de sus hombros. La ciñó con más firmeza y besó su sien sin decir una palabra.

            En algún punto de la noche, ambos se rindieron ante la somnolencia y sus extremidades aflojaron su agarre, pero Morgan no podía descansar. Como una película que no podía apagar, los sucesos del último mes se repetían en su retina con un tenor violento que martillaba lo más profundo de su esqueleto. Barry no pudo estar para ella cuando su ataque de ansiedad picó, haciéndola creer que sus pulmones colapsarían, puesto que Morgan ya estaba lejos de la habitación que recientemente compartían.

            Después de confirmar que su corazón no pararía repentinamente del esfuerzo y que definitivamente el llanto no iba a parar, Morgan comenzó a hacer una maleta. Había sido una idea absurda que ganó fuerza, mientras más cosas empacaba. Para cuando finalizó, su resolución era absoluta. Escribió una nota y la aprisionó en su mano. Bajó los escalones silenciosamente y acomodó el papel en uno de los muebles de la entrada para que fuera visible.

            La madera crujió. Morgan se giró para encarar al origen del ruido y se vio frente a frente con Joe West.

            —¡Joe! ¿Qué haces aquí? —supo que la pregunta era tonta en cuanto la hubo pronunciado.

            —Es mi hogar. ¿Dónde está Barry?

            Ella tragó grueso, siendo inspeccionada por el mayor.

             —Arriba. Dormido.

           Joe asintió seriamente. Tenía un aire desaprobatorio que rasguñaba la piel de Morgan; un aire de detective malo.

            —¿Te vas? —preguntó, haciendo gesto a su maleta.

            Morgan asintió.

            —Lo siento, de verdad. —El sonido de cuatro ruedas rodando enfrente de la entrada se coló por la quietud de la noche—. Me tengo que ir.

            Hubo un silencio en el que sus miradas parecían comunicar más que lo pronunciado. Había recriminación, había vergüenza y había juicios.

            —Espero sepas que no puedes correr por siempre, Morgan. En un punto tendrás que encarar aquello a lo que tanto huyes y el día que decidas hacerlo va a tomar todo tu corazón. No regreses antes —le advirtió.

            Morgan asintió.

            —Sí, lo prometo.

            La castaña le dio un último vistazo a la nota que acababa de dejar en la mesa, solo para girarse y salir de ahí a encontrarse con su taxi sin mirar atrás.

No soy tan fuerte, no puedo. Perdón.
Iré a visitar a mi madre. No me busquen.

—Morgan A. Whitmore

*"Creo que estábamos destinados, pero lo hicimos mal."

(n/a) HIIII, BESTIEEEESSSSSS.

ustedes no están para saberlo, ni yo para contarlo, pero este capítulo antes era +18. JAJSHSAJA sorry por quitarlo, es solo que siento que ahora tengo una comprensión distinta de los personajes y ya no se sentía acorde a la trama o a ellos, sbn. les dejaré con las ganas, ups.

IMPORTANTE. Sé que han habido un montón de personas que me han estado acompañando a lo largo de la publicación de esta obra, así queeeeeee quisiera dar un espacio para unos cuantos agradecimientos. Aunque usualmente no me comenten o simplemente se manifiesten con un voto puntualll jajaj QUIEN SEA, comentenme aquí para hacerles mención especial <3333

si tienen preguntas sobre la trama o lo que sea, también dejenlas aquí sin pena.

¡GRACIAS POR 9.5K LEÍDOS Y 1.5K VOTOS AAAAAAA! ESTOY GRITANDO, TODAVÍA NO LO PUEDO CREER OK. Tienen todo mi corazón. (Edit: 31.1K LEÍDOS Y 3.77K VOTOS, CÓMOOO CUÁNDO QUÉEEEE, EXPLOTO DE AMOR)

con cariño,
NIAM ROCA

[ editado 4 de julio de 2024 ]

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