21. tainted soul


・:*:・゚☆∥ 21. tainted soul

❝ Show me a hero and I'll write you a tragedy. ❞ *


F. Scott Fitzgerald

―¡AUCH!

            ―Perdón, perdón. ―Morgan lo miró de reojo hasta soltar una corta risa que reprimió rápidamente frunciendo sus labios. El rostro de Barry se tornó de un suave rojo, haciéndolo soltar otra risa nerviosa―. ¡Perdón!

            ―Está bien ―la castaña se encogió de hombros con simpleza―. Me dejó de doler desde el tercer o cuarto.

            Acababan de terminar con una de sus jornadas heroicas, aunque ésta había sido ligeramente distinta a las demás. Cisco los había mandado a probar equipaje nuevo (complejos artefactos que supuestamente los haría más eficaces), sin embargo, su propia torpeza les ganó. Los aparatos no llegaron en una pieza.

            Cisco se enojó demasiado. Demasiado. Barry y Morgan acordaron quedarse a ayudar, en un intento de mejorar la situación. El ingeniero no tardó en sacarlos de su laboratorio, argumentando que estorbaban más que ayudar. El par se había rehusado a regresar a sus respectivos hogares, pues si Cisco se quedaría a trabajar tarde a causa de sus desastres, ellos se quedarían también.

            Hasta le compraron la cena.

            Los héroes regresaron al Córtex, que estaría sumido en la oscuridad de no ser por una única lámpara que bañaba cierta área de pobre luz amarillenta, y se pusieron a escuchar música para pasar el rato. De un momento a otro, la pregunta de que si Barry sabía bailar había brotado de los labios de la castaña. Con mucha seguridad, el velocista había establecido que sí sabía.

            Ella le pidió que se lo demostrará.

            Parados en el centro del lugar, conectaron sus manos por un lado. Haciendo uso de sus manos libres, Morgan la posó por la nuca del joven y Barry la pasó por detrás de ella.

            ―Barr ―lo había llamado entre risas―. Tu mano está prácticamente en mi axila. ―Sin dejar de reír, Morgan lo corrigió, posicionando su mano en su espalda baja―. Mucho mejor.

            No habían pasado ni un par de canciones, cuando Morgan se había convertido en víctima de una serie de pisotones. A ella le parecía realmente hilarante.

            ―Esto es un desastre ―murmuró Barry con una sonrisa―. No sé qué... No sé por qué...

            ―¿Te pongo nervioso, Barry? ―lo provocó con un brillo de burla en sus ojos.

            ―Te das demasiado crédito a ti misma ―la molestó de regreso.

            Ella soltó otra risa, echando su cabeza hacia atrás.

            ―Si fueras tan bueno para bailar como para destruir el equipo de Cisco, me hubiera ido mucho mejor.

            ―¡Hey, hey, no! Tú tienes la culpa tanto como yo.

            ―Okey, alto ―Morgan se detuvo en su lugar para mirarlo a la cara en cuanto The Night We Met de Lord Huron comenzó a sonar por los altavoces―. Amo esta canción, así que tienes que relajarte.

            ―Estoy relajado. ―Ella le dedicó una mirada de reclamo y Barry asintió―. Bien, me relajaré.

            Sin previo aviso, Morgan le soltó un golpe en el pecho.

            ―Tienes que parar de dejar que te consuma tanto la culpa, Barr, lo digo en serio. Fue un accidente y Cisco no estará enojado por siempre. ¡Le compramos un paquete especial de Big Belly Burger! Ahora, quiero ver esa sonrisa.

            Barry le dio una extraña mueca de mala gana solo para hacerla reír y cumplió su cometido. Negando con diversión, ella alzó sus manos hasta posarlas en sus hombros. Aplicó presión en estos y masajeó ligeramente sus músculos, sintiéndolos ceder bajo su tacto.

            ―Ahora, respira ―le indicó con un gesto. Los dos inspiraron profundamente para posteriormente exhalar acompasados. Una brillante sonrisa se esparció en el rostro de Morgan―. ¿Mejor?

            Él asintió contagiándose con una sonrisa también.

            ―Mejor.

            Lentamente, regresaron a su posición anterior. Se manos se encontraron; Morgan pasó su brazo por la nuca del héroe y él correspondió realizando un recorrido de la cintura de la menor hasta su espalda baja. Se juntaron el uno al otro con sus perfiles casi rozándose y comenzaron a moverse al tiempo de un vals lento con la voz de Lord Huron de fondo.

            Esta vez, ambos pudieron tomar el paso con concordancia. Se mecían suavemente de lado a lado, encontrando cierto reconforte en el tacto del otro. La satisfacción de un día entero de hacer el bien comenzó a inundarlos con sutileza, estando en una habitación que de día los suplementaba de una energía caótica, pero que en esa noche parecía guardarlos en un pacífico secreto.

            ―¿Barr? ―Él soltó un pequeño gemido en señal de que la estaba escuchando. Morgan sintió las vibraciones del sonido contra su pecho―. ¿Qué pensaste de mí cuando me conociste?

            Él se rio ante el recuerdo.

            ―¿Por qué preguntas?

            Ella se encogió de hombros.

            ―Estaba intentando recordar lo que yo había pensado; si alguna parte de mí habría imaginado que terminariamos aquí, pero creo que no tengo memoria.

            ―Bueno, pues... Pensé en que jamás había conocido a una niña tan seria y tensa. ―Eso logró hacerla reír―. Por un momento consideré que fueras un robot.

            ―Me ofendería, pero tiene sentido. En mi defensa, no tenía mucha experiencia con el sexo opuesto. Pensé que olerías mal.

            Barry rio en respuesta, dándole un apretón juguetón en su torso que la hizo retorcerse ligeramente.

            ―Nunca entendí por qué te caía tan mal ―murmuró con una diversión nostálgica.

            ―¡No me caías mal!

            ―¿Ah no? Entonces, ¿por qué me tratabas como si tuviera la peste o algo?

            ―Si eso fuera verdad, ¿crees que me hubiera unido al equipo de robótica contigo? ―contraatacó.

            ―Bueno, eso fue divertido. Solo que lo escondías como si fuera el peor de los secretos.

            Morgan contuvo una risa frunciendo sus labios y apoyando su cabeza suavemente en el hombro del velocista.

            ―No sé, me sentía rara a tu lado, pero jamás te quise lejos. Decidí no esforzarme tanto en ser tu amiga, porque... Bueno, porque creí que tendríamos más tiempo. Que eventualmente las cosas tomarían su lugar y estaríamos bien.

            ―Y eventualmente lo hicieron.

            La castaña sonrió y aspiró la colonia del velocista. Él tenía razón, eventualmente las cosas habían tomado su lugar y, como era esperado, se sentía de maravilla.

            ―Me equivoqué contigo, Barr. Hueles bastante bien.

            Él rio ante el comentario, haciéndole cosquillas en el cuello con su aliento.

            ―Gracias, eso intento.

            Barry la tomó de ambas manos, le dio un suave empujón lejos de él para después volver a atraerla, dándole la vuelta. Morgan terminó con su espalda pegada al pecho del héroe, rodeada entre sus brazos con sus manos todavía unidas. Así siguieron meciéndose de lado a lado.

            ―¡Vaya!

            ―Te dije que sabía bailar ―se regodeó con sorna.

            Morgan pudo sentir la piel de su nuca erizarse, por lo que ella misma se impulsó a dar una media vuelta de regreso a su posición original. Sin embargo, esta vez Barry tomó de su mano con mucha más cautela, y en vez de dejarlas en el aire, él las atrajo hasta apoyarlas sobre su pecho. Ella podía sentir los erráticos latidos del velocista contra el dorso de su mano, terminando siendo extrañamente relajante para ella.

            ―Bien, quizás te subestime ―admitió, encogiéndose de hombros despreocupadamente.

            ―Tú no terminaste siendo la peor bailarina posible.

            Ella alzó las cejas, decidiendo tomarse ese comentario como un cumplido.

            ―Gracias, Allen.

            Dieron un par de vueltas, dándose la oportunidad de tomar una distancia que les permitiera ver sus rostros. Barry pareció escudriñarla, antes de susurrar apenas audible:

            ―Espero no suene extraño, pero necesito que sepas lo mucho que me gusta tu sonrisa.

            El comentario no hizo más que ensanchar el atributo mencionado, calentando sus mejillas.

            ―Bueno, a mí me gusta cuando me haces sonreír.

            Él alzó las cejas, ligeramente sorprendido por su respuesta contundente.

            ―El placer es todo mío.

            Ambos se miraron por unas pausas más, sorprendidos por la naturalidad con la que habían abordado una conversación algo más personal o coqueta de lo que acostumbraban. Les gustaba. Un poco cohibida, Morgan volvió a apoyar su mejilla en su hombro, así evadiendo su mirada.

            ―¿Crees que Cisco nos perdone? ―preguntó en voz baja―. No es por nada, pero usualmente él es quien monitorea mis signos vitales.

            Morgan rompió en risas una vez más.

            ―Oh, alégrate, Flash. Lo más seguro es que para mañana ya lo tenga olvidado. Y si no, seremos más insistentes.

            ―Siempre suenas demasiado confiada. En todo. ¿Se supone que tengo que creerte?

            ―Siempre tienes que creerme. Todo estará bien al final. Si no está bien, no es el fin. Lo dijo John Lennon; o quizás fue mi tía, no lo sé. Quien lo haya dicho, son sabias palabras.

            Ahí juntos, bailando en una habitación con poca iluminación, todo parecía dado por hecho; escondidos en una ingenua promesa de tener tiempo que no se acaba. Jamás hubieran pensado que desde el primer momento habían sido condenados.

            No sabían que se encontraban bailando lento en una habitación que ya se había prendido en llamas.


ϟ




QUERÍA DARSE POR VENCIDO. Cada átomo de su cuerpo le gritaba que no podía más y por más que quisiera encontrar motivación para seguir, su corazón estaba vacío. Su sentido de heroísmo se veía ahogado en su propia culpa y terror. No solo Morgan no estaba a su lado, sino que un nuevo criminal acechaba a Central City. Lo llamaban Trickster, y tal como su nombre daba a entender, él los engañó a todos escapando de Iron Heights y llevándose consigo a Henry Allen de rehén.

            Teniendo tantas cosas en la cabeza, Barry había acabado en el pent-house de Morgan, como si allí pudiera encontrar algunas respuestas. El lugar estaba completamente solo con un silencio imperturbable. Nicholas Hunt se había negado a regresar o a remodelar su destruida cocina. No quería hacer nada sin tener a Morgan de vuelta. Barry no lo culpaba.

            Realmente apestaba no tener a Morgan cuando más la necesitaba. Ya no podía confiar en nadie; no podía confiar en Cisco, ni en Caitlin, mucho menos en el Dr. Wells. Pensó que rondar por su piso vacío lo ayudaría a conseguir una mínima parte de su esencia, pero por ahora no tenía ningún éxito. Todo el lugar sin su preciada castaña era solo otra estructura más.

            Al estar en su habitación, supo que su ausencia sería más difícil de lo que pensaba. Podía oler su perfume, pero no era lo mismo. Veía sus fotografías: mismos ojos color mar, pecas esparcidas en toda su cara y sus finos labios rosados; Barry podía ver todo lo que le gustaba de ella, pero nunca sería lo mismo. Quería su calor, su tacto y el sonido de su voz.

            Ella sabe cuidarse sola, intentaba recordarse. La había subestimado demasiadas veces como para entenderlo, ella estará bien.

            Pero él no lo estará. No lo estaba. Estaba perdiendo la cabeza al segundo. Si no podía proteger a su padre y a la mujer que amaba, ¿cómo se supone que tendría que proteger a una ciudad entera? ¿Cómo se supone que podría seguir siendo Flash?

            Sin poder estar un segundo más ahí, bajó las escaleras con rapidez hasta terminar nuevamente en la cocina. La pared chamuscada seguía con su terrible aspecto, así como los agujeros alrededor. El olor a quemado ya no era tan persistente y en medio de tanta miseria seguía la taza de Morgan. La misma que se suponía que contendría su té, la noche que desapareció. Barry la tomó entre sus manos, siendo la primera vez que la inspeccionaba.

            Si su memoria no fallaba, Nicholas les había dicho que ella misma la había pintado. Estaba tan orgullosa de esa taza, que la usaba para todo. Eso logró sacarle media sonrisa al héroe. En su totalidad, la porcelana estaba cubierta de un suave tono verde. En el centro lucía un arcoíris descuidado, encima de una frase.

           "La esperanza es como el sol. Si solo crees en él cuando lo ves, nunca superarás la noche."

            La letra estaba clara, amontonada en el centro. Era una frase de Star Wars. Barry soltó una risa seca, dejando la taza en su lugar y tallando su cara con ambas manos. No podía creer lo desapercibido que pasaba para las personas lo nerd que Morgan era, cuando llevaba esa taza a todas partes. El castaño tomó un suspiro profundo, volviendo a posar la mirada en la taza.

            Nunca superarás la noche.

            Llegó buscando una parte de ella y la había encontrado, pero no había hecho nada más fácil. Su optimismo era mucho más contagioso, cuando salía de sus labios. Ahora Barry tendría que encontrar la manera de infundírselo solo, porque era lo mínimo que debía hacer por ella. Barry tenía que seguir adelante.

            Con un nuevo aire y el corazón ligeramente más lleno, el velocista salió de ahí.





ϟ




MORGAN ODIABA SU CELDA. Había sido trasladada a uno de los cubículos más extraños que había visto en su vida. El lugar en su totalidad era de un blanco impoluto, que se extendía sin conocer horizontes. Ella no sabía con exactitud las dimensiones de su prisión, lo único que sabía es que en cada dirección sólo podía dar unos cuantos pasos hasta chocar con una división transparente.

            Podría jurar que era cristal, pero siendo sinceros no sabría qué tan correcta sería esa afirmación. En un momento de paranoia había rodeado el cubículo en su totalidad, golpeando cada centímetro de este en busca de algún punto débil. No tenía.

            La única perturbación en esa quieta habitación, aparte de ella misma, era un hombre inconsciente. Morgan asumió que él tendría su propio cubículo. Algunos rasgos en él lograban resultarle familiares, pero no había podido ubicarlo en su mapa mental. Le calculaba unos 40 y tantos años, con un cuerpo fornido, pero no deportivo; abundante cabello castaño, acompañado de una barba de candado bastante bien formada. A él no le habían dado cambio de ropa, sino que seguía vistiendo un arrugado traje de oficina.

            En todo su tiempo ahí, jamás lo había visto despierto. Eso la llevaba a revisar nerviosamente, en distintos intervalos de tiempo, si continuaba respirando. Hasta el momento, todavía lo hacía.

            Conectando uno con uno, Morgan asumió que de él pertenecían los lamentos que había escuchado, cuando despertó atada a la camilla. Thawne no había tenido el gesto de compartir el qué hacía ese hombre ahí, pero al mismo tiempo no había tenido el gesto de compartir nada más. Apenas y lo veía.

            Ya había perdido la noción del tiempo. Podría haber pasado ahí días, así como horas o semanas. Algo sí sabía perfectamente: en todo su tiempo ahí, no había podido pegar ojo. Y se estaba cayendo de sueño. La fuerte luz blanca que emanaba todo el lugar no era muy arrulladora, además de que cada que estaba a punto de dormitar, un fuerte sonido inundaba la habitación, despertándola nuevamente.

            Sabía que todo era intencional. Ella conocía lo que pasaba cuando no dormías lo suficiente. Lo había leído en un libro, probablemente. No lo recordaba muy bien, solo sabía que sabía.

            En un principio, el cerebro comienza a desactivar las regiones que se encargan de planificar y evaluar decisiones, dándole lugar a un comportamiento más impulsivo. El tiempo de reacción de una persona se muestra más lento y empeoran sus funciones perceptivas y cognitivas.

            Tras un día o dos, el cuerpo deja de metabolizar la glucosa de forma adecuada y el sistema inmune comienza a fallar. A partir del segundo día también puede haber un empeoramiento general de la memoria. Tres días sin sueño han provocado en algunos casos alucinaciones.

            A pesar de todo, el no dormir no era la peor parte para Morgan. Lo peor era estar sola con su mente en ese interminable silencio. La desesperación de no querer rendirse en sus intentos de salir de ahí, junto a la batalla que mantenía con la aplastante realidad le causaba un dolor agudo en la cabeza.

            De no ser por ese velocista asesino, yo hubiera muerto meses atrás.

            Ese singular pensamiento la atormentaba con cada respirar, sin poder escaparle. Morgan se tiró de espaldas al suelo, ahogada en arrepentimiento. Estaba contemplando lo que era su vida, cada aspecto. La vida que solía llevar parecía basura comparada con las joyas que había logrado vivir, después de la explosión del acelerador de partículas. No quería llorar. No, sí quería. Pero estaba tan cansada...

            En contra de su propia voluntad, sus ojos comenzaron a picarle.

            Un velocista asesino le había dado la vida de sus sueños. ¿Qué tan jodido estaba eso?

            Y después de tanto tiempo, él tenía razón. Sí estaba agradecida y se odiaba por eso.

            Un nudo se formó en su pecho con más persistencia. Aprovechando que Thawne no se encontraba cerca, se echó a llorar acostada de espaldas en el suelo. Sus lágrimas se resbalaban cálidas por su rostro, recorriendo un camino de sus pómulos hasta el suelo con rapidez, con algunas colándose en su cuero cabelludo.

            Si tan solo hubiera muerto esa noche, las cosas no se hubieran complicado tanto para las personas que amaba. Su madre la hubiera visto morir como la versión de su hija que más amaba: la sumisa, obediente y reluciente heredera de Whitmore's Industries. Ahora ni siquiera se hablaban.

            Si hubiera muerto esa noche, ella hubiera permanecido como otro recuerdo más de la infancia de Barry. Nunca lo hubiera arrastrado a involucrarse de más con Reverse Flash, ahora que sabía que lo más seguro era que la usara para manipularlo de alguna forma. Ahora él asumiría la culpa de todo lo que le pasara a ella de ahí en adelante.

            Su llanto se vio paulatinamente acompañado de gemidos de lástima que no hicieron más que aumentar en volumen. Nunca se le había dado tanto llorar. Había comenzado como un incómodo proceso, hasta que cataratas se dispararon de sus lagrimares y gritos desgarraron su boca.

            Todo el alboroto se encerraba entre esas cuatro impolutas paredes, lo que por alguna razón la hacía molestar más. Quería gritar con más fuerza, hasta perturbar algo de la quietud que la rodeaba. El hombre de la celda continua ni siquiera se inmutó ante su estruendo. Parecía que nadie podía escucharla.

            Sus gritos cesaron eventualmente, sumiéndose nuevamente en ese abrumador silencio. Lentamente, rodó de estar espaldas al suelo, a acostarse de lado. Su respiración se acompasó de un segundo a otro, reduciéndose a lentos suspiros y ahora toda su cara se encontraba pegajosa de lágrimas. Sentía la boca extremadamente seca, al igual que sus hinchados ojos. Quería seguir lamentándose, pero solo contaba con un débil hilo de voz.

            Estaba tan cansada.

            Sus ojos parecían querer cerrarse en un necesitado descanso, pero como era usual la habitación estalló en un dominante estruendo que la hizo recobrar conciencia. Ya no tenía fuerzas para molestarse, aunque lo estaba. Y a pesar de haberse pasado las últimas horas recriminándose su papel en la vida del velocista, Morgan sucumbía ante sus persistentes deseos de verlo aparecer. 

            Morgan jamás consideró necesitar a un héroe, hasta que conoció a ese velocista escarlata.

            ―¡Sapphire!

            Su nombre retumbó en las paredes, interrumpiendo la lucha mental que amenazaba con hacerla perder la cabeza. Ella ni siquiera se molestó en voltear o moverse un centímetro. Se había acomodado en una posición fetal con la cara contra el suelo, dándole la espalda a la entrada del lugar. Tenía la mirada enfocada en un punto frente a ella, sin energía alguna.

            Si tenía suerte, esa voz provendría de las alucinaciones por la privación del sueño y no de su captor.

            ―¿Por qué no has comido? Te dejé una bandeja hace unas horas, ¿no la viste? ―La insistencia de la voz solo le confirmó que ese día no correría con tanta fortuna.

            Ella obviamente había visto la bandeja de comida. Apetito es lo último que tenía. Parpadeó un par de veces y se despegó del suelo usando sus brazos, para después encararlo a duras penas. Sabía que todavía tenía la cara rojiza de llorar, pero no le tomó importancia.

            ―Dijiste que habías preparado un arma para Flash. ¿Qué arma?

            No sabía de dónde venía el cuestionamiento. Ni siquiera sabía que se lo preguntaría, hasta que las palabras comenzaron a escapar de su boca.

            ―Sabía que tendrías ganas de hablar.

            El semblante de Morgan permaneció libre de cualquier emoción.

            ―¿Lo matarás?

            ―¿Qué? ―actuó como si fuera impensable―. No, no. Todavía no, mínimo.

            ―¿Entonces?

            ―Sí, diseñe un arma en su contra. Pensé que lo sabías. Eres tú, Morgan, claro está.

            Morgan frunció muy ligeramente el ceño con sus ojos azules llenándose de confusión. Parecía muy perdida con una vibra vacía envolviéndola.

            ―¿Yo?

            ―¿Sabes? Corresponderé a tu confianza, hablaremos más sobre nuestro plan, veo que no ha quedado del todo claro.

            ―Yo no confió en ti. Y no es nuestro plan ―aclaró con presura.

            Él chasqueó con su lengua.

            ―Es ahí donde diferimos. Verás, tú sí confías en mí, aunque te cueste admitirlo. Es por eso que seguías escuchándome, aun cuando Joe lideraba una investigación en mi contra. Nadie te obligó a ir tras Firestorm, cuando su matriz se desestabilizó. Lo hiciste, porque te aseguré que podías encargarte y me creíste.

            Sus palabras no sonaban como una acusación, sino como simples hechos.

            ―Una vez me dijiste que haríamos cosas grandes juntos. ¿A esto te referías? ¿Usarme contra Barry?

            El hombre suspiró con aire pensativo. Cautelosamente, se removió los lentes para limpiarlos con un pequeño trapo oscuro.

            ―No, no exactamente... ―Él se tomó una pausa, escudriñando el rostro de la castaña. Tenía grandes ojeras debajo de sus ojos, así como los labios partidos y pálidos. Había un color rojizo remanente en su rostro, que solo delataba el hecho de que ella había estado llorando―. La primera vez que te vi fue la noche en la que maté a Nora Allen. Saliendo de su hogar vi una foto tuya. Y te busqué. Te dije, para quedarme atascado en esta temporalidad tenía que ponerme creativo. No fue difícil dar contigo, hija del famoso Piero Whitmore. Por cierto, siento mucho tu pérdida.

            Morgan detesto escuchar la mención de su padre en la boca de un ser tan despreciable.

            ―¿Por qué yo?

            El hombre se cruzó de brazos y suspiró, fijando su mirada en la pared.

            ―Todo parecía más fácil antes, fuiste como una respuesta rápida: Amigos de la infancia, los dos con traumas y con pasado compartido. Flash siempre ha sido muy predecible, nunca falla ir al corazón, por eso serías el arma más poderosa. Yo haría que se enamoren para después perderte: Darle la oportunidad de salvar a su madre como trampa, sin comentarle que a cambio mataría a otra mujer que él ama ―Thawne se rio, alzando ligeramente las cejas—. Estaba tan enojado, me negaba a dejar que Allen saliera ileso. Fue inmaduro.

            Ese era su plan principal y ahora le sonaba un poco melodramático. Casi gracioso.

            ―Tú me dijiste que no involucrara mis sentimientos con él. No tiene sentido.

            ―Es porque cambie de parecer. Sabía que al salvarte la vida me estaría arriesgando a la posibilidad de que ganaras algún tipo de modificación genética por la materia oscura. Decidí tomar el riesgo, pero jamás imaginé que terminarías siendo tan poderosa como lo eres. ―De sus labios brotó una sonrisa, dándose destellos de grandeza―. Te vi crecer día con día, convertirte en la persona que eres ahora. Todo gracias a una decisión que tomé, todo gracias a mí. Concluí con que tu poder era demasiado valioso como para sacrificarte como peón. Barry puede salvar a Nora, poco me importa.

            ―Nada de lo que soy es gracias a ti.

            Thawne caminó hasta topar con la celda de la meta-humana.

            ―Pero sí lo es. ¿Quién fue la persona que te ha estado alentando? ¿Quién te ha empujado a ser mejor? De no ser por mí, tu potencial no hubiera sido explotado. Caitlin, Cisco, Barry... Por más que sus intenciones fueran buenas, ellos no han hecho más que reprimir todo lo que puedes ser por miedo. Pero yo no. Yo nunca me rendí en ti o en Sapphire, y no lo haré.

            La cejas de Morgan se tensaron en terror. Había un tono de admiración en la voz del hombre que incomodaba a la castaña, hasta mandarle escalofríos por la columna. Sus ojos comenzaban a pesarle más, debido al sueño, haciendo que todo se viera algo fogoso.

            ―¿Qué quieres de mí?

            ―Que seamos un equipo. Tú y yo. Yo puedo protegerte, Morgan. Hacer que seas cada vez mejor. Nadie podría detenernos. Si todo va de acuerdo al plan, que lo hará, tú y yo podremos regresar al futuro y hacer cosas increíbles, alcanzar límites que ni siquiera te has planteado.

            Ella negó rápidamente con sus labios fruncidos.

            ―Antes muerta.

            Eobard fue bajado de sus delirios de grandeza de un tirón. El brillo en sus ojos se apagó, pasando a mirarla con una dureza que le calaba hasta los huesos.

            ―Sigues tan arraigada a defender a un idiota al que no le importas en lo absoluto.

            Morgan rio sin gracia.

            ―Y tú tan arraigado en seguir un plan tan jodido. No hay cantidad de promesas que me hagas que pueda hacerme traicionar a Barry.

            ―Y no hay cantidad de sentimientos que tengas por él, que logren eliminar lo que siente por Iris, no seas patética.

            Morgan se detuvo en seco, sin esperarse una respuesta de ese estilo por parte del científico. Su semblante decayó ante la mención de la morocha.

            ―¿Iris?

            Él se regodeó al ver que la energía confiada y agresiva de la castaña se disminuía.

            ―Vamos, sé que eres inteligente. ¿Jamás notaste cómo miraba a Iris?

            ―Mientes ―murmuró apenas audible―. Eso no tiene sentido alguno.

            ―¿Miento? ―Con gran seguridad, Eobard sacó un pequeño control de sus bolsillos. Era de color blanco con función táctil, por lo que solo bastó con un toque para que múltiples imágenes se proyectaran en la pared frente a ellos. A duras penas, Morgan se obligó a mirar―. Esas han sido todas la veces que Barry ha ido a visitar a Iris como Flash.―dijo riendo, pasando de video en video, evidenciando las distintas fechas de los encuentros―. Esta fue hace unos días. Lo juro, él no puede mantenerse lejos de ella.

            Morgan negó, resistiéndose a lo presentado. Se incorporó como pudo hasta poder estar sentada sobre sus rodillas.

            ―¿Eso es todo? Lo hace para protegerla ―defendió, tensando involuntariamente la mandíbula―. No quiere que se involucre de más.

            Thawne rodó los ojos.

            ―¿Y cómo explicas esto?

            Ahora se proyectaba un artículo. Morgan se levantó de su lugar y caminó hasta pegar su mano en el cristal que la mantenía cautiva. Sus ojos volaban sobre las líneas escritas, analizando toda la información presentada.

           Flash desaparece en crisis

            Así recitaba el título.

            ―¿Qué es esto? ―preguntó sin despegar los ojos de los renglones.

            ―Una noticia del futuro. Mira con más atención. ―Morgan obedeció. Marcaba la fecha como 25 de abril de 2024, pero no entendió por qué se lo mostraba hasta que vio el nombre del autor del artículo―. ¡Ah! ¡Iris West-Allen! Es el futuro, Morgan. Tú no te quedas con el chico.

            »¿Te digo qué es la peor parte? ―continuó sin piedad―. Te salvé de tu muerte y el periódico ni siquiera se inmutó. Pareciera que tu vida jamás se convierte en un suceso determinante para el futuro. No hay mención tuya, ni siquiera como Sapphire. El futuro nunca llega a ser tuyo, pero yo te estoy dando otra oportunidad, Morgan. Créeme, Barry no te necesitará.

            Morgan le dio la espalda lentamente y se apoyó en la fuerte pared detrás de ella para después deslizarse en esta hasta llegar al suelo. Su corazón se estaba rompiendo. Su cara volvió a ausentarse de emoción alguna y pestañeaba con lentitud, preguntándose cómo podría desaparecer en ese mismo instante.

            ―No quiero lastimar a Barry ―murmuró entre dientes.

            La joven dio un respingo en cuanto Thawne se apareció frente a ella usando su velocidad. Abrió los ojos en sorpresa sin comprender el cómo había atravesado las divisiones de su celda.

            ―Oh, pero sí quieres. Sí quieres y lo harás, ¿sabes por qué? ―preguntó tomándola de la garganta ejerciendo presión para así levantarla lentamente fuera de su ovillo en el suelo.

            ―¿Por qué? ―soltó con voz ahogada.

            ―Porque no hay nada que me impida quitarte la vida que yo mismo te recuperé. Realmente no afecta en nada la línea temporal, ¿no entiendes? ―Sus ojos azules estaban severos, llenos de maldad. No tenía duda alguna en lo que decía―. Y, ¿por qué no terminar con todos los Whitmore de una buena vez? Flash jamás podrá impedirme hacerle una visita a tu madre.

            »Sí, me encariñe contigo, pero no dejaré que nada ni nadie se interponga con mi plan. Ni siquiera tú. Ahora dime, ¿en qué lado estás?

            Morgan tragó grueso y volvió a recomponerse, procurando que su voz sonara más decidida que antes.

           ―Tu lado.

            Thawne sonrió con complacencia y aflojó el agarre que tenía alrededor de su cuello.

            —Solo dime algo. Lo de salvar a Nora, ¿lo dices en serio? ¿Dejarás que Barry lo haga?

            Él se encogió de hombros restándole importancia.

            —Sí, ¿por qué no?

            Ella respiró pesadamente.

            —Bien. De tu lado —confirmó.

            ―Sabía que comprenderías ―Morgan asintió, pensando que todo había terminado al verlo alejarse unos pasos―. Realmente te quiero como a una hija, Morgan, y quiero lo mejor para ti. Lo he demostrado una y otra vez. Ahora necesito que tú pruebes tu lealtad hacia mí. Suena comprensible, ¿no?

            ―¿Probarlo? ―Él simplemente asintió. A su lado, el hombre que había mantenido inconsciente por tanto tiempo comenzaba a despertarse―. ¿Cómo?

            El otro prisionero comenzó gritar, pero los sonidos eran ahogados por la venda que cubría su boca. Morgan lo miró con terror, sobresaltada por toda su desesperación, sin saber cómo ayudarlo. Se preguntaba qué tan mal estaba el estado en el que se encontraba. Lo más seguro es que llevara días sin comer o tomar agua.

            Thawne alzó una de sus manos y al presionar un botón, la división entre sus dos celdas se eliminó. Si Morgan quisiera, ahora podría llegar a su lado en cuestión de segundo.

            ―Ve y dile que todo estará bien.

            Ella ni siquiera cuestionó su orden. Se apresuró hasta llegar a su lado y puso dos manos en sus costados. El prisionero se removió con terror e intensificó sus quejidos, esforzándose por alejarse de ella.

            ―¡Sh, sh, todo estará bien! ―Se frenó a sí misma al verlo tan de cerca. Ella lo conocía―. Él es...

            ―Mason Bridges de Picture News. Ahora, hazlo más creíble y quítale el miedo.

            Morgan frunció el ceño y negó con la cabeza.

            ―No puedo quitarle el miedo. Este hombre necesita atención médica...

            ―El cerebro se rige por una serie de corrientes bioeléctricas. ―La interrumpió fríamente―. Manipúlalas.

            Morgan quitó las manos del costado del hombre y respiró con pesadez al entender lo que le pedía.

            ―Y-yo no puedo hacer eso.

            ―Sí puedes ―su voz le ordenaba con más firmeza―. Hazlo.

            Ella apretó ambas manos en puños y soltó un suspiro con su boca formando una mueca. Sabía a qué se refería Thawne. Podía sentir las corrientes que mencionaba desde dónde estaba. Eran tantas y tan discretas. Morgan se concentró cerrando los ojos y alzó sus dedos teñidos de luminiscencia azul en dirección a la cabeza del hombre.

            Fue tan fácil.

            Las descargas que emanaba el cerebro eran tan diminutas que solo le bastó con un par de movimientos para que el prisionero dejara de resistirse y comenzara a respirar con más tranquilidad. Morgan abrió los ojos y conectó sus miradas. Sus ojos color café ya no mostraban ninguno de los sentimientos que emanaban segundos antes.

            Thawne soltó un gritó victorioso a sus espaldas y aplaudió con euforia.

            ―Eso, Sapphire. ¡Eso! No fue tan difícil, ¿verdad? ―Morgan cerró los ojos, cuando sintió como se acercaba por detrás, hasta susurrarle al oído con un tono sombrío―. Ahora absorbe su energía vital.

            Su corazón se hundió y la sangre cayó hasta sus pies. Era como si acabara de meter su cabeza en el agua.

            ―¿Energía vital?

            ―Sí.

            ―No, no quiero ―balbuceó con el terror arañando su pecho ahora que entendía lo que realmente buscaba el velocista. No podía estar hablando en serio. Se giró estando de rodillas, hasta clavar una mirada suplicante en el velocista―. No quiero, por favor, solo quiero dormir. Estoy de tu lado, lo prometo.

            ―No, sí lo vas a hacer.

            Quería que lo matara.

            Con una peligrosa mezcla de furia y miedo corriendo en sus venas, Morgan se giró con rapidez en contra de su captor. Sus manos ya despedían un fuerte color azul de ellas, pero antes de que pudiera atacar concretamente, se detuvo en seco. El velocista tenía enterrada una de sus manos dentro de su estómago, moviéndola tan rápido que logró perforarla por dentro. Morgan abrió la boca desmesuradamente, inundándose de un dolor agonizante de un segundo a otro.

            ―Si tienes suerte, eso sanará en unas horas. Otro intento estúpido e iré por tu corazón, ¿entendiste? ―pronunció en su oído, lleno de veneno―. Ahora absorbe su energía vital.

            Ella cayó en sus rodillas con ambas manos sosteniendo su torso que ahora emanaba sangre. Estaba poniendo todo su esfuerzo en no soltar gemidos lastimeros, por lo que lo único que salía de su boca era una respiración entrecortada. De reojo, pudo ver al prisionero que observaba la situación con la misma calma que ella misma le había infundido.

            Morgan succiono sus dientes, queriendo reunir fuerza de alguna forma. Negando lentamente, alzó la cabeza. Una de sus manos continuaba ejerciendo presión en la abierta herida de su estómago, pero su mano libre ya había sido alzada en defensa.

            ―No dejaré que... ―se vio atacada por una tos seca que ardió en su pecho―. No dejaré que lo toques.

            Thawne la miró con incredulidad. Soltó una risa seca y negó con desaprobación.

            ―Bien. Tú decides.

            Los ojos del hombre se iluminaron de rojo. Usando su velocidad, Thawne comenzó a rodearla, mientras le propinaba continuos empujones. Morgan no podía mantenerle el paso, pues físicamente su cuerpo parecía no tener ninguna fuerza dentro de sí.

            El borrón del hombre continuaba zumbando a su alrededor provocándola. Presa de la desesperación, la meta-humana se impulsó hacia delante hasta poder rodear la figura del sujeto con sus brazos, derribándolo al suelo. Ella se puso a horcajadas sobre él con una furia descontrolada. Como si estuviera poseída, sus manos corrieron a encajarse en el cuello del hombre, donde comenzó a absorber toda la energía que podía. Un aura azul la rodeó con poderosa luminiscencia, alimentándose de su fuente de vida con avaricia.

            Esta energía se sentía distinta en el organismo de Morgan. Se sentía incorrecto, pero al mismo tiempo le daba un poder que no había sentido antes. El corazón de Morgan se estaba corrompiendo con cada respiración que le robaba a ese hombre, estaba rompiendo la parte más pura de ella.

            Y finalmente consumió toda la vitalidad en él, dejándolo vacío e inerte. Fue hasta que ella abrió los ojos, que se dio cuenta de que estaba llorando nuevamente.

            Su corazón cayó a sus pies.

            ―¿Q-qué?

            La energía recién consumida le había concedido más claridad a Morgan. Su fogosa mirada comenzaba a enfocarse en la escena de su propio hacer. El cuerpo debajo de ella no era de Eobard Thawne, como ella había creído. Al contrario, Mason Bridges yacía difunto entre sus manos.

            Morgan apenas tomó un par de parpadeos en los que se ahogaba con su respiración, cuando se desmayó de la impresión.

            ―Buena chica ―El velocista, quien había orquestado el engaño y lo había observado todo a sus espaldas, sonrió.

            Y así, en cuestión de segundos, Thawne dejó de ser el único asesino en la habitación.

*"Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia."

(n/a) omg. un minuto de silencio para el trágico destino de Mason Bridges.

GRACIAS POR LOS 6K LEÍDOS. SON UNOS SOLES, DE VERDAD. Espero que sepan el esfuerzo que le pongo a esto para ustedes y que tengo grandes cosas planeadas ok. Cualquier sugerencia o corrección, es muy bien recibida.

AHORA A LO BUENO. Este capítulo es muy importante para mí. Como dije, aquí se corrompe la parte más pura de Morgan, que es su amor y respeto por la vida. AAAAAAA Como dice el titulo "alma contaminada".

YYYY FUCKKKKKKK, el periódico. Ese periódico siempre tendrá significado en todos los fanfics de Flash. MORGAN NI SIQUIERA PINTA COMO SAPPHIRE, que rabia. Ni siquiera un "Flash desaparece en crisis, pero mínimo tenemos a Sapphire" o algo, ¿por qué será? jiji

También, vimos que Reverse Flash se ve como un "padre/creador" de Morgan. Lo mismo que se yuxtapone con la paranoia de llevar 15 años planeando algo, y este plan verse amenazado por los sentimientos de Morgan.

Ahora veremos como Thawne intenta pasar a Morgan al lado oscuro ok.

btw, aquí está mi pésimo edit de la taza de Morgan ajsja:

¡no olviden votar y comentar ok!

les amaaaa,

NIAM ROCA

[ editado 7 de marzo de 2022 ]

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