26. strong enough


・:*:・゚☆∥ 26. strong enough

❝ What's meant to be will always find a way. ❞*


Trisha Yearwood

SU VISTA VIAJABA A TODAS LAS CONSTRUCCIONES ANTE ÉL. Estas se desplegaban delante de sus ojos, una tras otra, agobiante a simple vista, pero reconfortante para el corazón. Era muy humano pararse a pensar el qué significaba cada pequeña luz que lo acompañaba esa noche. Quizás un estudiante procrastinando, alguna persona relajándose después de un pesado día de trabajo o alguna familia disfrutando de una buena cena. Central City realmente tenía su encanto, no por nada había arriesgado su vida múltiples veces para protegerla.

Con una pesadez apoderándose de su corazón, Barry cerró los ojos. Se dejó sentir el aire acariciando sus mejillas, el infinito espacio que lo rodeaba y admirar su pequeñez ante un océano de vidas humanas. Por un momento, dejó que su mente admirara la indescifrable existencia de los demás; lo que sea que lo alejara de sus propios problemas.

―Sabía que te encontraría aquí.

Esa conocida voz lo sacó de su ensoñación, haciéndolo desviar la mirada hasta la figura femenina que parecía unírsele. Iris acababa de aparecer luciendo una camisa de cuadros negros y blancos debajo de una gabardina beige, atuendo que acompañaba con una sonrisa de simpatía. Él bajó la cabeza, soltando una corta risa sin gracia y asintió.

―Tenía que salir del laboratorio. ―Con un suspiró de cansancio, bajó de dónde se encontraba, hasta poder quedar a la altura de la reportera―. Creí que aquí sería buen lugar para pensar.

Ambos amigos apoyaron sus antebrazos en la media pared que tenían enfrente, misma que tenía el propósito de resguardarlos de una mortal caída.

―Oh, lo es, créeme. He venido a pensar mucho aquí ―afirmó con una sutil sonrisa, alternando su mirada entre el castaño y el paisaje―. Cuando no tenía reuniones clandestinas con el misterioso "rayo".

Barry fue atrapado por la mirada de burla que la morocha le dedicaba, logrando sacarle una risa que ambos compartieron.

―Sí, qué bueno que ya no usamos ese nombre.

―¡Oye, creí que era fabuloso! ―defendió Iris en broma.

―Mmmh, no ―declaró después de otra risa.

Sus sonrisas permanecieron en sus rostros, cada vez más tenues, mientras se sumían en un nuevo silencio. De repente, la parte cómica de su encuentro se había hundido pesadamente, dejándolos con ruidosos pensamientos que no pronunciaban en alto.

Iris eventualmente se giró para ver al castaño, sus ojos reflejando las brillantes luces de la noche.

―Entonces, ¿vas a hacerlo?

Barry continuó con la vista fija frente a él, manteniendo un semblante severo. Bufó suavemente, cerrando sus ojos a la par y murmuró:

―Esto es tan... grande. Es la mayor decisión de mi vida y si me equivoco, no podré deshacerlo.

―¿Por qué querrías hacerlo? Volverías a ver a tu mamá, tu papá, tendrías una gran carrera...Tal vez una esposa. ―Esta vez, Barry conectó con los marrones ojos de su mejor amiga con intención. Rápidamente, los dos vincularon a qué se refería―. Iris West Allen, uh.

Barry cerró los ojos un par de segundos, inspirando lentamente el aire.

―No sabemos si eso va a pasar ―objetó el forense, negando ligeramente con la cabeza―. El crecer juntos y... Saber tanto el uno del otro... Por más que quiera comprender el futuro, no lo veo para nosotros de esa manera.

Iris le dio una sonrisa sincera, sintiendo su corazón llenarse de un amor puro.

  ―Lo sé. Sé lo que dices. Te amo, Barry. Eres mi familia. No podría decirte que es una pesadilla ver nuestro futuro de esa forma, pero al mismo tiempo... No suena posible. Veo a Eddie y él es todo lo que quiero. Sé que tú te sientes de la misma forma por alguien más ―incitó, ladeando la cabeza de lado para poder escrutar las expresiones del chico.

Barry le dio una sonrisa melancólica. No estaba sorprendido de que su mejor amiga viera directo a través de él y sus sentimientos.

  ―Es por ella, ¿cierto? ―continuó con cautela―. Morgan es la razón por la cual esta es una decisión tan difícil.

El ceño del héroe se frunció ligeramente, mirando hacia sus manos. Tragó grueso y habló:

  ―A cambio de que yo vaya a salvar a mi mamá, estaré dejando a Eobard Thawne regresar al futuro. Pero no lo quiere hacer solo... Quiere llevarse a Morgan con él. Estaría despidiéndome de ella para siempre.

Iris imitó su acción, frunciendo el ceño, pero en confusión.

―¿Por qué querría eso?

―No lo sé ―admitió con sinceridad―. Realmente no lo sé. Intenté hablar con Morgan.

―¿Qué te dijo?

―Quiere que salve a mi mamá. Quiere que confíe en ella, que ella se encargará de Thawne. ―Los dos compartieron una mirada escéptica. Iris parecía estar preguntando más al respecto, pero Barry negó en señal de que ni siquiera él tenía idea―. Me siento realmente perdido.

  ―Bueno... Morgan es Sapphire ―comentó, aun sin creérselo ella misma. Había admirado a esa figura por tanto tiempo. Al enterarse de que siempre había sido su amiga bajo la máscara, Iris había adquirido una visión mucho más completa de quién era en realidad la castaña―. Después de todo lo que has perdido... Entiendo por qué quiere hacerlo. Si yo estuviera en su lugar, yo también estaría dispuesta a darte un sacrificio tan importante. Todos lo haríamos, Barr. Te mereces una gran vida.

  ―Esa es la cosa. Vivir contigo y con Joe, S.T.A.R. Labs, Morgan... Yo ya he tenido una gran vida, Iris.

Los ojos de la mencionada se humedecieron, esforzándose por no mostrarse abatida.

―Ven aquí, Barry ―pidió, estirando sus brazos hacia él.

Él correspondió, envolviéndose en un fuerte abrazo. Después de todo lo que habían pasado, nadie les hubiera podido advertir que todas sus vidas se resumirían a ese momento, a una decisión.

  ―¿Tú qué crees que debería hacer? ―murmuró con voz ahogada, aún sin soltar a su amiga―. Necesito que alguien me diga.

Iris dio un paso atrás para mirar al héroe. Las lágrimas resbalando por sus mejillas no le impidieron darle una brillante sonrisa.

―Yo creo que... Por una vez en tu vida, Barry Allen, deberías dejar de pensar en otras personas. Deberías hacer lo que dice tu corazón. Haz lo que necesites hacer por ti mismo.



ϟ



NO PUEDO CREER QUE NO HAYAS PEDIDO BIG BELLY BURGER. Te lo dije una vez, en el futuro no hay vacas.

―¿Y cuántas veces tendré que repetirte que por esa misma razón soy vegetariana? ―resopló la castaña.

Sus celdas ya no se encontraban en los rincones oscuros que solían resguardarlos. En cambio, habían sido posicionados uno a lado del otro con una vista completa de lo que había originado todo: el acelerador de partículas. A su derecha, Eobard Thawne no paraba de interrogarla sobre sus decisiones alimenticias, como un incesante e irritable sonidito.

―En realidad, si quisieras evitar la extinción de las vacas, deberías ser vegana.

―Cállate.

―Solo digo.

Ambos se sumieron en un profundo silencio, pues ya no quedaba mucho de qué hablar. Estaba hecho, era hora. Morgan se preguntó qué debería de estar sintiendo. Suponía que su cuerpo debería estar sumido en terror o arrepentimiento, pero a esas alturas solo quería que todo acabara. Sus hombros estaban cuadriculados; tensos. Había alzado su barbilla con fiereza, cansada de mostrarse débil. A pesar de no haber comenzado de esa manera, ella lo había forzado a ser: Irse con Thawne al futuro era su decisión y el tomarla le daba libertad. Morgan se negaba a ser su captiva. Ahora estaba más segura que nunca que el que se estaba encadenando a una pesadilla personalizada sin salida no era ella.

Las compuertas se abrieron frente a ellos, mostrándoles a Flash en todo su esplendor caminando en su dirección.

―Bueno ―comenzó Thawne―, tienes nuestros futuros en tus manos, señor Allen. Y yo sé que puedes hacerlo.

Barry enfocó su mirada en Morgan y ella la mantuvo. Como si así mostrara su aprobación, la meta-humana le dedicó un asentimiento de ánimo.

―Corre, Barry ―dijo con seguridad, sus ojos zafiros sin rastro de dubitación―. Corre.

El pecho del velocista escarlata se infló con determinación, dando la cara al recorrido que estaría por tomar; era imponente, las posibilidades helaban hasta quemar dentro de sus venas. Sin decir una palabra, hizo justo lo que le pedían. Comenzó a correr. Su público observó la estela de energía amarillenta que trazaba con atención minuciosa. Las pupilas de Morgan se dilataron con anticipación.

―Barry, lo que estás viendo es la Speed Force ―Thawne le explicó―. Tu pasado, tu presente y tu futuro simultáneamente. Debes concentrarte a donde tú quieras ir. Así que piensa en esa noche. Piensa en tu madre.

Se hizo un silencio que picó bajo la piel de la joven.

  ―¿Qué sucede? ―preguntó en voz alta.

Con voz de suficiencia, el hombre a su lado respondió:

―Está funcionando.

  ―Está funcionando ―ella repitió bajo su aliento maravillada, cuando el rayo del velocista desapareció.

Barry iba a salvar a su madre.

Una sonrisa afloró en los labios de la castaña ante el prospecto de la vida que Barry tendría con Nora en ella. Esta felicidad proclamó todo el espacio dentro de su pecho y terminó por formar un nudo en su garganta. Esto se sentía correcto. Esto es lo que tenía que hacer. Así tenían que ser las cosas. Este pequeño rebate de emoción se vio interrumpido por la formación del ya esperado agujero entre el espacio y tiempo que estaba tomando lugar a su izquierda. Tenía un color violeta oscuro con iluminación cerúlea y sombras profundas de color negro. Parecía estar ganando fuerza con el paso de los segundos. Esto marcó su tiempo de abandonar la celda para encontrarse cara a cara con Thawne nuevamente. Él la miró con una media sonrisa e inspiró aire hasta llenar sus pulmones.

―Lo has hecho bien, Morgan ―la apremió palmeando su brazo―. Lo has hecho muy bien.

―Ya lo sé.

Momentos después, la cápsula que calificaba como su vehículo de escape se materializó a unos pasos de ellos. El científico no tardó en formar círculos alrededor del aparato, inspeccionándolo con chispas en los ojos. Joe se dio a ver sosteniendo un arma frente a él y Cisco le siguió los pasos, mirando al velocista presente con apatía.

―Es hermoso ―exclamó, señalando al artefacto diseñado por Cisco para después entrelazar sus brazos por su espalda―. Rip Hunter estaría impresionado. Él construyó la primera de estas. Hombre interesante.

El agujero formado por Barry repiqueteó con un extraño zumbido, además de exteriorizar un blanquecino brillo previo a expulsar algo de este. El objeto salió disparado directo al suelo cerca de ellos, causando que toda la atención cayera en él.

Era un casco de metal con alas sobre este.

Morgan miró a todos los presentes por si alguno de ellos daba alguna reacción significativa, pero todos parecían igual de confundidos que ella.

―Oigan, ¿qué demonios es eso? ―Joe preguntó de inmediato con el ceño fruncido.

―Es nuestra señal para irnos ―Thawne mencionó, frunciendo los labios en extrañeza. Se giró hacia Cisco y dio un par de pasos en su dirección―. Gracias, Cisco.

El ingeniero le musitó algo de regreso que Morgan no pudo escuchar, pero lo hacía con toda la desidia posible. El hombre en el traje amarillo pareció descontento con su reacción. Con un semblante en blanco, se giró a su acompañante de viaje.

―Despídete ―le ordenó.

Morgan, quien había evadido en toda su capacidad a las otras dos personas en su presencia, se obligó a dirigirse a ellos. Tragó grueso antes de hablar.

―Adiós, Cisco.

  ―Morgan, no lo hagas ―le pidió entre dientes, echando un vistazo al velocista detrás de ella.

Ella no respondió, simplemente tuvo la audacia de rodearlo en un fuerte abrazo.

―Despídeme de Caitlin, por favor.

Siguiente, se condujo hacia Joe.

―Gracias por todo, Joe. Y lo siento. ―El hombre ni siquiera le contestó, solamente negó para sí mismo. Y ella lo entendía, no esperaba una calurosa despedida―. Cuídense.

Al unírsele a Thawne, quedó gratamente sorprendida de la construcción interna de la cápsula. Jamás había estado en un vehículo parecido, de eso no cabía duda. La puerta de esta se cerró frente a sus ojos y Morgan dejó de respirar correctamente. Era como tener los pulmones llenos de algodón.

Eobard presionó un botón. La cápsula comenzó a elevarse en el aire, levitando en su lugar por unos momentos. Se giró con dirección al oscuro agujero y pudo ver al conductor sonreír, sabiendo manejar con exactitud cada acción de esa nave.

―Ahora sí... Vamos a casa ―murmuró, principalmente para sí mismo.

Esa declaración pareció realmente sellarlo, pero fue encontrada con una bofetada en la cara. Una figura apareció a toda velocidad directamente hacia ellos. Morgan apenas alcanzó a ahogar un grito, cuando un impacto sacudió el vehículo hasta destruirlo en pedazos. La meta-humana sintió su cuerpo volar por los aires, hasta golpear el suelo con miles de cristales rotos cayendo a su alrededor. Ella soltó un gemido de dolor, procesando lo que acababa de suceder. Todo había pasado tan rápido.

―¿No la salvaste? ―escuchó a Thawne escupir con desprecio―. ¿Por qué?

Morgan frunció el ceño y se giró hasta quedar sobre su espalda, su cara arrugándose al ahogar el dolor que causaban los pequeños fragmentos incrustándose en su piel. Escuchó más cristal romperse.

―Pudiste tener la vida que querías ―continuó el velocista en amarillo, cada vez más exaltado―. ¡Pudiste haber tenido todo lo que siempre deseaste!

Estaba haciendo un gran esfuerzo por intentar reincorporarse, pero el impacto seguía vibrando en cada centímetro de ella. Poco a poco pudo girarse hasta apoyar su antebrazo derecho en el suelo. Su cabello había escapado de su capucha, cayendo largo a su costado. Parpadeó un par de veces, queriendo enfocar la vista en lo que sucedía.

Los velocistas habían logrado incorporarse, uno frente al otro. Barry parecía estar respirando pesadamente, con su pecho subiendo y bajando notoriamente.

―Ya lo tengo ―declaró con una mueca que llegaba a asemejarse a una sonrisa.

Thawne echó su máscara sobre su cabeza, alterando su voz y mostrando esos ojos rojos que tanto lo caracterizaban.

―No por mucho.

En un parpadeo, los velocistas se vieron envueltos en una persecución de la cual no pudo mantener el paso. Los rayos de colores pasaban y pasaban, imposible identificar quién era quién. En algunos puntos se podía reconocer el cómo frenaban para atentar físicamente contra el otro, solo para seguir corriendo en el mismo ciclo sin fin.

Los ojos de la joven cayeron en Cisco y Joe, también afectados por la colisión. Parecían inertes, boca arriba. Morgan se mordió el labio con impotencia, degustando un persistente sabor a sangre en su boca. Terminó por bufar, echándose de espaldas al suelo nuevamente para reunir valor. Sus planes estaban completamente arruinados gracias a Barry. ¡Había estado tan cerca! Tan cerca. Lamentarse no se encontraba entre sus posibilidades. Ahora mismo tenía que improvisar algo rápido.

Con más lucidez, Morgan se impulsó para terminar firme sobre ambos pies. Como pudo, se sacudió los fragmentos de cristal de su cuerpo, escuchando el titileo de estos al caer de vuelta al suelo. Justo frente a su línea de visión, Thawne acorraló a Barry contra una pared, golpeándolo velozmente. Sin tomar un respiro, el hombre cruzó el rostro del héroe con su puño.

Para ese entonces, Morgan ya había recogido el pedazo de cristal más puntiagudo que pudo encontrar. En cuánto su mano rodeó el material fragmentado, Morgan pudo sentirlo encajarse en su piel. Un cálido y espeso líquido rojizo resbaló por su mano, hasta manchar la transparencia del vidrio. Sin pensarlo dos veces, dirigió la punta de este directo a su garganta.

―¡Thawne! ―gritó lo más fuerte que pudo.

Violentamente, el mencionado giró la cabeza en su dirección.

―Morgan, baja eso ―su voz sonaba realmente ronca debido a la distorsión.

―¿Qué haces? ―jadeó Barry, removiéndose bajo el agarre de Thawne con hostilidad―. ¡Morgan, qué demonios haces!

Los ojos del héroe parecían inyectados en desesperación, luchando por respirar correctamente, pues Reverse Flash estaba ejerciendo presión en su garganta. Por su parte, el velocista amarillo se mantenía inexpresivo con su máscara, teniendo sus ojos rubíes clavados en ella. Al ver que no flaqueaba en su decisión, tomó de esta misma máscara y la bajó, dejando ver su rostro.

―Querida, baja eso. ―Como respuesta, ella enterró la punta un poco más en su cuello. Un constante flujo de sangre comenzó a salir de este punto de presión, combinándose con el de la mano que se aferraba al filoso cristal. Esto pareció provocar más al hombre―. ¡Morgan, suéltalo!

―¿Por qué te importa tanto? ―pronunció con firmeza, profundamente confundida por su inesperada reacción. Ella expresó su amenaza como mera distracción... No pensó que fuera a generar la revolución de emociones que el velocista amarillo mostraba en sus ojos. No tenía sentido―. Suelta a Barry o despídete de mí y de tu jodido equipo de ensueño.

El semblante del hombre cayó, mirándola con resentimiento. De un segundo a otro, había soltado a Barry para llegar hasta ella, tomándola del cabello y tirando de éste hacia atrás. Anticipando lo siguiente, Morgan alzó su mano libre para mantener al velocista escarlata en su lugar con ayuda de sus poderes. No requería mucho de su esfuerzo, el pobre había quedado realmente agotado por la privación de oxígeno y los golpes físicos.

―¡No, Morgan! ¡Morgan, por favor!

―Si así lo quieres. ―Thawne alzó su mano a altas velocidades, justo como la vez en la que había perforado su estómago. Como respuesta, ella soltó el cristal que estaba sosteniendo, haciéndose añicos en el suelo. Lo siguiente, lo dijo dirigido al héroe―: Para que quede claro, después de que veas como mato a tu preciada Morgan, los mataré a todos ustedes. Y luego mataré a tu padre. Yo siempre gano, Flash.

Barry parecía seguir gritando súplicas, pero Morgan no escuchó. Su mirada estaba enfocada en los fríos ojos de Eobard, escrutándolo a detalle, hasta tener una realización. Soltó un bufido junto a una pequeña sonrisa de sorna e incredulidad. Había dubitación en sus acciones, estaba siendo frenado.

  ―No te atreves, ¿cierto? No quieres matarme. ―Thawne parpadeó un par de veces, aparentemente inexpresivo, mientras Morgan persistía en su acusación con voz cada vez más alta. Había inflado su pecho y acercado su cara a la del hombre, casi retándolo a que la cruzara con su veloz mano de una buena vez por todas―. ¿Por qué, Eobard? ¡Dime! ¿Por qué es tan jodidamente importante mantenerme viva? No hay manera de que tus razones no sean meramente egoístas, así que solamente dime qué es lo que ganas.

El rostro del científico se deformó en una mueca de contrariedad.

―Eres... La fuerza... El poder... Podría haber sido cualquier persona, pero fuiste tú ―profirió entre dientes con evidente disgusto, casi como si le costara emitir sonido desde el fondo de su garganta―. ¡No te necesito!

Los orbes del velocista amarillo se inyectaron en odio, sus fosas nasales se dilataron y su mandíbula se tensó. El agarre que tenía en su cabello se reforzó, para así elevar su veloz mano y ponerla en curso directo a su corazón.

  ―¡No!

El devastador grito de Barry se vio opacado por el potente sonido de un disparo.

Morgan fue tomada desprevenida al no verse dañada por el hombre frente a ella. Al contrario, éste comenzó a tambalearse hacia atrás, dejándola ir. Su imprevisible libertad del agarre de su agresor evitó que sus piernas pudieran sostenerla a tiempo, provocando que se viniera abajo. Sus ojos casi salieron de su órbita, cuando logró dar con el origen de tal estruendo.

  ―No ―susurró para sí misma algo aturdida.

Eddie Thawne se encontraba perfectamente inmóvil con la mirada ligeramente perdida, un arma en su mano derecha y una sangrante herida de bala en el pecho. Morgan sintió su sangre viajar hasta sus pies con un cosquilleo estremecedor, su mandíbula cayendo hasta el suelo. Lentamente, regresó la mirada al hombre que había estado a punto de perforar su corazón. Él la miraba intensamente, vibrando sin control alguno de sí mismo.

―¡Eddie! ¿Qué hiciste? ―El fuerte grito de su compañero detective retumbó en las paredes, mientras corría directo hacia él. El rubio cayó en sus rodillas, mientras Joe llegaba a su lado repitiendo una y otra vez con incredulidad, corto de respiración―: ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste?

Joe lo sostuvo de los antebrazos con lágrimas en los ojos, frenando su caída y recostándolo en el suelo.

―No existen las coincidencias ―murmuró suavemente.

Eddie ya comenzaba a sudar frío e intentaba no mostrar el dolor en su voz, cada vez perdiendo más control sobre su propio cuerpo.

―¿Qué está pasando? ―Barry, por su parte, estaba en un estado de shock.

Morgan había parado de ejercer su poder sobre él, pero parecía estar pegado al suelo, observando al velocista amarillo frente a él pedir ayuda.

―Eddie es su ancestro ―Cisco señaló conectando la situación―. Si Eddie fallece, jamás habrá nacido y será borrado de la existencia.

Eobard cayó de rodillas con la mirada fija en el techo. Su respiración estaba entrecortándose con derrota. Poco a poco, la cara de Harrison Wells se fue difuminando hasta regresar a su apariencia original, algo que ninguno de ellos había visto antes.

―¡No! ¡No! ¡Eddie! ―los desgarradores gritos de Iris llenaron el lugar, mientras corría hasta arrodillarse a un lado de su pareja con urgencia―. ¿Eddie? No, no ―le rogó con la voz rota, mientras lo rodeaba en brazos―. Quédate conmigo, ¿sí? Quédate.

―Se equivocó ―El rubio habló con voz ronca y una pequeña sonrisa en sus labios―. Resulta que soy un héroe después de todo.

  ―Lo eres, Eddie ―le aseguró firmemente entre sollozos, su rostro deformado en dolor―. Tú eres mi héroe.

―Es lo que siempre quise ser ―afirmó respirando con dificultad―. Tu héroe.

El herido sintió su garganta cerrarse, mientras seguía batallando por oxigenarse correctamente. Iris se alarmó sintiéndose completamente impotente. Y Eddie dio su último respiro, antes de que sus ojos perdieran la vida en ellos. Inmediatamente, Iris soltó un alarido al ver que el tiempo se había agotado antes de que ella hubiera estado lista de despedirse de su prometido. Lo tomó con más fuerza y escondió su cara en su pecho, llorando sin consuelo.

Por su parte, Eobard quiso aprovechar su fuerza restante para impulsarse hacia Morgan. Para su mala suerte, la constante vibración de su cuerpo evitó que pudiera aferrarse a alguna parte de la anatomía de la castaña, haciendo que soltara un gruñido de frustración.

―Morirás a manos de Flash, ¿me escuchaste? Él te quitará todo y te arrepentirás de no haberme escuchado.

Morgan no pudo hacer más que parpadear y observarlo con un nudo en la garganta. La piel de Eobard comenzó a abrirse en grietas con partículas desprendiéndose de su persona como si fueran arrastradas por una ráfaga de viento. Con un fuerte clamor, se esfumó.

Barry miró el espacio donde antes se encontraba el velocista amarillo, apenas pudiendo procesar lo que acababa de suceder. Su boca estaba abierta y sus extremidades parecían querer moverse, pero se frenaban a sí mismas titubeantes.

Eventualmente, superó su estupefacción inicial para buscar a Morgan con frenesí. Cuando su mirada cayó en ella, pudo verla observar la situación con ojos desenfocados y rojizos. Se veía tan rota de rodillas en el suelo. De su mano continuaba emanando líquido carmesí, así como de su cuello, mientras mantenía sus labios entreabiertos en conmoción.

―Morgan ―la llamó suavemente.

―Pero... Yo me encargaría ―susurraba para sí misma sin despegar los ojos de Eddie―. Me encargaría.

―¡Morgan! ―alzó la voz con más presencia, logrando llamar su atención dentro de su transe.

Ella posó sus ojos azules en él, abriendo y cerrando la boca un par de veces. El nudo en su garganta se había hecho completamente insoportable y ahora su pecho subía y bajaba violentamente.

Barry se acercó con pasos dubitativos en un principio; ella imitó su acción, poniéndose de pie con movimientos torpes y desorientados. No tardaron en aumentar el ritmo de su acercamiento, hasta poder estar lo suficientemente cerca como para envolverse en un vigoroso abrazo. Morgan enredó sus brazos alrededor del cuello del joven con intensidad, rompiendo en llanto, mientras murmuraba cosas que apenas tenían sentido. Barry, que sostenía su menudo cuerpo contra él como si su vida dependiera en ello, intentó acariciar su espalda para consolarla.

  ―No vuelvas a hacerme eso ―suplicó Barry con sus ojos llenándose en lágrimas que se esforzaba por alejar. Su ceño se había tensado hacia arriba, respirando con dificultad.

Había tantas cosas que ella quería decir. Sus emociones se arremolinaban dentro de sí, se enredaban, la rasguñaban, todo en un perfecto desorden. Lo que fuera que cruzara por su mente, no había fuerza humana que le permitiera formular algo entre su persistente llanto.

Aunque no querían hacerlo, un imponente estrépito provocó que se separaran. El piso había comenzado a temblar, así como pequeños derrumbes ocurrieron en el techo. Era el agujero entre el espacio-tiempo. Se había desestabilizado y ahora se abría paso por el techo, destruyendo toda la infraestructura.

―¡Chicos, eso no es bueno! ―gritó Cisco, aun perturbado.

Se estaba reabriendo.

Barry clavó su mirada en la meta-humana una vez más. La imagen que tenía de ella apuntando un cristal a su garganta persistía dentro de su mente. Optó por sostener su rostro con ambas manos por unos significativos segundos, como si apenas pudiera creer que ella realmente estaba bien, y plantó un beso en su coronilla. Morgan le regresó una mirada cristalina y expresiva, entrelazando sus manos para finalmente tirar de él, haciendo que ambos se precipitaran a ayudar a sus amigos.

  ―Iris, debemos irnos ―le advirtió Barry con urgencia en su voz.

  ―No lo abandonaré ―se resistió, aferrándose al cuerpo inerte de Eddie, su voz ahogada en sufrimiento.

El agujero ya comenzaba a jalar cosas con él.

―Debemos irnos ya. Lo lamento ―reclamó Joe tirando de su hija y evadiendo su propio pesar al abandonar a su compañero ahí.

Lo más rápido que podían, todos salieron de ahí atravesando puertas, pasillos y escaleras, hasta salir del edificio. Ahí afuera, el peligroso celaje se cernía amenazantemente sobre ellos. El agujero había tomado una fuerza bestial, absorbiendo en él miles de objetos en Central City. Las nubes se aglomeraban alrededor de éste, tornándose de un azul oscuro y eléctrico.

―Así que eso es lo que no queríamos que pasara ―Cisco habló alto, haciéndose escuchar por encima de los poderosos vientos que impactaban contra ellos.

  ―¿Qué está haciendo? ―Caitlin preguntó con Ronnie a su lado.

―Alimentándose ―respondió el profesor Stein―. La singularidad no se detendrá ni después de que la Tierra desaparezca. Me temo que el disco de acreción ya está formado.

―¿Qué? ―intervino Joe con terror.

―El material difuso que está en movimiento orbital alrededor de la singularidad.

―¿Eso qué significa? ―Caitlin no pudo ocultar su propio temor.

Morgan sabía qué significaba. A tientas, buscó la mano del velocista hasta dar con ella. Tímidamente, entrelazo su dedo meñique con el suyo, acción que no fue rechazada.

―Hay que irrumpir el movimiento ―Barry habló con más valor―. Básicamente es igual al tornado, pero al revés.

―Solo que más grande ―Morgan se animó a agregar―. Y tenebroso.

―El evento tiene un nivel de energía de al menos 6.7 teraelectronvoltios. No puede interrumpirse ―les advirtió el profesor Stein.

―6.7 teraelectronvoltios suenan como un paseo en el parque ―Morgan pronunció, recogiendo su cabello para mantenerlo fuera de su cara.

Cisco la miró atónito: era una completa visión de sangre, convicción e insania.

―Tienes que estar bromeando.

―Tenemos que intentarlo ―Barry completó, uniéndose.

Los dos se voltearon a ver. Realmente no había palabras correctas para esos momentos, por lo que se limitaron a intercambiar miradas que solo ellos podían descifrar.

Los hechos eran los siguientes: no estaban bien. La muerte de Thawne no había hecho que las últimas semanas mágicamente desaparecieran. Con todo en suma, ellos comprendían que había algo esencialmente incorrecto en su relación. Por otra parte, un agujero negro se encontraba engullendo la vida como la conocen frente a sus ojos y no contaban con grandes esperanzas sobre sus prospectos.

En un movimiento lleno de determinación, los meta-humanos se cernieron sobre el otro hasta poder juntar sus labios. El beso que compartieron fue franco y firme. Sabía a sangre con un toque de desesperación. Se sostuvieron el uno al otro como si quisieran dejar huellas sobre sus pieles; huellas permanentes que fueran imperturbables por la muerte o cualquier otro mal, pues en los siguientes momentos tendrían que soltarse y permitirse sacrificar el uno al otro por un bien común.

Una noche un rayo decidió caerles encima, si fue destino o casualidad nunca lo sabrán. Esa misma noche un velocista psicópata acordó en darle una segunda oportunidad en la vida a Morgan, llevándola a conocer al hombre que le regresó la felicidad y el multicolor que nunca supo que faltaba en su vida. El mundo se estaba cayendo a pedazos y ellos estarían dispuestos a verlo arder a su alrededor, simplemente con tenerse el uno al otro.

Pero no lo harían.

Ellos nunca habían elegido enamorarse, pero sí habían tomado la decisión consciente de ser héroes. No ignorarían el llamado del deber.

Rompieron su contacto para tomar una bocanada de aire. Al separarse definitivamente, intercambiaron un pequeño asentimiento reconfortante, se colocaron sus respectivas máscaras y ambos partieron por su lado a hacer lo que hacían mejor: salvar a Central City.

(n/a) AAAYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY.

Como quizás podrán ver debido a la narración final, este estaba pensado en ser el último capítulo. *gritito* Lo que pasa es que hay un par de cosas que debo poner, pero voy a ver si cabe todo en un epílogo o si hago otro capítulo, y después el epílogo. EN FIN, ESTOY GRITANDO OK. HEMOS LLEGADO TAN LEJOS.

HABRÁ SEGUNDA PARTE, PARA LOS QUE NO SABEN. Les daré más detalles al respecto la siguiente semana. ESTOY TAN EMOCIONADA.

¡Gracias por todo el apoyo! Está semana se han estado uniendo nuevxs lectores, así que BIENVENIDXS. Es un honor tenerlxs aquí.

¡No olviden votar y comentar, lo apreciaría mucho!

les manda un besito,

NIAM ROCA

[ editado 8 de junio, 2022 ]

daaaaaamn con lo mucho que me he tardado en editar estos últimos capítulos. les mando un perdón y un besito ok.

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