13. the man in the yellow suit


・:*:・゚☆∥ 13. the man in the yellow suit.

❝ You cannot change the cards you are dealt,
just the way you play the hand.❞ *


CUANDO MORGAN MIRÓ A ESOS PERFORANTES OJOS ROJOS, supo que no había vuelta atrás para ella. Lo sintió en sus huesos; una fría afirmación de que los lazos de su destino habían sido envenenados por algo putrefacto.


[ D O S D Í A S A N T E S ]

Morgan se miraba en el espejo con una mueca al ver a su cabello volar a todos los lugares que ella no quería, batallando fervientemente con una secadora de cabello y un cepillo en manos. Llevaba toda la mañana gastando el tiempo que no tenía en intentar perfeccionar su apariencia. Había resaltado sus mejillas con rubor, delineado sus labios con un color nude oscuro, y violentado sus propias pestañas para que salieran disparadas como abanicos encima de sus ojos. Como atuendo había optado por un conjunto a juego color crema, lo suficientemente comprometida con la ocasión como para utilizar falda en invierno, y un largo abrigo de color blanco que se pondría al estar segura de haber pulido cualquier otro detalle sobre sí misma.

La causa de tal revuelo tenía nombre y apellido, como era de esperarse. Para esa noche, Barry y Morgan tenían programada su segunda cita. O quizás sería más apropiado decir su segundo intento de cita. La primera había sido una semana atrás. Ambos cronometraron segundo a segundo su semana para asegurarse un par de horas para ellos solos en los que atenderían a una feria estatal. Juegos mecánicos, comida frita y una selección variada de atracciones protagonizarían la mágica velada de los héroes. Lamentablemente, cuando estaban en medio de comprar su primer algodón de azúcar, una emergencia criminal los hizo salir disparados del lugar. La tarde que debieron haber pasado dando vueltas en carritos de dudosa seguridad fue cambiada por una en la que ambos fueron de lado a lado evitando catástrofes. Al final del día se encontraron comiendo sándwiches estilo submarino en el único lugar que encontraron abierto. Quizás la comida no fue la mejor, pero la compañía sí que lo fue. No fue una salida estelar, pero les concedió una innegable garantía: ninguno de los dos deseaba dejar de intentarlo.

Así que Morgan se sentía burbujeante. El optimismo que le guardaba al prospecto de esa salida era demasiado. Sin querer demorarse más, pasó su abrigo por ambos brazos, colgó su bolso personal en un hombro y tomó otra bolsa de mayor tamaño entre sus manos para poder darse de salida. Esta última contenía una serie de presentes que ella misma había envuelto burdamente el día anterior. Faltaban pocos días para la víspera de Navidad, y Morgan no esperaría otro momento más para darle sus regalos a sus amigos. Es por eso que su primera parada fue en S.T.A.R. Labs, donde sorprendió a su ingeniero y doctora favoritos.

La meta-humana se sentó jovialmente en una de las mesas, mientras los observaba destrozar los envoltorios de sus regalos con una sonrisa acaparando todo su rostro. Caitlin no tardó en acercarse a su amiga cortos momentos después.

―Morgan ―le susurró, pretendiendo discreción―. ¿Qué es esto?

La mencionada se inclinó en dirección a la doctora para que no fueran escuchadas.

―¡Lencería! ―respondió con una risa, viendo cómo su amiga se ponía colorada.

―Morgan, esto no me va a quedar. Está diminuto ―replicó con algo de terror en sus ojos.

―Te va a quedar perfecto, estoy segura de que es tu talla.

Caitlin ni siquiera se molestó en preguntar cómo era que ella sabía su talla de ropa interior. De verdad no quería saber. Morgan ladeó su cabeza y puso una mano gentil sobre su brazo.

―Mira, sé que no ha sido fácil para ti desde lo que pasó con Ronnie. Pensé que sería bueno buscar algo que te hiciera sentir bien contigo misma, ¿sabes? Son dos bonitos conjuntos, no les temas. Es solo ropa interior.

Los suaves ojos de Caitlin la miraron con calidez y asintió más convencida.

―Sí, son bonitos ―concordó, echando un último vistazo a la caja de regalo―. Gracias.

―De nada ―le sonrió con satisfacción.

―¿Qué le regalaste a Cisco?

Ella se encogió de hombros.

―Acondicionador.

No cualquier acondicionador, sino uno muy bueno. A él le había encantado, que era lo que importaba.

―¿Y este? ―Las dos amigas se giraron para ver al azabache tomar la única caja envuelta que quedaba para agitarla en un intento de adivinar qué era.

―¡Espera! ―saltó Morgan, queriendo evitar que su amigo rompiera algo por accidente―. Es... Es el regalo de Barry.

Cisco alzó las cejas con un nuevo interés.

―Uuuuh. Para Barry, eh. ―La castaña rodó los ojos divertida ante su tono sugestivo.

―Sí, para Barry.

―¿Qué es? ―preguntó con curiosidad, acariciando el papel rojo de envoltura con un dedo.

Morgan alejó la caja de él lentamente, mostrándole una sonrisa inocente.

―Calcetines.

Cisco le frunció el ceño.

―Mientes.

―Sip ―admitió con sorna, recogiendo sus cosas para ir de salida.

―Ya dinos, Morgan, ¡sabes que quieres! ―exigió con perforante necesidad.

―¿Decir qué? ―cuestionó con fingida inocencia, colgándose su bolso al hombro.

―Cisco ―intervino Caitlin con reproche―. Nos dirán cuando lo vean conveniente.

―¿Decirles qué? ―Morgan volvió a exclamar con risa.

―¡Que tú y Barry están saliendo! ―bufó el ingeniero al ver que intentaba escapar.

―¿Creen que Barry y yo estamos saliendo? ―rio ya de pie en la entrada del Córtex, y se mostró pensativa―. Interesante.

Dándoles una sonrisita críptica, salió de los laboratorios con dirección a la comisaría, donde había acordado encontrarse al velocista para su cita.

La decisión de mantener sus salidas en secreto provino de ambos. Afortunadamente estaban de acuerdo en lo prematuro que era anunciarlo a los aires, prefiriendo no hacerlo, pero no sin sus dificultades. Como esa misma tarde, Morgan usualmente escapaba cada que el interrogatorio comenzaba con sus amigos. Por su parte, Barry había tenido que utilizar toda su fuerza de voluntad para evitar contarle cada detalle a su padre adoptivo y a su mejor amiga. Aunque la tentación de sincerarse era considerable, el querer proteger su pequeño secreto como una confidencia sagrada era mayor. Ambos apreciaban demasiado el potencial de su posible relación como para arriesgarse a arruinarlo por accidente. La situación se mantendría así, hasta que ambos pudieran acordar en estar listos para dar otro paso.

Sin que el tráfico de Central City la demorara demasiado, pronto Morgan ya se encontraba subiendo las escaleras de la comisaría con una gran sonrisa en la cara. Extrañamente, cuando se introdujo en la oficina del forense, la encontró vacía. Con ligera confusión, Morgan caminó hasta el escritorio principal para poder dejar sobre este su bolso junto al regalo de Barry. Su mirada no tardó en registrar el lugar, deteniéndose a unos pasos lejos de ella donde había un espacioso pizarrón de corcho lleno de material. La castaña se acercó lentamente a este, detallando cada pequeño punto que se marcaba con tachuelas y estambre rojo.

El pizarrón estaba lleno de información sobre el asesinato de Nora Allen. Las noticias, las declaraciones, los hechos por probar y ya probados, todo. Morgan absorbió lo que miraba con estupefacción, habiendo estado en la oscuridad con respecto a la presente investigación. Una parte de ella sintió un pinchazo al pensar en Henry y en por qué Barry no se lo había comentado antes.

Ahí mismo en el despacho del forense, Morgan esperó y esperó sin dejar de escrutar cada pedazo de información expuesta. Se había ensimismado tanto en esta, que casi había olvidado la terrible tardanza de su acompañante.

Después de que la noche ya hubiera caído, una segunda persona se le unió en la oficina, haciéndola girar su cabeza en su rumbo. Barry se encontraba de pie en el umbral de la entrada, mirándola con genuino arrepentimiento en los ojos.

―Morgan, perd...―Su mirada saltó entre la meta-humana y la pizarra, cayendo en cuenta que ella se encontraba observando su investigación en el caso de su madre―. Oh.

―¿Por qué no me dijiste que seguías investigándolo, Barry? ―cuestionó de primera, teniendo los brazos plácidamente cruzados sobre su pecho.

El aludido suspiró, caminando hacia ella con pasos acompasados.

―Yo... Simplemente no creí que quisieras conocer esa parte de mí ―se sinceró.

Morgan lo miró con sus grandes ojos azules llenos de empatía, estirando uno de sus brazos para alcanzar la mano del velocista y tirar de ella hasta que pudieran acortar la distancia entre ellos.

―Barr, yo quiero conocer todas las partes de ti. Lo digo en serio ―aseguró con firmeza―. Más las partes tan importantes como esta. Quiero ayudar.

―¿Ayudar? ―repitió, mirándola con una creciente combinación entre admiración y cariño.

―Sí. Ver a Henry libre es todo lo que siempre he querido. También lo que quería mi padre. Así que quiero participar.

Barry no pudo evitar sentir alivio. No había sabido cuánto quería que Morgan supiera sobre su continúa investigación, hasta esos momentos. Lo hacía sentir acompañado; sentimiento que tanto añoraba inconscientemente. Ni siquiera se molestó en contestar, sino que rodeó fuertemente a la joven con sus brazos. Morgan correspondió al abrazo, acariciando su espalda suavemente.

―¿Eso es un sí?

―Sí, por favor. Participa lo que quieras ―murmuró contra su cabello, sacándole una sonrisa de satisfacción.

Cuando el abrazo se alargó más de lo esperado, Morgan comenzó a preocuparse. Barry llevaba un aire de melancolía que no era muy propio de él.

―Barr, ¿pasó algo? ¿Por qué llegaste tan tarde?

―Tenemos que ir a S.T.A.R. Labs, tengo que hablar con todos ustedes.

Ella sabía que eso significaba cancelar tan esperada cita, pero no se permitió decepcionarse al respecto, simplemente asintió.

―Está bien ―accedió quedamente―. ¿Sería muy mal momento si te digo que te traje algo?

Barry no lo iba a decir, pero sí; sí era un mal momento. Había tantas cosas atormentándolo en ese momento, cosas que quería atender cuanto antes con el equipo. Sin embargo, no tenía la valentía para negarle algo a Morgan. Menos cuando la había hecho esperar tanto tiempo para cancelar su cita. Asimismo, una parte de él ansiaba quedarse unos momentos más en esa burbuja de dicha que compartía con Morgan, misma que ahora estaba en riesgo de perturbarse. Se concedería eso a sí mismo y a la bella meta-humana, solo unos momentos más antes de encarar la agria realidad que estarían por vivir todos.

Barry rompió su abrazo sólo para poder verla a los ojos, encontrando un deje de entusiasmo en ellos que le confirmó que estaba tomando la decisión correcta al ceder en su nombre.

―Para nada. De hecho, yo también tengo algo para ti.

Morgan alzó sus cejas con aire de sorpresa, viéndolo alcanzar el escritorio a lado de ellos para rebuscar entre sus cajones hasta dar con una pequeña caja cuidadosamente envuelta que llevaba una etiqueta con su nombre. Ella se mordisqueó el labio con emoción, tomando el presente que ella misma había traído consigo para posicionarse al frente de su acompañante.

―Feliz Navidad ―le dijo suavemente, tendiéndole el regalo.

Ella rio e imitó su acción.

―Feliz Navidad, Barry.

―Anda, ábrelo tú primero.

―Piedra, papel o tijera, el que pierda lo abre primero.

Barry le dio una mirada cómplice y acomodó su postura a una más confiada, rodando sus hombros hacia atrás.

―Hecho, quien gane dos de tres.

Ni siquiera llegaron a la tercera ronda, porque Morgan perdió las dos veces seguidas. Con un bufido negó con la cabeza, sospechando que había hecho trampa. Se resignó, y comenzó a remover el pequeño moño rojo que mantenía la caja cerrada. Con cautela rasgó el papel dorado de su alrededor, encontrando un estuche de terciopelo negro que la hizo detenerse unos segundos. Ella miró de reojo al velocista con un deje nervioso, y él le regresó un asentimiento que la animó para finalmente abrirlo.

Su boca se entreabrió en sorpresa, mientras posaba su mano en su pecho. Dentro del estuche se encontraba un fino collar dorado con un pequeño dije en forma de rayo. Morgan apretó sus labios uno con otro sin poder creerlo. ¡En forma de rayo! Estaba realmente maravillada, porque de todo lo que había imaginado, eso había superado todas sus expectativas.

Con ver la reacción de la castaña, Barry sintió su estómago dar un vuelco. Había estado tan nervioso pensando que probablemente no le gustaría. Sus preocupaciones se disiparon, cuando ella lo rodeó en un fuerte abrazo.

―Barry es... Perfecto, me encantó. Muchas gracias.

―No hay de qué.

―¡Tu turno! ―lo animó, palmeando su brazo con emoción.

Él se quejó entre risas por los golpes que la meta-humana le propinaba, y tomó la caja entre sus manos. Siguiendo el mismo proceso, Barry se deshizo del moño que éste llevaba encima, y poco a poco rasgó el papel de envoltura. Cuando no quedó más que el regalo en sí, él alzó la mirada con sorpresa.

―Morgan...

Presa de la ansiedad, la joven sintió la necesidad de explicarse a sí misma.

―¡Es una cámara instantánea! Porque tú eres muy veloz y... ―Se encogió de hombros, pasando un mechón de cabello detrás de su oreja―. Bueno, para cuando sientas que no quieres vivir tan rápido solo puedes presionar el botón y... Click, congelas un poco el momento, ¿qué te parece?

La primera impresión de Barry había sido pensar en lo genial que era tener una nueva cámara instantánea. Ahora en consecuencia de la suma de sus palabras, una sensación de calidez se esparció abundantemente por el pecho del héroe, incapaz de expresar lo mucho que llegaba a apreciarla cada vez más.

―Yo... ―balbuceó sin poder encontrar palabras por un segundo―. Quiero ponerla en uso.

Morgan alzó la cara con sus ojos iluminados, creyendo no haber escuchado correctamente.

―¿Qué? ¿Ahora?

―Sí, ahora ―afirmó con una atractiva sonrisa.

Barry alzó la cámara sobre su cara para apuntarla en su dirección, pero Morgan lo frenó al momento.

―¡Espera! ―Rápidamente, tendió el estuche de terciopelo con el collar frente a él―. ¿Me ayudas?

―Oh, claro.

Dejó la cámara sobre su escritorio para liberar ambas manos. Morgan le dio la espalda, recogiéndose el cabello con una mano. Él rodeó su cuello con cuidado, pasando la cadena sobre este y abrochándolo al final. Morgan se estremeció bajo el roce de sus dedos en su piel, antes de girarse, mientras se acomodaba el cabello.

―Okey, estoy lista.

Barry volvió a colocar la cámara entre sus manos, y en cuanto estuvo listo...

Click.

Tal como ella lo había predicho. Ese momento quedó congelado para el velocista. Morgan con su preciosa sonrisa luciendo su nuevo collar, rodeada de los envoltorios que no necesitaron más.

―¿Cómo crees que quedó? ―preguntó nerviosa, mirando como el aparato expulsaba la fotografía en físico, aún fogosa.

―Terrible, seguro.

La castaña arrugó la nariz para posteriormente empujarlo con escondida diversión. Barry forcejeó un poco con ella, intentando agitar la polaroid para revelarla, mientras esquivaba los intentos de alcanzarla que daba la menor.

―¡Déjame verla! ―exigió sin poder parar de reír, estirando sus brazos lo más que podía sin tener éxito alguno en tomar posesión de la fotografía que estaba por revelarse―. ¡Barr...!

―Ven aquí.

Con su característica rapidez, el héroe puso la polaroid fuera de la vista de la meta-humana, liberando sus manos para volver a abrazarla nuevamente. No tardó en pegarla contra su pecho, absorbido en lo agradable que le resultaba el gesto en esos momentos. El poder sentir el sueva suéter de Morgan bajo sus dedos, sentir la firmeza de sus extremidades a su alrededor, detectar el olor a jazmines que despedía su cabello y bañarse en toda la calidez que ella emanaba. No llegaba a cansarse. A Morgan no le resultaba desagradable, pero sí le parecía inusual. Ahora le picaba más la curiosidad qué tenía que decirles en la reunión que quería convocar en S.T.A.R. Labs.

―Hey, ¿qué sucede? ―cuestionó con suavidad, apretándolo de regreso.

―Sólo... ―Él suspiró con profundidad, queriendo verse en paz―. Sólo quiero sostenerte unos momentos más. ¿Está bien?

Morgan parpadeó lentamente con confusión y asintió.

―Sí, está bien.

Así se mantuvieron unos momentos más, sin que ninguno de los dos dijera nada. La forma en la que se estrechaban el uno al otro les resultaba demasiado acogedora como para separarse, por lo que aprovecharon cada segundo. Cuando Barry se sintió preparado y supo que no podría guardárselo más, se separó de la castaña para poder encararla.

―Mercury Labs fue atacado hoy.

El ceño de Morgan se frunció ligeramente.

―Oh... ¿Estuvo muy mal?

―Dos personas fallecieron. ―La severidad en el rostro de Morgan se acrecentó, observándolo con minuciosa atención―. A juzgar por los testimonios dados, se puede concluir que fue un velocista quien lo hizo.

―¿Qué...?

―El hombre que mató a mi mamá está de regreso.

Morgan se congeló en su lugar unos segundos, viendo al héroe con incredulidad. La noticia le heló la sangre al momento, pues había resultado ser mucho peor de lo que esperaba.

―Joder, Barry ―murmuró, espabilándose de su estupor. Pronto recuperó su abrigo y su bolsa, tomando iniciativa hacia S.T.A.R. Labs―. Vamos. 


ϟ


EL HOMBRE DE AMARILLO ESTABA AL ACECHO. Se encontraba en una desesperada búsqueda por tecnología enfocada en taquiones. Si por alguna razón el hombre cumpliera su cometido y tomara posesión de lo que deseaba, se convertiría en una amenaza mucho más peligrosa de lo que ya era. El equipo de S.T.A.R. Labs no podría permitir eso.

No habían perdido ni un momento para poner las manos a la obra. Morgan, Cisco y Caitlin fueron los encargados de diseñar una trampa para el nuevo velocista. La doctora y el ingeniero eran los cerebros, mientras que la meta-humana los asistía como mano de obra, dándole energía a las distintas partes necesitadas y ajustando uno que otro tornillo en la estructura. Trabajaron en eso sin parar, hasta haber perfeccionado el modelo. Por su parte, Barry y el Dr. Wells se habían ocupado en intentar convencer a la Dra. McGee, dueña de Mercury Labs, de concederles su prototipo de taquiónes para usarlo de carnada.

Barry no conseguiría las respuestas que tanto necesitaba, si no lograban atrapar al villano de una vez por todas.

Asimismo, Morgan jamás hubiera sido capaz de descuidar tanto su trabajo en Whitmore's Industries, si Nicholas no hubiera accedido a cubrir por ella. No le había resultado sencillo el tener que pedirle ayuda a su compañero de cuarto y trabajo, pero era necesario. La meta-humana no podía evitar llenarse peligrosamente de algo que no se había permitido sentir por años: esperanza. Quizás después de todo Henry podría salir de Iron Heights y ser un hombre libre, como siempre debió de ser. Ella no paraba de pensar en lo feliz que se sentiría su padre ante la oportunidad, si todavía estuviera ahí; no debía tener margen de error.

Tampoco se podía animar a dejar a Barry, quien la había estado pasando peor que todos. Flash Reverso había ido a enfrentarlo por sorpresa, dejándolo más abatido que nunca. Era evidente que el hombre solo intentaba jugar con la cabeza del héroe, pero no había forma de que él pudiera verlo de forma racional. No soy el hombre más veloz que existe. Es él, había dicho. Es por eso que Morgan se encontraba más al pendiente de Barry que de cualquier otra persona, pero se presentaba como una amiga más que otra cosa, sabiendo lo emocionalmente contrariado que el héroe se encontraba en esos momentos.

Cuando el día de la esperada trampa llegó, el equipo acordó en mantener a los héroes lejos del asunto por más que estos discutieran al respecto. A Morgan le parecía comprensible por qué Barry no debería estar presente. Él estaba demasiado molesto, demasiado cegado. Sin embargo no le parecía lógico que quisieran alejar a la única meta-humana que tenían a su disposición. Ellos argumentaban con que no podían arriesgarse a revelar su identidad al velocista malvado, además de que Barry estaría necesitando su compañía más que nunca. Sin otra opción ante su resistencia, el par terminó accediendo de mala gana.

Para pasar el día, Morgan optó por lo único que podría hacer sentir mejor a Barry: visitar a su padre en Iron Heights. Con un coche prestado de la empresa, ella lo llevó hasta ahí, pues el frío hacía que el viaje en motocicleta fuera poco práctico. Les dio su espacio, quedándose afuera a esperar que el castaño saliera. Tenía ganas de ver a Henry, pero en otro momento más apropiado sería.

Su día pasó lentamente con ambos intentando esconder sus inquietudes del otro. Iban a dar la noche por finalizada con una cena en casa de los West. Morgan deseaba una taza del famoso ponche de la abuela Esther, sin embargo este nunca llegó a sus labios. La trampa no había funcionado. Caitlin les había mandado un mensaje de "S.O.S." que los había hecho abandonar todo.

Siendo una emergencia, Barry no tardó en tomar a Morgan en sus brazos para utilizar su súper velocidad y aparecer en las instalaciones de S.T.A.R. Labs en cuestión de segundos. Mientras él desaparecía yendo directo contra el velocista malvado, Morgan dirigió sus atenciones hacia los policías presentes en el incidente, queriendo ser de ayuda ante los posibles daños.

La imagen que encontró le cortó la respiración violentamente, pues parecía ser que todos ahí dentro se encontraban heridos. Fue un alivio que Joe y Eddie entraran en su vista periférica, aparentemente en buen estado. Iba a acercarse a ellos, cuando su mirada alcanzó una figura en el centro de la trampa que había ayudado a armar, robándole un grito ahogado: era el Dr. Wells inconsciente y fuera de su silla.

―¿É-él...? ―balbuceó Morgan.

―Estará bien ―cortó Joe con convicción―. Ya llamamos a atención médica.

Morgan tragó grueso y asintió, recobrando la postura.

―¿Y ustedes?

―Bien también.

―¿Qué haces aquí? ―intervino Eddie con confusión, reconociéndola de la cita triple en Jitters que habían tenido meses atrás.

―Ayudar.

―Morgan, nosotros nos encargamos aquí ―le aseguró Joe con mirada severa, manteniendo la discreción―. Caitlin y Cisco te necesitan más.

Con un corto asentimiento de la cabeza, ella salió de ahí a gran velocidad en busca del resto de su equipo. Morgan había descubierto de poco en poco que encontrar a Barry no solía serle una tarea difícil, pues cuando él corría generaba tanta energía de velocidad, que hacía su rastreo mucho más sencillo. Lo podía sentir emanando de él.

Estaba siguiendo ese mismo rastro, cuando fue detenida en seco. De un momento a otro su espalda había impactado contra la dura pared de cemento en medio de uno de los pasillos de los laboratorios. Morgan soltó un grito ahogado al ver la figura frente a ella.

Era Flash Reverso.

Su cuerpo se agitaba en constante velocidad, lo que difuminaba su figura en algo apenas discernible, y sus ojos rubíes brillaban como dos faros de luz. La tenía sujetada de ambos antebrazos, sosteniéndola con fuerza en el aire. El terror fue inyectado violentamente en su sistema, quedando presa del pánico sin poder apartar su mirada de él.

―¡Aléjate de él o será tu propia condena! ―vociferó con voz profunda que resonó hasta calar las entrañas de la castaña―. Quedas advertida, Sapphire. Agradécemelo después.

Cuando Morgan miró a esos perforantes ojos rojos, supo que no había vuelta atrás para ella. Lo sintió en sus huesos; una fría afirmación de que los lazos de su destino habían sido envenenados por algo putrefacto.

Acto seguido Morgan se encontraba resbalando hasta el suelo por la pared, pues había sido soltada y sus piernas no habían encontrado la fuerza suficiente como para sostenerse. Sin poder registrar correctamente lo que había pasado, Morgan se puso de pie temblando de pies a cabeza. Podía sentir un grito todavía atascado en su garganta, casi ahogándola, cuando reanudó el camino hacia el resto de su equipo.

¿Qué acababa de pasar?

Disimuladamente se miró de arriba abajo, casi esperando ver una herida fatal en alguna parte de su cuerpo. ¿Es que el velocista solo se había detenido para darle una advertencia? ¿Por qué usaría esa selección de palabras?

Agradécemelo después.

Esas eran las palabras que estaban escritas en la nota anónima que había recibido la noche en la que el acelerador de partículas había explotado. Tal cual. Misma afirmación se le había dado la noche en la que dos hombres intentaron secuestrarla en el evento de Whitmore's Industries; uno de ellos se lo había recitado, mientras la ahorcaba.

Respecto a su amenaza, era evidente de quién la quería lejos: del velocista escarlata, era predecible. Lo que no se esperaba fue haberlo escuchado llamarla por su alías. Ella no llevaba su traje puesto, ¿cómo es que sabía quién era ella bajo la máscara? Estaba jodida.

Con la cabeza ligera y pálida como papel, Morgan logró aparecer por una de las salidas traseras del edificio. Ahí estaban todos ellos. Cisco estaba asistiendo al héroe escarlata, ayudándolo a mantenerse de pie, y a unos pasos más adelante, Caitlin encaraba a una figura que Morgan no reconoció.

―No me busques más ―demandó el hombre entre dientes.

Su cabeza, manos y pies se prendieron en fuego y con este se impulsó, llenando su alrededor de llamas. Con esa propulsión voló lejos, dejando a Morgan boquiabierta y mucho más confundida que antes.

La pusieron al corriente con todo lo que había pasado: por qué falló la trampa y quién era ese meta-humano. La antítesis del héroe se había salido con la suya, robando el prototipo de Mercury Labs, y el meta-humano en fuego era Ronnie, presunto prometido muerto de Caitlin. Por su parte, Morgan se abstuvo de mencionar una palabra sobre su encuentro con el velocista amarillo.

El espíritu navideño jamás se vio más ajetreado.


ϟ


AHORA QUE EL PÁNICO HABÍA PASADO, Morgan se encontraba mucho más concentrada que antes. Y terriblemente frustrada, enojada. No podía creer que se había congelado ante el terror. Ella lo había tenido ahí enfrente de ella, y no se había armado ni a darle una pequeña descarga de energía. ¡Se sentía tan inútil! Quizás era por eso que no se había animado a decirles nada a sus amigos. Jamás podría dar la cara ante su cobardía.

Ahora le era más claro que nunca lo inservible que había estado siendo, pero no más. Ella misma se encargaría de llegar al fondo de eso; de esas dos estúpidas palabras y de la críptica amenaza, así como la posible conexión entre la nota, su intento de secuestro y Flash Reverso.

No, ella no estaba hecha para esto. Lo sabía desde el principio. Ella no había desarrollado rápidos reflejos como Flash, ni había tomado una clase de artes marciales en su vida. No tenía programado en su persona ninguna de las cualidades que se necesitaban para llenar el traje de héroe, pero por su vida que lo iba a hacer. Ya se había divertido mucho moviendo cosas de lado a lado con Cisco o descargando cada pila que le entregaban, era hora de tomárselo mucho más en serio.

Una vez pasada la Navidad, ella le pediría al Dr. Wells que la entrenara. Después de todo no había hombre en Central City más inteligente y ambicioso que él, era justo lo que ella quería. Ese mismo día el hombre casi moría a manos del Hombre de Amarillo, lo que le había hecho ver lo patético que era su resentimiento hacia él. Todos podíamos cometer errores, si éramos correctamente empujados a hacerlo.

Para ahogar su mal humor, decidió cambiar su propia mentalidad. Hoy se había fallado a sí misma, pero había ganado una voluntad de hierro para los días que venían. Con ese pensamiento en repetición, el cansancio cayó sobre sus hombros con más pesadez de la que esperaba. Intentando ocultar la mala cara, entró a su pent-house.

―Cariño, estoy en casa ―canturreó sarcásticamente con voz ronca.

Con Nicholas habían comenzado a bromear como si fueran una pareja de los 50's desde hace unas semanas, y por alguna razón habían logrado continuarlo más de lo esperado. Hacía sus interacciones más interesantes con comentarios como: "Querido, llamaron de la escuela, nuestro retoño ha creado su propia sociedad comunista entre sus compañeros" o "¡Nicholas, llevo todo el día trabajando para llegar a casa y ver que no has lavado los trastes! Nunca aprecias lo que hago por nuestra familia".

Era una tontería, pero lograban sorprenderse el uno al otro con el ingenio que traían a sus conversaciones.

Morgan colgó su abrigo en el perchero de la entrada, junto a su bolso, sin recibir respuesta del joven. Tenía un dolor en la espalda insistente, seguido de una migraña. No podía ponerse peor. Se asomó en la sala de estar, y después decidió checar en la cocina.

―¿Cariño? ―Morgan se detuvo repentinamente en su lugar. Nicholas estaba sentado en la mesa de la cocina, tomando un café con nadie menos que Angelique Whitmore. En su mirada podía ver una resistente burla hacia ella―. ¿M-mamá? Pero... ¿T-tú...?

―¡Ah, ahí estás! ¡La mujer de la hora! ―la recibió con una sonrisa―. ¿Qué te hace llegar tan tarde a casa?

―No me dijiste que vendrías ―cortó con aspereza, sintiendo un rechazo creciendo dentro de su pecho.

Una visita de su madre era exactamente lo que no necesitaba en esos momentos.

―¿Tengo que avisarte? ―cuestionó, poniéndose de pie y caminando hacia ella para abrazarla―. Son las festividades, claro que regresaría a casa.

Ni con toda su fuerza de voluntad Morgan hubiera podido ocultar su disgustado semblante. Si alguien lo había notado, no fue comentado. Su madre parecía ser la misma: luciendo un traje a la medida, con muy pocas arrugas visibles en su rostro, unos ojos fuertemente críticos y un olor a gardenias que la seguía como constante recuerdo de su impoluta presencia.

―Veo que todo ha ido bien contigo y Nicholas ―dijo en tono sugestivo.

La temperatura de Morgan subió a su cara al recordar que le había llamado "cariño" enfrente de ella.

―Todo excelente, diría yo ―concordó el castaño, tomando un sorbo de su café. Parecía estar disfrutando mucho la escena.

―Sí, todo bien. ¿Qué tal Francia?

―C'est une merveille complète.

―Bon à entendre.

Morgan no podía sacarse de la cabeza que justo ese día había decidido usar una colonia que su madre detestaba. Solía decirle que el olor era barato. Ahora no podía pensar más que en huir a bañarse de pies a cabeza con ansiedad rasguñándole la piel. Eran ese tipo de pensamientos intrusivos los que siempre eran disparados bajo la presencia de su progenitora, y no era agradable. Estar en su compañía se asemejaba demasiado a estar frente a un panel de jueces.

Su madre la inspeccionó unos segundos más, antes de besar su frente.

―Te extrañé mucho, Ayn ―La llamó por su segundo nombre―. Nicholas me estuvo hablando de todos los arreglos que han hecho para la cena de Navidad en Whitmore's Industries. No puedo esperar a ver cómo resulta todo.

Después de decir esto, Angelique se despidió diciendo que tendría que descansar por el jet lag. Se estaba quedando en un hotel cerca. Les dio el número de habitación, por si necesitaban contactarla, y se fue.

―¿Cariño? ―la imitó Nicholas, reprimiendo risas.

Morgan suspiró y le dio un manotazo en el pecho.

―Cállate.


* "No puedes cambiar las cartas que te reparten, solo la forma en que juegas la mano."

(n/a) hola, nenessss. quería agradecerles, porque hay un montón que están siguiendo la historia al corriente y no saben lo mucho que me encanta tenerlos aquí, acompañándome capítulo a capítulo. sinceramente, pensé que me abandonarían poco a poco, pero CAPÍTULO 13 Y AQUÍ ESTAMOS, NENESSSSS.

Este jodido capítulo me dio tremendo dolor de cabeza para editar, pero aquí está. Es lo mejor que pude hacer.

UNA VEZ MÁS, gracias por todo su apoyo <3! Son lo más, cualquier duda o crítica constructiva es muy bien recibida.

¡no olviden votar y comentar, es muy apreciado!

con muchísimo amor,

NIAM ROCA

[ editado 22 de diciembre de 2021 ]

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top