05. trivia night
・:*:・゚☆∥ 05. trivia night
❝ and then I met you
and slowly, but all at once
my whole world began to change. ❞ *
―
r.m. broderick
UNA TRIPLE CITA.
La idea de una cita en singular sonaba mala por sí sola, unirse a otras dos parejas no mejoraba el caso ni un poco. Sin embargo, no tuvo el corazón de decirle eso a Iris cuando se lo propuso. Sería la oportunidad perfecta para que ella pudiera presentarle a su novio Eddie y sonaba demasiado emocionada al respecto. No habló más que maravillas del hombre. Como toque especial, Barry también asistiría con su propia cita. Con todo y todo, Morgan estaba emocionada por tener una salida con ambos, pues pronto partiría de regreso a Starling City y su tiempo era limitado. Aún así, ella no estaba predeterminada a ser el mal quinteto.
No tenía ni idea de cómo se las arreglaría para conseguir un acompañante, pero todavía tenía un par de horas para arreglárselas. Por el momento se había adentrado completamente al brillante edificio de Whitmore's Industries. Era cierto que todavía no había regresado a retomar una posición oficial en la mesa corporativa, pero aún así deseaba hacerse útil. Había tomado una pequeña libreta junto a un bolígrafo negro y se había puesto a revolotear de lado a lado, tomando anotaciones de las deficiencias que podrían estar afectando el rendimiento del personal; como el aire acondicionado que se había averiado en el piso número 12, la silla reclinatoria que se había roto en el área de empleados del piso 9 y la falta de variedad en opciones libres de alergénicos en las máquinas expendedoras de los pasillos. Se había propuesto ser lo más discreta posible, pues sabía que la mayoría de los trabajadores encontrarían molesto tener un par de ojos fisgoneando sobre sus hombros, pero se encontraba bastante satisfecha con poder verse de provecho.
Estaba inspeccionando el botiquín de primeros auxilios en el penúltimo piso, cuando le notificaron que la cafetera estaba lista y se decidió darse un corto descanso. A pasos rápidos se escabulló entre los escritorios hasta alcanzar la solitaria mesa del café: bebidas calientes, algunas galletas y dosificador de agua. Tomó uno de los vasos térmicos de cartón para llenar dos tercios de este con café americano, dejando el último tercio de espacio para posteriormente ser llenado de crema sabor vainilla. Su mirada se quedó perdida en los círculos que comenzaba a trazar con una palita de plástico, siguiendo los remolinos cafés y blancos que poco a poco se unían en un color parduzco y uniforme. El vapor que escapaba del contenedor envolvía la piel de su mano, causándole una agradable sensación de calidez que se extendió hasta la punta de sus dedos. Estaba tan ensimismada en la trivial actividad, que no pudo advertir cuando una persona apareció detrás de ella prácticamente de la nada.
―¿Señorita Whitmore?
―¡Jesús! ―exclamó sobresaltada, tirando un poco de café caliente sobre su mano en el proceso. Ella ni siquiera era religiosa, pero proclamaba el nombre de las deidades cotidianamente―. ¡Auch!
―Jesús no, señorita. Mi nombre es Erik.
El ceño de Morgan se frunció en dirección al lánguido joven a su lado, sintiendo el dorso de su mano cosquillear en dolorosas punzadas debido a su contacto con el agua caliente.
―¡Me sé tu nombre, Erik, pero hiciste que me quemara! ―Con una mueca se giró para tomar un par de servilletas y secar todo el café que había derramado. Tomó un par de respiraciones para obligarse a pronunciar en un tono más calmado―: Perdona, ¿se te ofrecía algo?
―Mmh, hay alguien que la busca ―mencionó el interno quedamente.
―Dile que no estoy, por favor ―respondió con simpleza.
―Es que... ―balbuceó con una mueca y Morgan se preguntó el por qué se veía tan nervioso.
Erik no encontraba las palabras para explicarle que su ex novio venía de camino hacia ellos en ese mismo momento. Había sido un accidente. Solo le había tomado un vistazo para identificar al visitante como Miles Gold. El adinerado se había ganado cierto reconocimiento en esas instalaciones, debido a sus visitas en el pasado. No fueron demasiadas, pero sí que fueron memorables; como la vez que había traído consigo un oso de peluche de dos metros o en la que había asistido con Rihanna como invitada para que conociera a Morgan. ¿Cómo se suponía que él debía saber que ya habían terminado? ¿Era de conocimiento general?
No pudo darse tiempo de formular la situación en cabeza, pues pronto la atención de la joven Whitmore se vio opacada por otro individuo.
―¡Corazón mío!
Un rubio platinado se había plantado en medio de la oficina, abriendo los brazos a lo alto de sus costados con una sonrisa de ganador. En una de sus manos estaba sosteniendo el ramo de rosas rojas más grande que Morgan había visto en la vida. El rostro de la castaña se iluminó en varios tonos rojizos, mientras tragaba grueso ante el sentimiento de las múltiples miradas de los empleados picándole por doquier. Lentamente se giró para entregarle su café apenas tocado al interino a su lado, y aprovechó la cercanía para murmurar en voz baja:
―Jamás te lo perdonaré, Erik.
Lo vio tragar grueso.
Fabricando una sonrisa relajada, ella caminó a paso confiado hacia el llamativo joven. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca, se aferró de su chaqueta en un puño y tiró de él hacia un lugar más privado.
La ex pareja se refugió en el despacho personal de Morgan; o el que solía serlo antes de la explosión del acelerador de partículas, porque ahora parecía haber tenido una remodelación. Sus estantes estaban vacíos, teñidos de tonalidades oscuras, y la acomodación de muebles le parecía distinta. Nada de ahí le podría dar una pista sobre quién era el nuevo ocupante, pero eso no era importante, lo importante es que por el momento les podía entregar la privacidad que necesitaban.
―¿Qué haces aquí?
Miles soltó un suspiro cansino y echó su cabeza hacia un lado.
―¿Nada de "hola, ¿cómo estás, Miles?"? ¿"Te extrañé mucho, Miles, gracias por venir a verme"? ―cuestionó lánguidamente. Ante su falta de respuesta, él continúo―: Te traje flores.
Ella frunció sus labios fuertemente, dudando de sus movimientos por un par de segundos antes de tomar el ramo en manos. Era más pesado de lo que advertía. Miles vio evidente su mueca mal escondida.
―¿No te gustan?
―Detesto las rosas rojas ―soltó sinceramente antes de poder detenerse. Sin querer contrariarlo, añadió rápidamente―. Pero estoy segura de que alguien en la oficina las disfrutara mucho.
Sin dar señales de advertencia, el rubio arrancó las flores de las manos de Morgan y las lanzó directo al suelo. La mandíbula de la joven se abrió desmesuradamente.
―¡Miles! ―reclamó agudamente.
―¡No sé qué quieres de mí! ―exclamó de regreso.
―¡No seas inmaduro, Miles! ―lo señaló con un dedo acusador, intentando bajar el volumen de voz para no llamar la atención de todo el despacho, pero sin tener control del chillante tono que sus reclamos estaban tomando―. ¡Además no me gusta que vengas a hacerme este tipo de visitas! ¡Me avergüenza y lo sabes!
―Mmh, jamás te he escuchado quejarte de la vez que traje a Rihanna.
―¡No metas a Rihanna en esto!
Los dos bufaron y se quedaron en silencio por unos momentos, mirándose a intervalos con una pujante tensión.
―Pensé que íbamos a ser amigos, aburrida.
Ella se mordisqueó el interior de su mejilla.
―Mmh... Sí. Sí, amigos ―cedió nada convincente, buscando de todas las formas el cómo sonar compasiva―. Pero del tipo más informal, no íntimos, ¿sabes?
―No me quiero acostar contigo, lo sabes ―aclaró tan secamente que no pudo no sonar como un insulto.
―¡Dios, lo sé! ¡Hay otros tipos de intimidad!
Miles parecía perder la paciencia.
―¡Yo te pagué el dermatólogo de tu mano! ―Alzó la mano de la joven para exponer la cicatriz en cuestión, sólo para encontrarse con que llevaba puestos unos guantes de cuero falso para ocultarla. Ella apartó su mano de inmediato―. No hay nada más íntimo que eso.
Ella no pudo evitar soltar una risa seca.
―¡Oh, vamos! No actúes como si eso hubiera sido un gran sacrificio, ¡el dermatólogo era tu primo!
Miles le frunció el ceño a la castaña y ella se lo frunció de regreso.
―¿Qué hay del croissant que te lleve de desayuno?
―¿Disculpa? ―dijo, creyendo haber escuchado mal―. ¿Croissant?
―Sí, ya sabes. El de fresas con crema.
―¡No puedes comprar mi amistad con croissants...!
En ese momento la puerta de la oficina se abrió, interrumpiendo su tonta discusión. Una cabellera de rizos chocolates se hizo presente, mostrando genuina confusión ante la escena que había encontrado. Llevaba unos pantalones oscuros con un predecible conjunto de una camisa blanca debajo de un suéter negro, más un maletín colgado de su hombro.
―¿Hola? ―Nicholas Hunt intercambió su mirada entre ambos.
―Disculpa, rey. ¿Te molestamos? ―Miles habló con molestia, señalándose a sí mismo y después a su acompañante.
―Disculpas aceptadas, rey ―imitó el apodo con sarcasmo, pero en un tipo de humor relajado. Ella podía sentir sus ojos burlones quemarle la nuca―. Pero ésta es mi oficina, así que si no es mucha molestia...
Morgan alzó la cabeza de inmediato. Le dio un vistazo al lugar y se cruzó de brazos, queriendo ocultar su molestia. Ella había elegido ese espacio, porque era el mejor de todo el edificio. Tenía la mejor vista, la mejor ventilación y la mejor ubicación con respecto a privacidad y silencio. No podía creer que ahora Nicholas lo ocupaba. Parecía que el rizado lograba adueñarse de todas las partes buenas de su vida sin ningún aparente esfuerzo.
Con un suspiro, Morgan empujó ligeramente a Miles con dirección a la salida en evidente señal de que tenían que salir de ahí. Recogieron las rosas del suelo, terminando nuevamente en manos de Morgan. Cuando estaba por cruzar la puerta, Nicholas la detuvo:
―Hey, Morgan. Espera ―bajó su tono de voz, mientras tomaba la correa de su maletín para después dejarlo sobre su nítido escritorio―. ¿Todo en orden?
Ella parpadeó un par de veces con cierta extrañeza.
―Mmmh, sí. ¿Por qué?
Él señaló hacia afuera, intentando con todas sus fuerzas no reír.
―¿Qué haces con Miles Gold? ¿No es un idiota?
―Es nuevo al concepto de tener relaciones afectivas sin interacción sexual ―aclaró con presura, sus mejillas picándole en calor―. Pero sí. Sí es un idiota.
―¿Quieres decir que él jamás ha tenido amigas?
Morgan masajeó su frente con sus dedos.
―Sí, eso parece. Es insoportable.
Él dejó salir una corta risa, asintiendo con un semblante entretenido.
―Bueno, no olvides que esta semana tendremos el evento privado para celebrar el cumpleaños de Northrop ―le recordó cordialmente.
―Obvio no lo olvidaría ―respondió algo a la defensiva por la simple sugestión de que ella podría dejar pasar una fecha tan importante para su mayordomo―. Le hornearé un pastel.
Esto lo hizo fruncir el ceño y erguirse en su lugar.
―¿Se lo hornearás?
―Sip ―afirmó con simpleza―. Como los brownies que llevé para la celebración de Pascua.
―Oh ―asintió con gesto pensativo―. Así que eso eran brownies.
Morgan frunció el ceño con disgusto y le proporcionó un puntapié en la pantorrilla, sacándole un quejido profundo.
―¡Joder, perdón! —la miró como si estuviera loca—. Solo estaban un poco crujientes, ¿sí? Tú lleva lo que quieras, nos vemos ahí.
—Será el mejor pastel que hayas probado, ¿okey? Y eso es todo lo que diré.
Ella debió de haber salido de ahí en ese momento, pero no pudo evitar darle un último vistazo a su vieja oficina con nostalgia.
―¿Te gusta? Acabo de cambiarme ―explicó, mirando el lugar por su cuenta.
Morgan dio un suspiro derrotado y le tendió el ramo de rosas.
—Ten. Para que decores el lugar, se ve muy poco personal y... Vacío.
Él tomó el ramo con una pequeña sonrisa.
―¿Poco personal y vacío? ―se defendió, dejando el gigantesco ramo sobre el escritorio para poder estirar su brazo y tomar algo de los estantes―. Aquí tengo mi premio anual al humanitario del año.
―¿Tu premio anual al...? ―Morgan sintió su voz subir a un tono demasiado agudo, por lo que se cortó a sí misma―. ¿Sabes qué? Me tengo que ir.
Habían tenido una buena interacción, pero ahora había regresado a ahogarse en esa envidia silenciosa.
No esperó una respuesta para salir de ahí, encontrándose con su ex novio esperándola afuera obedientemente. Ya no tenía su semblante de agitación que había mantenido durante su discusión, ahora simplemente la miraba con ojos de perrito. El ajetreo dentro de sí ya se había tranquilizado hasta haber esfumados los humos de su enojo. Sabía que ese día no ganaría la batalla contra Miles, pero sí podría sacar algo de eso.
―¿Entonces?
―¿Entonces qué? ―replicó.
―¿Quieres ser mi amigo?
El rostro del rubio se iluminó de inmediato, parándose bien sobre ambos pies.
―Sí, sí quiero.
―¿Qué harás esta tarde?
―¿Por qué?
―Me invitaron a una noche de trivia y estaba pensando que me podrías acompañar, ¿qué dices?
―Noche de trivia... ―repitió pensativo hasta asentir lentamente―. Sí, suena divertido.
Ella alzó una ceja, sabiendo que mentía.
―¿Seguro?
―Nunca podría negarte nada, Whitmore. Cancelaré todos mis planes para esta tarde, todo por ti ―aseguró, alisando las arrugas inexistentes de su camisa.
―¿Estás intentando impresionarme? ―respondió con cierta diversión.
―¿Por qué? ¿Está funcionando?
―Mmmh, no eres mi tipo.
Atacar el ego de Miles no fue buena idea.
―¿Ah, no? ¿Entonces cómo explicas que sepa de la existencia del lunar que tienes cerca de tus...?
La boca de Morgan se abrió desmesuradamente y le soltó un manotazo en el brazo, evitando que terminara esa oración.
―¡Miles! ―Él soltó una carcajada, disfrutando de haber sacado una reacción de ella―. ¡Amigos! ¿Recuerdas? Por favor, deja de mencionar nuestro... Pasado.
―Te avergüenzas de mí. ―El chico apretó sus labios como si estuviera reprimiendo las lágrimas en un gesto teatral.
―Me avergonzaré si nos haces perder en la noche de trivia ―provocó, regresando el tema a la salida de esta tarde.
Él pareció incrédulo.
―Si hay algo que tienes que saber de mí, Morgan―Miles se ajustó la chaqueta negra con confianza antes de proceder―, es que soy un profesional para las noches de trivia.
ϟ
―¡MITOSIS, MILES, MITOSIS! ―lo regañó Morgan entre dientes, después de que Miles hubiera denominado el proceso por el que una célula se divide para formar dos células hijas como meiosis.
Podría ser peor, es lo único que Morgan continuaba recordándose.
Desde que habían llegado se les había indicado que el máximo número de integrantes por equipo era de cuatro personas. Si Morgan no hubiera llevado a alguien, ella sería el número sobrante y no habría sabido cómo lidiar con eso sin hacerlo embarazoso.
Aún así, debido a su tardanza, fueron Miles y Morgan quienes tuvieron que buscarse otra pareja con la cual completar equipo. Esto no fue gran problema, pues con los encantos naturales del rubio no tardaron en encontrar a un par de amigas que quisieron unirseles. Lo que sí desanimó a Morgan fue que esto cancelara completamente el objetivo de esa tarde que era pasar tiempo con Iris y Barry. Sus mesas estaban relativamente cerca para conversar, pero era difícil encontrar tiempo extra para distraerse sin perder puntos en el juego.
Los equipos quedaron como E=mc Hammer conformado por Iris, su novio Eddie Thawne, Barry y su cita Felicity Smoak. Por mayoría de votos, el otro equipo se había denominado como Gold's bitches, idea de Miles, por si eso no era evidente.
Mientras E=mc Hammer parecía arrasar con todas las preguntas, su equipo había tomado la decisión ejecutiva de ignorarla por completo y solo seleccionar las respuestas que daba Miles.
―Desafortunadamente, Gold's bitches queda descalificado ―anunció el anfitrión de la noche por el micrófono.
Morgan le dio una sonrisa de empatía a su equipo, sin embargo nadie se mostraba tan decepcionado por perder como ella. Continuó observando el resto de la competencia desarrollarse, queriendo ocultar su decepción, pues esa noche no había terminado como ella hubiera deseado en lo absoluto. Lo bueno es que Miles parecía complacido y que Iris, Eddie, Felicity y Barry parecían estar teniendo un buen tiempo.
Finalmente, E=mc Hammer terminó perdiendo como finalista ante una pregunta de Star Wars que fue impulsivamente contestada por Eddie. En la mesa de Gold's Bitches, Miles se había enfrascado en una animada conversación con las dos desconocidas que conformaban el resto de su fallido equipo. Sin saber exactamente qué hacer consigo misma, llamó disimuladamente la atención de los demás.
―Ya he hecho mi parte. Es hora de irse y lo haré con elegancia ―recitó solemnemente, sacándole unas risas a Barry y a Felicity a su lado.
Los ojos de Iris se abrieron con alerta.
―¿Qué? ¿Ya te vas? ―cuestionó con preocupación.
Morgan negó un par de veces.
―Oh, no, no ―aclaró rápidamente―. Es solo que... Por el nombre...
―Fueron las últimas palabras Albert Einstein, lo dijo en referencia al nombre ―explicó Felicity con una pequeña sonrisa, señalando el letrero que recitaba E=mc Hammer.
―Solo voy por más bebidas para Miles y para mí, ¿ustedes quieren que les traiga algo? ―les ofreció, observando disimuladamente si alguna de sus tazas estaban vacías. Cuando se negaron, ella les sonrió―. Bien, ahorita vengo.
Se disculpó educadamente y comenzó a caminar en dirección a la fila de personas que se alargaba frente al mostrador. Con la mente ocupada en intentar recordar todas las especificaciones sobre cómo Miles quería su macchiato (de caramelo helado con hielo claro, una bomba menos de vainilla, una de caramelo, tres shots de espresso, crema batida y jarabe encima), Morgan pasó de alto un pequeño charco de café que había en el suelo. La suela de su tacón resbaló, llevándola a echar su peso hacia atrás.
Hubiera estampado de lleno contra el suelo, estaba segura, de no ser porque alguien detuvo su caída. Sin tener tiempo de registrar lo que acababa de pasar, se encontró con la cálida mirada de Barry, quien la sostuvo hasta que recuperó el balance. Ella mantuvo sus codos pegados a sus costados, tapando su boca ligeramente con sus manos y apenas le pudo mantener la mirada, soltando risas nerviosas.
―Dios, que vergonzoso. Gracias, Barry ―murmuró, dando un vistazo a su alrededor para asegurarse de no haber llamado mucho la atención. Quería hacerse un ovillo y huir, esas cosas no le pasaban a ella―. ¿Cómo llegaste tan increíblemente rápido? De verdad, gracias ―soltó apenada, sin notar la inquietud que había despertado sus palabras.
La sonrisa del castaño se borró, abriendo y cerrando la boca en busca de palabras con cierta torpeza.
―No creo que haya sido increíblemente rápido. Moderadamente rápido, diría yo. Muy promedio. O quizás no tan promedio, no lo sé, ¿atletismo?
Morgan juntó sus labios en una línea, intentando no reír, pero fallando catastróficamente, olvidando por completo su bochorno.
―¿Haces atletismo? ―preguntó con cierto escepticismo.
―¿Sí? ―Él no pretendía que esto sonara como una pregunta, pero se dio con inseguridad.
―Solías ser algo lento, cuando íbamos en secundaria. Siempre te ganaba.
Barry alzó las cejas con una pequeña sonrisa colocándose en sus labios.
―Me he... Vuelto más veloz desde entonces ―aseguró, detallando su rostro con la mirada. No tardó en tomar un semblante más franco al recordar la razón por la cual se había acercado―. Acerca de eso, hay algo que tengo que decirte.
Sus ojos se iluminaron con un deje de curiosidad, echándole miradas furtivas al menú para poder tener lista su orden, cuando fuera su turno.
―Claro, dime.
Ese era el momento, Barry tenía que decirle que él era el rayo. Tenía que convencerla de regresar a S.T.A.R. Labs para que cediera su cooperación al equipo y no había manera de hacerlo sin revelar su identidad. No se habían encontrado con ningún otro meta-humano que no tuviera intención de usar sus poderes para el mal, por lo que esto era significativo; era esencial, era lo correcto. Asimismo, no podía dejar que Morgan explorara sus habilidades sola. Sería ponerla en riesgo deliberadamente. Él ya había tomado la decisión y estaba a punto de llevarla a cabo, lo juraba. Sin embargo, en ese momento le llegó la notificación de un nuevo avistamiento de Snart que tenía que atender.
Barry hizo una mueca.
―¿Te parece si te llamo más tarde? Lo siento, tengo que irme ahora ―se disculpó frunciendo los labios y alejándose de ella sin darle mucho tiempo de replicar.
ϟ
DESPUÉS DE TODO HABÍA UNA RAZÓN POR LA CUAL MILES SE HABÍA MOSTRADO TAN INSISTENTE EN PASAR TIEMPO COMPARTIDO CON MORGAN. Al día siguiente, a primera hora del día, él estaría tomando un vuelo hacia Latinoamérica con el propósito de comenzar a viajar por el mundo en busca de su verdadero yo. Había prometido llamar a la castaña todos los días, lo que ella esperaba con todas sus fuerzas que fuera mentira, y mandarle regalos de todas las cosas interesantes que encontrara.
Después de despedir al melodramático rubio, Morgan había optado por regresar a las instalaciones de Whitmore's Industries para terminar todas las cosas que había dejado pendientes por la interrupción de Miles. Su madre le había pedido que organizara una breve presentación sobre sus avances en Francia, sus nuevos canales de distribución y los proyectos a futuro de corto y mediano plazo, por lo que también se ocupó en dejar todos sus datos listos, así como las gráficas que debía presentar. Se había hecho tan tarde que la oficina se encontraba completamente desierta a excepción de ella.
El sonido de su celular la distrajo del papelerio que pretendía reunir.
―¿Hola? ―contestó después de un par de pitidos.
―Hey, Morgan.
Era Barry. Acababa de despedir a Felicity en su tren de regreso a Starling City, además de impedir un último ataque de Leonard Snart o como Cisco lo había nombrado: Capitán Frío. No lo había podido capturar, pero había salvado a todas las personas que atentó y nadie resultó herido. Eso, más el beso que había compartido con Felicity en el tren, había sido suficiente como para levantar su ánimo y valor.
―¿Barry? No esperaba tu llamada, es muy tarde.
―Sí, lo sé ―murmuró al auricular, queriendo terminar con eso lo más pronto posible. Como arrancar una bandita―. ¿Dónde estás?
Morgan frunció ligeramente el ceño.
―Mmmh, en Whitmore's Industries...
―¿Piso?
―Número 8 ―contestó extrañada, mientras caminaba a la sala de reuniones para dejar su información para la mañana siguiente de antemano―. ¿Por qué pregun...? ¡Ah!
Con un grito, Morgan soltó su celular y todos los papeles que llevaba pegados al pecho, tapándose la boca con ambas manos. Una figura había aparecido frente a ella a gran velocidad, trayendo consigo una gran ráfaga de viento que le quitó el aire. El rayo estaba a solo unos pasos de ella, rojo de pies a cabeza con una máscara que solo revelaba sus ojos y boca.
―Morgan, yo... Permíteme.
El enmascarado recogió todos los papeles que se habían regado por el suelo junto al celular de la joven con gran velocidad. En un parpadeo, él lo había dejado todo en el escritorio más cercano. La castaña retrocedió un par de pasos, uniendo cabos en su cabeza.
―¡No me jodas! ―se reprimió a sí misma por el lenguaje y se recompuso, sin poder quitarle los ojos de encima―. ¿Puedo?
Él accedió, permitiendo que ella se acercara lentamente hasta quedar frente a frente. Con un tirón, Morgan removió su máscara, dejando el rostro de Barry al descubierto. Los ojos de la menor se iluminaron en sorpresa y el velocista no pudo suprimir más una sonrisa.
―¡Joder, joder, joder! ―gritó ante el inesperado giro de eventos.
Barry la tomó por la nuca y la atrajo para cubrir su boca con la palma de su mano, intentando evitar reír ante su reacción. Si seguía gritando, el edificio completo la escucharía.
―Morgan, sh.
Ella retiró la mano del otro para poder hablar.
―No, no. No hay nadie, lo juro ―aseguró, bajando el tono de voz.
Morgan se tomó otro segundo para mirarlo con aquel traje y le soltó un manotazo en el brazo que lo hizo retroceder. Tenía una mala costumbre de golpear a las personas cuando se emocionaba.
―¡Por qué no me lo dijiste antes!
Barry se sobo el brazo y le frunció el ceño.
―Bueno, tú no me dijiste sobre esto ―tomándola desprevenida, agarró una de sus muñecas y señaló las esposas para meta-humanos que continuaba portando bajo la ropa.
La boca de la chica se abrió en sorpresa y escondió su mano detrás de la espalda.
―Muy astuto ―musitó con una pequeña sonrisa―. Déjame verlo. No sé, ¡haz una gracia!
―¿Una gracia? ¿Quieres que corra?
―Sí.
Morgan parecía demasiado emocionada al respecto, fue difícil negarse.
―Bien, déjame llevarte a casa.
Ella ladeó la cabeza y enarcó una ceja.
―¿Ahora? Todavía tengo que llevar eso a la sala de reuniones... ―Barry ya lo había hecho antes de que ella pudiera terminar la oración―. Y apagar las luces... ―se sumieron en la oscuridad.
Muy veloz.
―¿En dónde te estás quedando? ―le habló una voz desde la penumbra.
El estómago de Morgan se llenó de mariposas de la emoción. ¡Esto era increíble, no podía ser real!
―Central City Inn, habitación 908, ¿por qué...? ―la pregunta quedó suelta en el aire, cuando Barry la tomó en brazos y comenzó a correr.
Morgan veía el paisaje pasar más rápido de lo que podría registrar en su mente. En su estómago se formó un vacío. Era una sensación parecida a estar en una montaña rusa, pero diez veces peor. Cerró sus ojos con fuerza y se aferró a lo que fuera material hasta darse cuenta de que se habían detenido. Barry la dejó en el suelo de su habitación, sana y salva.
―Estás bien, ¿verdad? ―le preguntó con cautela.
―Por un segundo creí que vomitaría, pero no. Estoy bien ―asintió, poniendo una mano en su pecho para acompasar su respiración.
―Me refiero a todo, ¿estás bien? ―Morgan pudo notar una preocupación en sus ojos que le dio una sensación de calidez en el pecho.
―Sí, lo estoy. Gracias. ¡Pero Barry, esto es increíble! ¡Tengo tantas preguntas!
Pudo notar que Barry intentaba no reír sin quitarle los ojos de encima.
―¿Q-qué? ¿de qué te ríes?
Él se tapó la boca con una mano y sacudió la cabeza.
―Ven, déjame... ―Sin terminar la oración, se acercó a ella y con cautela comenzó a pasar sus dedos por su cabello. El viaje había causado que su peinado volara en todas direcciones, pero él pudo acomodarlo con gentileza. Morgan tenía las mejillas encendidas y evitaba no crear contacto visual, esperando a que terminara―. Listo, como nueva.
Nuevamente y sin quererlo, Barry volvía a detallar las facciones de Morgan con la mirada, ladeando ligeramente la cabeza. Parecía muy atento a cada gesto o movimiento que ella hacía.
―Gracias. Esto es una locura ―susurró, algo ensimismada con intentar razonar lo que estaba pasando.
―Lo es. Con respecto a todas tus preguntas, te lo explicaré todo pronto, ¿sí? ―Ella asintió con su cara todavía emanando emoción―. Descansa, Morgan ―le dio una sonrisa que llegaba hasta sus suaves ojos verdes y desapareció tal como llegó: en un pestañeo.
* "Y luego te conocí, y poco a poco, pero de repente todo mi mundo empezó a cambiar."
(n/a) ¡hola, mis fabulosos lectores! les quiero agradecer con todo mi corazón los 476 leídos y todos sus votos, significa mucho para mí <3333
¡No olviden comentar! Me encantaría saber quién está leyendo y qué opinan. Tengo miedo de que no les este gustando y me gustaría saber, porque no tengo problema con cambiar cositas aquí o allá, sé que siempre hay espacio para mejorar.
eeeennn fin, volvimos a ver a Miles Goldddddd. en el futuro ya no aparecerá tanto, pero si les agrada el personaje o quieren saber más de él, podría agregar poquito más de él en capítulos futuros.
aaaaa es que hay tantas cosas que quiero consultar con ustedes, pero no sé, no los quiero abrumar omgggggggg. MEJOR YA TODO POR HOY, JSIDAJBDEHIFHSNNCB
CUíDENSE MUCHO, LOS AMA
NIAM ROCA
[ editado 02 de octubre, 2021. ]
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