11. with cupid's help

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❝ I think falling in love is
always a surprise, right? ❞*


Josh Dallas

TENÍA QUE ENCONTRAR REFUGIO RÁPIDO.

            Sin tener tiempo de detenerse a dudar, Morgan se introdujo en la primera puerta que vio a su derecha. El espacio ahí dentro era mucho más reducido de lo que esperaba, pero hubiera sido más que suficiente para contenerla en solitario. Desafortunadamente y de forma repentina, una figura se apresuró a seguirla, logrando entrar al compartimento antes de que la puerta se cerrara completamente tras ella. Como era esperado, su nuevo acompañante no había contemplado de antemano la considerable reducción de espacio que se encontraría, causando que ambos cuerpos chocaran contra las cuatro paredes a su alrededor y entre sí violentamente.

            ―¡Qué...! ¡Demonios! ―Morgan gritó ante el jaleo, no tardando mucho en concebir la nueva presencia de Barry―. ¡Auch!

            Ella encasilló su cabeza con ambas manos, encorvándose ligeramente por el dolor consecuente a las colisiones que había tenido contra las paredes y contra Barry por su descuidada entrada. El velocista hizo una mueca acompañada de una mirada de disculpa, rodeando la cabeza de la meta-humana con sus brazos para pegarla a su pecho. En parte, porque esa cercanía se les estaba impuesta por las cuatro paredes alrededor y en parte, porque pretendía calmar su dolor de alguna forma.

            ―¡Perdón, perdón! ―soltó torpemente, apenado por su desliz.

            Ella superó su aflicción inicial para rechazar su gesto, recuperando su postura y empujándolo lejos de ella con sus antebrazos. No fue muy fructífero, pues nuevamente, no había mucho espacio a donde alejarlo.

            ―¿Qué haces aquí? ―le espetó con impaciencia, bajando la voz para no delatar su ubicación.

            ―Atender la emergencia ―respondió con obviedad, igualando el volumen de su tono de voz hasta reducirse a susurros―. ¿Por qué no me esperaste?

            ―¡Porque...! Lo tengo todo bajo control.

            ―Escuché disparos.

            Ella bufó, evadiendo su mirada. No había atendido la presente situación con el profesionalismo que ella imaginaba en su posesión cada que se visualizaba encargándose de las misiones sin la guía de Barry. Todo había tomado un desordenado giro, pero nada que ella no pudiera manejar.

            ―¿No tienes un... No sé, incendio que atender? ―remitió finalmente, frunciendo ligeramente el ceño.

            En lugar de responder, el héroe se removió en su lugar con una mueca de incomodidad. Una textura extrañamente firme y desigual estaba raspándole el costado.

            ―Morgan... ¿Qué es esto? ―se quejó.

            ―¿Qué es qué...? ¡Uh! ―Esta vez fue su turno de removerse con turbación en su lugar, cuando sintió la mano de Barry palpar su costado en la oscuridad, recorriendo un camino de su cadera hasta por debajo de su axila. Nuevamente lo quiso apartar con una serie de manotazos―. ¿Qué haces? ¡Detente!

            ―¡No te... muevas!

            Antes de que ella pudiera detenerlo, el velocista ya había deslizado sus dedos por uno de los bolsillos escondidos de su traje para recuperar una pesada bolsa de tela. Le tomó una corta mirada para darse cuenta de que estaba sosteniendo el afamado Zafiro de Logan, misma joya que recientemente habían traído al Museo de Central City desde el Museo Smithsoniano de Historia Natural para una exclusiva exposición. Su mandíbula cayó, dejándolo boquiabierto.

            ―¿Qué haces con esto? ―protestó con confusión.

            ―¡Haces muchas preguntas! ―gruñó la castaña, arrebatándole la extremadamente cara gema de las manos para volver a guardarla con recelo.

            ―Por favor, dime que planeabas regresarlo. ―Ella le soltó otro manotazo―. ¡Auch! ¡Ya deja de hacer eso!

            ―¡Claro que planeaba regresarlo! Mira, mientras yo tenga el zafiro, ellos no podrán robarlo. Lo tomé para ganarme tiempo y decidir cómo sacar a los rehenes sin riesgos.

            ―Yo puedo...

            ―¡No, no! ―objetó sin dejarlo terminar, tomándolo por ambos brazos y fijando un profundo contacto visual―. Tú nada. Lo tengo bajo control, ¿sí? Vete, relájate. Yo me encargo.

            Barry se percató que por más que así lo quisiera, él no podría negarle eso a Morgan. No cuando ella lo estaba viendo con esos embelesantes ojos llenos de pujante anhelo y decisión detrás de su oscura máscara. Soltó un bajo gruñido de disconformidad y la señaló con un dedo, que debido a la inevitable proximidad, terminó por picar la punta de su nariz.

            ―Más te vale tener cuidado. ―Ella le dio una radiante sonrisa de alivio, habiendo pensado por un momento que no lo convencería―. Confío en ti.





ϟ






¡WUHU! ¡Atrapados, bebé! ―exclamó Cisco por sus auriculares, abundante en genuino entusiasmo―. Acabas de detener el robo del segundo zafiro más grande del mundo, vamos. ¿Cómo te sientes?

            Después de salvar el día, Morgan había corrido escaleras arriba usando la fuerza completa de sus piernas. Había empujado la puerta de emergencias existente en el último piso, irrumpiendo en la azotea del museo con atropellante conmoción. Un segundo más adentro y estaba segura de que su cuerpo haría combustión consecuente de las múltiples emociones que la recorrían con tanta intensidad. Quería disfrutar del citadino celaje, sintiendo la brisa del viento en su cara, mientras se regocijaba en su nueva victoria.

            ―Me siento espectacular ―pronunció con confianza, dejando salir una risa jadeante―. ¿Qué más tienes?

            ―Nada por el momento, pequeña saltamonte. Haz cumplido tu deber por el día.

            Morgan chasqueó la lengua, visiblemente decepcionada.

            ―¡Qué aburrido!

            ―Pero tengo buenas noticias. En este mismo momento, con Caitlin como testigo, yo te bautizo como... Sapphire ―reveló teatralmente―. Y no quiero escuchar nada al respecto. Es perfecto, lo sabes.

            La revelación del posible alías prendió una vivaz chispa de interés en Morgan, alzando las cejas en respuesta.

            ―Personalmente, a mí me gustó más Sparky ―intervino Barry con burla, haciendo notoria su reciente acto de presencia en el tejado.

            El comentario le sacó una risa despreocupada a la joven, mientras intentaba empujar al velocista por el pecho. Mismos intentos que el contrario esquivó con facilidad. Él sabía lo mucho que Morgan había detestado Sparky.

            ―Hey, no te burles ―objetó el ingeniero con queja―. Fue uno de mis momentos más bajos.

            ―Vale, nos vemos en los laboratorios ―habló Barry por el comunicador.

            ―Sí, traigan pizza.

            ―¡Y dedos de queso! ―Caitlin añadió.

            ―Pizza y dedos de queso, sí ―confirmó la castaña―. Nos vemos.

            ―¡Adiós, Sapphire!

            Y la comunicación se cortó, por lo que Morgan se despojó del auricular en su oído. Sin poder superar su magnífica tarde, ella dio un par de saltitos contenidos, apretando los puños. Sin detenerse ahí, con un par de pasos rápidos acortó la distancia entre su compañero y ella para poder rodearlo fuertemente entre sus brazos.

            ―¡Gracias, de verdad! ¡Muchas gracias!

            ―No hay de qué ―rio el velocista con felicidad. Asimismo correspondió al abrazo, proporcionándole caricias a lo largo de su espalda―. Lo hiciste bastante bien, Sapphire. Mereces el crédito.

            Sus interiores cosquillearon al escuchar el casual uso de su nuevo alías.

            ―¿Sapphire? ¿Sí te gustó?

            ―Sí, completamente. Además no es que tengas de otra ya, Cisco ya te bautizó.

            ―Y le tomó su dulce tiempo.

            Para cuando rompieron el abrazo, su alegría continuaba palpable a su alrededor, casi electrizante. La iluminación se hacía cada vez más pintoresca con el avecindamiento de un atardecer en la parte más lejana del firmamento. El tiempo ameritaba para que el par se tomara unos tranquilos momentos de disfrutarlo, ignorando el revuelo de las patrullas que aún seguían ocupándose de la escena en los pisos inferiores.

            Morgan recargó sus antebrazos en el borde de la terraza frente a ellos y Barry imitó su acción.

            ―Ojalá trabajar en Whitmore's Industries fuera así de gratificante ―murmuró con miedo a perturbar las bellas pinceladas anaranjadas y rosadas que infundían el cielo.

            ―¿No lo es?

            Morgan meditó su respuesta para encogerse de hombros con aparente despreocupación.

            ―Bueno, no quiero que lo malinterpretes. Me encanta el lugar. Me gusta saber que estoy ocupando una posición que muchos querrían y que la mayoría no podría realizar.

            ―Que humilde ―añadió con un sarcasmo juguetón.

            Ella se rio.

            ―Demasiado. ―Su sonrisa se redujo, pero no desapareció por completo―. Simplemente a veces me pregunto si estoy dónde debería estar. O, peor aún, si estoy aprovechando mis recursos lo mejor posible. Es muy distinto ayudar a las personas de esta forma, es más efectivo. Me siento algo inútil desde una oficina.

            Barry rio secamente, siguiéndola con la mirada.

            ―Estás bromeando, ¿verdad? ―Ella alzó una ceja interrogativa ante su reacción―. Tú jamás necesitaste el traje o los poderes para ayudar a las personas. Si no mal recuerdo, en los últimos años reuniste dinero para construir más de 70 casas para personas que vivían en la calle, prácticamente sacaste a la empresa de bancarrota con tu idea de cambiar de proveedor a uno ecológico...

             ―Vale, pero...

            ―Te ocupaste de generar empleos para miles de personas con una innovación al sistema de subordinación que se usaba hace unos años, eliminaste la desigualdad de salarios entre personas de distintos géneros y fuiste ponente en múltiples charlas dirigidas hacia el talento joven. Entre un montón de otras cosas increíbles.

            Morgan abrió y cerró la boca un par de veces, visiblemente tomada desprevenida. Optó finalmente por achicar sus ojos en su dirección, mientras posaba ambas manos sobre sus caderas.

            ―¿Cómo sabes todo eso?

            Él fingió demencia.

            ―Veo las noticias.

            Ella chasqueó la lengua suavemente.

            ―Vaya. Eso ha sido un poquitín más raro que tus visitas a Iris en disfraz.

            Después de darle un divertido guiño, Morgan le dio la espalda y se dispuso a marcharse de ahí por las escaleras de incendios.

            ―¡Hey! ¡Yo no...! ―Él bufó, sabiendo que no tenía remedio.

            Sin perder tiempo fue tras ella, comenzando a descender por los mismos escalones que ella dejaba detrás.

            ―¿A dónde vas? ―cuestionó.

            ―Por Gloria.

            ―¿Gloria?

            ―Mi motocicleta.

            Claro. Él siempre olvidaba el nombre de su vehículo.

            Cansado de su pequeña persecución, Barry utilizó su velocidad para quedar cara a cara con ella, frenándola en su andar. El anochecer ya estaba cayendo paulatinamente como una fina manta sobre sus hombros, oscureciendo sus facciones. Aún entre las sombras, Morgan podía identificar perfectamente esa sonrisa inocente.

            ―¿Ya te vas? ¿Vendrás a S.T.A.R. Labs con nosotros?

            Morgan suspiró con semblante pensativo. Llevaba un tiempo evitando las instalaciones, por lo que no paraba de extrañar las tardes que pasaba con Caitlin y Cisco. Aún así, eso no restaba el que todavía no superara completamente la muerte de Tony Woodward, así que evitaba activamente cualquier posibilidad de encontrarse con su responsable: el Dr. Wells.

            ―¿Wells estará ahí?

            Barry negó con una mirada comprensiva.

            ―Solo nosotros ―aseguró.

            Se encogió de hombros, dándole una sonrisa floja.

            ―Si tanto insistes, sí. Ahora deja de sonreír así ―le advirtió al ver cómo su rostro se iluminaba con una sonrisa abriéndose paso en su amplitud, misma expresión que solía entorpecerla con un cosquilleo en sus extremidades―. Anda, tú ve por la comida y nos vemos ahí.

            ―¿No quieres que te lleve?

            ―No ―respondió secamente, mostrando su aversión a la idea para repetir claramente―: Nos vemos ahí.

            Morgan saltó del barandal a su derecha para dejarse caer en el siguiente tramo de escaleras, esquivándolo. Él simplemente la miró con diversión, guiñándole un ojo antes de desaparecer alborotando todo el cabello de la castaña.

En cuanto Morgan pudo montarse en su preciada Gloria, emprendió su camino hacia los laboratorios. La joven ya se estaba acostumbrando a las altas velocidades que su vehículo alcanzaba. Atravesaba calle tras calle, paulatinamente perdiendo la sensibilidad en sus manos por el constante vibrar del motor en el manillar. La oscuridad de la noche había traído consigo la iluminación sintética de la ciudad, los postes de luz y los semáforos adornaban el camino a su paso. Queriendo tomar un camino más corto, se trasladó de una avenida principal a calles menos concurridas.

Prácticamente ya estaba llegando a S.T.A.R. Labs, cuando al dar un giro a la derecha a toda velocidad no pudo divisar a tiempo a la pequeña criatura que se encontraba en el centro de la oscura calle. Morgan frenó tan violentamente, que salió disparada del vehículo, cayendo unos metros más lejos. Su cuerpo impactó contra el pavimento y el golpe la hizo rodar un poco, sacándole gemidos de dolor. Se dio cuenta de que su maniobra no había funcionado, cuando escuchó un agudo alarido, junto a unos cuantos lloriqueos.

Acababa de lastimar a un perro callejero.

―Oh por dios, oh joder ―se repitió una y otra vez, sintiendo el firme asfalto bajo ella.

Con algo de esfuerzo utilizó sus manos para levantarse, ignorando el dolor que recorría su cuerpo. Torpemente se deshizo del casco en su cabeza, y se apresuró a arrodillarse al lado del pequeño animal con su corazón latiendo erráticamente en sus oídos. Era un perro callejero de gran pelaje grisáceo y rizado. Estaba tirado sobre su lado, temblando de miedo y soltando algunos gemidos. Morgan dudó un segundo sobre dónde poner sus manos para revisar el estado del pequeño. Parecía seguir respirando con normalidad, por lo que ella supo que tenía que actuar rápido.

Metió sus manos por debajo de su cuerpo para poder cargarlo contra su pecho. Dando un manotazo al aire, un aura azul emanó de sus manos alzando su motocicleta un par de metros sobre el suelo y empujándola a un lado de la calle para así no causar otro tipo de accidente. Ella nunca había movido en el aire algo tan pesado, menos sin darle el menor ápice de atención. Lo único que tenía en mente era conseguirle ayuda al animal.






ϟ






BARRY REVISÓ NUEVAMENTE EL RELOJ IMPACIENTEMENTE. Ya habían pasado varios minutos desde que había llegado a S.T.A.R. Labs con toda la comida para cenar, pero Morgan no aparecía por ningún lado.

―Seguramente ya está por llegar ―habló Caitlin al notar la preocupación del héroe.

―Sip ―confirmó Cisco, quien estaba recargado en una silla frente al monitor, jugueteando con un lápiz distraídamente―. El localizador de su traje marca que ya está aquí.

Barry quiso respirar con más tranquilidad, pero los gritos en el pasillo se lo impidieron.

―¡Ayuda! ―Era Morgan gritando a todo pulmón―. ¡Ayuda!

Todos se enderezaron alertas, girando sus cabezas instantáneamente a ver cómo la meta-humana entraba en el Córtex con un animal en sus brazos. Su capucha estaba abajo, por lo que mostraba todo su cabello castaño alborotado. A pesar de todavía llevar su máscara, Barry pudo notar sus grandes ojos azules abiertos de par en par con terror en sus ojos. No solo eso, tenía un feo raspón en la cara, así como su traje rasgado ligeramente.

Caitlin se precipitó hacia ella, seguida del velocista.

―¿Qué sucedió? ―le preguntó la doctora examinando al perro.

―¿Estás bien? ―secundó Barry mirándola atentamente.

―Y-yo... Estaba manejando y todo estaba muy oscuro, apenas lo vi ―balbuceó la chica con culpa, aferrándose a la pequeña bola de pelos con cierta protección―. No sabía a dónde ir y y-yo prácticamente ya estaba aquí.

Morgan apretó los labios, sintiendo que todos la juzgarían como un monstruo. Los ojos de Caitlin se suavizaron con empatía. Realmente Morgan parecía más aterrada que el perro.

―No te preocupes. Yo me encargo ―Caitlin le aseguró, estirando sus brazos para tomar al pequeño en sus manos.

Morgan parecía un poco reacia a soltarlo, pero finalmente lo hizo. Caitlin lo llevó hasta una camilla y comenzó a atenderlo. A primera vista se podía ver al canino un poco desnutrido, además de que no apoyaba una de sus patitas delanteras. Claro, ella no era veterinaria ni nada por el estilo, pero sí que podía echar un vistazo a su estado en general.

La meta-humana se abrazó a sí misma, incapaz de quitarle los ojos de encima a la criatura. Frunció los labios y se quitó la máscara de los ojos, solo para notar el terrible temblor que tenía en las manos. Siguió a su amiga de cerca hacia la enfermería, evadiendo a Barry, casi a la espera de malas noticias.

―Caitlin, perdón ―soltó alterada. Su estado de shock ya se estaba diluyendo, por lo que las lágrimas subieron rápido a nublar su vista―. Tu siempre me dices que baje la velocidad y nunca te escucho. Fue una estupidez.

―Está bien, de verdad. Es decir, ten más cuidado con tu velocidad, siempre. Pero con respecto a este amiguito ―lo señaló hablándole con dulzura―. Él estará bien.

―¡Qué cosa tan bonita! ―exclamó Cisco. Había estado en el Córtex mirando la situación con sorpresa, pero por fin había decidido acercarse y hablarle al peludo como si de un bebé se tratará―. ¿Estás lastimadito? Aw, ¿quién es un buen chico?

Caitlin y Cisco se enfocaron en atender al animal, pero Morgan sintió que necesitaba aire. La gran tristeza y culpabilidad estaba acaparando su pecho, ahora que la urgencia y adrenalina se iban.

Barry, quien la observaba a detalle, la vio salir de la enfermería con la mirada pegada en el suelo y lágrimas silenciosas surcando su cara. Estaba caminando en su dirección. Antes de que él pudiera decir algo, la castaña se encorvó, apoyó su frente contra su pecho y comenzó a soltar pequeños sollozos. Barry la rodeó con sus brazos, sujetándola con fuerza.

―Hey, hey ―susurró contra su cabello―. Fue un accidente, está bien.

Morgan no lo creía un accidente. Ella estaba al volante, ella debió haber sido más consciente. Pudo haberlo matado. El alarido que el perrito había soltado después del impacto se repetía una y otra vez en su cabeza. Se tapó la cara con las manos y dejó que Barry la sostuviera unos momentos más.

―¿No quieres ir a verlo? ―sugirió el velocista. Desde donde él estaba, el canino parecía estar recobrando un buen humor, cosa que pensó que podría hacerla sentir mejor.

Ella negó rápidamente.

―No puedo, no puedo ―murmuró para sí misma y se aferró con más fuerza al velocista.

Él no se movió, ni se quejó cuando sintió las cálidas lágrimas de la meta-humana en su playera. Nunca la había visto así de triste y sinceramente era desolador. Queriendo darle tiempo para que se tranquilice, Barry comenzó a acariciar su cabello suavemente, peinándolo con la punta de sus dedos. Poco a poco los fuertes sollozos se fueron convirtiendo en una acompasada respiración.

―¿Me puedes pasar un pañuelo? ―le susurró. Usando su velocidad, Barry fue por una caja de pañuelos desechables y regresó como si nunca se hubiera separado de ella. Sacó uno de la caja y se lo pasó―. Gracias.

Morgan se limpió la cara lo mejor posible y finalmente alzó la barbilla para verlo. Sus facciones presentaban un color rojizo que se concentraba en los ojos y nariz, difuminándose levemente por sus mejillas. Sus azules pupilas parecían mucho más brillantes y grandes, junto a sus húmedas pestañas. En su mejilla derecha mostraba un gran raspón, que a pesar de estarse curando, todavía destacaba visiblemente. Barry jamás había visto a alguien llorar más bonito.

―¿Qué te pasó? ―le preguntó, tomando su rostro entre sus manos para examinar la herida. Ella desvió su cara en un inútil intento de ocultarlo, pero Barry la volvió a tomar por la barbilla.

―Oh, yo sé qué le pasó ―Ambos héroes se giraron para ver a un Cisco sonriente frente a uno de los monitores. Tenía una pizza en las manos y parecía emocionado por algo que veía―. Morgan, pude acceder a las cámaras de seguridad de un local cerca y tengo las grabaciones de lo que pasó.

La meta-humana apretó el puente de la nariz con sus dedos y suspiró. Con Barry a su lado caminó hasta estar a un lado del ingeniero mecánico. Presionó una tecla que pronto reprodujo el vídeo en pantalla. En un principio se mostró la calle aparentemente desierta, hasta que el pequeño perro comenzó a aparecer en la imagen.

―Y ahí está Casper ―indicó Cisco.

―¿Casper?

―Sí, ¿te gusta?

La chica se relamió los labios pensativa y finalmente asintió, algo convencida.

―Oh ―murmuró Barry para después señalar el monitor―. Mira, Morgan, está cojeando.

Ella miró con atención hasta que confirmó lo que el velocista decía. Era cierto, no estaba apoyando una de sus patas.

A duras penas el can llegó al centro del camino hasta tirarse agotado. No mucho después, vieron el abrupto freno que Morgan pegó en un intento de no dañar al animal, seguido de su terrible y desastrosa caída. Gloria, su motocicleta, ni siquiera alcanzó a tocar al perro. El alarido que Morgan había escuchado fue porque la criatura había intentado apoyar su pata mala del susto.

―Aquí se viene mi parte favorita ―anunció Cisco, presionando un par de teclas para hacer zoom a la imagen.

Los tres vieron como la castaña se precipitaba a tomar al perro en brazos para después hacer a su motocicleta levitar con energía y acomodarla a un lado de la calle con un gesto de su mano. Cisco pausó la grabación en ese punto y la miró con una sonrisa.

―Energía mecánica transitoria ―señaló dándole otra mordida a su rebanada de pizza―. Eso fue genial.

Morgan se mordió el labio inferior. ¿Por qué quería llorar de nuevo?

―¿Viste eso? ―Barry la picoteó suavemente con un dedo―. Tú no lo lastimaste.

―De hecho, probablemente lo salvaste ―Caitlin se les había unido con esa sonrisa tan cálida que la caracterizaba―. Quién sabe cuándo hubiera podido recibir atención médica de no ser por ti.

Eso logró sacarle una tímida sonrisa a la meta-humana. Se sentía apenada de armar tal revuelo, pero por un momento realmente se había sentido como la peor persona existente. Verla animarse también logró que Barry sonriera ampliamente, subiendo una mano para acariciar su espalda. Cisco también notó cómo el humor se aligeraba por lo que la codeó suavemente.

―Mi madre atropelló a mi primera y única mascota, cuando era niña ―soltó abruptamente, sacándole una mueca de contrariedad a los presentes. Ella quiso diluir sus palabras con una risita nerviosa―. Quizás por eso exageré un poco.

―Casi te mataste intentando no lastimar a un perrito ―Cisco se encogió de hombros―. No me suena exagerado en lo absoluto.

Los cuatro rieron juntos ante el comentario.

―¿Quieres verlo? ―sugirió Caitlin, tendiéndole una mano.

Morgan dudó ligeramente, buscando a Barry con la mirada. El héroe le dio un asentimiento que la reconfortó. Ella accedió y tomó la mano de Caitlin para después ser guiada de vuelta a la enfermería.

―¡Espera, Morgan! ¡Pásame una pizza! ―Cisco le pidió, alzando sus brazos. Morgan rodó los ojos con aire juguetón para después utilizar sus poderes para abrir la caja de pizzas y hacer a una de las rebanadas levitar hasta la mano del ingeniero―. ¡Demasiado genial!

Al entrar a la habitación, el blanquecino perrito, ahora llamado Casper, comenzó a mover su cola con emoción en cuanto las vio venir. Estaba tendido sobre su lado izquierdo con su pata derecha delantera vendada. Tenía unos preciosos ojitos marrones que parecían de ensueño. Con un pequeño puchero de ternura, Morgan se acercó a acariciar su cabeza y a mimarlo suavemente.

―Me parece que su pata pudo luxarse. Ya lo vendé y le di algo para el dolor ―Caitlin le explicó―. Lo mejor sería que mañana lo lleves con un profesional para que pueda arreglarlo con un proceso quirúrgico.

Morgan suspiró profundamente y asintió.

―No sabes lo agradecida que estoy, Cait. De verdad, gracias ―dijo viéndola con ojos cariñosos. Se acercó a ella y la envolvió en un abrazo.

―No hay problema ―contestó, correspondiendo a su abrazo.

Barry, quién estaba viendo toda la escena desde el Córtex, no podía borrar la sonrisa de su rostro. Si bien, después de haber sido mejores amigos en la infancia, cuando Morgan y Barry se volvieron encontrar había sido como ser completos extraños. Excepto en momentos como esos.

Cuando iban en primaria, él había visto a Morgan pelear contra un montón de niños que querían matar a una abeja. Ella les gritó y los empujó hasta que pudo subirla a una hoja y dejarla en la naturaleza. Lo mismo pasaba con las hormigas o escarabajos, jamás lo dejó pisar ningún insecto en la calle ni nada por el estilo. Tarde o temprano sus actitudes se contagiaron. Hasta su adultez, Barry seguía sacando las arañas que encontraba al exterior, en lugar de matarlas.

Así que sí, por un momento parecían eso. No dos meta-humanos obligados a salvar una ciudad, sino dos niños y sus preocupaciones por el bien.

Morgan lo atrapó mirándola e hizo que sus ojos conectaran. Visiblemente más relajada, le regaló una nueva y totalmente radiante sonrisa que causó mariposas en su estómago.

Wow.


* "Yo pienso que enamorarse es siempre una sorpresa, ¿cierto?"


(n/a) OMMMGGG, no me aguanto.

yo: mmh, quiero darles un capítulo ligero en el que nos alejemos poquito de la trama de la serie, además de seguir construyendo la relación de Barry y Morgan.
también yo: 3700 PALABRAS AKDJSJAKL. (después de la edición, 4200)

POR CIERTO, GRACIAS POR 1.97K LEÍDAS. Ya casi son 2k, me muerO. cuídense mucho todes, les aprecio un chingo, SIGAN BRILLANDO Y TOMEN AGUA.

En fin, espero que les haya gustado y que no los haya asustado con lo del perrito. No quería sonar cruel, el nene estará como nuevo en el siguiente capítulo.

así que Casper y yo los veremos aquí en el siguiente sábado de actualización juasjuasj

con muchísimo amor,

ɴɪᴀᴍ ʀᴏᴄᴀ

[ editado 25 de noviembre, 2021 ]

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