14. cherry, alcohol and hope

・:*:・゚☆∥ 14. cherry, alcohol and hope

❝ And now that you don't have to be perfect,
you can be good. ❞ *


John Steinbeck

MORGAN NO ERA REALMENTE UNA GRAN FANÁTICA DE LA NAVIDAD. Eso no siempre había sido así, claro. Tenía gratos recuerdos de su niñez, mismos que incluían a su familia, regalos, delicias y mucho amor. Luego llegó el fallecimiento de su padre, y nada volvió a ser lo mismo. Incapaz de sobrevivir las fechas sin la compañía del que solía ser su esposo, Angelique hizo lo que hace mejor: refugiarse en su trabajo. De ese punto en adelante comenzaron las celebraciones orbitando alrededor de Whitmore's Industries, convirtiéndose en solo una ocasión más en la que Morgan era abrumada con la frialdad de su madre e intentaba compensarlo con hacer todo lo que ella deseara como ella deseara. Sin embargo, años de intentar satisfacer a alguien sobre tus propios deseos tenía sus consecuencias. Ahora Morgan detestaba las películas festivas, el saborizante de jengibre y a Michael Bublé.

Y es que no era sencillo. En cada esquina se exponían en vivos colores todos esos valores familiares que ella jamás pudo disfrutar. Había tenido que congelar sus propios sentimientos de añoranza como mecanismo de defensa, por ende perdiendo interés en las tan esperadas festividades. Pronto se hizo rutinario arreglar los temas administrativos que traían las fechas, así como el evento que anualmente lanzaba la empresa. Morgan detestaba ese evento. Más específico, aborrecía la fijación que su madre había desarrollado respecto a este, pues no entendía por qué debía ser tan importante. Las únicas personas que asistían eran los que no tenían otro lugar en donde pasar Navidad, y las personas que estaban igual de congeladas emocionalmente que ellas. Era deprimente.

Morgan creyó que ese año sería distinto. Ahora ella tenía amigos, un equipo. Su madre no había dado señales de querer abandonar los negocios en París, lo que le dejaría acomodar sus asuntos en Central City como ella deseara. Morgan organizaría el dichoso evento como todos los años, pero jamás se presentaría. En cambio pasaría las fiestas con las personas que ella atesoraba en casa de los West. Todo esto la tenía tan feliz, y le había hecho olvidar sus amarguras ante las fechas tan rápido. Hasta que su madre llegó de visita sin previo aviso, arruinando todos sus planes en casa de los West.

En consecuencia de este nuevo acontecimiento, Morgan terminó como anfitriona especial en el esperado festejo de Navidad de su empresa familiar. Por más que le disgustara su actual posición en la noche, nadie podría negar que la presencia de la joven Whitmore resultaba más que esencial. Había algo en ella que resultaba demasiado encantador, englobando las cualidades que mejor representaban a la imagen de la empresa. La joven merodeaba la recepción del evento con un vaporoso vestido negro de tul que destellaba múltiples brillos plateados y dorados; la longitud de este alcanzaba a sus pantorrillas, extendiéndose con ligereza hasta ceñirse a su cintura. El vestido tenía un pronunciado escote en forma de v, que recorría su torso hasta sus hombros, donde las medias mangas abullonadas caían livianas y extensas.

Las personas esperaban pacientemente su turno de sostener una conversación con la joven empresaria, para después deleitarse con las dulces palabras que intercambiaban en sus cortas interacciones. Los años de práctica que Morgan había adquirido para relacionarse con el prójimo era lo que revitalizaba el evento.

No lo estaría haciendo de tan buena gana, si no tuviera un plan de lado.

―Ya casi será la hora de la cena, cariño.

Su madre la interceptó, cuando ella se encontraba apropiándose de otra copa de champaña.

―Muy bien.

―¿Dónde está Nicholas? ―preguntó, alzando el cuello para buscar entre las multitudes―. Pensé que llegaría contigo.

―¿Por qué llegaría conmigo? ―respondió con una inocencia que su madre tomó como falsa, soltando una risa ligera.

―Tengo que decirlo, Oswald Hunt puede ser un charlatán cabeza dura cuando quiere, pero ese Nicholas... Un caballero. Hiciste bien.

Angelique le sonrió de forma sugestiva.

―Nicholas y yo no somos pareja.

Ella dejó salir un suspiro de desaprobación, acostumbrada a la necedad de su hija.

―Tienes pésimo gusto, Morgan. Siempre alejas a los mejores. ¿Cómo se llamaba tu novio de preparatoria? ¿El toxicómano?

Morgan desvió su mirada hacia el gentío, mientras tomaba un corto trago de su bebida, incapaz de encararla cuando se ponía condescendiente.

―Herman.

Su madre se rio al recordar el nombre como si fuera un chiste compartido, pero Morgan no la acompañó. Sí, Herman había tenido problemas con algunos narcóticos, pero estaba casi segura de que ahora estaba rehabilitado y tenía su propio estudio de tatuajes, lo que sonaba bastante bien. Había sido algo trágico, muy difícil para su familia. Odiaba cuando su madre lo mencionaba en un contexto inapropiado.

―Si no mal recuerdo, aparte de Herman, jamás he salido con alguien que no cumpliera todos tus requisitos.

―La próxima vez no combines azul con joyería dorada, sabes que no me gusta ―habló, como si no la hubiera escuchado.

Ella lo sabía perfectamente, lo que solo la hacía molestar más. Conocía cada uno de los excentricismos de su madre. Sin embargo, se rehusaba a quitarse el collar que Barry le acababa de regalar, y este era dorado, así que todo lo había estilizado con ese tono.

―Lo sé, mamá.

―¿Y te estás divirtiendo?

―Totalmente. Acabo de hablar con el señor Davis. Podría jurar que ese tupé es su cabello real ―mencionó con fingida dulzura.

―Morgan, no seas maleducada ―la reprimió con mirada severa.

―Tienes razón. ¿Por qué mentiría? La mata en su cabello está más cerca de asemejarse a un hamster que a su verdadero copete.

Angelique frunció los labios en total desaprobación.

―Detesto cuando te pones así. No eres tú.

―¿Y tú qué vas a saber? No me conoces en lo absoluto ―contraatacó con una pequeña sonrisa llena de cinismo.

―¿Qué has estado haciendo en S.T.A.R. Labs?

El flujo de la conversación se cortó bruscamente. Escucharla pronunciar esas palabras de la nada sacó a Morgan de lugar. Le tomó un par de pausas poder responder algo.

―¿S.T.A.R. Labs?

Su madre soltó una risa corta que se delataba como prefabricada y asintió.

―Alguien me dijo que recurrías mucho el lugar.

―¿Alguien te dijo? ―repitió con marcada confusión.

―Contesta la pregunta, Morgan ―ordenó firmemente.

Su hija la miró con desconfianza, tensando la mandíbula lo mínimo visible para no alertar a los presentes de las tensiones entre ellas.

―Me contactaron para repagar lo de mi accidente. Hicieron algunos estudios, sólo para asegurarse de que estuviera bien ―mintió con frialdad.

―Qué amables. No quiero que vuelvas ahí, jamás.

Morgan soltó una risa sin gracia.

―¿Por qué?

―Porque lo digo yo. Ese lugar te hizo mucho daño.

Al ver que hablaba en serio, la meta-humana frunció el ceño.

―¿Es porque me causó el accidente? ¿Ahora eso te preocupa?

Angelique mostró incredulidad ante su selección de palabras.

―¿Qué quieres decir con eso?

―Que si en verdad te hubiera importado tanto mi accidente, entonces te hubieras quedado conmigo en vez de abandonarme en Starling City con tía Celine ―declaró con amargura.

Su madre la miró con un semblante severo.

―No digas tonterías.

―No importa, solo acepta que estaré yendo a S.T.A.R. Labs las veces que me plazca. Da la casualidad que me gusta estar ahí.

―Dije que no me gusta ese lugar, y no quiero que te estén haciendo pruebas de ningún tipo. Hablo en serio, Morgan Ayn.

―Estoy contribuyendo a la ciencia, mamá. Es importante para mí, y también lo sería para papá, estoy segura. Él amaba este tipo de cosas.

―Sí, las amaba, pero ni toda la ciencia del mundo pudo salvarlo, y ahora está muerto.

La frialdad de sus palabras cayeron sobre ella como un latigazo. A Morgan le estaba costando comprender en qué se había convertido su madre, consumida por su propio duelo hasta convertirla en alguien irreconocible. Morgan sintió un terrible hoyo en el pecho, del tipo que parece querer consumir todo de ti de una bocanada. Su madre era la única capaz de hacerla sentir esa absurda magnitud de impotencia; ya estaba cansada de lo mismo.

―Concéntrate en los números, Morgan, y en tu lugar en nuestra empresa ―habló ante su silencio―. Ahora avivate, que las personas ya están pasando al comedor para cenar.

La mujer ya estaba por darse la vuelta, cuando Morgan la tomó por el antebrazo. Angelique frenó en seco, fijando su mirada donde estaba siendo sujetada para después cruzar miradas con su hija. Azul contra azul, ambos queriendo ganar control de la situación sin dejarse doblegar.

―¿Podrías soltar...?

―¿Qué te parece si yo hablo y tú escuchas? ―cortó la meta-humana.

Angelique la miró disgustada, pero cedió, volviendo a tomar su lugar frente a frente de la joven. Poco a poco, una sonrisa melancólica encontró lugar en el rostro de Morgan, mirando a su madre como si fuera la primera vez que la veía de verdad.

―Mientras más crezco, más trágico me parece lo que pasaste, mamá. Nadie está hecho para sobrevivir ese tipo de despedida; el de la persona con la que planeaste toda tu vida por delante. Nunca juzgué tu forma de lidiar con tu propio dolor. Y sin embargo, a pesar de lo mucho que quise defenderte, protegerte y empatizar contigo, no logré poder crecer sin resentirte. ―La confesión logró hacer que su voz se rompiera, aliviada de haberlo pronunciado por fin―. Sé que no hay magnitud para medir todo lo que perdiste, pero... ¿Qué hay de mí, mamá? ¿Qué hay de lo que yo perdí? Yo te necesitaba más que tu trabajo, y yo merecía tu protección, mamá. La merecía, porque yo era solo una niña. Todo este tiempo me dejaste creer que era insuficiente, que mi propia madre no me encontraba digna de su atención ni de su simpatía. Pensé que complaciendo todas tus exigencias lograría restar tus penas de alguna forma, pensé que arreglaría algo. Lo hice por tanto tiempo que olvidé lo que era vivir sin estas cargas, pero nadie debería someterse a tanto por amor de mala calidad.

Su voz parecía carente de emoción, como si solo estuviera mencionando meros hechos, pero sus ojos habían tomado una apariencia cristalina y su labio inferior temblaba ligeramente. Aún así, el agujero en su pecho se estaba llenando de una nueva valentía; de una ansia de libertad.

Por primera vez en mucho tiempo, los ojos de Angelique ya no denotaban una frialdad calculadora, sino que parecían penosos.

―Yo solo he intentado darte lo mejor, Ayn.

―Eso lo sé ―admitió con sorpresiva sinceridad―, pero no todos estamos hechos para ser buenos padres. En fin, vine hoy como cortesía. Renuncio a Whitmore's Industries.

Esto pareció alarmarla.

―No, no puedes renunciar.

Morgan no se inmutó.

―Puedes comprar mis acciones o puedo buscar un comprador, como tú lo desees. Yo me encargaré del papeleo de dimisión.

―¿Y qué harás, eh? ¿Cuál es tu plan? ―inquirió con un tono de acusación.

―Lo yo quiera, eso haré ―contestó con simpleza, formando una sonrisa. De un trago vació el contenido de su champaña, y después se inclinó para besar la mejilla de su madre―. Feliz Navidad, mamá.

Se dio media vuelta, y salió de ahí con la mirada de su madre quemándole la espalda. Ni siquiera prestó atención a los pocos curiosos que aún no habían abandonado la recepción del evento para ir a la cena, cuando puso pie fuera del edificio. Lo primero que hizo fue dar una gran bocanada de aire frío que inundó su pecho ahogado en determinación. Tenía un hormigueo que le recorría los hombros, bajaba por su columna vertebral y terminaba abrazando su estómago; estaba disfrutando de una gloriosa epifanía.

En su mente solo había una persona con la que quería compartir ese momento. Un nombre que se repetía una y otra vez en su cabeza. Solo necesitaba verlo para poder sentir su corazón explotar en revuelo. Sin más tiempo que perder, rebuscó en su bolso de mano hasta dar con su celular y realizar la llamada deseada. Para su fortuna, ella estaba requiriendo la presencia de la persona más veloz de todas.

―¿Qué pasa? ¿Estás bien? ―preguntó con preocupación, apareciendo a su lado en cuestión de segundos.

La preocupación se borró al ver la gigante y reluciente sonrisa que la castaña portaba.

―¡Todo está excelente! ―exclamó lanzándose a sus brazos―. ¡Todo, excelente!

Barry se rio con algo de confusión, pero aun así rodeó su torso con fuerza, siendo contagiado de su positivo recibimiento.

―¿Todo excelente?

―¡Barry, corre! Llévame contigo ―le pidió casi dando unos saltitos.

―¿Qué? Pero si tú odias...

―¡Anda, solo hazlo! ―lo cortó, sacudiéndolo por los hombros.

El verde en los ojos de Barry la inspeccionó con diversión, pero no la cuestionó más. Dio un vistazo alrededor para asegurarse de que no hubiera ningún curioso vigilando, la tomó en brazos y corrió.

Mientras recorría la ciudad envuelto en una sútil euforia, las carcajadas de la joven corearon en su oído placenteramente. Pronto alcanzó la cima de un buen edificio, consciente de lo mucho que a Morgan le gustaba la vista en las alturas. Al dejarla en el suelo, ella se dobló ligeramente para recuperar su balance sin parar de reír. Paulatinamente recuperó su respiración.

―Me encanta.

―¿A qué se debe todo esto?

Morgan lo miró con ojos brillantes. Apenas se daba cuenta de que había olvidado su abrigo, pues el frío erizaba su piel. El viento alborotaba el largo de su cabello, dándole una apariencia danzante, y hacía que la falda de su vestido de tul se moviera tan disimulado como el humo en un montón de destellos dorados, plateados y negros. Se sentía abrumadoramente viva de forma irremediable.

―¡Ya no tengo empleo!

―¿Ya no tienes empleo? ―repitió frunciendo el ceño ligeramente.

―¡No, pero eso no importa! ―Morgan entrelazó sus dedos en la nuca del héroe, pegándose a él, y lo miró fijamente―. Lo que importa es que tuve una revelación.

Barry correspondió a su gesto, y deslizó sus manos hasta rodear su cintura con sus brazos.

―¿Revelación de qué? ―murmuró, completamente cautivado por esta nueva energía que irradiaba.

―Encontraremos a Reverse Flash, Barry ―afirmó de primeras―. Escúchame bien, lo haremos. Henry y Nora tendrán la justicia que merecen, y todo estará bien. Lo sé, lo siento en mi corazón, por más cursi que eso suene. Tú y yo vamos a estar bien, porque estamos juntos, y porque después de tanto tiempo te encontré y tú me encontraste a mí.

El color rojizo que recorría las mejillas de la meta-humana comenzaba a resaltar las pecas que salpicaban el resto de su cara con delicadeza. Había algo en sus facciones, cuidadosamente atendidas con algo de maquillaje, que acogían al velocista. Barry nunca la había visto tan preciosa. Y él se sintió bien, después de los tiempos tan duros que estaban pasando, él creyó en las palabras de Morgan. Subió una mano para acariciar el cabello de la chica con la punta de sus dedos, retirándolo de su rostro, y rozando la suave piel de su mejilla.

Te encontré y tú me encontraste a mí ―repitió las palabras dichas en un susurro, mirándola con atención.

Sin poder detenerse, Barry acunó el rostro de la castaña en sus manos y se acercó con cautela para unir sus labios. El primer contacto fue gentil, lleno del calor que carecía en su entorno. Fue cautivante, demoledor y absorbente. El velocista prosiguió con lentitud; su día a día estaba tan lleno de presura, pero no en ese momento. Ahora se tomaría su tiempo.

Sintió cómo la respiración de Morgan se cortaba. La sintió tensarse por un segundo, antes de ceder por completo bajo él. Sintió cómo ella subía en las puntas de sus pies para acercarse más a él, juntando sus erráticos latidos. También sintió cómo sus músculos se relajaban bajo su tacto, y el cómo intentaba reprimir una sonrisa entre besos.

Los labios de Morgan sabían a una mezcla de cereza, alcohol y esperanza.

Así todas las defensas de Barry se rindieron ante la castaña, podría declararse estar bajo su merced. Haría todo por ella, y la sinceridad de esa declaración era devastadora. Lo haría todo.

Morgan se olvidó completamente del frío que hace unos segundos la aquejaba. Su cuerpo había sido dominado por una oleada de emociones que la hacían sentir como si estuviera flotando. En su mente había fantaseado con lo que sería besar al apuesto velocista, pero nada se comparaba con la sensación real.

Todo eso se había acallado. La ciudad parecía haberse detenido solo para presenciar ese momento. No había tiempo y no había dolor, solo ellos: víctimas de la suerte y el destino, que en ese momento parecían invencibles. Se sentía correcto, como si no hubiera otra tarea en este mundo para ellos, más que sostenerse.

A pesar de tener súper velocidad y de controlar todo tipo de energía, besarse era la sensación más extraordinaria que ambos habían experimentado.

*" Y ahora que no tienes que ser perfecta, puedes ser buena."

(n/a) AAAAAAA, ¿ME ESCUCHAN GRITAR? KADJSBKAJCSCOEWFRUYFYBS

veamos, primero lo primero. GRACIAS POR 3K Y 400 VOTOS, ADEMÁS DE TODOS SUS COMENTARIOS. han alegrado mis días un chingoooo, estoy completamente agradecida por su presencia aquí.

DOS, BARRY Y MORGAN SE BESARON WUUUUUU AJSHJAHK. no saben lo nerviosa que me pone este capítulo, porque después de armar la relación de este par por 13 capítulos, solamente espero que su primer beso haya cumplido sus expectativas. PORQUE SI NO, LO PUEDO EDITAR NO SÉ JASHJA es algo importante, mueroooo.

ademássss, este cap. ha sido muy importante para el desarrollo de Morgan, pero bueeeee, eso es lo de menos ahq.

btw, para los que no me siguen o no vieron mi tablero, publiqué hoy capítulo, porque mañana tengo un examen importante y no quiero tener el pendiente de publicar jashja. La siguiente semana sigue normal, miércoles y sábado. ¡Deseenme éxito!

¡no olviden votar y dejarme su comentario, son unos chingones, les amo!

con un chingo de emoción y aprecio,

NIAM ROCA

[ editado el 03 de enero, 2022 ]

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